Protrepsis, Año 14, Número 27 (noviembre 2024 - abril 2025). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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del entendimiento1— son las condiciones trascendentales que organizan y estructuran la realidad
tal como es percibida por el sujeto. Estas formas a priori no solo determinan cómo se experimenta
el mundo sensible, sino que también configuran las condiciones mismas bajo las cuales es posible
cualquier conocimiento, al mediar entre lo dado y lo inteligible (Kant, 1781/2006). La
convergencia entre ambos enfoques indica que el lenguaje, lejos de ser un mero reflejo pasivo de
las estructuras cognitivas, ejerce una función activa en la configuración de la realidad tal como es
percibida y comprendida por el sujeto.
En este sentido, resulta fundamental vincular las estructuras trascendentales kantianas con el
análisis del lenguaje. Esto permite examinar cómo el lenguaje no solo refleja la organización del
conocimiento según las categorías cognitivas, sino también cómo participa en la construcción activa
del significado. En el marco de la filosofía kantiana, el lenguaje no se va a limitar a ser una
herramienta pasiva que se utiliza para describir el mundo; sino que es un mediador esencial en la
experiencia, un modo de articular y organizar lo dado a través de las formas a priori. Al considerar
cómo el lenguaje articula las categorías trascendentales con los procesos lingüísticos, se abre un
campo de estudio que permite explorar la manera en que el lenguaje no solo comunica, sino
también condiciona y estructura la experiencia del mundo.
Este enfoque invita a una reevaluación del papel del lenguaje en la formación del conocimiento
humano, planteando cómo interviene en la comprensión y la comunicación intersubjetiva, y
sugiriendo nuevas posibilidades para analizar su función dentro del marco filosófico planteado por
Kant. La interacción entre las estructuras trascendentales y el lenguaje revela que este último no
es simplemente un reflejo pasivo de la mente, sino una extensión activa de los principios que hacen
posible la formación del conocimiento, la realidad y la comunicación. Estas estructuras, que
1 En la filosofía kantiana, el espacio y el tiempo no tienen existencia ontológica independiente, sino que representan
configuraciones inherentes al aparato cognitivo del sujeto, posibilitando la intuición sensible, funcionando como
marcos universales y necesarios en los que se sitúan y organizan los fenómenos. Estas formas operan en interacción
con las categorías del entendimiento —conceptos puros como causalidad, sustancia y unidad—, principios
trascendentales que sintetizan y estructuran las representaciones fenoménicas bajo reglas que unifican una pluralidad
temporal de intuiciones en una representación coherente. Esta cooperación entre las formas a priori y las categorías es
lo que hace posible la construcción de un conocimiento. De este modo, lo que el sujeto percibe no es el noúmeno, o la
cosa en sí misma, sino el fenómeno, es decir, la realidad tal como es configurada y estructurada por estas condiciones
trascendentales de la cognición (Nakano, 2008).
Para Kant, el concepto de un objeto no es una entidad fija, sino una función de síntesis operada por el entendimiento
según las reglas de las categorías. Este proceso de síntesis objetiva no solo organiza las intuiciones en el espacio y el
tiempo, sino que también constituye la base para la conciencia de la identidad del sujeto. Según Kant, dicha conciencia
sería impensable sin la mediación de las categorías que, al actuar sobre las intuiciones, garantizan su coherencia bajo
una unidad trascendental de apercepción. En este sentido, la aplicación de las categorías a la experiencia no es
contingente, sino una condición necesaria para la posibilidad del conocimiento y para que el sujeto pueda reconocerse
como él mismo ante la multiplicidad de lo dado en la intuición (Stepanenko, 2008: 166-167).