Protrepsis, Año 13, Número 26 (mayo - octubre 2024). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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ISSN: 2007-9273
Protrepsis, Año 13, Número 26 (mayo - octubre 2024) 155 - 178
Recibido: 24/01/2024
Aceptado: 15/04/2024
Ensayo: Concepto en el habitar
Vanaquen Navarro Ramón 1
1Universidad de Guanajuato
Guanajuato, Guanajuato, México
E-mail: v.navarroramon@ugto.mx
https://orcid.org/0000-0002-1889-0860
Resumen: Los múltiples debates actuales en la sociedad se llegan a viciar, entre otras cosas, por no
tener claridad en los conceptos. Pues determinar el significado mismo de concepto es difícil cuando,
considerado sólo en la mente individual, se presenta ambiguo al igualarse con diferentes términos:
representación mental, idea, pensamiento, intelección, etc. Frente a tal subjetivismo e imprecisión,
este ensayo propone actualizar la descripción del concepto considerando su historia, pero inclu-
yendo paradigmas recientes desde las ciencias cognitivas. La propuesta concluye así sintetizada:
concepto es el acontecimiento experimentado, concebido, y expresado en el mundo. Así pues, se pro-
pone una perspectiva sobre el cómo aclarar conceptos en general empezando con aclarar el con-
cepto mismo.
Palabras clave: Concepto, cognición 4-E, habitar, filosofía del lenguaje, discurso.
Abstract: The multiple current debates in society become vitiated, among other things, due to lack
of clarity in the concepts. Since determining the very meaning of concept is difficult when, consid-
ered only in the individual mind, it appears ambiguous as is equated with different terms: mental
representation, idea, thought, intellection, etc. Faced with such subjectivism and imprecision, this
essay proposes to update the description of the concept considering its history but including recent
paradigms from cognitive sciences. The proposal concludes thus summarized: concept is the event
experienced, conceived, and expressed in the world. Thus, it proposes a perspective on how to clar-
ify concepts in general starting with clarifying the concept itself.
Keywords: Concept, 4-E cognition, inhabit, philosophy of language, discourse.
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Introducción
Cuando alguien pregunta por el concepto de algo, ¿qué es lo que se debe responder? Puede parecer
sencillo con cosas inertes como mesa o lápiz pues bastaría con tener el objeto a la mano y describirlo.
Pero es distinto con el concepto de cosas más complejas como tiempo, mente o filosofía. En ese
caso, ¿qué se debe ofrecer? Al respecto, ya se dan muchas respuestas: su definición, etimología, usos
comunes, su historia, características, origen o finalidad, citas desde disciplinas, autores o artículos,
dar imágenes. En esa dispersión, parece necesario formular ¿qué es concepto? Las respuestas más
comunes vienen de la filosofía, ahí es tradición el tomar la elaboración de algún autor o corriente
para desarrollar y asumir su posición, o bien, para hacer una comparación o composición entre di-
ferentes posiciones. Aquí vamos a hacer algo distinto, bosquejar una propuesta propia de concepto.
Primero se descarta la pregunta ¿qué es concepto?, pues inevitablemente instala la suposición de
un qué sobre el cual lo buscado adquiere consistencia, y la respuesta sólo puede ser en forma el
concepto es x. Resultando un desenfoque, ya que es más necesario describir la x y sólo posterior-
mente se explicará el por qué ella define lo buscado. Entonces, aquí no se plantea una pregunta ni
se busca aquello que define o subyace, simplemente se plantea el atender específicamente aquello
que puede llamarse concepto, que no es referido por ninguna otra palabra, y describirlo.
Ahora, concentrarse en el concepto no supone una mirada desprejuiciada u objetiva pues siempre
hay perspectiva y es de necesaria honestidad intelectual el aclarar la posición desde la que se dis-
cursa. Frente a la tradición de apelar a un autor o corriente aquí se desarrolla desde una visión del
habitar que es la posición filosófica propia del autor del presente escrito (Navarro, 2023). Ahí, ha-
bitar aparece como el tejido de relaciones mediante el cual emergen las formas vivas de existencia;
eso habilita describir el concepto desde sus relaciones y no de forma aislada ni espontánea como se
habilitaría al preguntar ¿qué es?
Así, la descripción circunscrita sobre aquello que acontece como concepto en sus relaciones con
nosotros que habitamos sería la propuesta del concepto de concepto en el habitar. Esta propuesta
inicia exponiendo una breve investigación para destacar el significado hegemónico de concepto en
su formación histórica; luego se contrastará ese significado desde referencias actualizadas de cien-
cias cognitivas. Con base en esos elementos se desarrolla después el ensayo filosófico que describe
el concepto en el habitar, su constitución, relaciones y dinamismo.
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1. Concepto
Su raíz etimológica latina conceptus significa concebido, no en referencia biológica sino como for-
mulación en la mente, propiamente, una concepción mental. En congruencia, la definición de ma-
yor autoridad y más repetida socialmente es la de inspiración aristotélica: el concepto es una repre-
sentación mental de objetos (Gutiérrez, 1988: 66). Gráficamente el concepto de cualquier cosa se
representa al poner su imagen dentro de una nube que emerge de una cabeza humana; en dicho
gráfico la concepción sería la capacidad humana de formar nube para cada imagen, y el concepto
sería la nube misma, ubicua para todas las imágenes. La teorización original de esto, en Aristóteles,
se encuentra en un único párrafo al principio de su texto Sobre la interpretación:
Así, pues, lo <que hay> en el sonido son símbolos de las afecciones <que hay> en el alma […]
Ahora bien, aquello de lo que esas cosas son signos primordialmente, las afecciones del alma,
<son> las mismas para todos, y aquello de lo que éstas son semejanzas, las cosas, también
<son> las mismas. (Aristóteles, trad. en 1995: 16a5)
En ningún lugar del texto citado se menciona la palabra concepto, pues no hay palabra griega que
se le traduzca exactamente cuando ella viene del latín que tiene desarrollo histórico posterior. Lo
que sucede es que, con la traducción e interpretación de Aristóteles en múltiples autores, desde la
antigüedad y en el medievo, se interviene el discurso para insertar la denominación de concebidas
a las afecciones del alma que asemejan cosas, fijándose esa palabra latina para la posteridad. En esa
intervención discursiva histórica se sustituye lo que hay en el sonido con palabras, afecciones del
alma con estados mentales y las cosas con objetos. Actualizando así la idea: las palabras representan
estados mentales, los cuales representan objetos. El estado mental que representa el objeto es el
concepto. Ahora, en la intervención histórica también estados mentales se ha sustituido por otros
actos de la mente: imagen mental, idea, abstracción, pensamiento, razonamiento, captación, inte-
lección, interpretación, significado, juicio, comprensión, etc. Entre los diferentes autores y corrien-
tes filosóficas se usan una u otra de las anteriores para definir concepto.
Estos son los procesos discursivos más importantes que dan emergencia histórica al enunciado bus-
cado, desde reproducciones y traducciones de un texto antiguo que, en rigor, no tiene relación di-
recta con la palabra concepto, resultando en una dispersión semántica que convoca diferentes tér-
minos. Sin embargo, en esa gran magnitud histórica se ha desarrollado una regularidad de enuncia-
ción que nos da pistas sobre su consistencia. En primer lugar que, desde la afección del alma aristo-
télica a su traducción de estado mental seguida de sus acepciones de idea, abstracción, pensamiento,
etc. a su definición regular de representación mental, en conjunto, se forma un campo semántico
coherente con la etimología de concebido donde concepto siempre y de cualquier forma es una
formulación mental, una mentalización individual. En segundo lugar, ha sido formulada histórica-
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mente una estructura derivativa de tres estadios sucesivos: un objeto, su mentalización y su expre-
sión en palabra. Donde se desarrollan múltiples temáticas: la diversidad y tipología de objetos re-
presentados (en que no todos son físicos externos), sobre la actividad mental que trae el objeto a la
mente (percepción, abstracción, inteligencia, pensamiento, razón, etc.), sobre el cómo la mentaliza-
ción se replica idéntica o variable entre personas, etcétera. En tal recuento de temas, el concepto se
ha determinado como la mentalización dentro de la estructura que, el estar encerrado en medio de
ella, es difícil de tratar específicamente pues siempre depende del objeto, la actividad mental o la
expresión; mientras que estos tres elementos sí tienen tratamiento independiente.
Así, consideremos entonces que el concepto es la pura mentalización dentro de la estructura deri-
vativa objeto-mentalización-palabra de forma individual en cada sujeto, como la significación más
regular y base de su teorización hegemónica.
1.1. Mente y cognición
Al acudir a autores históricos que teorizan el concepto se verá la postulación de distintas activida-
des mentales: razón, pensamiento, inteligencia, etc., pero al partir de lo mental podemos actualizar
la perspectiva acudiendo a las ciencias cognitivas. Ahí se teoriza la mente en forma cada vez s
consistente y compleja, no presidida por una actividad específica. La primera etapa es cibernética
centrada en el cerebro de forma mecánica, entre 1940-1955, con el conductismo y la informática
naciente que se abocó en el procesamiento de información lo que se consolidó en años posteriores
dando a luz al cognitivismo clásico:
[…] basado en la idea de que la cognición es un proceso computacional […] los estados menta-
les representan o simbolizan objetos y estados de cosas del mundo, y los procesos computacio-
nales operan sobre esos símbolos o representaciones, los manipulan y transforman de acuerdo
con ciertas reglas y producen como resultado otro estado mental o una determinada acción.
(Fierro, 2011: 524)
Al tratar con estados mentales representacionales se puede ver una coherencia plena con la teori-
zación hegemónica del concepto.
Ahora, en función de las posteriores críticas al cognitivismo clásico en los setenta, se desarrolla una
postura conexionista reconociendo que los procesos cerebrales no están centralizados-seriados
como en las computadoras de su tiempo, sino que hay diferentes funciones que operan paralelas y
en redes. Donde no sólo se siguen reglas de forma ortodoxa, sino que la mente posee también pro-
cesos creativos y no lineales. De esta manera se descartaría una actividad mental específica como
responsable del concepto antes bien serían las actividades mentales en conjunto las que operarían
y posibilitarían toda concepción. Estas dos posturas mencionadas coinciden en su visión centrada
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en el cerebro a la manera de un software donde no importa en qué hardware está instalado (cere-
bros en cubetas); dicha visión es deudora del dualismo mente-cuerpo todavía problematizado hoy
pero originado en los antiguos griegos para quienes “el alma [psique] no solo era jerárquicamente
superior al cuerpo, sino que estaba desligada de este” (Fierro, 2012: 186). Al respecto emergieron
elaboraciones filosóficas desde la fenomenología que abordaron la situación del cuerpo en el
mundo. En paralelo, los estudios de la infancia postularon que las primeras conceptualizaciones
son corporales en los movimientos que poco a poco desarrollan, al mismo tiempo, la mente y la
fortaleza del cuerpo en los infantes: ver y agarrar objetos, rodar, gatear, caminar. En otro desarrollo,
desde perspectivas cognitivas alternas se explotaron aplicaciones computacionales en robots sólo
al modificar los diseños de su composición física y funcionamiento. Esto permitió postular que, si
hay mente, sólo es aquella situada en todo el cuerpo que funciona de forma total y compleja.
Así emergen otras posturas que expanden la mente corporizada como totalidad, en actividad y más
allá del cuerpo. Una está en el reconocimiento de la cognición extendida donde cualquier opera-
ción mental se potencia al ejercitarse con el uso de instrumentos; hacer cálculos con muchas cifras
difícilmente se podrá hacer mentalmente, pero es mucho más fácil con papel y lápiz. Luego está la
enacción que refiere al desarrollo cognitivo en interacción con el entorno; si el ambiente es fuente
de los estímulos a ser procesados en el cerebro-cuerpo, estos dan carácter específico a la cognición
desarrollando una variabilidad de comportamiento no explicable solamente por procesos cerebra-
les. Y en último término se puede reconocer una cognición distribuida cuando es imposible enten-
der el desarrollo cognitivo humano estudiando exclusivamente cerebros e individuos; pues la con-
figuración de sensibilidades, objetos, acceso y configuración de ambientes no lo hacen personas
aisladas y de forma espontánea, sino en procesos colaborativos y continuados generacionalmente
donde la cognición se expande de forma colectiva.
Este conjunto de corrientes se conoce como 4E por sus nombres ingleses (embodied, embedded,
extended y enactive) sumando una última colectiva (distributed), forman una ampliación de pers-
pectivas sobre la mente ya no sólo cerebral. Aunque entre ellas no hay acuerdo de su vinculación
desarrollándose sin mayor cooperación activa, las podemos articular en continuidad escalar: cere-
bro representacionista, luego en operaciones complejas, después a todo el cuerpo y su actividad,
luego con su actividad instrumental, luego con el ambiente y, finalmente, en colectividad a través
del tiempo. También se puede ver que el tema cognitivo implica la filosofía, psicología experimen-
tal, desarrollo infantil y neurociencia; sin embargo, no hay un campo discursivo unificado y, en
general, cada disciplina trabaja sectorialmente por su lado (McClelland, et. al., 2009: 1047). Por
encima de todo esto y de las incompatibilidades que pudieran suscitarse, aquí vamos a partir de
una visión sintética donde no se trata de un fenómeno neurológico independiente, sino que la
mente tiene su base material en el cerebro pero está situada activamente en todo el cuerpo y exten-
dida al mundo compartido instrumental, ambiental, social e históricamente. De esta manera, la
mentalización que es el concepto tendría ese mismo comportamiento.
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Aquí que se contrasta la mentalización históricamente formada con una perspectiva cognitivista
contemporánea, ahora, ¿qué lugar adquiere la estructura derivativa objeto-mentalización-palabra
con que se describe tradicionalmente el concepto?
Las técnicas de neuroimagen funcional […] proporcionan una imagen en tiempo real de la
actividad de ciertas zonas del cerebro, mientras que las personas realizan ciertas tareas que
definen determinados constructos funcionales establecidos por la ciencia psicológica. Este
sincronismo entre lo psicológico y lo neurofisiológico […] ha ayudado a establecer un vínculo
entre los sistemas funcionales psicológicos y los sistemas funcionales cerebrales. (Aparicio y
Rodríguez Moneo, 2015: 130)
Con la evidencia de la sincronía psíquico-neuronal, la actividad cognitiva se tematiza como una
actividad total pero no distinguible en procesos específicos ni sectoriales.
La memoria, como la percepción, el pensamiento o cualquier otro proceso cognitivo, es inob-
servable […] no es algo que pueda verse u oírse […] es una abstracción conductual. Su existen-
cia y todas sus características y funciones son algo que debe inferirse a partir de lo que hacen
las personas […]. (Ruiz-Vargas, 2010: 45)
Así, el proceso objeto-mentalización-palabra como explicación hegemónica del concepto tiene ca-
bida en el cognitivismo al haberse inferido (y puede inferirse todavía) de lo que hacen las personas:
percibir objetos, abstraerlos en la mente y expresarlos en palabras. Lo que podemos obtener de las
ciencias cognitivas es un conjunto de descripciones distintas sobre el cómo se da ese proceso que
ha sido mayormente abordado desde el tema de la memoria en tanto “experiencia consciente de sí-
mismo como una entidad continua a través del tiempo” (Ruiz-Vargas, 2010: 351). Ahí, “lo apro-
piado es hablar de diferentes memorias o sistemas y no de la memoria, porque […] no es una sola
cosa” (Ruiz-Vargas, 2010: 22). Tendríamos pues diferentes teorizaciones del proceso conceptual
en función de los diferentes tipos de memoria teorizados: sensorial, de corto y largo plazo, declara-
tiva, implícita, procedimental, semántica y episódica. Cada una tiene bases experimentales y ana-
tómicas propias pero coinciden en la operación conectada e interdependiente entre los procesos
mentales (Aparicio y Rodríguez Moneo, 2015).
Vulgarmente se concibe la formación del contenido mental como la permanente grabación mental
de una película en primera persona. Pero cada tipo de memoria postula un proceso diferente y más
complejo que la visión vulgar. Ahí destaca la teorización de la memoria episódica, donde la elabo-
ración de contenidos mentales tiene base en acontecimientos vividos, no como clips de video sino
en componentes de experiencia con las relaciones entre estímulos y su procesamiento correlativo
entre la actividad neuronal y la del cuerpo en situaciones concretas. De esta manera, el contenido
mental acusa diferentes atributos: 1) tiempo, 2) espacio, 3) afección/valor, 4) sensorial/perceptual,
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5) respuesta motriz, 6) lingüística (Hunsaker y Kesner, 2008: 63-64). El contenido mnémico apa-
rece como composición emergente de elementos simples de experiencia en diferentes atributos.
Este carácter compositivo da a luz una situación aparentemente paradójica, pero con pleno sentido
y coherencia; por un lado, las personas tienen recuerdos diferentes de un mismo evento pues no
pueden evitar experimentarlo de forma distinta y, por otro lado, personas distantes y sin contacto
se forman ideas análogas o idénticas porque se compondrían desde similares atributos. Así, el con-
cepto como mentalización no sería una impresión mnémica directa de un objeto sino una particular
composición de elementos simples de experiencia, aglutinados de forma atributiva, pero con varia-
ción entre personas desde sus experiencias singulares.
En conclusión, el cognitivismo contemporáneo habilita una visión del concepto fuera de la tradi-
cional estructura derivativa objeto-mentalización-palabra en un lugar previo. Antes de la actividad
mental específica para representar objetos, tenemos la cognición totalizada en el cuerpo y extendida
en el mundo. Y antes de la representación mental directa de objetos, tenemos elementos simples de
experiencia desde los acontecimientos vividos. Con esta vía de interpretación, vamos a profundizar
el tema de los acontecimientos como base de la mentalización que constituye el concepto.
1.2. Teorizaciones del acontecimiento
La RAE pone una única acepción de acontecimiento: “Hecho o suceso, especialmente cuando re-
viste cierta importancia” (Real Academia Española, s.f.). Aunque su etimología se compone de vo-
ces latinas, su conformación proviene del tardío romance (DeChile, s.f.): a-con-ting-escere. Donde
a- es elemento de ampliación, el prefijo con- tiene sentido de junto a, -ting es apofonía del verbo
tangere-, tocar, y el sufijo -scere indica procesos duraderos. Esta radicación alumbra una interpreta-
ción etimológica unitaria donde acontecimiento tendría el sentido de proceso de tocar y conjuntar
logrando ampliar y durar. La palabra consta en textos del español antiguo al menos desde el siglo
XIII (Real Academia Española, TDHLE, s.f.). Pero en su trayecto histórico ha mantenido un sig-
nificado regular de hecho, suceso, evento con carácter de especial, imprevisible, importante o ines-
perado; sólo recientemente se le ha teorizado desde la historia y la filosofía.
En la disciplina de historia, a finales del siglo XIX, se conforma una corriente acontecimental como
“ciencia de las singularidades no repetibles, caracterizada por el primado de la política y de la psi-
cología individual” (Trebitsch, 1998: 31). En contraparte, emerge la escuela de los Annales de ma-
yor calado en la disciplina hasta la fecha “que ponía el acento sobre la primacía de los hechos repe-
titivos, económicos, seriales y no psicológicos” (Trebitsch, 1998: 31). Se puede seguir un debate de
la disciplina (todavía vigente) sobre este eje de acontecimientos singulares vs. hechos seriales. Aun-
que para acontecimiento no es posible hallar una teorización distinta o más profunda que su signi-
ficado común, hay una caracterización más o menos compartida en el gremio al respecto:
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la de que éste no existe fuera de su representación, trátese de la narración de los testigos o de
la narración histórica, es decir, la de que no es observable por el mero ojo desnudo sino me-
diatizado siempre por la lengua, que no existe fuera de su reconstrucción. (Trebitsch, 1998:
38)
Esto lo podemos hacer coincidir con la teorización de la memoria episódica en que los aconteci-
mientos, recordados o narrados, no son impresiones objetivas sino construcciones, respectivamente,
de elementos simples de experiencia y de mediación discursiva.
Ahora, el acento de la descripción teórica del acontecimiento está en la filosofía. Se pueden desta-
car varios autores: Gadamer, Vattimo, Foucault, Derrida, Badiou, etc. pero los más destacados son
Deleuze y Heidegger sobre cuyas posiciones trataremos brevemente.
Ambos pertenecen al sector de la filosofía contemporánea que concurre en poner en crisis la inten-
ción de fundamentación absoluta de la realidad, aquella de los grandes sistemas filosóficos desde
los antiguos hasta la modernidad (Castillo, 2020: 68). Así, no conciben el acontecimiento ordenado
desde un sistema de categorías sino en su irrupción singular y arreferencial. No es sólo un evento
especial fuera de la cotidianidad, sino que su intensidad desestabiliza y deja-aparecer el mundo;
así, puede describirse como “medida con la divinidad” (Heidegger, 2001: 146) y “la relación de
todas las relaciones” (Heidegger, 1990: 193) o “un movimiento no histórico” (Deleuze y Guattari,
1993: 97). Siendo el acontecimiento algo tan fuera de la realidad su ingreso a ella sólo se logra por
el lenguaje, por la palabra que le relaciona: pero nunca se logra encerrar o determinar el aconteci-
miento pues excede el lenguaje, el mundo y cualquier estado de cosas concreto. En ambos autores
se puede seguir que la palabra como concepto es la apertura de nuevas relaciones y posibilidades,
eso que delinea el acontecimiento para Deleuze, o para Heidegger, palabra que brota, además de
concepto, como poema. Con un claro carácter ontológico y originario “de ambas posturas respecto
al acontecimiento, podemos vislumbrar una huella frente a la figura del ser” (Castillo, 2020: 68).
Empero, no se puede hacer una simple reunión de estos autores. Desde el ser hacen un complejo
tejido de conceptos y sentidos particulares, muy distintos entre sí, que no coinciden exactamente
para explicar el acontecimiento, por lo que se requiere pasar por la mayor parte de su obra para
tener una comprensión del acontecimiento en Heidegger y otra del acontecimiento en Deleuze.
En suma, la enunciación del acontecimiento en forma léxica-corriente e histórica-disciplinar apa-
rece como un evento especial, pero desde la filosofía no es sólo especial sino singular que, al ser
llevado a palabra, forma concepto, crea nuevas relaciones y deja aparecer el mundo.
Considerando lo hasta aquí expuesto, se discurre a continuación sobre la descripción del concepto
como un trayecto en el que el acontecimiento se extiende a mentalización arraigada al cuerpo y
extendida en el mundo.
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2. El acontecimiento
Algo pasa. Aunque el acontecer no es algo eventual, que sólo sucede o acaece, empieza en un
evento, suceso o acaecimiento. Sea que ocurra, el acontecimiento inicia en lo real de su estímulo
extraño, arreferencial, irruptor, pero percibido. Esto puede asociarse con un estímulo externo-sen-
sorial, mayormente ver u oír algo de gran intensidad, pero siguiendo las ciencias cognitivas la cog-
nición-percepción no se limita a lo externo-sensorial. También puede ser interno-sensitivo del pro-
pio cuerpo como un dolor, una presión; un estímulo intelectual en una intuición, una idea; o bien,
estímulo de afección-emoción en un sentimiento, un asombro, una angustia. La posibilidad senso-
rial-sensitiva-intelectual-afectiva de la percepción no es limitativa. Llegando a extrañeza, el estí-
mulo sale de la corriente regular de percepciones y no se asimila inmediatamente, la cognición in-
tentará formalizarlo en coordenadas mnémicas de qué, cómo, dónde, cuándo (atributos de motrici-
dad, afección, espacio, tiempo, sucesivamente). Lo real toca el cuerpo y, mediante la cognición, el
cuerpo intenta tocar eso real como intento de entificar algo difuso y ajeno. De entrar en la memoria,
el estímulo se empieza a elaborar como experiencia.
Cuando el estímulo extraño sale de la regularidad y es memorable, no es un evento meramente
cerebral, pues en la cognición corporizada también ocurre motricidad, una contracción corporal.
Es una expresión del cuerpo al mismo tiempo, que expulsa la presión de la irrupción vivida y la
señala. Es un movimiento corporal inmediato, no un reflejo, sino un acto intencional respecto al
estímulo y por lo tanto articulado. Puede ser un gesto facial, un cambio de posición, seña, emisión
sonora, intervenir un material externo. La expresión se dirige a la irrupción, apuntándola, querién-
dola agarrar, contener, pero no lo logra. Por la extrañeza arreferencial del estímulo, la expresión
lanzada es lo único con lo que se le relaciona, lo único que lo alcanza apenas a pellizcar para que
no se vaya con el flujo de eventos; la expresión se conjunta con la percepción formando así las
primeras coordenadas para su establecimiento mnémico. El estímulo percibido se recuerda lo
cuando la expresión corporal le imprime intencionalidad, le da sentido y habilita relacionarse con
él; se recuerda, no su objetividad, sino la experiencia intencional expresada frente al evento. Así,
sólo hasta que la expresión completa cognitivamente la percepción del estímulo es que se forma la
experiencia.
La expresión desde el cuerpo sucede frente al grupo al que pertenece. El estímulo extraño también
les desencaja, pero las demás personas no intentan agarrarlo por la mera percepción, sino con la
expresión inicial que ya está habilitada para tocarlo. La conjunción experiencial de percepción y
expresión, así como de los individuos con el estímulo, no es una mera aglutinación lineal de ele-
mentos, sino que se sitúa cada vez de forma dinámica. Pues la recepción en el grupo no es idéntica,
habrá modificación por la diferencia entre cuerpos, sus posiciones en el colectivo, las condiciones
materiales; la experiencia será así reacomodada en la repartición de su vivencia, se recortarán aris-
tas, se destacarán particularidades, adquirirá mayor o menor intensidad. Ahora, conjuntados, la
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replicación grupal de la experiencia implica la repetición grupal de la expresión. La expresión tam-
bién tendrá modificaciones y reacomodos según su replicación colectiva. Es aquí donde la expe-
riencia se forma cabalmente, sólo de forma colectiva, reafirmando y conjuntando al grupo que com-
parte realidad; porque de otra manera, la expresión inicial quedándose en el plano individual, sólo
podría llegar a registro o trauma personal. Todos los cuerpos llegan a expresarse de la misma ma-
nera, con el mismo sentido y materialidad, tocando cognitivo-colectivamente el mismo estímulo.
La experiencia se espacializa en una colectivización que amplía la capacidad expresiva y empírica
del grupo.
El signo colectivizado expresa la experiencia intencional impresa en el cuerpo, no dada orgánica-
mente ni dictada por una naturaleza predeterminada, sino construida en el propio devenir colec-
tivo situado en un ambiente concreto. Es un signo producido, un signo-ficado
1
repartido en todos
los cuerpos donde, lejos del olvido como cualquier otro evento anodino de la cotidianidad, la expe-
riencia está ya ingresada a la realidad. Esta va a durar más allá del recuerdo de quienes la vivencia-
ron inicialmente. Cada que el signo-ficado sea manifestado otra vez por las personas del grupo se
replica una experiencia que no se tenía antes para el colectivo presente y sus generaciones próxi-
mas. Entonces, el acontecimiento dura, desde su primera percepción, hasta todo el tiempo en que
su signo sea reproducido materialmente y su experiencia vivenciada: años, siglos, milenios.
El acontecimiento tiene medida en el proceso hasta aquí descrito, el conjunto de: su percepción
que toca, expresión que conjunta, experiencia que amplía y signo-ficación colectivizada que dura
2
y hace salir de la regularidad cotidiana. No es un mero evento objetivo que sucede independiente
pues tiene que ser percibido; no hay acontecimiento hasta que tiene una expresión que lo vincula
y una experiencia que se colectiviza; no hay acontecimiento sin signo que lo consolide. El aconte-
cimiento es una experiencia singular (del cuerpo situado en un ambiente) expresada en un signo
(producido y colectivizado históricamente). Ahora, ¿cuál es la relación entre acontecimiento y con-
cepto?
3. Del acontecimiento al concepto
Aunque concepto tiene fijación histórica como mentalización, puede haber un significado alterno
de la misma palabra atendiendo su radicación etimológica. Conceptus se forma del prefijo con- que
es “unión, todo, junto a” (igual que el con- dentro de a-con-tecimiento), el verbo capere que es “to-
mar, agarrar, capturar” expresado por apofonía en -cep-, y el sufijo -tus que es participio pasivo de
1
Se usa signo-ficado en equivalencia a signo producido como expresiones generadas históricamente, a diferencia de los
signos corporales naturales (hambre, sueño, cansancio, reflejos, etcétera).
2
Las palabras destacadas en itálicas provienen de la interpretación recuperada de la etimología acontingescere, ex-
puesta anteriormente.
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que ha recibido la acción (DeChile, s.f.). El sentido etimológico sería como un algo unido y agarrado
junto a, el que a continuación se desarrolla.
3.1. Concebido
El acontecimiento es elaboración originaria de signo que puede quedarse así, como expresión soli-
taria que apunta a una experiencia singular. Pero el acontecimiento se consolida al expresarse co-
lectivamente y cada signo producido se suma a lo ya habido en el grupo, actos, cosas, donde cada
una de estas, para tener presencia en la colectividad humana, se signo-fica. Inevitablemente, los
signos se producen sucesivamente y se acumulan desarrollando así tendencias de contacto y rela-
ción. ¿Cuáles son esas tendencias?
Todo signo tiene una determinada materialidad que inmediatamente les pone en proximidad con
otros similares: seña con señas, fonación con fonaciones, movimiento con movimientos, manipula-
ción material con análogas manipulaciones materiales externas. También, cada signo guarda un
nivel de intensidad experiencial, iniciando con la primera percepción de su estímulo; aquí se esta-
blecen parámetros de su recepción/expresión para la repetición o rechazo de su experiencia. Desde
su emergencia, los signos tienen una localización determinada y desde ahí adoptan una posiciona-
lidad que los establece espacialmente: en las alturas, abajo, su tamaño, forma, accesibilidad, distan-
cia, movilidad. Asimismo, al emerger adoptan un rango de presencia temporal, una frecuenciali-
dad: constante, esporádica, sincrónica, contrapuesta, irruptora, cíclica.
La materia-parámetro-posición-frecuencia son características de todo signo que desde su produc-
ción son tendencias inmediatas de relación para su aglutinamiento o distanciamiento. Ya sea por
ser similares materialmente reuniendo diferentes intensidades, posiciones y frecuencias. En simi-
litud de intensidad se reúnen diferentes materialidades, posiciones y frecuencias. Siendo contiguos
reúnen diferentes materialidades, intensidades y frecuencias. Y al coincidir en su frecuencia reú-
nen diferentes materialidades, intensidades o posiciones. No hay un orden predeterminado, en
cada relación hay diferentes tendencias al orden que emergen de los mismos signos en su experien-
cia concreta pero relacional con las demás experiencias.
Aunque la cognición no es sólo cerebral, se puede atender el aspecto mental de los signos haciendo
un paralelismo entre las cuatro tendencias de los signos con los seis atributos de la memoria episó-
dica
3
. Directamente, las tendencias de posicionalidad y frecuencialidad son respectivas a los atri-
butos de espacio y tiempo. Mientras que la tendencia de parametricidad tiene paralelo con dos
3
Atributos descritos anteriormente, a saber: tiempo, espacio, afección/valor, sensorial/perceptual, respuesta motriz,
lingüística.
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atributos cognitivos: el sensorial/perceptual como modo de recepción del signo y el de afección/va-
lor como afectación corporal del signo (intensidad). Y la tendencia de materialidad tiene paralelo
también con dos atributos: la respuesta motriz que decide el movimiento del cuerpo en la recep-
ción/expresión del estímulo y, derivado del motriz, el atributo lingüístico que articula un movi-
miento corporal en la expresión de signos lingüísticos. Así, hay una sincronía en las relaciones atri-
butivas del contenido mental con las relaciones sígnicas donde el cuerpo-cognitivo no separa, sec-
torializa y activa/desactiva sus procesos, sino que es un continuo de actuación. En esa totalidad se
distingue cómo el acontecimiento pasa a concepto, cómo es concebido.
Cada signo tiende a encadenarse con otros generando diferentes conjuntos sígnicos; pero en direc-
ción contraria, un signo puede aparecer como centro de relaciones de muchos otros signos a su al-
rededor como un acontecimiento-núcleo. Si cada signo es un acontecimiento, el que otros signos se
agrupen alrededor hace que el acontecimiento-núcleo sea nutrido por los demás: su materialidad
se incrementa, ostenta una composición de intensidad específica, se distingue su lugar dentro del
conjunto total de signos y aclara su emergencia en función de las demás expresiones así como su
duración temporal.
El acontecimiento ya no se expresa aislado, sino que acusa una composición compleja de signos que
detalla su contenido, lo delinea y distingue en el horizonte sígnico total. Ahí no se estatiza, sino al
contrario, se habilita para una experiencia dinamizada: se conecta con otros signos y experiencias,
acusa perspectivas, participa del orden y estructura general, su contenido ya no es sólo por su mera
experiencia, sino su relacionalidad empírica. El acontecimiento es concebido.
Concebir un acontecimiento es darle a luz en medio de toda la realidad percibida, experimentada
y expresada socialmente; y es así como aparece en la mente del individuo, de cada individuo del
grupo. El acontecimiento es concebido inicialmente de forma signo-ficativa por mismo, luego
significativa con otros signos formalizando su potencial empírico. La singularidad del aconteci-
miento originario no se borra, pero se estabiliza al ordenar la fuerza de su irrupción dentro del
gradiente de intensidad configurada en la red total de signos. Concebir (relacionar-aclarar) un acon-
tecimiento es la emergencia del concepto.
Ahora su expresión es un complejo de signos, ya no su signo aislado. En su significado, el aconteci-
miento complejo tiene sentido propio al desarrollar una cadena sígnica específica dentro del con-
junto global de signos. El acontecimiento concebido se expresa en un concepto unitario con com-
posición, perspectivas y potencialidad, tanto empírica como conectiva. En esto, cada signo que
puede consistir concepto también participa de otros conceptos dejando de ser núcleo acontecimen-
tal; al expresarse en diferentes conjuntos, cada signo adquiere características formales, modifica-
ciones para admitir complementos o complementar otros, tiene flexiones, apunta o es apuntado por
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otros sentidos mayores o menores. Esta relacionalidad diversa modifica el signo de su originalidad,
pero establece su lugar y estatuto por su concepción compleja en medio de la totalidad de signos,
en su concepto.
El concepto de apuntar no es imaginar una mano abstracta que señala un objeto, sino el acto inten-
cional de estirar el propio dedo hacia algo específico; esta es una articulación de movimientos del
cuerpo (signos). Y algunos de esos movimientos se articulan con otros, después, para excavar en el
suelo, para distinguir los materiales; cada palabra enfatizada es un concepto donde acontece una
precisa actividad del cuerpo. Igualmente, es necesario conceptualizar ciertos movimientos en arti-
culación para relacionarse con un material externo; para agarrar una piedra, después golpearla con
otra, lograr afilarla, y luego cortar otro cuerpo. Esta serie de conceptos en itálicas manifiesta un
largo proceso donde el cuerpo se conceptualiza y logra relacionarse con el ambiente de formas
emergentes; ahí, los materiales externos se conceptualizan en sus características y posibilidades por
esas múltiples experiencias y múltiples signos, podrán ser tomados, manipulados y utilizados. Entre
estas múltiples percepciones, expresiones, experiencias y signos, emerge el concepto de una cosa
como la piedra. Los actos y las cosas son directamente los conceptos que se expresan al efectuarse
en relación con otros actos y cosas, con otros conceptos. Todo cuanto llega a la realidad humana es
asido, activado y/o manipulado en su concepto y como concepto. No hay una realidad conceptual
de expresiones y otra realidad de acciones, lo único que se expresa y que puede ser expresado, que
se actúa y puede ser actuado son conceptos. Así, cuando una persona está realizando un acto se
puede imaginar encima de ella la leyenda (concepto de); cada palabra leída en un texto tendría
escrita antes de ella, invisible, (concepto de); cada cosa útil y a la vista tiene encima de ella (con-
cepto de). Concebir concepto puede caracterizarse con la imagen (concepto de) antecediendo cual-
quier acto, expresión o cosa, porque implica que tales situaciones son conocidas, comprendidas y
actuadas por el concepto que cada una es.
3.2. Desde el lenguaje
El acontecimiento es un despliegue, tanto por el proceso en que emerge como por su tendencia a
relacionarse en que ya forma concepto. Así, se despliega una doble capacidad de ser tocado por lo
real y tocar cognitivamente lo real, a cada estímulo se le dota de significado y sentido ya en una
realidad propia al producírsele como signo. Si en una perspectiva materialista abstracta lo real-nou-
ménico es sólo un continuo de materia-energía con diferenciales de composición de donde devie-
nen incesantes cambios, entonces, esa barrera se toca mediante un signo para cada cambio extraño
y, al relacionarse entre sí, emergen conceptos donde los cambios pierden su extrañeza, pueden ser
esperados y, a la postre, utilizados. Cada signo y concepto producido es la creación de una nueva
relación desde el cuerpo-colectivo con el ambiente, con otros cuerpos vivos o no vivos, incluso, con
el propio cuerpo cuando se signo-fica/conceptualiza una experiencia sensitiva-interna. Progresiva-
mente, lo real insondable e indiferente es recubierto de intencionalidad, con la suma de signos-
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conceptos se instala una significativa realidad sobre lo real impenetrable. En cualquiera de esas
descripciones (doble capacidad, dotación de sentido, generación de signos interconectados, crea-
ción de relaciones, impresión de intencionalidad y producción de realidad con la que la humanidad
forma propia inmediación y co-pertenencia) se está hablando del lenguaje. El acontecimiento es la
singularidad experiencial que crea signo frente al devenir, y el concepto es la habilitación de rela-
ciones desde la propia realidad con el devenir; esa creación originaria de relaciones signo-fica-
das/conceptualizadas es el inicial despliegue del lenguaje con el cual se despliega el habitar hu-
mano.
El lenguaje es todo lo que la humanidad puede expresar/concebir y dentro de ello está una forma
específica de expresión/concepción que es la lengua; ni el concepto ni el lenguaje se reducen a
palabras oralizadas o escritas. También hay que abstenerse de imaginar que la realidad lenguájica
4
producida sobre lo real
5
es una transposición exacta. Primero porque lo real es impenetrable, nunca
se puede verificar coincidencia de los signos producidos, pues estos apuntan a la experiencia inten-
cional del estímulo y no al estímulo objetivo-real; este sólo es el punto de la emergencia del aconte-
cimiento y no su referencia, representamen o fondo. Cada fragmento de realidad producido en
signo/concepto no es una sectorización de lo real; pues desde un mismo estímulo pueden produ-
cirse múltiples signos, además que no ha habido ni hay límites para la signo-ficación, cada genera-
ción produce nuevos, ya que, finalmente, todos los signos son susceptibles de encadenarse con otros
por sus propias características y no por orden extrínseco, metafísico o natural.
3.3. En el mundo
Realidad puede referirse a cualquier marco conjunto de eventos, pero la realidad específicamente
humana que es inaugurada con el lenguaje, construida históricamente y vivenciada socialmente en
un presente determinado es el mundo. Mundo no es el planeta, sino una totalidad experiencial
humana que se puede precisar como totalidad social con delimitación histórica y geográfica cohe-
sionada por una lengua. Mundo vegetal, mundo animal o mundo mineral, pueden decirse así por-
que son perspectivas y descripciones nuestras.
Entonces, el concepto emerge, no por la mera aglutinación de signos sino por establecer un nuevo
nodo de relaciones con los conceptos habidos: el concepto emerge en el mundo. Y la emergencia de
4
Neologismo acuñado por el autor que refiere una realidad experiencial en el sentido kantiano del término. En pala-
bras del autor “lenguájico corresponde a toda situación o acción que tiene el lenguaje como su raíz, origen, causa o
fundamento” (V. Navarro, comunicación personal, 15 de abril de 2024). N. de la E.
5
Recuérdese la cosa en sí kantiana. N. de la E.
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conceptos refuerza y consolida el tejido de conceptos habido: el mundo se consolida al reconfigu-
rarse con cada concepto emergente.
Así, los conceptos no emergen iguales en toda la humanidad y no valen para cualquier persona de
cualquier lugar y tiempo, pues su elaboración es por medio de una composición de signos que apun-
tan a experiencias situadas y no a la objetividad de los estímulos. Si aparece que hay conceptos
análogos entre sociedades históricas, aun en aquellas sin contacto, es porque hay estímulos percep-
tibles en toda realidad humana: el cielo, el nacimiento y la muerte, el propio cuerpo, otros seres
vivos, la tierra delimitada por el mar. Pero, en cada caso, no son los mismos conceptos ni se pueden
intercambiar entre mundos. Tierra, Coatlicue o Gaia, aunque tienen análogos significados y simi-
lares estímulos, no apuntan a las mismas experiencias ni sentidos, empezando con que no son igua-
les expresiones.
Es previsible que toda sociedad humana produzca fonaciones, señas, movimientos y manipulación
de materiales, pero no se puede predeterminar la forma en que se producen, relacionan, ordenan.
Cada sociedad, en su propio sitio y devenir, produce sus propios conceptos. Cada persona no al-
canza a tener todos los conceptos, pero todos los conceptos existen en la suma total de personas que
son la base material del mundo. Por principio, toda persona sólo se expresa por los conceptos habi-
dos en la sociedad a la que pertenece. Para que el cuerpo llegue a moverse con intencionalidad
voluntaria y pleno de significado, cada cuerpo nacido tiene que aprender conceptos para afian-
zarse. Si bien un neonato agarra cosas incluso desde el vientre toma el cordón umbilical, se trata de
un reflejo prensil
6
que evanesce alrededor de los seis meses de vida; encima se instala la compren-
sión y voluntad de agarrar, sujeta de control, que irá afianzándose al construir significados: seguri-
dad, instrumento, juego, agresión. Una acción desplegada hacia diferentes sentidos es un concepto
que se aprende y luego se activa a voluntad, incluso antes de poder hablar y emitir la palabra que
les corresponde. De esta manera se conceptualiza el cuerpo y sus sensaciones, relaciones sociales,
materiales externos, seres vivos, el ambiente.
Entonces, el origen del concepto no es alguna naturaleza del hombre como capacidad predetermi-
nada de su especie, pretenciosamente superior a otras. El concepto se origina históricamente en la
simple percepción y relación con un estímulo extraño. Nuestra especie homo sapiens es resultado
del desarrollo evolutivo de un cuerpo que cada vez más fue percibiendo estímulos extraños, los que
6
Si hay una realidad aconceptual podría ser la de las acciones corporales involuntarias recluidas en una mecanicidad
orgánica: secreción de hormonas, reflejos en todo el cuerpo. Las que llegan a conceptualizarse, no para ser controladas,
pero intervenidas por otros medios: producción y consumo hormonal artificial, marcapasos, provocación calculada
de reflejos, etc.
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llegó a conceptualizar para poder relacionarse con ellos y perder su extrañeza; y esas extrañas per-
cepciones progresivamente asimiladas y acumuladas, significan el cambio de ambiente cada vez
más distinto y lejano de uno inicial propio. Al lograr conceptualizar se abre la posibilidad de afian-
zar la realidad propia en un lugar ajeno, sea benigno u hostil, porque todo lo extraño del mismo,
progresivamente, se vuelve signo-ficado, esperado, relacionado. Ya no es un ambiente extraño sino
un mundo propio construido por fragmentos de realidad concebidos desde lo real percibido. Con
lenguaje revestimos movimientos, cuerpos, procesos, para poderlos relacionar entre sí y operar en
un ambiente progresivamente des-extrañado.
Al ampliar la perspectiva temporal aparece que los conceptos han surgido incluso antes de nuestra
especie. Porque los conceptos de herramienta, alojo, enterramiento tras la muerte, son utilizados
por especies homínidas anteriores al sapiens. Así, la migración e instalación de la humanidad en
todo el globo y a través de millones de años fue posibilitada por la creación de conceptos en cada
ambiente nuevo: selva, sabana, desierto, bosque, tundra, etcétera. Los conceptos son clave en la
evolución homínida hasta hoy de su adaptación, transformación y potenciación de posibilidades al
deslocalizar su ambiente. Durante millones de os se experimenta el planeta entero recibiendo
cambios en el cuerpo y cambiando el cuerpo mismo, así hasta poblar todos los ecosistemas e incluso,
recientemente, fuera del planeta. La particularidad del habitar humano no es alguna capacidad
natural-superior, sino sólo la de instalarse en cualquier ambiente, inicialmente, por medio de con-
ceptos.
Para llegar aquí, frente al significado de mentalización, se propuso el sentido radicado etimológico
de concepto como algo unido y agarrado junto a. Ahora hay plena coherencia en que la concepción
sea el agarrar (capturar) un acontecimiento, no en sí mismo, sino en su unificación de experiencias
y signos expresados, lo cual sucede al concebirlo junto a las demás experiencias habidas, es decir,
en el mundo.
4. El concepto en el habitar
El concepto es el acontecimiento experimentado, concebido y expresado en el mundo.
Esta propuesta de concepto en el habitar instala una visión de complejidad-dinamismo lejos del
comportamiento representacional-monolítico en su enunciación hegemónica. Iniciando con su
composición, los signos se aglutinan formando concepto en relaciones materiales-intensionales-es-
paciales-temporales, pero no se fijan, sino que flotan entre sí, son ubicuos al participar en la com-
posición de otros conceptos, aunque cada uno signo-fique un acontecimiento particular. La com-
posición del concepto es deleble y atomizada, tiene partículas significantes a su alrededor y ahí se
destacan sus contornos, los que se pueden señalar, en un símil, a la manera en que se delinean las
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constelaciones astronómicas. Pero igual que en las estrellas, no hay barras fijas que los unan, no hay
barreras que encierren herméticamente un contenido, la aglutinación de signos en su composición
no los fija exclusivamente. En este sentido, los conceptos se comportan siguiendo las mismas ten-
dencias relacionales que los formaron: materiales-intensionales-espaciales-temporales.
Desde la diversa materialidad de los signo-ficados, el concepto adquiere también una multiplicidad
de materialidades. Inicialmente son corporales, pero los conceptos también son gestuales, fónicos,
visuales, táctiles, olfativos y cósicos en la diversidad material externa. En la reunión total de mate-
rialidades emerge la gramaticalidad, que es la totalidad de experiencias posibles del mundo; en
medio de ello, emerge la materialidad conceptual más común actualmente que es lingüística, en
forma de palabra, la cual supone una lengua y tiene expresión variable en forma oral, escrita, ges-
tual o táctil (braille). Y sólo hasta a este punto se genera el atributo mnémico-lingüístico que no sólo
es la emisión/recepción de palabras, sino la articulación de relaciones morfológicas (materiales),
semánticas (intensidades), sintácticas (espaciotemporales) y pragmáticas (subjetivantes). Aunque
cotidianamente la palabra parece algo anodino y hasta despreciable por ideologías pragmático-efec-
tistas (hechos, no palabras), es en realidad un fenómeno lenguájico sobre-complejo y estructural del
mundo. En la materialidad lingüística se puede ver mayormente la composición deleble y atómica
de los conceptos cuando: cada palabra está compuesta por uno, dos o más signos (composición mor-
fológica y/o etimológica) además de hacer vinculación con signos de otras materialidades pues al
hablar también se hacen gestos, movimientos o, al escribir, se pueden intercambiar por símbolos u
otros grafos.
En su parametricidad los diferentes conceptos acusan mayor o menor intensidad, lo que les lleva a
afectar a mayor o menor cantidad de personas: la intensidad de un concepto puede ser corriente
haciéndolo disponible en general para un uso cotidiano, puede involucrar un colectivo específico
siendo oficioso o técnico de una praxis sectorial o bien, llegar a ser mítico al participar de la estruc-
tura y fundamento de las diferentes prácticas sociales.
Con la espacialidad de los conceptos se teje una red de orden posible. Eso no significa el orden
estático de que un concepto está aquí y otro allá, sino la formalización de los posibles encadena-
mientos entre conceptos por su posición en relación con el mundo. Los conceptos se encadenan no
sólo por ser próximos en sus características, sino por desarrollar sentido de mundo al expresarse en
conjuntos coherentes, una logicidad emergente más de lo pluriconceptual que de lo conceptual.
Así, los grupos de conceptos relacionados desarrollan una lógica en el orden de su expresión con-
creta y, por otro lado, algunos conceptos van a desarrollar una operación mayormente lógica que
significante: conectores, condicionantes, negativos, marcadores, etcétera. Esto espacializa y sitúa el
sentido unitario de una cadena de conceptos formando frases luego frases relacionadas entre
construyendo sentidos más amplios, más complejos, pero unitarios a su vez.
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En último término, por las relaciones entre conceptos cada uno adquiere una duración y constancia
social determinada tejiendo una red conceptual-temporal en el devenir histórico social. La tempo-
ralidad de los conceptos reparte en el mundo la constancia de las realidades que delinean, se insti-
tucionalizan socialmente; y así emergen instituciones que son conjuntos conceptuales con mayor
duración temporal, lo que les dota de mayor participación estructural en el mundo.
Así, el concepto no es monolítico, discreto, estático y atemporal. Desde su composición compleja,
atomizada y deleble, va a configurar el tejido del mundo al construir las estructuras gramáticas,
míticas, lógicas e institucionales de la sociedad y, en desdoble, estas van a estructurar la circulación
fáctica de conceptos. Es un dinamismo estructural retroalimentado (de los conceptos, de las expe-
riencias concretas de la humanidad situada en cada mundo social específico). Veamos ese dina-
mismo con mayor detalle.
5. Dinamismo conceptual: enunciación discursiva
Cada concepto es susceptible de presentar perspectivas desde su composición compleja y relacio-
nalidad en el mundo; puede manifestar uno u otro significado en función de las relaciones sígnicas
que se activen en determinada posición y según las diferentes cadenas de conceptos en que puede
participar. Este es un dinamismo significante que da a luz a fenómenos como polisemia, tropos,
intercambios, hermeneía, deconstrucción, etcétera. No es significado arbitrario, sino que el com-
puesto sígnico es susceptible de participar de formas diversas precisamente por apuntar consisten-
temente a una experiencia compleja. En este sentido, el dinamismo significante es correlativo a un
dinamismo expresivo; dado que los signos son producidos y reproducidos con diferencias entre los
cuerpos, sus posiciones en el colectivo, distintas condiciones materiales, también la expresión con-
ceptual está sujeta desde su producción a esas diferencias y a complejizarlas. No ocurre un plano
equitativo donde toda persona tiene acceso a todos los conceptos, actos, cosas, y desde ahí elige
libremente con cuáles va a interactuar. Más bien, al contrario, los conceptos disponibles para un
nuevo cuerpo configuran su subjetividad en el sector del mundo en que se desarrolla, estableciendo
condiciones para su desenvolvimiento cotidiano, el cual puede cambiar, sí, pero en función de los
conceptos con los que se involucre después. Esto ingresa al comportamiento conceptual concreto.
El que los conceptos no sean monolíticos sino dinámicos se debe a su reproducción diferencial en
las personas. Ellas hacen uso conceptual en un rango desde su complejidad significante hasta una
referencia somera, desde expresiones plenas de intencionalidad hasta menciones simples; en este
rango, la comunicación concreta se decide en lo que propiamente expresan las personas donde
son conceptos, pero la interlocución cotidiana más enuncia que conceptualiza. Los conceptos dejan
de ser fenómenos de producción significante, pasan a ser enunciados en la comunicación dinámica
y diferencial.
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El acontecimiento se relaciona con otros acontecimientos desde su producción siendo ya concepto,
y para serlo se expresa concretamente por las personas siendo ya enunciado. Por lo tanto, desde
siempre hay diferencias en la posición y condición de los individuos desarrollándose comunicacio-
nes diferenciadas socialmente; en la comunicación general y cotidiana con enunciados que acotan
los acontecimientos, fijan los significados y convencionalizan los sentidos; luego a la comunicación
oficiosa-colectiva que operacionaliza un sector de la realidad en grupos, sean gremios, sectas, disci-
plinas, etcétera; finalmente, la comunicación de autoridad resguardada a espacios y tiempos jerár-
quicos donde los conceptos se expresan en toda su magnitud, sentido, significado e implicación.
Así, los diferentes sectores sociales consisten con específicos agrupamientos enunciativos, discur-
sos, con códigos particulares. Pero tampoco los sectores, códigos y discursos son herméticos, sino
que en su interrelación se genera y nutre una reunión de donde emerge un transcódigo que los
comunica a todos; se trata de la lengua que ostenta la representación general del mundo social-
histórico y geográfico. La enunciación de cada persona contribuye a la producción discursiva ge-
neral que configura una racionalidad social, y esta es la consistencia del mundo; la lengua es con-
creción de la racionalidad social que da mayor consistencia al mundo.
El dinamismo significante y expresivo del concepto es dependiente del mundo social en que se
inscribe. Si se trata de una sociedad de múltiples estratos o clases, con cambios continuos e influen-
cias de otras sociedades, lenguas y prácticas, entonces el dinamismo será máximo dispersando los
conceptos en enunciados variables, incluso desconectados entre aunque sean la misma expresión.
De otra forma, si es una sociedad estática, con poca o nula influencia de otras, tenderá a expresar
conceptos mayormente en enunciados uniformes y precisos.
En la inmediata superficie del habitar concreto y cotidiano las personas nunca experimentan ex-
presiones aisladas sino siempre una permanente, compleja, dinámica y dispersa recepción/emisión
de conjuntos sígnicos-conceptuales-enunciativos, es decir, de discursos. La realidad presente se
configura con la suma de discursos que se reproducen día con día. Ese tejido social de discursos
cotidianos reúne las realidades y actividades disponibles para todas las personas de la sociedad en
su actualidad: oficios o profesiones, religiones, ciencias, entretenimiento, tecnologías, consumo, co-
yunturas políticas, etcétera. Pero cada discurso se descompone en un conjunto sistematizado de
enunciados, los que a su vez participan entre discursos, entre sectores sociales y en cada uno se le
da un uso, significado y sentido específico; por lo que abstrayendo la cotidianidad discursiva se
puede reconocer un tejido super-estructural de enunciados que es la suma de expresiones disponi-
bles para las personas. Pero cada enunciado es la expresión concreta de un concepto utilizado de
forma específica, acotada y práctica. La enunciación encadena conceptos para una comunicación
efectiva. Al buscar la precisión del mensaje se sacrifica y diluye la precisión de los conceptos utili-
zados, pero estos tienen consistencia propia. Esa consistencia es la configuración compleja de una
experiencia singular en relación con el mundo, por lo que abstrayendo la enunciación se puede
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reconocer un tejido estructural de conceptos que es la suma de experiencias posibles para las per-
sonas. En último término, cada concepto se puede descomponer en un conjunto deleble y atomi-
zado de signos, cada uno de los cuales apunta a un acontecimiento singular específico y participa
ubicuamente entre conceptos. Así, al abstraer la conceptualidad se puede reconocer un tejido sub-
estructural de signos que es toda la materialidad histórica posible de ser percibida por las personas.
Cada uno de estos cuatro tejidos no son capas discretas que se sitúan una debajo de la otra, sino
que son una y la misma red lenguájica, posible de observarse en cuatro diferentes perspectivas:
discursos en las realidades sociales actuales, enunciados en las expresiones concretas de las perso-
nas, conceptos en las experiencias posibles para todas las personas, y signos en la materialidad per-
ceptible acumulada históricamente. La red discursiva-enunciativa-conceptual-sígnica no es otra
cosa que el lenguaje actual-concreto-posible-histórico del mundo estructurado de forma gramati-
cal-mítica-lógica-institucional por relaciones materiales-intensionales-espaciales-temporales en
que se desarrolla el habitar humano social-individual.
Los conceptos son el nodo lenguájico de la compleja realidad humana en su habitar. Hacia dentro
de su constitución está la composición de signos que tocan lo real haciendo emerger una realidad
propiamente humana. Hacia fuera, en su comportamiento fáctico, está la comunicación discursiva
de las personas concretas en enunciados expresados de múltiples formas según sus relaciones co-
lectivas. Pero en su propio dominio está la configuración completa del mundo, todas las percepcio-
nes, expresiones, experiencias y realidades efectivas de todas las personas de una sociedad en un
presente social determinado arrojado históricamente hacia el devenir.
Con la circulación discursiva de conceptos enunciados en múltiples formas, dinámicos y diferen-
ciales, las personas configuran su apariencia, valores, actuación, formación, expresiones, códigos,
organización, trabajo, trato interpersonal y con las cosas. Cada uno de estos hábitos tiene un sustrato
conceptual de donde emergen en el mundo. Se les debe considerar conceptos, pero esa no es toda
su determinación, pues son paralelos y hasta anteriores cuando participan estructuralmente en la
emergencia, uso y transformación conceptual. Atendiendo los hábitos mencionados, pero en la es-
cala más amplia del habitar, los conceptos configuran y son configurados desde el sexo-género, sen-
sibilidad, poder, educación, lenguaje, racionalidad, política, economía, ética y cultura. La emergen-
cia, configuración y relación de conceptos posibilita y es posibilitada por estos hábitos esenciales y
existenciales que constituyen el habitar, tanto el de su formación originaria en un pasado pre-ho-
mínido como el de cada nuevo cuerpo que llega a ser persona.
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6. Adquirir, transmitir y entrar en conceptos
Cuando un concepto se adquiere no es la imagen mental de un objeto, sino la experiencia de su
acontecimiento tendiendo relaciones con otras cosas del mundo vivido. Fundamentalmente, al ex-
perimentar se aprenden conceptos desde la primera infancia, sobre el propio cuerpo, cosas, activi-
dades, incluso antes de emitir palabras.
Pero los conceptos no se experimentan de una vez en su completitud, desde el principio e invaria-
bles durante la vida; porque se expresan cada vez como enunciados concretos, inmersos en la per-
manente circulación discursiva. Son entonces parcialidades conceptuales que las personas captan
cotidianamente donde algunos conceptos llegarán a ser completados al experimentar su compleji-
dad vivencial y expresiva, mientras que otros, la mayoría, quedarán en la parcialidad enunciativa
con la que regularmente circulan en su realidad local; serán meras palabras convencionales, cosas
útiles y situaciones anodinas de significado unidimensional. Esto significa que los conceptos sólo
se construyen en su enunciación múltiple al participar en diferentes discursos, en un tiempo amplio
y en diversas modalidades. Sólo la discursividad-enunciación transmite el concepto. Esto no signi-
fica solamente que se tiene que hablar y referirse al concepto para transmitirlo, sino que el concepto
debe expresarse activamente en un conjunto experiencial. Así, para aprender un concepto del
cuerpo, como una habilidad deportiva o un paso de baile, debe ser descrito al igual que ponerlo en
acción junto con otros movimientos, ver a alguien hacerlo; para aprender el concepto de una herra-
mienta, una aptitud, se debe hablar de ella al igual que ponerla en la mano y hacer uso de ella,
equivocarse (experimentarla), ver a alguien usarla con pleno dominio. Expresar el concepto junto
con otros es discursarlo, hablar de él igual que ponerlo en acción, pues, en la última superficie del
habitar, los conceptos sólo se discursan.
Entonces, para transmitir concentradamente un concepto se debe ofrecer un discurso que recons-
truya el acontecimiento según este se experimenta y concibe en el mundo en que se vive. En princi-
pio, es necesaria una operación meta-discursiva no siguiendo un determinado código sectorial de
algún oficio o disciplina, sino desde una visión amplia del mundo dirigir el inevitable uso del dis-
curso específicamente hacia el concepto. Luego, es necesaria una operación meta-enunciativa no
siguiendo sólo su palabra o forma expresiva concreta, sino intentar recopilar el conjunto de con-
ceptos que en su expresión y concepción se reúnen para darle a luz en el mundo. Aunque bien el
concepto puede ser de un solo signo, este tiene relaciones más próximas en su expresión con otros
signos y así puede delinearse un conjunto primario. Sería una operación meta-conceptual el distin-
guir los signos, pero no se busca una desestructuración exhaustiva, sino que del conjunto primario
lograr identificar los más estructurales y significativos. Así, el conjunto de meta-operaciones tras-
pasa los planos discursivos, enunciativos y sígnicos para reconstruir el concepto a partir de su ex-
presión múltiple en el mundo. Es como tomar el concepto y hacer una regresión de los pasos que le
formaron desde su comunicación fáctica a su consistencia conceptual. Recopilando los elementos
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que delinean la experiencia singular del acontecimiento se reconstruye su concepción en el mundo,
el sentido y significado concentrado en su expresión simple.
Como ejemplo tómese la presente investigación. Desde la palabra concepto aparecen una serie de
meta-operaciones al reunir su definición, etimología, radicación etimológica con-cep-tus, idea aris-
totélica y su traducción medieval, usos de la palabra, la imagen de una nube que emerge de una
cabeza humana. Se propuso después su acontecimiento sintético en mentalización y se extrajo la
estructura derivativa objeto-mentalización-palabra. Habilitando el acudir a las ciencias cognitivas
se llegó a la teorización del acontecimiento y la radicación etimológica a-con-ting-escere. Así, se
generó la oportunidad de crear una descripción del concepto desde el habitar. Se puede ver que
para acontecimiento y concepto aparecieron sus radicaciones etimológicas como sentidos iniciales
a ser reconstruidos; esto no es un filologismo o etimologismo creyendo en la verdad de las palabras,
más bien fueron elementos entre otros que aquí tomaron pertinencia. Pero se deben reconocer los
componentes etimológicos como registros sígnicos, es decir, como historicidad del concepto. Final-
mente, se pudieron describir características, origen y consecuencias de aquello que acontecería
como concepto en nuestro habitar: el acontecimiento experimentado, concebido y expresado en el
mundo.
7. Conclusión
La tradicional descripción del concepto aparece difusa y dispersa. Aquí, se presenta una propuesta
desde el habitar: el concepto es el acontecimiento experimentado, concebido y expresado en el
mundo. Esto puede ser base para investigaciones, discusiones y diálogos posteriores que aborden el
tema desde una perspectiva actualizada: el concepto no es una actividad mental individual, no se
expresa sólo en palabras y, más importante, no viene a representar una realidad ajena indepen-
diente, sino que es la realidad a partir de la cual la humanidad habita.
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