Protrepsis, Año 13, Número 26 (mayo - octubre 2024). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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proposiciones en lo dado en las formas puras de la sensibilidad y los conceptos de la razón, se pierde
en una dialéctica estéril, incapaz de dar cuenta de una naturaleza ordenada en leyes. Bergson sa-
luda los frutos del criticismo kantiano, en relación a la determinación de los justos límites del ejer-
cicio de la razón. Y no obstante, a pesar de suscribir los hallazgos del criticismo kantiano, pone de
realce los excesos del mismo, cuando éste reduce la forma de la conciencia a los límites del esque-
matismo de la representación y cancela el despliegue del conocimiento intuitivo. Kant limita el
espectro de la conciencia a la forma del sujeto trascendental, mientras que la propia conciencia es
más que mera representación: intuición y experiencia inmediata de la libertad. El racionalismo que
anima el criticismo kantiano deviene un nuevo dogmatismo que le da la espalda a los datos inme-
diatos que ofrece la intuición misma.
Bergson apunta al respecto:
Una de las ideas más importantes y más profundas de la Crítica de la razón pura es ésta: que
si la metafísica es posible, lo es por una visión, y no por una dialéctica. La dialéctica nos con-
duce a filosofías opuestas: demuestra tanto la tesis como la antítesis de las antinomias. Única-
mente una intuición superior (que Kant llama una intuición ‘intelectual’), es decir, una per-
cepción de la realidad metafísica, permitiría constituirse a la metafísica. El resultado más claro
de la Crítica kantiana nos muestra, pues, que no podríamos penetrar en el más allá sino por
una visión, y que una doctrina no vale, en este dominio, más que por lo que contiene de per-
cepción: tomada esta percepción, analizadla, recomponerla, volved a ella en todos los senti-
dos, hacedle experimentar las más sutiles operaciones de la más alta química intelectual, no
retiraréis de vuestro crisol más que lo que vosotros mismos hayáis puesto; encontraréis ahí
tanto cuanto visión hayáis introducido; y el razonamiento no os habrá hecho avanzar un paso
más allá de lo que hubieseis percibido en primer lugar. He aquí lo que Kant puso a plena luz,
y es éste, a mi juicio, el mayor servicio que ha podido prestar a la filosofía especulativa. Esta-
bleció definitivamente que si la metafísica es posible, sólo puede serlo por un esfuerzo de in-
tuición. Tan sólo después de haber probado que la intuición es capaz de darnos una metafísica
añadió: esta intuición es imposible. (Bergson, trad. en 1963e: 1058)
La cancelación del conocimiento intuitivo es el principio de la determinación del criticismo kan-
tiano como un dogmatismo que hace del esquematismo de la representación tanto la única vía para
determinar la forma de la conciencia, como el principio para negar la metafísica: la cancelación de
la intuición limita y malogra los valiosos frutos de un criticismo que había limitado el despliegue de
la razón a sus justos límites. A decir de Bergson, Kant acierta al determinar la forma de la razón
según la estructura del sujeto trascendental, pero deplora la reducción de la conciencia a los cua-
dros y las categorías de la representación que le impiden acceder no sólo al registro de la intuición
como fundamento de su propia caracterización como duración, sino también de la libertad como
intensidad creativa expresión de la intuición misma, y de lo real también como una duración que
presenta un abanico ilimitado de intensidades que revisten una forma peculiar. La cancelación del