Protrepsis, Año 14, Número 26 (noviembre 2024 - abril 2025). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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filósofo, Cornelius Castoriadis, no-kantiano en absoluto y fuera de toda sincronía temporal con
nuestro autor, por caminos completamente distintos, llama alteridad a la apertura indeterminada
de la realidad y asigna allí a la vez la imposibilidad de detener al Ser y santificar su presencia. Para
él, la realidad no es solamente lo que está sino lo que el ser humano pone allí. Si el ser humano pone
allí también los ingredientes de su realidad es porque fabrica esquemas de significación
(Castoriadis, 2010: 573) con los cuales da lugar a un mundo común de sentido instituyendo –
apuntalado en la naturaleza– todo lo que importa y hace humano al mundo humano: lo verdadero
y lo falso, lo que es y lo que no es, lo que vale y lo que no vale, lo posible y también lo imposible.
La alteridad es la advertencia que reclama Castoriadis, cuya inagotable provisión a la vez reivindica
para siempre el enigma del mundo y obliga a reconocer su presencia en cualquier composición de
sentido de una vida humana que valga llamar tal y que valga la pena ser vivida. Contribuir al
esfuerzo creador de nuevas realidades sociales supone comprender que cosa-en-sí y alteridad, para
decirlo en clave kantiana, son indisolubles y constituyen la garantía de la libertad y realización
humanas. Son condiciones de posibilidad de lo humano y, ahora sí, nuestra única opción. Así pues,
la realidad presente, sus agobios y graves peligros, sus perversiones y enfermedades son muy reales,
pero no son una fatalidad. Esto porque, en el fondo, la alteridad de lo indeterminado subyace todo
y porque aunque alguna determinidad sea posible, nunca podrá recubrir el sentido de todo y en sus
fisuras se mantendrá siempre el ápeiron, lo indeterminado, el caos que, paradójicamente, garantiza
para siempre la pervivencia del misterio del mundo y con éste la posibilidad siempre viva de
novedad y futuro. Todo lo cual también puede contraprobarse diciendo que éste será siempre el
mejor de los mundos posibles, siempre, eso sí, que se reivindique el carácter incondicionado de la
libertad como fuente continua de creación individual y colectiva.
En lo que antecede hemos cruzado intencionalmente en nuestra argumentación las perspectivas
de dos filósofos radicalmente diferentes, no sólo por el tiempo en que vivieron y trabajaron, sino
porque son sustancialmente distintos, Kant y Castoriadis. Los contrastamos como miembros
prominentes de las dos opciones ontológicas examinadas en este ensayo: determinismo e
indeterminismo. Constituyen importantes pensamientos diferentes, derivas diferentes,
conclusiones diferentes. Intentamos mostrar cómo, sin embargo, diálogo y coincidencias profundas
también existen. Ambos prueban la pertinencia y necesidad ineludible de la filosofía. Prueban la
fortaleza de una tradición inmemorable y que debemos reiterar cada vez que sea necesario
reencontrar el sentido que tanto extrañamos y que ni las ideologías, ni la ciencia, ni la técnica ni las
religiones proporcionarán jamás. Pero, atención, tampoco una razón mal entendida lo hará. Si es
inmemorable, si de su comienzo no hay memoria, es porque es consustancial a lo humano que sólo
con libertad, otro inmemorable, será siempre posible. Son estas dos categorías, humanidad y
libertad, lo que no debemos olvidar. Sabemos, comprobamos y afirmamos sin la menor duda estas