Protrepsis, Año 13, Número 25 (noviembre 2023 - abril 2024). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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ISSN: 2007-9273
Protrepsis, Año 13, Número 25 (noviembre 2023 - abril 2024) 117 - 125
Recibido: 10/03/2023
Aceptado: 13/09/2023
Ensayo: La ética en el Tractatus y la Conferencia sobre
ética de Wittgenstein
Jonathan Alberto Guzmán Díaz 1
1 Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa
Ciudad de México, México
E-mail: cerbalzack@hotmail.com
Resumen: El objetivo de este ensayo es precisar la relación entre la ética del Tractatus logico-phi-
losophicus y la Conferencia sobre ética (1929-1930) de Wittgenstein. El punto de partida es la in-
vestigación de Javier Sádaba en Lenguaje, Magia y Metafísica (El otro Wittgenstein). De esta ma-
nera, la interpretación propuesta ahonda en temas como el silencio, la mística y el sentido de la
vida; temas clave en ambas obras wittgensteinianas.
Palabras clave: Ética, lenguaje, mística, mundo, lo inexpresable, el significado de la vida.
Abstract: The aim of this essay is to specify the relationships between the ethics of Tractatus logico-
philosophicus and the Lecture on Ethics (1929-1930) of Wittgenstein. The basis is the research of
Javier Sádaba in Lenguaje, Magia y Metafísica (El otro Wittgenstein). In this way, the proposed
interpretation delve into topics like silence, mystic and the meaning of the life; key topics in both
wittgensteinian works.
Keywords: Ethics, language, mystic, world, the inexpressible, the meaning of life.
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Introducción
La filosofía de Wittgenstein es un lugar común para la filosofía contemporánea; no sólo por el es-
fuerzo de novedad en la manera de pensar y de tratar con el lenguaje, sino por la crítica que hace a
la tradición metafísica de la modernidad, la cual se construye con los conceptos de sujeto y razón.
El Tractatus es una obra que no trata de edificar un sistema o doctrina, sino elucidar lo que se puede
decir con sentido dentro del lenguaje y lo que no se puede decir dentro del lenguaje. El primer
Wittgenstein plantea, a partir del análisis del lenguaje, un rechazo explícito a la filosofía entendida
como doctrina, sistema o ciencia; de esta manera, la filosofía toma el papel de terapia del lenguaje
que, en última instancia, es una negación de sí misma, a saber: que todo lo que se puede decir con
sentido no está en el ámbito de lo que se denomina filosofía.
En esta línea, una de las tareas del Tractatus es mostrar que los problemas que se plantea la filosofía
son consecuencia de no conocer la naturaleza del lenguaje; así, al entender cómo funciona el len-
guaje, los problemas filosóficos se desvanecerán como pseudo-problemas estructurados con propo-
siciones absurdas. De esta manera, Wittgenstein dice en el Tractatus:
La mayor parte de las proposiciones e interrogantes que se han escrito sobre cuestiones filo-
sóficas no son falsas, sino absurdas. De ahí que no podamos dar respuesta en absoluto a inte-
rrogantes de este tipo, sino sólo constatar su condición de absurdos. La mayor parte de los
interrogantes y proposiciones de los filósofos estriban en nuestra falta de comprensión de
nuestra lógica lingüística. (Wittgenstein, trad. en 1987: 4.003).
Wittgenstein sostiene que los problemas filosóficos, i.e., la metafísica en general que se plantea la
naturaleza del alma, de la libertad, del mundo, de lo bello y de lo bueno, es consecuencia de una
incomprensión de la esencia del lenguaje. El lenguaje tiene la función de representar los hechos
que acontecen en el mundo; y todo intento de hablar de algo fuera de los hechos del mundo no es
más que absurdos sin significado. Así, la crítica que Wittgenstein realiza a la filosofía parte del
análisis del lenguaje, y por esta razón el Tractatus ocupa un lugar principal en la tradición analítica
a partir del Círculo de Viena.
Sin embargo, recientes interpretaciones del Tractatus Sádaba (1984), Tomasini Bassols (2012)
muestran que la preocupación de Wittgenstein no es principalmente el análisis lógico del lenguaje,
sino aquello que por rebasar los límites del lenguaje es lo verdaderamente importante, a saber, la
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ética y la religión. De este modo, la crítica a la filosofía, y en específico a las teorías éticas, no sola-
mente se enfatiza en la falta de comprensión de la lógica lingüística, sino en que los filósofos han
querido hablar de lo que no se puede hablar, y por ello han creado confusiones, enigmas, en la
dimensión de la ética y del sentido de la vida. Lo bueno y lo bello no consisten en conceptos que
necesiten de una definición, ya que tanto lo bueno como lo bello están más allá de lo que se puede
decir con significado dentro del lenguaje y del mundo, por lo tanto, lo ético y lo estético lo se
muestran. No son algo pensable, lógico, sino que se manifiestan en los límites del lenguaje; y cual-
quier doctrina o teoría filosófica acerca de lo que rebasa el mundo es simplemente absurda, una
confusión resultado de la mala comprensión del lenguaje.
Ahora bien, los problemas que inmediatamente surgen son los siguientes: ¿Cuál es el estatus del
Tractatus? ¿Cuál es el significado de la proposición 6.54 donde se utiliza la metáfora de la escalera?
¿Cómo es que proposiciones absurdas pueden delimitarnos el sentido, lo pensable, y asimismo lo
propiamente inexpresable?
El mundo como hechos y el mundo como vida
En el Tractatus, pensamiento-lenguaje-mundo tienen una idéntica estructura lógica, por ende, re-
sulta imposible separar la estructura lógica del lenguaje respecto a la estructura lógica del pensa-
miento y del mundo.
Ahora bien, en el Tractatus hay dos maneras de entender el mundo. Por un lado, desde la senda
del significado, y por el otro desde la ética. En primer lugar, mundo es el conjunto de hechos, de
estados de cosas, los cuales se representan en el lenguaje en tanto que proposición. Todo lo que se
puede decir con sentido en el lenguaje trata acerca de los hechos, de los acontecimientos dentro del
mundo. Así, las proposiciones describen los hechos puesto que la lógica inherente al mundo es
idéntica a la del pensamiento y la del lenguaje: la proposición es el signo del pensamiento que figura
un estado de cosas.
De esta manera, el lenguaje es una representación del mundo en tanto que hechos. El lenguaje
describe el cómo suceden los hechos, las interrelaciones lógico-ontológicas de los estados de cosas.
Pensamiento, lenguaje y mundo conforman todo lo que tiene significado, lo expresable, fuera de lo
cual está el sinsentido, lo inexpresable, lo impensable. Sin embargo, hay que subrayar que para
Wittgenstein el sentido se encuentra en el ámbito de la proposición cuya estructura lógica, com-
puesta de nombres y partículas lingüísticas elementales, es idéntica a la forma del pensamiento y
al mundo entendido como hechos. De esta manera, lo que se puede decir claramente con sen-
tido está tanto en el ámbito de lo pensable como en el ámbito del mundo.
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La primera manera de entender el mundo expuesta en el Tractatus se ejemplifica en las primeras
proposiciones: “El mundo es todo lo que es el caso” (Wittgenstein, trad. en 1987: 1). “El mundo es
la totalidad de los hechos, no de las cosas” (Wittgenstein, trad. en 1987: 1.1). “Los hechos en el
espacio lógico son el mundo” (Wittgenstein, trad. en 1987: 1.13). “El mundo se descompone en
hechos” (Wittgenstein, trad. en 1987: 1.2). En estas proposiciones se clarifica perfectamente que
el mundo es la totalidad de los hechos en el espacio lógico, es decir, el mundo tiene una estructura
lógica que se representa en las proposiciones, donde las proposiciones son un signo de las figuras
de los hechos proyectados en el pensamiento.
La segunda manera de entender el mundo en el Tractatus se expresa en la siguiente proposición:
Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo” (Wittgenstein, trad. en 1987: 5.6).
La interpretación de esta proposición implica, por un lado, que los límites del lenguaje entendido
en su naturaleza lógica son los límites de lo que se puede decir acerca del mundo; por otro lado,
se debe hacer énfasis en mi mundo lo cual implica que existe un yo que utiliza un lenguaje que
delimita su mundo: “El mundo y la vida son una y la misma cosa” (Wittgenstein, trad. en 1987:
5.621), y a continuación: “Yo soy mi mundo. (El microcosmos.)” (Wittgenstein, trad. en 1987:
5.63). Así, el mundo ya no es una totalidad de hechos, de relaciones de estados de cosas, sino que
el mundo es de un yo, de un sujeto. Sin embargo, este sujeto no está en el mundo de los hechos, más
bien es condición del mundo. El mundo como totalidad es la vida de un yo inexpresable, que es
límite del mundo en tanto que hechos, y para quien el mundo es una totalidad, un todo.
De esta manera, el mundo es una totalidad de hechos en el espacio-tiempo lógico y, a su vez, es una
totalidad para un yo que, por decirlo así, está más allá —o más acá” (Sádaba, 1984) del mundo
en tanto que hechos; pues el yo no es una cosa dentro del mundo, sino que es el límite del mundo.
Límite (el yo) que no se enfrenta al mundo fragmentado en hechos, sino en cuanto totalidad, y por
esta razón mundo y vida son una y la misma cosa.
En el Tractatus se traza una línea entre el sentido y el sinsentido, entre lo expresable y lo inexpre-
sable, lo decible y lo indecible; de tal modo que, por una parte, hay una relación de identidad lógica
entre lenguaje-pensamiento-mundo; y, por otra parte, una relación entre el yo, sujeto metafísico
que es inexpresable, y el mundo, ya no como una totalidad de hechos, más bien como totalidad
la vida para un yo. Un yo del que no es posible decir nada excepto que es el límite del mundo.
El Tractatus, la ética y lo bueno
La ética en el Tractatus se elabora a partir de algunos conceptos cuya línea argumental culmina en
la proposición 7. El primer concepto es el de valor: “Todas las proposiciones valen lo mismo” (Witt-
genstein, trad. en 1987: 6.4); e inmediatamente:
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El sentido del mundo tiene que residir fuera de él. En el mundo todo es como es y todo sucede
como sucede; en él no hay valor alguno, y si lo hubiera carecería de valor.
Si hay un valor que tenga valor ha de residir fuera de todo suceder y ser-así. Porque todo
suceder y ser-así son casuales. (Wittgenstein, trad. en 1987: 6.41).
La proposición 6.4 traza una línea entre valor relativo y valor absoluto, entendiendo por valor ab-
soluto el sentido del mundo. Decir que todas las proposiciones que describen los hechos tienen un
mismo valor es lo mismo que decir que no tienen ningún valor, esto es, que lo importante de la vida
está fuera de las proposiciones. Las proposiciones representan estados de cosas y las relaciones en-
tre aquellas; por eso, es ajeno a las proposiciones decir que algo vale más que lo otro, pues todo se
reduce a hechos. En cambio, el sentido del mundo, a saber, que el mundo sea, se encuentra fuera
de los hechos puesto que el valor absoluto del mundo no es un acaecimiento; más bien, el sentido
del mundo es que el mundo existe, sea como sea. De esta manera, el cómo sea el mundo lo que
hace la ciencia al describir los hechos no es lo que preocupa al Wittgenstein del Tractatus; sino
que el mundo sea: “No cómo sea el mundo es lo místico sino que sea” (Wittgenstein, trad. en 1987:
6.44).
Desde esta postura, la ética no es aquella disciplina de la filosofía que estudia las acciones dentro
del mundo y que establece leyes que posibilitan vivir en tranquilidad con los otros; más bien, la
ética es el sentido del mundo, el valor absoluto del mundo, que consiste precisamente en que el
mundo sea como es. Y el sentido del mundo no es expresable en el lenguaje ya que el sentido está
fuera del mundo, quebranta los límites del lenguaje, es inexpresable, sólo se muestra.
Ahora bien, la ética que Wittgenstein esboza en el Tractatus se estructura con los conceptos de yo
y voluntad. La voluntad es algo que pertenece al yo, es la actitud del yo frente a la vida, al mundo
en cuanto totalidad, en cuanto valor absoluto; pero el yo es un límite del mundo, y por ende del
lenguaje, que es inexpresable. De este modo la voluntad no es respecto a los hechos sino a la vida.
La voluntad del yo es lo que define lo bueno y lo malo, lo feliz y lo infeliz, puesto que consiste en
afrontar el mundo tal como es, ya que lo bueno es que el mundo sea y que el yo tenga por objeto no
a los hechos, sino al mundo en su totalidad. Respecto a lo anterior, Sádaba comenta:
Ahora bien, y esto es decisivo, la diferencia entre lo bueno y lo malo tiene lugar en lo que
atañe a los límites del mundo y no lo venimos repitiendo ad nauseam respecto a alguna de
sus partes. Y es que si el yo limita con el mundo como un todo, es en relación a ese todo como
se puede ser bueno o malo […] Mi acción buena o mala, por tanto, hace que el mundo, como
un todo, signifique algo para mí. Soy, en suma, bueno cuando estoy a la altura del mundo
como un todo, a la altura, sencillamente, del mundo, sea este lo que sea. Y quien a esa altura
llega es feliz. (Sádaba, 1984: 37).
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Así, la ética del Tractatus no trata de definir lo bueno, la felicidad, el valor, el sentido de la vida y
del mundo, el yo o la voluntad, puesto que definir estos conceptos es absurdo en tanto que se topa
con los límites del lenguaje, del mundo y de lo pensable. Lo ético consiste en que el mundo sea;
que el yo esté a la altura del mundo a pesar de todas las miserias que acontecen. En suma, la felici-
dad implica identificar la voluntad con el sentido del mundo. Lo problemático es que la ética es
inexpresable ya que solamente se muestra; y al fin de cuentas, todo lo que se diga de ella es un
sinsentido, un absurdo en la trama del lenguaje.
El Tractatus termina con la siguiente proposición: “De lo que no se puede hablar hay que callar”
(Wittgenstein, trad. en 1987: 7). El contenido de esta proposición es el silencio. Ahora bien, ¿qué
tipo de silencio es aquel que se propone en la proposición 7? Sin duda, la exégesis en lo referente a
este punto se abre a diversas perspectivas; sin embargo, la postura que se plantea en este trabajo
estriba en que la ética es lo inexpresable, aquello que no se capta con un esfuerzo intelectual, sino
que se muestra en los mites del lenguaje. Pero que el silencio se muestre en el lenguaje no implica
que se deje tematizar con el lenguaje, puesto que la ética, la estética, lo bueno y lo bello, están en
el ámbito de lo místico. Y lo místico es aquello de lo cual no se puede hablar sin caer en un absurdo,
en el sinsentido, y que en lo esencial se escapa a todas las proposiciones que conforman el lenguaje.
La ética y lo bueno en la Conferencia sobre ética
En este apartado se lleva a cabo una exposición del objeto de la ética en la Conferencia sobre ética,
esto con la finalidad de establecer una línea de continuidad entre el Tractatus y la citada conferen-
cia. En la Conferencia sobre ética, Wittgenstein señala lo siguiente:
En lugar de decir que la ética es la investigación sobre lo bueno, podría haber dicho que la
ética es la investigación sobre lo valioso o lo que realmente importa, o podría haber dicho que
la ética es la investigación acerca del significado de la vida, o de aquello que hace que la vida
merezca vivirse, o de la manera correcta de vivir. Creo que si tienen en consideración todas
estas frases, se harán una idea aproximada de lo que se ocupa la ética. (Wittgenstein, 1989:
34-35).
La ética no solamente investiga acerca de lo bueno, sino del valor y del sentido de la vida; sin em-
bargo, estos conceptos no pueden ser usados en un sentido cotidiano, con referencia al mundo de
los hechos, ya que sus significados son más altos. Asimismo, estos conceptos solamente proporcio-
nan una aproximación de lo que es la ética, pero no pueden decir lo que la ética es en verdad. Para
Wittgenstein el objeto de la ética es la íntima experiencia que se tiene ante el asombro de que el
mundo existe. Del mismo modo las experiencias de un bien absoluto en oposición a un bien rela-
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tivo, y la de un valor absoluto en oposición a un valor relativo, son incapaces de dar el signi-
ficado último de la ética pues toda experiencia es un hecho del mundo, y como tal, tiene un valor
relativo.
Lo anterior muestra que la ética no es un hecho en el mundo, que todas las expresiones que se
utilizan en el mundo se limitan a ser descripciones de hechos, y que al pensar que con tales expre-
siones se dice algo de la ética, en realidad se cae en el absurdo: “Me parece evidente que nada de lo
que somos capaces de pensar o de decir puede constituir el objeto (la ética)” (Wittgenstein, 1989:
37). Entonces, la ética como la investigación de lo bueno, de lo valioso, del sentido de la vida, de lo
que debe importar y de la manera correcta (virtuosa) de vivir, no son más que ideas directrices que
dan una idea aproximada de la ética, pero al final resultan absurdas puesto que la única manera de
pensarlas es desde las proposiciones acerca del mundo de los hechos. La ética trasciende a los he-
chos que la ciencia describe, así:
Nuestras palabras, usadas tal como lo hacemos en la ciencia, son recipientes capaces sola-
mente de contener y transmitir significado y sentido, significado y sentido naturales. La ética,
de ser algo, es sobrenatural y nuestras palabras sólo expresan hechos, del mismo modo que
una taza de té sólo podrá contener el volumen de agua propio de una taza de té por más que
se vierta un litro en ella. (Wittgenstein, 1989: 37).
De esta manera, la ética desborda el significado de las proposiciones científicas puesto que lo ético
es inexpresable con las proposiciones del lenguaje científico-natural. Por este motivo no hay pro-
posiciones acerca de la ética, pues las proposiciones que se formulan acerca de lo bueno son sinsen-
tidos que débilmente posibilitan entrever lo que es la ética y el bien absoluto.
Sin embargo, lo interesante de la Conferencia sobre ética es que Wittgenstein ve en los sinsentidos,
en los límites del lenguaje, intentos de mostrar lo inexpresable. Así, a consecuencia de los embistes
del lenguaje hacia mismo, se vislumbra una especie de sentir respecto al ámbito de lo ético y lo
místico. La Conferencia sobre ética finaliza con las siguientes palabras:
Mi único propósito y creo que el de todos aquellos que han tratado alguna vez de escribir o
hablar de ética o religión es arremeter contra los límites del lenguaje. Este arremeter contra
las paredes de nuestra jaula es perfecta y absolutamente desesperanzado. La ética, en la me-
dida en que surge del deseo de decir algo sobre el sentido último de la vida, sobre lo absoluta-
mente bueno, lo absolutamente valioso, no puede ser una ciencia. Lo que dice la ética no
añade nada, en ningún sentido, a nuestro conocimiento. Pero es un testimonio de una tenden-
cia del espíritu humano que yo personalmente no puedo sino respetar profundamente y que
por nada del mundo ridiculizaría. (Wittgenstein, 1989: 43).
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Así, la ética es un testimonio del espíritu humano que siempre se topa con los límites del lenguaje
y de lo expresable; pero es precisamente en este toparse con los límites del lenguaje que la ética se
muestra como testimonio de un anhelo a lo absolutamente bueno y valioso, en última instancia, el
sentido de la vida.
Consideraciones finales
En el Tractatus y la Conferencia sobre ética es indudable que la preocupación filosófica y personal
de Wittgenstein es lo ético, lo estético y lo místico. Esta postura en lo referente al primer Wittgens-
tein no esconde una falta de atención a los temas lógicos, ontológicos y epistemológicos que se tra-
tan en el Tractatus; sino que posibilita ver en Wittgenstein la confluencia de dos tradiciones filo-
sóficas siguiendo a Franca D’ Agostini— que se denominan: analíticos y continentales. Wittgens-
tein es un continuador de Frege, Russell y de Moore; pero también tiene influencias de Kant, Scho-
penhauer, Kierkegaard, Dostoievski y Tolstoi. De esta manera, leer al primer Wittgenstein exclu-
sivamente desde la tradición analítica conlleva un sesgo cognitivo respecto a los problemas que
íntimamente aquejaron el espíritu de Wittgenstein, a saber, la ética y el sentido de la vida. Del
mismo modo, leer el Tractatus como expresión de un estilo aforístico que penetra en los senderos
de la mística, sin atender los temas lógicos, resulta en una incompleta comprensión de la ética, la
estética y la mística. Así, una lectura que parta de la línea ética sólo es correcta si sabe apreciar en
su valor los temas lógicos, ontológicos y epistemológicos que se desarrollan en el Tractatus.
Ahora bien, en el Tractatus y en la Conferencia sobre ética el modo de abordar la ética se presenta
en continuidad con argumentos que parten de lo inexpresable de la ética, es decir, de lo bueno; que
por esta razón sólo se muestra, identificando así la ética, la estética y la mística. El Tractatus y la
Conferencia conforman el primer Wittgenstein; por ello subyace la misma preocupación en ambos
trabajos, a saber, interpelar aquello que por esencia está fuera de los límites del lenguaje, del mundo
y el pensamiento. La ética y lo bueno no son hechos del mundo; lo bueno absoluto no se predica de
ninguna de las partes del mundo. En definitiva, lo bueno radica en que el mundo exista, y en que
la voluntad del yo se identifique con el mundo en su totalidad, es decir, que tenga como objeto la
vida, el mundo.
Lo que se muestra, lo indecible, lo ético y lo bueno, el sentido último de la vida, son los temas que
dan unidad y vinculan el Tractatus y la Conferencia sobre ética. Sin embargo, en la Conferencia se
rectifica lo que en el Tractatus queda en el silencio, a saber, la ética en cuanto testimonio de una
tendencia del espíritu humano. Así, la Conferencia sobre ética retoma los temas del Tractatus y
clarifica la conclusión acerca del silencio. El silencio de la proposición 7 del Tractatus no significa
resignarse a vivir en un mundo de hechos y proposiciones científicas, sino en saber que el mundo
del sentido gico no lo es todo puesto que lo que realmente importa está en los límites del lenguaje,
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en los límites del mundo, en tanto una tendencia del espíritu humano a lo sublime, al sentido de la
vida, a lo bueno.
Las tres preguntas que se formularon en la introducción de este trabajo se sintetizan en los proble-
mas de interpretación de la proposición 6.54 del Tractatus:
Mis proposiciones esclarecen porque quien me entiende las reconoce al final como absurdas,
cuando a través de ellas sobre ellas ha salido fuera de ellas. (Tiene, por adecirlo, que
arrojar la escalera después de haber subido por ella.) Tiene que superar estas proposiciones;
entonces ve correctamente el mundo. (Wittgenstein, 1987: 6.54).
Así, las proposiciones del Tractatus a pesar de ser absurdas son esclarecedoras; y todo aquel
que entiende perfectamente el objetivo del Tractatus, debe abandonarlo para ver correctamente el
mundo. A partir del sinsentido, paradójicamente, se muestra qué es el sentido, el cual queda redu-
cido a las proposiciones de la ciencia. Ahora bien, ver correctamente el mundo implica delimitar el
sentido, lo expresable con el lenguaje; a su vez, delimitar lo inexpresable, lo indecible, lo que se
muestra. Así, se traza claramente el cómo del mundo de lo que sí se puede hablar y el qué sea
el mundo de lo que no se puede hablar.
Bibliografía:
SÁDABA, Javier (1984). Lenguaje, Magia y Metafísica (El otro Wittgenstein). Ediciones liberta-
rias.
TOMASINI BASSOLS, Alejandro (Coord.) (2012). Wittgenstein en Español III. Universidad
Veracruzana.
WITTGENSTEIN, Ludwig 1921 (1987). Tractatus logico-philosophicus. Muñoz, Jacobo y Re-
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WITTGENSTEIN, Ludwig (1989). Conferencia sobre ética. Birulés, Fina (Trad.). Paidós / ICE-
UAB.
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