Protrepsis, Año 13, Número 25 (noviembre 2023 - abril 2024). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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de una misma familia. Este aspecto ya lo advertía Thomas Mitchell en su clasificación, donde las
imágenes verbales forman parte de lo que él llama la familia de las imágenes (Mitchell, en García
Varas, 2011: 110). La diferencia entre la propuesta del presente artículo y lo que este autor sostiene
radica en que, para él, esta clase verbal de las imágenes son solo metáforas, descripciones y escritura
(Mitchell, 1984: 505). En un sistema gramatical organizado evocan imágenes mentales a través de
la asociación de los sentidos con referencias visuales directas; por ejemplo, la palabra perro tiene
una referencia visual directa con la realidad, pero no pasa lo mismo con la palabra deseo, no hay
una forma que se vincule de manera visual con esta palabra, es un concepto abstracto.
En tal caso, no es lo mismo evocar, generar, causar imágenes que ser una de ellas. Por tanto, se
concluye que cualquier palabra o letra como las preposiciones, artículos, pronombres y los caracte-
res individuales también son una clase de imagen por su esencia común de representación y refe-
rencia. Ante tal panorama, en que cualquier cosa puede ser imagen, es importante aclarar que algo
que separa a la palabra de otro tipo de imágenes, yace en que se trata de una construcción artificial
de cosas tanto referenciales como abstractas, en palabras de Mitchell: “una producción artificial y
arbitraria de la voluntad humana que altera la presencia natural introduciendo elementos antina-
turales en el mundo” (Mitchell, en García Varas, 2011: 151). En otros casos la imagen se presenta
de manera natural, su existencia, aun y cuando se trata de una imagen producida, no depende es-
trictamente del ser humano, como en el caso del lenguaje. Aunque se separen de la condición en
que se manifiestan en la realidad, no implica necesariamente que sean tan diferentes, ya que tam-
bién existen imágenes que comparten esta artificialidad y dependen de la humanidad para existir.
Con base en esto, subyace la siguiente propuesta, una tentativa para la clasificación de las imágenes
entre naturales y artificiales.
En cuanto a la primera categoría, imagen natural, su existencia no depende de la producción hu-
mana. Inevitablemente, para experimentarla, habría que involucrarse de alguna manera con ella,
ya que solo habría una comprobación desde la consciencia. Para entender cómo es que se estructu-
ran las imágenes naturales habría que retomar a Epicuro y asumirlas como emanaciones o efluvios
que sobresalen de las cosas hacia los sentidos. Por lo que al experimentar una cosa de la realidad no
se ve el objeto en sí, sino la imagen que él produce de sí mismo. Por ejemplo, una sombra, el reflejo
del agua, sonidos, aromas, la textura, volumen y color que perciben de las cosas. Del mismo modo,
desde su naturaleza, esta clase de imágenes ayudan a formar otras más complejas y se mantienen
también como posibilidades en las imágenes artificiales. Incluso, desde un enfoque general, todo
aquello que entraría en la descripción de lo dado antes de la humanidad podrían ser imágenes na-
turales, independientes de una consciencia que se relacione con ellas. Aun y cuando estuviera la
humanidad presente, hay imágenes naturales que no se pueden percibir, pero se sabe su existencia
a partir de los rastros o indicios que dejan, ya que exceden los niveles de percepción humana como
la radiación infrarroja, ultravioleta o los sonidos que salen del rango de 20 a 20000 Hz.