Protrepsis, Año 12, Número 24 (mayo - octubre 2023). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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ISSN: 2007-9273
Protrepsis, Año 12, Número 24 (mayo - octubre 2023) 27 - 48
Recibido: 05/03/2023
Revisado: 16/05/2023
Aceptado: 29/05/2023
El realismo externo de John Searle
Mario Alberto Lozano 1
1Universidad de Guadalajara
Guadalajara, Jalisco, México
E-mail: alberto.lozano@academicos.udg.mx
https://orcid.org/0009-0006-6315-0307
Resumen: En este texto se presentan argumentos a favor de la plausibilidad del
realismo externo que defiende John Searle. Para ello, se formulan primero las críticas
que Searle dirige contra las posiciones antirrealistas que considera más potentes, así
como contra las defensas más débiles del realismo. Después se expone la pareja de
argumentos trascendentales, uno contra el idealismo fenomenalista y otro contra el
constructivismo social, que Searle considera como los únicos que muestran la
necesidad de la presuposición ontológica formal del realismo externo. Al final, se
mencionan algunas de las críticas más prominentes que tanto autores realistas como
antirrealistas han desarrollado contra el realismo searleano.
Palabras clave: Presuposición, trasfondo, argumento trascendental, constructivismo
social, idealismo fenomenalista.
Abstract: This text presents arguments in favor of the plausibility of the external realism
defended by John Searle. To do this, the criticisms that Searle directs against the anti-
realist positions that he considers most powerful, as well as against the weakest
defenses of realism, are formulated first. Then the pair of transcendental arguments are
exposed, one against phenomenalist idealism and the other against social
constructivism, which Searle considers as the only ones that show the need for the
formal ontological presupposition of external realism. At the end, some of the most
prominent criticisms that both realist and anti-realist authors have developed against
Searlean realism are mentioned.
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Keywords: Presupposition, background, transcendental argument, social
constructivism, phenomenal idealism.
1. Introducción
El debate filosófico sobre la realidad de los valores éticos, los números, los conceptos
generales, las entidades teóricas de la ciencia o los objetos físicos cotidianos no ha
perdido interés en la actualidad y persiste en un amplio abanico de discusiones. De
acuerdo a Miller, lo más común es que los filósofos sean selectivamente realistas en
unos temas y no realistas en otros (Miller, 2002). Puede ser, por ejemplo, que uno sea
realista en cuanto a los objetos físicos macroscópicos, pero no serlo en lo tocante a los
valores estéticos y morales. Existen, además, diferentes grados de realismo y de
antirrealismo asumibles por los autores que discurren sobre estas temáticas.
A John Searle se le reconoce principalmente por su teoría de los actos de habla, su
filosofía de la mente, sus ideas de la intencionalidad o su construcción lógica de la
ontología social; pero se ha explorado mucho menos de lo que merece su propuesta
filosófica del realismo motivada originalmente por su debate contra los autores que
consideraba irracionalistas. Searle mantuvo por varios años una defensa abierta de lo
que denominaba la
tradición racionalista occidental
o la
visión ilustrada
y sus
implicaciones para la educación superior norteamericana frente a lo que llamó la
subcultura del posmodernismo
o la
izquierda cultural nietzscheizada
. Searle
consideraba que este complejo y diverso movimiento configurado principalmente por
ideas de Derrida, Rorty, Kuhn o Foucault promovía la irracionalidad y la politización
exacerbada de los departamentos académicos en un ataque frontal a la tradición
racionalista ilustrada. Seis de los principios constitutivos de dicha tradición racionalista
serían los siguientes (Searle, 1993b: 60-68):
1. La realidad existe independientemente de las representaciones humanas.
2. Al menos una de las funciones del lenguaje es comunicar significados desde los
hablantes hacia los oyentes y, en algunos casos, estos significados posibilitan que
la comunicación esté referida a objetos y estados de cosas en el mundo que existen
con independencia del lenguaje.
3. La verdad es una cuestión de exactitud de la representación.
4. El conocimiento es objetivo.
5. La lógica y la racionalidad son formales.
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6. Los estándares intelectuales no están a disposición de cualquiera. Hay criterios
de logro y excelencia intelectual que son objetiva e intersubjetivamente válidos.
En especial, la idea de que existe una realidad externa a nuestras representaciones y la
de que la verdad es un asunto de representar exactamente esa realidad serían dos de
los principios que más ataques habrían recibido del posmodernismo y que con mayor
apremio requerirían de respaldo intelectual.
1
En lo que sigue se presentan argumentos
en favor de la plausibilidad de la perspectiva realista searleana comúnmente
denominada
realismo externo
.
2. Las críticas de Searle al antirrealismo y al realismo
2.1. Argumentos antirrealistas
Searle está persuadido de que el primer paso en el combate contra el irracionalismo es
una refutación de los argumentos contra el realismo externo (Searle, 1997: 202). Así
comienza cuestionando algunas perspectivas antirrealistas. Primero menciona de
pasada dos posiciones que no considera entre las más fuertes, la de Maturana y la de
Winograd. Maturana señalaría que no hay una realidad objetiva, sino sistemas
nerviosos autopoiéticos que construyen su propia realidad. Según Searle, este
argumento es un
non sequitur
, una falacia genética
2
, pues pretende inferir la
inexistencia del mundo externo de la explicación causal colectiva neurofisiológica de
nuestro conocimiento del mundo externo (Searle, 1997: 168). Winograd también
ofrecería un
non sequitur
al argumentar que una misma expresión como Hay agua en el
refrigerador puede utilizarse para hacer un enunciado verdadero o un enunciado falso
según nuestros intereses. Sería un error parecido al de Maturana: el que nuestras
representaciones de la realidad sean relativas a nuestros intereses no prueba que la
realidad representada sea ella misma relativa a nuestros intereses.
Searle cargará principalmente contra las perspectivas antirrealistas que considera más
potentes: el argumento de la relatividad conceptual, el verificacionista y el de la cosa-
en-sí (al que se refiere con la expresión del alemán
Ding an sich
).
1
Véase al respecto Searle (1990), Searle (1993a) y Searle (1993b).
2
En otro de sus textos Searle aclara que una falacia genética consiste en “suponer que una descripción
causal que explica la nesis de una creencia, su modo de adquisición, muestra con ello que la creencia
es falsa. La falacia genética suele referirse a creencias, pero su forma puede generalizarse. La idea es esta:
si podemos mostrar que las causas de una creencia u otro contenido intencional son insuficientes para
probar su verdad, de alguna manera refutamos dicha creencia u otro estado intencional” (Searle, 2004:
333).
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2.1.1.
Argumento de la relatividad conceptual
Searle acepta la tesis de la relatividad conceptual según la cual los sistemas de
clasificación e individuación de objetos para describir el mundo son convencionales y
arbitrarios. Cualquier sistema de representación de la realidad sería relativo a algún
conjunto de conceptos más o menos arbitrariamente seleccionado. El problema es que
algunos autores creen que aceptar la tesis de la relatividad conceptual sería
inconsistente con el realismo, cosa que Searle rechaza. Considere el conocido ejemplo
de Putnam (Putnam, 1992: 96-97). ¿Cuántos objetos habría en la parte del mundo
mostrada en la figura siguiente?
El sentido común y el sistema aritmético carnapiano indicarían tres objetos:
1 = A
2 = B
3 = C
Según Lesniewski y otros lógicos polacos habría siete objetos:
1 = A
2 = B
3 = C
4 = A + B
5 = A+ C
6 = B + C
7 = A + B + C
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Supuestamente, el realismo sería erróneo porque si hubiera una sola realidad
independiente, no debería ser posible plantear descripciones alternativas e
inconsistentes entre de ella. Este ejemplo cobra un mayor sentido si se consideran
objetos como las constelaciones celestes, que identificamos al reunir
convencionalmente estrellas cuya posición en el cielo es invariable solo en apariencia,
y cuya cercanía entre ellas es a menudo una ilusión de nuestra perspectiva. También
ocurre que la mayoría de las estrellas que a simple vista parecen unidades luminosas
son en el telescopio agrupaciones de dos o más estrellas que muchas veces forman un
sistema que orbita en torno a un centro de gravedad común. ¿Cuántas y cuáles
constelaciones existen? ¿Y cuántas y cuáles estrellas? Por eso Nelson Goodman diría
que hacemos la realidad, que nosotros hacemos mundos (Goodman, 1978: 7).
Searle replica que estos ejemplos no tocan la verdad del realismo, pues no indican que
hagamos la realidad, sino que hacemos descripciones distintas de la realidad. Pretender
hacer pasar tales descripciones por la realidad misma es cometer una falacia de
uso/mención: que una descripción solo pueda hacerse en relación a un conjunto de
categorías lingüísticas no implica que los hechos o estados de cosas descritos dependan
para existir de esas categorías lingüísticas. El que la clase y número de individuos varíe
entre descripciones solo implica que se utilizan esquemas conceptuales que difieren en
criterios de individuación y de clasificación; el enunciado
John Searle pesa 160 libras
es consistente con el enunciado
John Searle pesa 73 kilogramos,
pues las dos cantidades pueden ser correctas en la medida en que responden a sistemas
diferentes para referirse a la atracción gravitatoria que la Tierra ejerce sobre un cuerpo
en su superficie. El realismo externo searleano permite infinitas descripciones
verdaderas de la realidad en relación a distintos esquemas conceptuales (Searle, 1997:
169-176).
2.1.2. Argumento verificacionista
Perspectivas como el idealismo subjetivo de Berkeley, el idealismo trascendental de
Kant, el fenomenalismo o el verificacionismo de varios positivistas lógicos del siglo XX
tienen en común la idea de que nuestro presunto conocimiento del mundo externo es
de hecho un conocimiento de experiencias y que lo que llamamos
realidad
es una
especie de postulado de algo incognoscible, ininteligible, o quizá inexistente. Para
Searle, el argumento verificacionista general discernible en favor del antirrealismo
puede formularse de la siguiente manera:
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1. A lo único que tenemos acceso en la percepción es al contenido de nuestras
experiencias.
2. La única base epistémica que podemos ofrecer a los asertos sobre el mundo externo
está constituida por nuestras experiencias perceptivas.
Por consiguiente:
3. La única realidad de la que podemos hablar con sentido es la realidad de las
experiencias perceptivas.
Searle sostiene que la premisa 1 es simplemente falsa, pues lo que normalmente
percibimos son objetos y estados de cosas del mundo, no experiencias; y la premisa 2
sería cierta, pero de ella no se seguiría la conclusión, porque es un error suponer que
los enunciados empíricos solo tienen sentido si se les entiende como simples
compilaciones de sus bases evidenciales (la ciencia empírica, por ejemplo, no sería
posible desde este supuesto: ¿qué compilación de bases evidenciales es necesaria para
dotar de sentido a la primera ley de Newton?). Y si, como creen muchos escépticos,
viviéramos en el error, solo se seguiría que estamos equivocados sobre el mundo real,
no que el mundo real sea incognoscible, ininteligible o inexistente (Searle, 1997: 176-
181).
2.1.3. Argumento de la cosa en
A decir de Searle, el argumento de la cosa enprevalece al menos en la tradición oral
de la filosofía contemporánea. Su formulación explícita puede quedar de la siguiente
manera:
Premisa:
Cualquier estado cognitivo acontece como parte de un conjunto de estados
cognitivos y dentro de un sistema cognitivo.
Primera conclusión:
Es imposible salir de todos los estados y sistemas cognitivos para contemplar las
relaciones entre ellos y la realidad a cuyo conocimiento sirven.
Y del enunciado anterior se sigue esta segunda conclusión:
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Ninguna cognición lo es nunca de una realidad que existe independientemente de
la cognición.
Searle considera que de la premisa original sí se sigue la primera conclusión, pues toda
representación acontece dentro de un conjunto de representaciones y dentro de un
sistema representacional; pero de la primera conclusión no se seguiría la segunda
conclusión, pues del hecho de que toda cognición acontezca dentro de un sistema
cognitivo no se sigue que ninguna cognición lo sea de una realidad independiente de la
cognición (Searle, 1997: 181-182).
2.2. Argumentos realistas cuestionados
Para Searle, la afirmación básica del realismo externo que defiende es muy obvia. Se
trataría de una condición tan esencial de la racionalidad e incluso de la inteligibilidad
que le apena un poco tener que defenderla.
3
A esta posición la denomina
realismo
porque afirma la existencia del mundo real, y
externo
para distinguirla de otros tipos
de realismo como el realismo matemático o el realismo ético; la palabra
externo
es un
modo metafórico de aludir al hecho de que la realidad es externa a nuestro sistema de
representación (Searle, 1997: 163).
Searle desmarca su realismo externo de otros realismos. Para comenzar, el suyo no lo
considera una teoría o una doctrina, sino una presuposición formal, una condición de
inteligibilidad del discurso. Y no se trataría tampoco de una condición epistémica,
veritativa o semántica.
Para enfrentarnos al mundo, sostiene Searle, requerimos un Trasfondo (
Background
)
4
,
es decir, un conjunto de capacidades, tendencias, hábitos, disposiciones y
presuposiciones. Y una de tales presuposiciones es la que afirma que existe un mundo
real independiente de nuestras representaciones de él. Como veremos y como ya se
ha sugerido antes, la comprensión normal de diversas expresiones lingüísticas es
posible gracias a esta presuposición. Téngase esto en mente para lo que sigue: una
condición de posibilidad de la comprensión intuitiva o normal de múltiples
expresiones de nuestro discurso es la afirmación de que existe una realidad externa a,
e independiente de, nuestras representaciones.
Hay varios argumentos en favor del realismo que Searle considera cuestionables.
Básicamente, todos pretenden probar la verdad del realismo externo como una
3
Desde luego que la obviedad del realismo es
para Searle
; si Searle creyera que es obvia para todos, no
vería la necesidad de defenderla.
4
Searle lo escribe deliberadamente con mayúscula inicial para dejar claro que se trata de un término
especial de su pensamiento, un término
cuasi-técnico
.
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consecuencia de ellos, cuando se trataría más bien de una presuposición en los tres
casos.
2.2.1. Argumento circular
A veces se cae en el sinsentido de pretender justificar ciertos marcos con los criterios
del mismo marco. Por ejemplo, dice Searle, pedir argumentos en favor de la
racionalidad es como preguntarse si la racionalidad es racional; es tan absurdo como
preguntarse si el inglés es gramatical, pues la misma lengua inglesa fija los criterios de
gramaticalidad del inglés. De similar forma, no se puede probar si la afirmación de que
existe el mundo externo corresponde al mundo externo, porque cualquier respuesta
presupone al mundo externo (Searle, 1997: 185-186). Si la afirmación Existe el mundo
externo corresponde a la manera de ser del mundo externo, se presupone que hay un
mundo externo (al que corresponde la afirmación); y si la afirmación Existe el mundo
externo no corresponde a la manera de ser del mundo externo, se presupone que hay un
mundo externo (al que no corresponde la afirmación).
2.2.2. Argumento de la convergencia científica
Dada la convergencia de resultados entre científicos de distintos lugares y épocas, la
mejor explicación y causa de tal convergencia sería la existencia de una única realidad
independiente (Searle, 1997: 186). Según Searle, la idea misma de que la ciencia
converja o no converja presupone ya el realismo, presupone que hay una realidad
independiente del enunciado La ciencia converge.
2.2.3. Argumento de Moore
El argumento de Moore en favor del realismo tampoco sería bueno. Moore creía que al
probar la existencia de dos o más objetos tales como las manos, o cuadernos, libros,
etcétera, se habría comprobado que existen cosas fuera de nosotros y, por tanto, que
existe un mundo externo. De manera que de la proposición de que Moore tiene dos
manos se obtendría como consecuencia la proposición de que existe el mundo externo.
Searle replica que el realismo externo es una presuposición formal desprovista de
contenido específico que se comprometa con la existencia de
objetos
en el
espacio
; y si
estos conceptos fueran radicalmente revisados como lo han hecho la teoría atómica y
la teoría de la relatividad, el realismo externo permanecería intacto. Además, la
proposición de que existe el mundo real no es una implicación de la proposición de la
existencia de dos cosas cualesquiera, sino una presuposición, una condición de
inteligibilidad de la misma: entendemos expresiones de ese tipo justo como lo hacemos
porque presuponemos el realismo externo (Searle, 1997: 189). El realismo externo
sería una presuposición que articula un espacio de posibilidades para muchos
enunciados. Por ejemplo, de la proposición No hay dinero en mi bolsillo no se sigue
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lógicamente que exista el dinero, pero sí se presupone que existe el dinero; es decir, la
proposición
¬
x
(
x
es dinero
x
está en mi bolsillo)
no implica lógicamente la proposición
x
(
x
es dinero),
pero la presupone para ser la primera entendida tal como la entendemos. La
proposición presupuesta Existe el dinero debe ser verdad para que la proposición
presuponiente No hay dinero en mi bolsillo sea comprensible. De similar modo, la
presuposición del realismo externo está a la base de la comprensión de numerosos
enunciados.
3. El realismo externo
3.1. Argumentos trascendentales en favor del realismo externo
Para Searle, el único tipo de argumento en favor del realismo externo ha de ser
trascendental: suponemos que cierta condición rige, y entonces se busca mostrar los
presupuestos de esa condición (Searle,1997: 95)
5
. Los argumentos trascendentales
suelen utilizarse contra los escépticos de cierta idea
q
, pero que quizá estén dispuestos
a aceptar determinado hecho
p
(que tenemos ciertas experiencias, o realizamos
acciones o juicios, o poseemos ciertas capacidades, etc.). En general, estos argumentos
tienen la forma
p
es el caso.
q
es una condición necesaria para la posibilidad de
p
.
Por lo tanto,
q
es también el caso.
6
Searle opone sendos argumentos trascendentales a las versiones antirrealistas que
considera más importantes en su discusión: el idealismo fenomenalista (para el que la
5
Suponemos que cierta proposición
p
es verdadera y luego mostramos que una de sus condiciones de
posibilidad es que otra proposición
q
también lo sea (Searle, 2004: 338).
6
Véase al respecto Stern (2021).
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realidad consiste en estados de consciencia) y el constructivismo social (para el que
toda la realidad está socialmente construida).
3.1.1. Argumento trascendental contra el idealismo fenomenalista
La condición supuesta es la de que existe una comprensión normal o intuitiva que
posibilita el lenguaje público; y lo que esta comprensión normal presupone es una
realidad públicamente accesible. Searle ordena su argumento en cuatro pasos (Searle,
1997: 195):
1. La comprensión normal de las expresiones en un lenguaje público requiere que las
expresiones sean comprensibles
de modo idéntico
por cualquier hablante u oyente
competente.
2. Una amplia clase de expresiones pretenden hacer referencia a fenómenos que
existen fuera e independientemente del hablante, del oyente y de las representaciones
de estos, y en algunos casos, independientemente de toda representación.
3. Los rasgos 1 y 2 requieren que entendamos las expresiones de muchos de estos
enunciados como expresiones en posesión de condiciones de verdad independientes
de nuestras representaciones. Al pretender hacer referencia a
fenómenos públicos,
a
fenómenos que son ontológicamente no solo epistémicamente objetivos,
presuponemos que la verdad o la falsedad de los enunciados queda fijada por el modo
de ser del mundo, independientemente de cómo lo representemos.
4. Pero este presupuesto equivale a la afirmación de que las cosas tienen un modo de
ser independiente de nuestras representaciones, y esa afirmación no es sino (una
versión del) realismo externo.
De esta manera, el realismo externo sería una condición de inteligibilidad de múltiples
expresiones como las siguientes:
El Pico de Orizaba es muy alto y tiene hielo en su cúspide.
Mi gato tiene sueño.
El agua se forma de hidrógeno y oxígeno.
Pero no se trata de una condición de verdad ni de una condición de conocimiento.
Obsérvese que si tomamos alguna de estas expresiones y negamos a la vez una de sus
condiciones de verdad, obtenemos un enunciado contradictorio:
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El Pico de Orizaba es muy alto y tiene hielo en su cúspide, y no hay hielo en el Pico
de Orizaba.
Y si negamos un presupuesto del Trasfondo como el de la realidad, lo que obtenemos
es un enunciado enigmático, un enunciado que no se presta a una comprensión normal:
El Pico de Orizaba es muy alto y tiene hielo en su cúspide, y la realidad externa no
existe.
En resumen, la inteligibilidad o comprensión intuitiva de una amplia clase de
expresiones requiere presuponer una realidad pública accesible, una realidad
independiente de la representación.
3.1.2. Argumento trascendental contra el constructivismo social
En este caso la condición supuesta es que hay una realidad socialmente construida
como la del dinero, el matrimonio o los derechos humanos; y esa realidad construida
presupone una realidad que no está socialmente construida.
Para los constructivistas sociales toda la realidad es una construcción, pero para Searle
solo la realidad social se construye, como el dinero, la propiedad o el lenguaje, y su
misma construcción requiere de hechos brutos sobre los cuales construir, como piezas
de metal o papel para el dinero, tierra para la propiedad y sonidos o marcas para el
lenguaje. Se pueden construir hechos institucionales sobre otros hechos institucionales
por ejemplo, se puede constituir el régimen de separación de bienes sobre el
matrimonio, pero en algún punto de la cadena constructiva se llega a hechos brutos.
Según Searle, la realidad socialmente construida posee una forma lógica consistente en
iteraciones de la estructura
X cuenta como Y (en el contexto C)
y tales iteraciones pueden remontarse hasta acabar fundándose en un elemento X que
no sea una construcción institucional. Algunos ejemplos sencillos del propio Searle
sobre la aplicación implícita de esta regla constitutiva son los siguientes: Fulano cuenta
como jefe, cierto objeto cuenta como moneda, determinada secuencia de sonidos vale
como acto de habla en nuestro idioma, etcétera (Searle, 2005: 101).
Searle muestra que hay expresiones cuya comprensión normal presupone una realidad
externa, pero que no presuponen la existencia de representaciones; y otras expresiones
cuya comprensión sí presupone la existencia de representaciones. Estas últimas serían
justamente las alusivas a una realidad socialmente construida.
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Consideremos los enunciados siguientes:
1a. El Pico de Orizaba es muy alto y tiene hielo en su cúspide.
2a. No es cierto que el Pico de Orizaba es muy alto y tiene hielo en su cúspide.
Ahora añadamos a cada uno el supuesto contrafáctico de que no hubiera habido
representaciones, conservando todo lo demás igual:
1b. En un mundo que fuera como el nuestro, si nunca hubiera habido
representaciones en él, el Pico de Orizaba sería muy alto y tendría hielo en su
cúspide.
2b. En un mundo que fuera como el nuestro, si nunca hubiera habido
representaciones en él, no es cierto que el Pico de Orizaba sería muy alto y tendría
hielo en su cúspide.
Los enunciados 1a y 2a pretenden expresar hechos ontológicamente objetivos y, por
tanto, independientes de la representación. Nuestra comprensión normal de ellos no se
altera por haber añadido el supuesto de la inexistencia de representaciones en 1b y 2b,
y su verdad o falsedad dependen de la realidad externa.
Veamos ahora estos otros enunciados:
3a. Me debes cien pesos.
4a. No es cierto que me debes cien pesos.
Y añadamos el mismo supuesto contrafáctico de la inexistencia de representaciones:
3b. En un mundo que fuera como el nuestro, si nunca hubiera habido
representaciones en él, me deberías cien pesos.
4b. En un mundo que fuera como el nuestro, si nunca hubiera habido
representaciones en él, no es cierto que me deberías cien pesos.
Aquí nuestra comprensión normal se ha alterado. El enunciado 3b es enigmático y
autorrefutatorio, pues el que alguien me deba dinero presupone la existencia de una
realidad socialmente construida de reglas, prácticas e instituciones, que a su vez
presupone un mundo de representaciones. El enunciado 4b, por su parte, expresa una
verdad obvia y trivial, pues no hay manera de que alguien deba dinero a nadie en un
mundo sin representaciones, así como no hay forma de anotar goles en un mundo
donde no existiera el fútbol.
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3.2. El realismo externo como presuposición ontológica formal del Trasfondo
En
Mente, lenguaje y sociedad
, Searle dice aceptar lo que llama la
visión ilustrada
,
consistente en creer que el universo existe con independencia de nuestras mentes y
que, dentro de los límites de nuestra dotación evolutiva, los humanos podemos llegar a
comprender su naturaleza (Searle, 2001: 15-16).
Searle considera que hay un solo mundo. Y esboza una ontología física fundamental que
subyace a nuestra ontología social de hechos institucionales. Nos encontramos en un
mundo formado de partículas físicas en campos de fuerzas. Algunas partículas se han
organizado en sistemas, varios de los cuales son sistemas vivos. Algunos sistemas vivos
han desarrollado evolutivamente una consciencia que posibilita una intencionalidad,
entendida como la capacidad de un organismo de representarse objetos y estados de
cosas mundanos. Y de las capacidades de intencionalidad colectiva y de asignación de
funciones surgen los hechos institucionales como el dinero, el matrimonio, los derechos
humanos o la democracia. No hay oposición radical entre biología y conducta, así como
tampoco la hay entre cerebro y mente; la cultura es la forma que adopta la biología a
través de la consciencia y la intencionalidad (Searle, 1997: 231). La discontinuidad
radical entre las ciencias naturales y las sociales deriva del carácter intrínsecamente
mental de los fenómenos sociales y psicológicos (Searle, 1985: 96).
Cuestionar esta ontología de hecho, afirmar o negar cualquier ontología
presupondría, según Searle, al realismo, porque presupondría que hay un mundo
externo. La realidad es externa a nuestra percepción, e independiente de nuestro
particular modo socializado de acceder a ella: algo objetivo y no un constructo cultural
(Navarro Reyes, 2010: 105).
Nuestra intencionalidad no opera en el vacío, actúa sobre el Trasfondo (Searle, 2001:
100). El Trasfondo subyace a los deseos, creencias, pensamientos conscientes y al
mismo sentido común; se trata de un conjunto de capacidades mentales no
representacionales que permite que tengan lugar todas las representaciones (Searle,
1992: 152). Por ejemplo, si se tiene la intención de ir a comprar libros a una librería, y
de almorzar luego en un restaurante:
[…] sé cómo andar y cómo actuar en librerías y restaurantes; doy por supuesto que
el suelo que piso me sostendrá y que mi cuerpo se moverá como una única entidad
unificada sin deshacerse; doy por supuesto que los libros de la librería serán
legibles aunque no comestibles y que la comida del restaurante será comestible
aunque no legible. Sabiendo cómo abordar estas situaciones, tengo la capacidad de
poner comida en la boca pero no en mis oídos y la capacidad de leer sosteniendo
los libros frente a los ojos pero no frotándolos contra mi estómago. Puedo imaginar
un mundo de ciencia ficción en el que todo sea diferente, en el que uno coma
escaneando con los ojos y lea mascando y tragando, pero no sostengo la hipótesis
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de que vivo en este tipo de mundo y no en ese otro tipo de mundo. Por el contrario,
simplemente doy por supuesta una metafísica gigantesca. (Searle, 2001: 100)
Una parte del Trasfondo es común a todas las culturas, como caminar erguidos y comer
introduciéndonos comida por la boca, y otra parte varía entre las culturas, como el tipo
de animales que consideramos comestibles o los mismos horarios de la comida. El
punto es que los estados intencionales funcionan como lo hacen solo si presuponen el
Trasfondo; el Trasfondo es pre-intencional.
Dos de las presuposiciones del Trasfondo que han sido ampliamente cuestionadas en la
literatura filosófica, y que Searle considera correctas, son justamente la presuposición
del realismo externo [RE] y la presuposición de la verdad como correspondencia [VC]
7
,
que afirman lo siguiente:
RE: Existe un mundo real independiente de nuestras representaciones.
VC: Las proposiciones sobre los objetos y estados de cosas del mundo son verdaderas
o falsas dependiendo de si las cosas en el mundo son como decimos que son.
Aunque los conjuntos de proposiciones utilizados para referirse a estas
presuposiciones pueden tratarse como teorías, las presuposiciones en mismas no lo
son; son anteriores a las teorías, e identificables en diversas situaciones:
[…] si al pensar sobre mis planes para las vacaciones me pregunto si Grecia es más
cálida en el verano que Italia, simplemente doy por supuesto que existe un mundo
real que contiene lugares como Grecia e Italia, lugares que tienen temperaturas
distintas [RE]. Además, si he leído en una guía de viaje que la temperatura estival
media de Grecia es superior a la de Italia, sé que lo que ese libro afirma será cierto
si y solo si realmente la temperatura estival media de Grecia es superior a la de
Italia [VC]. (Searle, 2001: 23)
La percepción, el pensamiento, las creencias, el lenguaje, los deseos y las imágenes son
algunos de los modos de nuestro sistema de representación del mundo. Las creencias y
los enunciados, en especial, versan sobre cómo son las cosas en la realidad; si tienen
éxito, serán verdaderos, y si fracasan, serán falsos. Todas nuestras representaciones
son intencionales en el sentido searleano de ser una capacidad del organismo para
representarse objetos y estados de cosas mundanos. Tener conocimiento es poseer
representaciones verdaderas para las cuales pueden ofrecerse justificaciones o
evidencia. La realidad, según Searle, es independiente de nuestra intencionalidad. Si
nunca hubiéramos existido, si no hubiera habido representaciones de ningún tipo
7
Searle la denomina
teoría de la verdad como correspondencia
.
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(enunciados, creencias, percepciones, pensamientos, etcétera), el mundo habría
seguido su curso inalterado (Searle, 1997: 162).
En una interpretación normal, la teoría de la verdad como correspondencia implica al
realismo, puesto que implica que hay una realidad a la que los enunciados
corresponden cuando son verdaderos; pero el realismo no implica a la teoría de la
verdad como correspondencia, pues no implica que haya una relación de
correspondencia entre la realidad y los enunciados a la que se llamaría
verdad
(Searle,
1997: 163). De hecho, cualquier teoría de la verdad sería compatible con el realismo
externo.
El realismo externo no implica la teoría de la verdad como correspondencia, no es
epistémico, no implica un léxico óptimo para describir la realidad, no es una teoría
sobre cómo es de hecho el mundo y es incluso compatible con el idealismo subjetivo.
“El realismo no dice cómo son las cosas, sino solo que tienen una manera de ser” (Searle,
1997: 165).
El realismo externo searleano no sería una teoría semántica ni epistémica, ni lingüística.
Si insistimos en encasillarlo, sería en todo caso una concepción ontológica.
No se trata de una teoría, ni una opinión, sino de una presuposición ontológica del
Trasfondo, una condición implícita de inteligibilidad; se trata del marco necesario para
sostener opiniones o teorías sobre cómo es el mundo (sobre cómo son los planetas,
cómo es la evolución biológica, etcétera). Decir mo es el mundo presupone que hay
un mundo externo, y negar que el mundo sea de tal o cual modo también presupone que
hay un mundo externo.
El realismo externo no es una afirmación sobre la existencia de este o aquel objeto,
sino más bien una presuposición del modo en que entendemos tales afirmaciones.
Esa es la razón por la que los “debates” nunca parecen concluyentes. Se puede
dirimir de forma más o menos concluyente la discusión sobre la teoría evolutiva
darwiniana, pero no se puede dirimir el debate sobre la existencia del mundo
externo, porque para dirimirlo de algún modo hay que presuponer la existencia
del mundo real. (Searle, 2001: 39)
El realismo externo tampoco coincide con la idea de que hay una realidad
ontológicamente objetiva. Para comprender mejor esto es preciso aludir a la distinción
que hace Searle entre lo subjetivo y lo objetivo (Searle, 1997: 27):
a) En sentido epistémico, lo subjetivo y lo objetivo son predicados de juicios
. Un juicio
subjetivo es aquel cuya verdad o falsedad depende de ciertas actitudes, sentimientos y
puntos de vista de los emisores o de los receptores del juicio. Un juicio objetivo es aquel
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cuya verdad o falsedad depende de hechos en el mundo independientes de las actitudes
o sentimientos de cualquiera respecto a ellos.
b) En sentido ontológico, lo subjetivo y lo objetivo son predicados de entidades y tipos
de entidades a los que les atribuyen modos de existencia
. En sentido ontológico, los
dolores son entidades subjetivas, pues su modo de existencia depende de que sean
sentidos por sujetos. Las montañas serían, en cambio, entidades objetivas porque su
modo de existencia es independiente de cualquier perceptor o de cualquier estado
mental.
Se pueden formular enunciados epistémicamente subjetivos sobre entidades
ontológicamente objetivas como El Pico de Orizaba es más bello que el Popocatépetl, o
enunciados epistémicamente objetivos sobre entidades ontológicamente subjetivas
como Tengo un cosquilleo en la pierna. Muchas expresiones sobre la realidad social que
hemos construido como México debe dinero al Fondo Monetario Internacional son de este
tipo, epistémicamente objetivas por ser verdaderas independientemente de nuestras
actitudes o sentimientos sobre ellas, pero ontológicamente subjetivas porque solo
existen en la medida en que hay sujetos que las reconocen o se las representan. La
realidad social son constructos humanos que pueden ser epistemológicamente
objetivos, pero siempre serán ontológicamente subjetivos porque para su existencia
requieren de sujetos que se representen esa realidad social.
Una distinción searleana más fundamental que la anterior es la que habría entre dos
tipos de rasgos (Searle, 1997: 28-32):
a) Los
rasgos intrínsecos
de la realidad son aquellos que existen independientemente
de todos los estados mentales, salvo los estados mentales mismos, que son también
rasgos intrínsecos de la realidad. Que un objeto posea masa o esté formado de átomos
sería un rasgo intrínseco del objeto.
b) Los
rasgos relativos al observador
, o a la intencionalidad del observador, son
aquellos que existen en relación con nuestros intereses, actitudes, perspectivas,
propósitos, etcétera. Que un objeto sea un martillo sería un rasgo relativo al
observador.
Un criterio que ayudaría a establecer esta distinción es si podría existir el rasgo si no
hubiera habido nunca seres humanos u otras clases de seres sintientes. En caso
afirmativo, se trataría de un rasgo intrínseco; en caso negativo, de uno relativo al
observador.
Los rasgos relativos al observador son ontológicamente subjetivos y la realidad
socialmente construida está formada de rasgos relativos al observador.
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Una cosa es afirmar que hay un mundo independiente de nuestras representaciones,
como hace el realismo externo; y otra distinta es afirmar que hay un mundo
independiente de las mentes, como haría el objetivismo ontológico. De acuerdo a las
distinciones anteriores, hay hechos reales independientes de la representación, pero
cuya existencia depende de la mente, como los dolores o las cosquillas. Son
ontológicamente subjetivos, pero epistémicamente objetivos. La objetividad ontológica
implica el realismo externo, porque la independencia de la mente implica la
independencia de la representación; pero como acabamos de ver en el ejemplo de los
dolores y las cosquillas, la independencia de la representación no implica
independencia de la mente (Searle, 1997: 161). El realismo seguiría siendo cierto
incluso si toda la realidad fueran estados mentales, si toda la realidad fuera
ontológicamente subjetiva, pues cabría distinguir aún entre esa realidad mental y su
representación.
El realismo searleano no está comprometido con la teoría de que hay un solo léxico
óptimo para describir la realidad. Se puede ser realista y aceptar a la vez la tesis de la
relatividad conceptual según la cual pueden construirse diversos léxicos, tal vez
inconmensurables, para describir distintos aspectos de la realidad desde nuestros
propósitos variables (Searle, 1997: 169).
3.3. Críticas al realismo externo searleanoa
No obstante su bien argumentada defensa, no es difícil señalar aspectos discutibles de
la propuesta searleana. Marvan, por ejemplo, suscribe gran parte de la perspectiva
realista de Searle, pero cuestiona su tesis general de la existencia de una realidad
independiente de nuestras representaciones que no asume compromisos ontológicos
específicos (Marvan, 2012). El realismo searleano sería tan minimalista y poco
informativo hasta el punto de llegar a ser vacío; como si el mundo fuera un bulto
informe, un algo inespecífico. Posición muy cercana a la de los constructivistas
ontológicos que niegan que el mundo posea una estructura intrínseca y aseguran que
somos nosotros quienes lo dividimos mediante nuestras representaciones en objetos,
propiedades, etcétera. Marvan cree que el realista habría de asumir que el mundo posee
límites inherentes que de ninguna manera hemos creado nosotros, y que la realidad
misma determina cómo debemos describirla.”Simplemente no tallamos la realidad de
la manera que nos plazca” (Marvan, 2012: 38). De similar forma, Sosa señala que el
realismo searleano es un tanto engañoso, pues la cuestión del realismo se refiere a cómo
es el mundo de hecho, lo que es característico de una teoría ontológica (Sosa, 2002:
287).
McDermid, por su parte, asegura que el argumento
maestro
pro-realista de Searle en su
Mind, Language and Society
(1998) puede reconstruirse mediante cuatro premisas y la
conclusión siguientes (McDermid, 2004):
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1. Si no hay argumentos convincentes en contra del realismo externo, estamos
justificados en aceptarlo.
2. Si el realismo externo no es vulnerable al escepticismo acerca de nuestro
conocimiento del mundo externo, entonces no hay argumentos convincentes en contra
del realismo externo.
3. El realismo externo es vulnerable al escepticismo solo si el realismo directo es falso.
4. El realismo directo es cierto.
Por lo tanto, estamos justificados en aceptar el realismo externo.
El argumento sería formalmente válido, pero no sólido: las premisas 3 y 4 serían
particularmente discutibles. La aceptación del realismo externo searleano (la existencia
de un mundo real independiente de nuestras representaciones) dependería de la
verdad del realismo directo (para el que los objetos físicos son independientes de la
mente, son perceptibles y cognoscibles, y podemos percibirlos directamente o sin
intermediarios epistémicos). Que tales objetos sean cognoscibles y sin intermediarios
epistémicos es justo el punto débil al que los argumentos escépticos se han dirigido de
manera tradicional, y no parece que Searle los haya refutado convincentemente.
Richard Rorty también sumó críticas de buen calado, como la afirmación de que la idea
searleana de que hay una forma de ser del mundo independiente de nuestras
representaciones es oscura (Rorty, 1997: 160): lo que los autores críticos del realismo
(y cuestionados por Searle) como Goodman, Kuhn, Dummet, Feyerabend, Putnam,
Winograd o el propio Rorty tienen en común es principalmente la sospecha
goodmaniana de que hay una forma en que el mundo es, pues la forma en que un mundo
es sería la forma en que se describe ese mundo. Los mundos no descritos no tendrían
formas de ser (Rorty, 1997: 160). Más aún, Rorty no cree que presuposiciones como la
del realismo externo pongan en juego la misma inteligibilidad de las prácticas
lingüísticas; serían a lo sumo glosas de esas prácticas con carácter opcional, florituras
retóricas concebidas para que los practicantes sientan que están siendo fieles a algo
grande y fuerte como sería la naturaleza intrínseca de la realidad: una sensación de
bienestar innecesaria y peligrosa, comparable a la que en tiempos pasados se
experimentaba al sentir que se estaba obedeciendo a la voluntad de Dios (Rorty, 2000:
112-113). De esta manera, la tradición racionalista occidental que Searle pretendería
defender sería una versión secularizada de la tradición monoteísta occidental (Rorty,
1994: 59).
No es este el lugar para exponer un debate amplio de estas valiosas críticas, pero puede
intentarse un balance sumarísimo de algunas con la esperanza de mantener el mismo
tenor del realismo externo searleano y mostrar su vigencia. Debe decirse que Marvan,
por ejemplo, parece tener razón
prima facie
al cuestionar la vacuidad informativa del
realismo externo searleano; pero es justo por eso que Searle se desmarca de otros
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realismos, porque considera que el suyo no es teorético o doctrinal -ni epistémico,
semántico u ontológico-, es meramente formal: existe una realidad externa o una forma
en que las cosas son, pero no sabemos cómo es esa realidad o cuál es esa forma
específica de las cosas. Quizá las ciencias empíricas o la propia ontología filosófica
puedan discurrir sobre la forma específica de la realidad, pero en cualquier caso la
comprensión normal u ordinaria de un discurso que defienda estas formas de realismo,
o que defienda una doctrina ontológica específica, presupondría como marco de
inteligibilidad una realidad externa en el sentido en que Searle lo entiende. La misma
respuesta aplica al planteamiento de Sosa. Afirmar que hay un mundo externo no es lo
mismo que afirmar cómo es el mundo externo. Y el realismo externo searleano es una
restricción puramente formal (Searle, 2007: 195).
La crítica mcdermidiana, por su parte, admite al menos dos réplicas:
a) La más obvia, y quizá menos interesante, preguntaría si la paráfrasis que considera
como el
argumento maestro
pro-realista de Searle en su libro introductorio a la filosofía
Mind, Language and Society
es acaso correcta; y no es nada claro que haya sido ese el
argumento searleano. Searle expresó ahí mismo no creer que haya justificación alguna
del realismo externo que no sea circular (Searle, 1998: 39). Más aún, en
The
Construction of Social Reality
, publicado tres años antes y con una substanciación
argumental más rica, Searle especifica que solo un argumento trascendental probaría
la necesidad del realismo externo, pero como él lo entiende, como posición por
default
o presuposición formal del Trasfondo, no como una tesis que pueda ser verdadera o
falsa. El planteamiento de McDermid, entonces, se asemeja a un gran hombre de paja.
b) La segunda réplica indagaría si en verdad el enunciado de que estamos justificados
en aceptar el realismo externo searleano es consecuencia de la verdad del realismo
directo. La formalización proposicional del argumento maestro supuestamente
searleano sería esta:
1. ¬ H J
2. ¬ V ¬ H
3. V ¬ D
4. D
J
En este argumento, unas cuantas inferencias sencillas nos permiten ver que si D (el
realismo directo es cierto), entonces J (estamos justificados en aceptar el realismo
externo). Es cierto que Searle acepta el realismo directo, pero lo asume como una
posición inicial o por defecto, una presuposición del Trasfondo como la del propio
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realismo externo; Searle no parece hacer depender lógicamente una de la otra, no
parece hacer depender su realismo externo del realismo directo (Searle, 1998: 20).
4. Conclusión
El propósito de este texto fue presentar argumentos que mostraran la plausibilidad del
realismo externo de Searle (que incluso alguien no searleano, como en este caso,
pudiera admitir racionalmente). Si se asume con Searle que el realismo externo es una
de las presuposiciones del marco de inteligibilidad de diversos discursos, se
comprenden tanto la dificultad de refutarlo como la de justificarlo. A lo más, es factible
mostrar su carácter presuposicional mediante argumentos trascendentales e ilustrarlo
con enunciados cuya comprensión ordinaria se altera al añadirles la negación de tal
presuposición.
Desde luego que cabe ampliar y detallar mucho más la discusión de estas ideas, pero
por obvias razones de espacio y concreción lo pertinente es que se realice en otro lugar.
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