Protrepsis, Año 13, Número 26 (mayo - octubre 2024). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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2. El acontecimiento
Algo pasa. Aunque el acontecer no es algo eventual, que sólo sucede o acaece, sí empieza en un
evento, suceso o acaecimiento. Sea que ocurra, el acontecimiento inicia en lo real de su estímulo
extraño, arreferencial, irruptor, pero percibido. Esto puede asociarse con un estímulo externo-sen-
sorial, mayormente ver u oír algo de gran intensidad, pero siguiendo las ciencias cognitivas la cog-
nición-percepción no se limita a lo externo-sensorial. También puede ser interno-sensitivo del pro-
pio cuerpo como un dolor, una presión; un estímulo intelectual en una intuición, una idea; o bien,
estímulo de afección-emoción en un sentimiento, un asombro, una angustia. La posibilidad senso-
rial-sensitiva-intelectual-afectiva de la percepción no es limitativa. Llegando a extrañeza, el estí-
mulo sale de la corriente regular de percepciones y no se asimila inmediatamente, la cognición in-
tentará formalizarlo en coordenadas mnémicas de qué, cómo, dónde, cuándo (atributos de motrici-
dad, afección, espacio, tiempo, sucesivamente). Lo real toca el cuerpo y, mediante la cognición, el
cuerpo intenta tocar eso real como intento de entificar algo difuso y ajeno. De entrar en la memoria,
el estímulo se empieza a elaborar como experiencia.
Cuando el estímulo extraño sale de la regularidad y es memorable, no es un evento meramente
cerebral, pues en la cognición corporizada también ocurre motricidad, una contracción corporal.
Es una expresión del cuerpo al mismo tiempo, que expulsa la presión de la irrupción vivida y la
señala. Es un movimiento corporal inmediato, no un reflejo, sino un acto intencional respecto al
estímulo y por lo tanto articulado. Puede ser un gesto facial, un cambio de posición, seña, emisión
sonora, intervenir un material externo. La expresión se dirige a la irrupción, apuntándola, querién-
dola agarrar, contener, pero no lo logra. Por la extrañeza arreferencial del estímulo, la expresión
lanzada es lo único con lo que se le relaciona, lo único que lo alcanza apenas a pellizcar para que
no se vaya con el flujo de eventos; la expresión se conjunta con la percepción formando así las
primeras coordenadas para su establecimiento mnémico. El estímulo percibido se recuerda sólo
cuando la expresión corporal le imprime intencionalidad, le da sentido y habilita relacionarse con
él; se recuerda, no su objetividad, sino la experiencia intencional expresada frente al evento. Así,
sólo hasta que la expresión completa cognitivamente la percepción del estímulo es que se forma la
experiencia.
La expresión desde el cuerpo sucede frente al grupo al que pertenece. El estímulo extraño también
les desencaja, pero las demás personas no intentan agarrarlo por la mera percepción, sino con la
expresión inicial que ya está habilitada para tocarlo. La conjunción experiencial de percepción y
expresión, así como de los individuos con el estímulo, no es una mera aglutinación lineal de ele-
mentos, sino que se sitúa cada vez de forma dinámica. Pues la recepción en el grupo no es idéntica,
habrá modificación por la diferencia entre cuerpos, sus posiciones en el colectivo, las condiciones
materiales; la experiencia será así reacomodada en la repartición de su vivencia, se recortarán aris-
tas, se destacarán particularidades, adquirirá mayor o menor intensidad. Ahora, conjuntados, la