Protrepsis, Año 12, Número 24 (mayo - octubre 2023). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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¿Adivinando? Claro que no. Es simplemente porque el hablante sabe discernir, es decir,
conoce algo más que los meros significados lógicos de los nombres, es decir, sabe cómo
aplicarlos. El punto es que este conocimiento no es ni puede ser puramente formal y
tiene por lo tanto que ser un conocimiento
a posteriori
, un conocimiento extraído de la
experiencia. Un rasgo interesante de la aclaración wittgensteiniana es que nos permite
entender que de hecho es así como se comportan los hablantes. Por ejemplo, si dos
personas hablan de autos, en general, usan la expresión ‘(
x
)
fx
’, pero saben que la ‘
x
’ no
puede ser reemplazada por ‘Juan’, ‘María’, ‘el número 8’ etc., inclusive si tuviéramos la
misma forma lógica para expresiones como ‘Juan es feo’, ‘María es fatua’, ‘el número 8
es finito’, etc. Ahora bien, la implicación más importante de estas aclaraciones es que
muestran que los enunciados generales no constituyen contraejemplos ni a la Teoría
Pictórica ni a la tesis del carácter veritativo-funcional de las genuinas proposiciones.
Para nuestros objetivos, sin embargo, la conclusión importante del punto de vista
desarrollado por Wittgenstein es que su propia explicación de la generalidad deja en
claro que no puede haber una teoría puramente sintáctica de las oraciones generales
del lenguaje real y que en la medida en que la aplicación del lenguaje es indispensable
para su comprensión, la semántica resulta imposible de eludir. El ideal tractariano de
pureza total queda, pues, en entredicho.
C)
La teoría del juicio
Como todos sabemos, las filosofías de Russell y del primer Wittgenstein están
entrelazadas y es justamente gracias a la compleja interacción que se dio entre ellos que
pudieron pudieron pulir sus respectivos puntos de vista. En general, el esquema era el
siguiente: Russell proporcionaba el trabajo técnico y ofrecía tentativamente diversas
tesis filosóficas para dar cuenta de él. Wittgenstein a menudo se inconformaba con las
posiciones russellianas y generaba un punto de vista más radical y por ende, así lo veía
él, más coherente. El problema es que en ocasiones la crítica podía ser excesivamente
ruda y en todo caso era, como siempre, expuesta sin contemplaciones de ninguna clase.
Ese es precisamente el caso de la crítica de Wittgenstein a la teoría russelliana del juicio.
Curiosamente, sin embargo, es justamente la crítica de Wittgenstein a Russell, a primera
vista demoledora, lo que pone de relieve la falla en el programa de Wittgenstein de la
que nos hemos venido ocupando. Antes de reconstruir su punto de vista, sin embargo,
tenemos naturalmente que presentar la posición de Russell.
El problema de Russell era originalmente el de dar cuenta de la verdad y la falsedad de
proposiciones que incorporan actitudes proposicionales, es decir, expresiones de la
forma ‘yo juzgo que
p
’. La primera teoría de Russell consistía en decir que cuando uno
juzga una proposición ‘
p
’ el sujeto que juzga entra en contacto con una “entidad”
determinada, a la que conoce “
by acquaintance
”, esto es, en forma directa, sin
intermediarios. Dada la concepción russelliana de las proposiciones, las cuales de uno
u otro modo se asemejan a los hechos, lo que Russell sostenía resultaba si no
convincente al menos sí comprensible: afirmo que México está en América y hay una