Protrepsis, Año 13, Número 25 (noviembre 2023 - abril 2024). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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En primer lugar, la huella, la cual se trata de un fenómeno físico que representa la existencia de un
acto (como las marcas de pies en la arena que representan a alguien caminando) (Ferraris, 2008:
283-285). En segundo lugar, el registro, que ocurre cuando una mente reconoce una huella, en-
cuentro que posibilita la socialización de un ente cuya existencia no depende de inscripciones (Fe-
rraris, 2008: 285-287). En tercer lugar, la inscripción, la cual es definida como un registro dotado
de valor social, lo cual hace distinguir al registro, que puede ocurrir con la presencia de una sola
mente, mientras que la inscripción requiere el contexto de una sociedad, es decir, al menos dos
sujetos, donde “cualquier palabra, o algo escrito, o un apretón de manos, se convierten en algo re-
levante” (Ferraris, 2008: 287-302).
Por último, el idioma, que de algún modo alude a una intencionalidad manifestada en una deter-
minada inscripción; en el texto dice: “Por “idioma” entiendo el modo específico de presentación de
una inscripción, el modo que la pone en comunicación con un individuo” (Ferraris, 2008: 303). El
ejemplo paradigmático es la firma, que tiene como finalidad la comprobación de la intención de un
sujeto, es por ello que tiene que ser única (por eso también la huella dactilar es un método sustitu-
tivo de la firma), repetible (de modo que pueda ser utilizada en distintos documentos oficiales),
privada (nadie debería poder firmar por alguien más) y esencialmente pública (ya que de ser solo
para mí no tendría valor social), de modo que a través de ella se pueda ligar una determinada ins-
cripción o documento a la intencionalidad de un sujeto.
Con todos estos elementos se logra una de las afirmaciones más interesantes del pensamiento del
italiano: “no hay nada en el mundo social que pueda prescindir de inscripciones” (Ferraris, 2008:
288). Dicho de un modo más fuerte y sexy, según Ferraris (2008: 239), habría que decir, parafra-
seando a Derrida: “nada social existe fuera del texto” (Ferraris, 2013: 114). Por ello la realidad
social es también denominada documentalidad.
Sobre este punto existe un problema importante: la relación entre mente y documentalidad. Ferra-
ris (2013: 120-124) tiene una postura controversial, él considera que, si bien a la base de la docu-
mentalidad está la intencionalidad de una o más mentes, es la documentalidad la que afecta de
manera directa a la realidad social: “los comportamientos sociales están determinados por leyes,
ritos, normas, y las estructuras sociales y la educación forman nuestras intenciones” (Ferraris, 2013:
121). Esto revela la estructura social de la mente: para que la mente surja es necesaria la realidad
social. De manera que la intencionalidad (rasgo distintivo de la mente) sería un resultado de la
documentalidad, incluso de manera tan radical que se afirma: “[…] la organización precede y pro-
duce la comprensión, y la documentalidad precede y produce la intencionalidad” (Ferraris, 2013:
123).