Protrepsis, Año 14, Número 27 (noviembre 2024 - abril 2025). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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explotación del hombre por el hombre; es decir, aquellos esfuerzos por transformar las condiciones
materiales de la realidad, al menos a nivel individual. En vista de ello, ¿no sería mediocre y
conformista aceptar llanamente las condiciones materiales de la realidad sin dar espacio a la
posibilidad de cambiarlas mediante la acción y/o la inacción? En tal caso, cuando se reconoce la
indisposición de cambiar las circunstancias concretas, es que la apropiación del destino se
distorsiona flagrantemente en una triste resignación. Se requiere, por consiguiente, de una manera
de hacer frente a estas sofocantes condiciones, tanto materiales como existenciales. Ante esta
encrucijada, la pregunta crucial es la siguiente: ¿Cuál podría ser una alternativa de oposición ante
los efectos negativos de la funcionalidad civilizatoria impuesta por el sistema capitalista?
Ante tal interrogante, se propone aquí el desprendimiento. ¿En qué medida el desprendimiento
podría ser una respuesta efectiva para hacer frente al sentimiento de lo absurdo fruto de la dinámica
capitalista del esfuerzo y la hiperfuncionalidad? En cuanto decisión consciente de no actuar, el
desprendimiento es una manifestación pasiva de la aceptación camusiana en la medida en que no
nulifica la clarividencia de lo absurdo, sino que, al contrario, la realza y la vuelve aún más tangible.
Podría decirse, en términos simples, que en la práctica, el desprendimiento podría sintetizarse en
la idea de habitar este espacio. Habitar este espacio se revela cuando uno se halla completo en la
neutralidad, cuando ha logrado convertirse en un árbol, en una sombra: Impertérrito, digno, al
margen; sin necesidad de intervenir en los asuntos de lo cotidiano.
Al habitar este espacio, podemos declarar sin pena que precisamos de un devenir anónimo.
Anónimo y, por sobre todas las cosas, inservible. Su inutilidad, empero, no conlleva ni denota una
cualidad negativa, sino todo lo contrario. Al carecer de un para qué, de un objetivo, de una
finalidad, el sencillo acto de habitar este espacio se reconoce ostensiblemente como inservible, y
como tal, transgrede las directrices y preceptos imperantes de la funcionalidad y la productividad
civilizatorias.
Para la lógica de la funcionalidad, todo acto y pensamiento debe estar encaminado hacia la
consecución efectiva de un objetivo concreto. Y no cualquier clase de objetivo, sino únicamente
aquellos que beneficien los intereses de la clase dominante, perpetuando así su aplastante
dominación. Por ello, para la funcionalidad civilizatoria, en tanto que herramienta ideológica del
sistema capitalista, todo tiempo y espacio dedicados a la improductividad, la inactividad, la
inmovilidad y el ocio están, en esta opresiva realidad, invariable e inevitablemente sujetos al
señalamiento, a la desaprobación, a la culpabilización, la burla y el escarnio. En este sentido, habitar
este espacio consiste en operar un distanciamiento definitivo respecto del discurso hegemónico.
Un discurso cuyos mandatos resaltan precisamente por deshumanizantes. Un discurso hegemónico
que las instituciones laborales, educativas y gubernamentales practican y predican. A través de tal