Protrepsis, Año 12, Número 23 (noviembre 2022 - abril 2023). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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Tras varios desamores (cf. Leibovici, 2017: 80), que además le acarrearon cierto despojamiento
económico y la empujaron a reconocer su judaísmo, Rahel conoce al secretario de la legación espa-
ñola, Rafael Urquijo. En esa relación influirá un factor de suma relevancia: el hecho de que Ur-
quijo no supiera que Rahel era judía. Según Arendt, ello permitía a Rahel percibirse a sí misma del
mismo modo “como era antes de que la vida se ocupara de ella y la convirtiera en una shlemihl;
para Rahel, a quien nunca le había mostrado ninguna consideración, y para sus dones, que la vida
había juzgado de mínima importancia” (Arendt, 1957/2020: 116). El intenso enamoramiento que
experimentará Rahel será, al cabo de dos años, deshecho por la falta de correspondencia de parte
de Urquijo. Nuevamente Rahel se veía forzada a buscar vías para escapar al judaísmo: cambiará
su nombre, se guarece en las palabras de Goethe, acude a los Discursos a la nación alemana de
Fichte para fundamentar su asimilación (Arendt, 1957/2020; Ripamonti, 2010).
Años más tarde llegará el matrimonio con Karl August Varnhagen von Ense, lo cual contribuirá
definitivamente con la integración tan añorada por Rahel. De todos modos, en su intimidad, ella
seguía reconociendo que no formaba parte del entramado social, que su participación en la nación
alemana no era más que un espejismo. En este punto, los dos capítulos que dan conclusión a la
obra, escritos hacia finales de la década de 1930, evidencian un notable viraje de Arendt y, por lo
tanto, de sus proyecciones sobre Rahel Varnhagen. Los apartados se denominarán Entre paria y
advenediza y Nadie escapa al judaísmo.
Como se puede advertir, en estos capítulos hará su primera aparición contundente en la obra de
Arendt la noción de paria, que tendrá peso en el decurso posterior de su escritura, distinguiéndose
de la figura del advenedizo. A diferencia de los parias, que se reconocen como tales, los advenedizos
están dispuestos a traicionarse, a seguir servilmente las reglas dadas, se hallan resueltamente deci-
didos a llegar –simulando un aprecio voluntario–. Los advenedizos incluso van más allá de la obe-
diencia con tal de posicionarse correctamente en el orden social (Arendt, 1957/2020; Traverso,
2013/2014). El triunfo del advenedizo (parvenu), caracterizado por deshacerse de la verdad y la
sinceridad, será el aprecio que su entorno dispensará a la imagen que construya de sí mismo. El
advenedizo es un paria que se traiciona para integrarse, es quien puede engañarse a sí mismo en
función de aparecer entre los actores sociales pretendidamente exitosos.
Pero Rahel, con el mismo tesón con que había intentado asimilarse, había sostenido el cuestiona-
miento a todo. Así, la amundanidad de Rahel, su deliberada negación de sí misma en tanto Rahel
Levin, tiene el un costo alto, que ella comprende en el ocaso de su vida, cuando rescata las auténti-
cas realidades: la vida más libre del paria, los árboles, los niños, el amor, la música, el tiempo (cf.
Novo, 2006). Arendt demuestra que Rahel no podía renunciar a su pasado, a las experiencias más
amplias (Arendt, 1957/2020: 254). No podía dejar de reconocerse como paria, como extranjera y,
añadimos, como judía y como shlemihl. Se dirime así, permanentemente, entre su condición de
paria y de advenediza.