Protrepsis, Año 12, Número 23 (noviembre 2022 - abril 2023). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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ISSN: 2007-9273
Protrepsis, Año 12, Número 23 (noviembre 2022- abril 2023) 85 - 116
Recibido: 13/09/2022
Revisado: 03/10/2022
Aceptado: 17/11/2022
De la banalidad del mal al capitalismo gore. Reflexiones
en torno al totalitarismo del mercado
Christian Guillermo Gómez Vargas 1
1Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
Ciudad de México, México
E-mail: elespiritudeltiempo1@filos.unam.mx
https://orcid.org/0000-0003-1445-9384
Resumen: El presente texto indaga algunos de los elementos del análisis fenomenológico del tota-
litarismo, siguiendo a Hannah Arendt, tales como los conceptos de sociedad secreta a la luz del día,
la banalidad del mal y el mal radical; elementos que la autora desarrolló en sus reflexiones en torno
a la política totalitaria. Empero, el presente texto vincula dichas nociones del análisis de Arendt,
con mecanismos contemporáneos del imperialismo del mercado neoliberalismo, los cuales apu-
ran parecidos de familia en torno a la demanda de construcción de una subjetividad que posibilita
dispositivos de generación de valor, hasta alcanzar su culmen, mediante la confección de una sub-
jetividad orientada a la producción de la muerte ‒lo que se comprende en términos de capitalismo
gore‒, siguiendo la definición de Zayak Valencia. Categoría del capital entendido, no como una
anomalía en la generación de riqueza dentro de la lógica de creación de valor capitalista, sino que
esta representa su postrero horizonte. La muerte, la producción del cadáver, mediante necroem-
prendimientos que articulan y configuran un sistema de instauración de valor, sobre todo en espa-
cios fronterizos y zonas precarizadas de naciones en vías de desarrollo, comprendido esto como el
último estadio de la dinámica del capital. Entonces, la lógica interna del neoliberalismo mundial,
deviene en formas totalitarias, que mantienen la violencia conducida por grupos criminales y de
poder, como el fundamento del capital y su auténtica silueta.
Palabras clave: Arendt, violencia, necroemprendimientos, subjetividad, cadáver, neoliberalismo.
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Abstract: The present article researches some of the elements of the phenomenological analysis of
totalitarianism, following Hannah Arendt. Such as the concepts of secret society in plain sight,
banality of evil and radical evil; elements that the author developed in her reflections on totalitar-
ian politics. However, the text links those notions, from Arendt´s analysis, with contemporary
mechanisms of market imperialism ‒neoliberalism, which bring about family resemblances
around the need for the construction of a subjectivity that enables value-generation devices, until
reaching its culmination, through the configuration of a subjectivity oriented to the production of
death ‒which is understood in terms of gore capitalism, according to Zayak Valencia´s definition.
A category of capital understood not as an anomaly in the generation of wealth within the logic of
capitalist value creation, but as representing its ultimate horizon. Death, the production of the
corpse, through necro enterprises that articulate and set up a system of value creation, especially in
borderline areas and precarious zones of developing nations, is understood as the last stage of the
dynamics of capital. Thus, the internal logic of global neoliberalism becomes totalitarian forms
which maintain violence driven by criminal and power groups as the ultimate foundation of
capital and its authentic silhouette.
Keywords: Arendt, violence, necro-enterprises, subjectivity, corpse, neoliberalism.
Introducción
Zayak Valencia define el capitalismo gore como una “reinterpretación dada a la economía hegemó-
nica y global en los espacios (geográficamente) fronterizos” (Valencia, 2010:15). El gore es una
expresión que alude a un tipo de cine de terror que hace énfasis en la violencia y el derramamiento
de sangre extremo, en el que la espectacularización de la violencia artificial, mutilación, etc., son
cualidades que tratan de mostrar la fragilidad y vulnerabilidad del cuerpo humano (McCarty,
1984: 36). De modo que para Valencia (2010) el concepto de capitalismo gore refiere a un tipo de
teorización sobre los nuevos procesos del capitalismo, pero desde la perspectiva de las naciones
consideradas del tercer mundo, naciones que proveen de mano de obra barata a las naciones desa-
rrolladas y que también son grandes generadores de migración (Valencia, 2010). Así, se hace alu-
sión a una forma de capitalismo que se ejerce en zonas deprimidas económicamente y marginadas
(como es la frontera norte de México con Estados Unidos), bajo la impronta de perseguir modelos
económicos neoliberales, pese a que estos han mostrado su estrepitoso fracaso o inclusive su agota-
miento en múltiples regiones del planeta (García L., 2017:183-186). No obstante, señalamos, a
diferencia de Valencia (2010), que el capitalismo gore sigue una dinámica no contraria o inversa
de los valores de la lógica del capital más habitual, comprendida como una formación anómala den-
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tro del horizonte de sentido de la globalización, sino que dichas formas de generación de valor reac-
tivas, aluden a lógicas del mercado como su rostro más acabado o formación epítome. Representa-
ciones del capital en su último estadio neoliberal que alcanzan la forma de necroemprendimien-
tos, en el que la mercancía adviene en su última ordenación fenoménica, no a través del intercambio
de información por medio de las plataformas digitales, como sucede con la economía bursátil y es-
peculativa del capitalismo tardío, sino que –más bien‒ la producción de la muerte, el asesinato, el
secuestro, el tráfico de órganos, etc., es lo que se considera la generación del producto o pieza, por
parte de algunos grupos criminales. Mediante un tipo de generación de valor que entreteje modelos
de subjetividad vigente y válida a través de la impronta de la producción de riqueza bajo cualquier
condición y medio. En este contexto, sostiene Banerjee:
Algunas prácticas capitalistas contemporáneas contribuyen a la desposesión y la subyugación
de la vida al poder de la muerte en diversos contextos, por ejemplo, en la organización y ges-
tión de la violencia global mediante el uso creciente de fuerzas militares privadas […]. (Baner-
jee, 2008:4)
Se tratan de prácticas de generación de valor que están en consonancia con lo que considera Va-
lencia (2010) como formaciones de la “subjetividad endriaga” (Valencia, 2010:58). Por subjetivi-
dad endriaga Valencia (2010) entiende una configuración de sujeto que se detenta como válido en
el entramado de la lógica de mercado conducida hasta sus últimas consecuencias, es decir, sujetos
que se forman en la violencia y criminalidad lo que, a su vez, representa la demanda del tipo de
subjetividad que requiere el núcleo duro del capitalismo su motor oculto, entendido este como
su rostro más elocuente. Sujetos que contravienen las lógicas de lo lícito e ilícito, de lo moral e
inmoral, etc., y cristalizan todo su sentido y actuar en competencias de generación de riquezas bajo
el andamiaje de que todo es permitido, aún la producción de la muerte en términos de generador
de valor: necroemprendimientos. Emprendimientos necro que se hallan bajo las dinámicas del con-
trol soberano, tal como lo entendía Mbembe (2011): “ejercer un control sobre la mortalidad y defi-
nir la vida como el despliegue del poder (Mbembe, 2011: 20). Ejercicios de dominio soberano que
a la postre poseerán parecidos de familia con fenómenos manifiestos desde una óptica del totalita-
rismo, siguiendo el análisis de Arendt (1951/1998), fenómenos que se solidifican en el andamiaje
del imperialismo de mercado de la actualidad.
El presente texto tiene la finalidad de vincular algunas características de la fenomenología del to-
talitarismo, siguiendo el análisis de Arendt (1951/1998), con formaciones del capital tardío, com-
prendido en términos de imperialismo neoliberal o totalitarismo del mercado, el cual alcanza su
transformación más acabada a través de la figura de los necroemprendimientos. En el sentido de
que prácticas de control soberano, como lo expresaba Mbembe (2011) las cuales se implementan
desde el periodo colonial‒, fungen como tecnologías de destrucción del cuerpo, a través del control
soberano de dejar vivir hacer morir. Prácticas que, en las formas del capitalismo tardío, advienen
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los mecanismos de producción del valor, no mediante la formación de relaciones de explotación-
producción-consumo, en el sentido tradicional de la creación de valor, sino que los grupos de cri-
minales, mediante la producción de la muerte: la generación del cadáver, alcanzan el postrero me-
canismo de procreación de la riqueza en el espacio del capitalismo neoliberal contemporáneo.
Se enfatizarán algunos aspectos del análisis de los orígenes del totalitarismo de Arendt
(1951/1998), conceptos como a) sociedad secreta a la luz del día, b) tecnológicas del terror, c) diso-
lución de la condición humana, d) neutralización de la libertad, e) ejercicio de control soberano, d)
sentido de totalidad sin alteridad, e) banalidad del mal, son algunas de las categorías que pueden
ser aplicadas a las formaciones del capital tardío en su modalidad de necroemprendimientos, desde
un horizonte que corresponde a fenómenos de totalitarismo de mercado.
Estado mínimo: potencializador de emprendimientos gore
Las formas de los necroemprendimientos representan mecanismos distópicos de formación de ca-
pital, bajo la égida del capitalismo gore “mercado negro, tráfico de drogas, armas, cuerpos, etc”.
(Valencia, 2010:20). Se trata de “acciones que reinterpretan y crean campos distintos a los válidos
y que influyen en los procesos políticos, públicos, oficiales, sociales y culturales” (Valencia,
2010:20). Es el momento en el que la violencia nuda recrea mecanismos de generación de capital,
mediante un tipo de sujeto que se empodera a través de las as ilícitas del crimen, de los medios
de producción, de los generadores de valor, ejercicio contrario a la apropiación de los medios de
producción que alguna vez sentenció el análisis Marx (1867/2010), lo cual conduciría ulterior-
mente a “una asociación de hombres libres que trabajan con medios de producción colectivos y
empleen, conscientemente, sus muchas fuerzas de trabajo individuales como una fuerza de trabajo
social […]” (Marx 1867/2010: 95, Tomo I), lo cual deviene en la construcción de un horizonte
común económico-social, mediante el trabajo colectivo y a la retoma de las condiciones de la reali-
zación de la labor histórica. En las antípodas de dicho acontecimiento histórico, en el capitalismo
gore el empoderamiento del capital se lleva por vías ilícitas, mediante la enajenación de las formas
de violencia soberana que ya había sentenciado Agamben (2021) que se ciernen sobre la nuda vida,
en el que el soberano en este caso los grupos criminales operan como señores feudales del me-
dioevo a los que les pertenece el territorio, e imprimen una lógica de poder, dominio y violencia, es
decir, de procreación de valor a través de vías ilegales y del terror, el cual se inscribe en todos los
intersticios del espacio y de los cuerpos que atraviesan dicho horizonte. Pero, así también, la vio-
lencia se inserta en el espacio simbólico en formas de andamiajes culturales y confeccionadores de
subjetividades, en el que las víctimas de dichos grupos operan a suerte de holocaustos dentro del
marco de una economía sacrificial (Duverger, 1983). Entonces, dichas economías requieren el ase-
sinato y la violencia como un mecanismo que provee condiciones de posibilidad de concreción de
sentido y valor. Siguiendo a Segato (2016), los dispositivos del capitalismo en el que la mercancía
se relaciona con el crimen organizado, los asesinatos y la violencia, no representan una forma de
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excepción del capital, sino una de sus manifestaciones: “[…] son cambios consonantes con una eco-
nomía de mercado global, en una modernidad tardía, en medio de ciclos críticos del capitalismo
cada vez más frecuentes, con inestabilidad política, decadencia de la «democracia real» y una cre-
ciente porosidad de los Estados”. (Segato, 2016: 59-60). En el que las condiciones fenoménicas del
mercado planetario, pero en especial de América Latina, para Segato (2016), posibilitan la confi-
guración de regímenes totalitarios y fuerzas que emanan de conflictos armados en los que, en úl-
timo término, desdibujan los límites entre las acciones lícitas e ilícitas en un marco jurídico, econó-
mico y político del Estado debilitado. Asimismo, tales condiciones poseen parecidos de familia, en
gran medida, con la expresión del Estado mínimo dentro del andamiaje del anarquismo neoliberal,
siguiendo a (Nozick 1974/1999). En el cual el Estado únicamente opera como garante de la pro-
piedad y seguridad privadas, omitiendo intervenir para subsanar, nivelar y solventar las fehacientes
condiciones estructurales de desigualdad económica, política y social. De modo que dichas diver-
gencias operan a suerte de catalizador y articulador de las formas de necroemprendimientos con-
temporáneos como una respuesta a la debilidad económica y estructural: pobreza de una población
sistemáticamente precarizada que, en el caso del capitalismo gore, constituyen espacios y cartogra-
fías especialmente fronterizas. Fenómenos que Haesbaert (2013) orientado desde la geografía crí-
tica–denomina “desterritorialización" (Haesbaert, 2013: 12), que significa la pérdida de la autono-
mía de los grupos “más subalternizados y precarizados que son exactamente los que tienen menos
control sobre sus territorios, ya que el control esfuera de su alcance o está siendo ejercido por
otro” (Haesbaert, 2013: 12). Debilidad estructural de los habitantes que pueblan territorios preca-
rizados, que impacta directamente en la formación de la subjetividad, desde un horizonte de la
vulnerabilidad, que se manifiesta en pobreza y carencia de oportunidades. Condición que alude a
una colonización del territorio, pero que va más allá de una orientación eminentemente económica,
para autores como Slater (2013), puesto que la colonización de los espacios apunta a una serie de
factores que se desenvuelven allende de una condición eminentemente económica:
Este espíritu de invasión va mucho más allá del impulso de la expansión económica. Hay una
sensación de deseo multifacético de expansión y penetración que ya está profundamente
arraigado en la sociedad y que tiene aspectos geopolíticos, culturales psicológicos, económicos
y militares. (Slater, 2013: 72)
1
1
This ethos of invasiveness goes well beyond the drive of economic expansion. There is a sense of a multifaceted desire
to expand and penetrate which is already deeply rooted in the society and which has geopolitical, cultural, psycholog-
ical, economic and military aspects. Equally, it needs to be taken into account that an overarching sense of pre-emi-
nence carried with it a subordinating attitude to other peoples and cultures (Slater, 2013: 72). [La traducción es
nuestra]
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Sin embargo, a diferencia de Slater (2013), consideramos que las formas de capitalismo contempo-
ráneo persiguen una lógica que profundiza las relaciones de colonización, que incluyen dicha di-
mensión social, militar, psicológica, etc., vertida en los mecanismos del imperialismo económico,
siguiendo a Marion (2000).
El capitalismo gore representa una forma de generación del capital aparentemente contraria a las
formas de capitalismo de la información contemporáneas, que señalan una tendencia a la genera-
ción de valor con base en la intervención de dispositivos de intercambio y reproducción de infor-
mación, como señala (Han, 2014). Empero, en las formaciones de valor bajo el entramado de ne-
croemprendimientos, la producción del cadáver, del asesinato, representa la última expresión de la
generación de interés del capital. Cadáver que representa el estadio ulterior al desgaste y agota-
miento de la fuerza productiva del proletariado que ya había indicado Marx ya que esta clase
social al no contar con capital, tiene que vender lo único que posee, su fuerza de trabajo mediada
por el desgaste de su cuerpo; labor: “gasto de cerebro, nervio, músculo, órgano sensorio, etc.” (Marx,
1867/2010: 87, Tomo I), pero aquí la producción a través del desgaste del cuerpo no es condi-
ción de posibilidad de generación de capital, de valor, sino que, en el último estadio de generación
de ganancias del mercado, la dimensión monetaria adviene a través de la disolución y aniquila-
miento del cuerpo la producción del cadáver, correlato del postrero valor. Entonces, en este sen-
tido, el cuerpo deviene una pieza que vale más muerta que viva, para el proceso productivo y de
creación de capitales gore. El cuerpo, en este tenor, opera a suerte de correlato al que se le inscriben
mecanismos: necrodispositivos como la tortura, disolución, violencia extrema, secuestro, o asesi-
nato perpetrados por los agentes generadores del capital dentro del andamiaje de dicho capitalismo,
en el que el valor clásico producido mediante el trabajo humano y desgaste del cuerpo, se desplaza
a la concreción del cadáver, ni siquiera como el horizonte de la forma de la explotación tradicional,
que se ejercía contra el trabajador por parte del capitalista, en el cual el primero transfiere el valor
de su trabajo a este último y su excedente no liquidado en forma de plusvalía, “[…] haciendo que
tal proceso consista solo en la ejecución de tareas dirigidas por otros, abarata el trabajo, lo hace apto
para la automatización y refuerza el control sobre los trabajadores, todo lo cual contribuye a una
mayor explotación” (Marion, 2000: 368). Por el contrario, la forma de generación de valor dentro
del capitalismo gore adviene en la producción de la muerte, la disolución del sujeto. Valencia
(2010) considera el capitalismo gore como una transvalorización de valores y de prácticas que se
llevan a cabo “de forma más visible en los territorios fronterizos” (Valencia, 2010: 16) Empero,
consideramos los necroemprendimientos gore como formas de la profundización de la lógica de la
máquina capitalista que produce la destrucción del cuerpo, no mediante la inscripción a este del
desgaste productivo, como sostiene Marx (1867/2010: 87, Tomo I), sino en las formas de capita-
lismo tardío –como representa el capitalismo gore‒ la producción del cadáver posee parecidos de
familia con la expresión que sostiene Hannah Arendt, a propósito del mal radical, en el que “todos
los hombres se han tornado igualmente superfluos” (Arendt, 1951/1998: 368), de modo que con-
desciende su asesinato impune y sostiene Arendt: “El asesino deja un cadáver tras de […] borra
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todos los rastros […]”(Arendt, 1951/1998: 355). Se trata de un dispositivo que fractura todo valor
y sentido que representa la condición humana hasta el grado de desdibujarla a mero insumo dentro
del entramado de generación de capital, correlato de la locución de Arendt (1951/1998) en el que
la vida social y generación de valor se convierte en el imperio de “la banalidad nihilista del homo
homini lupus” (Arendt, 1951/1998:367). Dicha banalidad nihilista, formulada por Arendt, se guía
a través de la potencialización de una razón eminentemente de corte instrumental centrada y cata-
lizada en la generación de ganancias como su único fin y sentido ulterior, fundado mediante las
tecnologías productivas que se desplazan gradualmente a la articulación de las tecnologías del te-
rror. Se trata de una potencia técnica que estriba en “nuestra capacidad actual para destruir toda la
vida orgánica en la tierra. La cuestión es sólo si queremos utilizar nuestros nuevos conocimientos
científicos y técnicos en esta dirección” (Arendt, 1958/1998: 3). Potencia destructiva que, en el
horizonte del capitalismo gore, deviene en técnicas de producción de cadáveres, es decir, mediado
por las tecnologías del terror. Así, “El terror total tal y como se practicaba en los campos es, según
Arendt, la esencia del gobierno totalitario" (Villa, 2001: 27).
De ahí que se articule un sistema que produce el mal radical, un andamiaje que asemeja a la lógica
de exterminio como sucede con el campo de concentración fascista durante la Segunda Guerra. El
campo de concentración operaba, para Arendt, como un dispositivo que no solamente destruye el
cuerpo del condenado de la víctima sino que primeramente fungía como un mecanismo que di-
suelve la condición humana y sus correlatos entendidos en términos jurídicos, psicológicos, socia-
les, económicos, morales, físicos, ontológicos, etc., hasta el grado de suceder la expresión que indica
Primo Levi (1957/2010) en torno a la maquinaria del campo de concentración que pulveriza el
horizonte humano lo cual condesciende su asesinato sin mayores miramientos, mediante una «lo-
cura geométrica, de la determinación con la que los soldados nazis trataron de aniquilarnos para
luego acometer la muerte del hombre lentamente» (Primo Levi, 1957/2010:53-54)
2
, puesto que lo
que se asesina no es humano, es otra cosa, minúscula, superflua, fatua. Así también para Arendt
(1964), el campo de concentración opera como una maquinaria que produce lo no-humano, me-
diante el aniquilamiento de la condición humana, supresión ontológica a través de la erosión y
muerte no solo del cuerpo físico (Arendt, 1951/1998), sino de la concepción humana en general.
El totalitarismo y sus correlatos, pensados en términos como la maquinaria de muerte y desintegra-
ción del campo de concentración, representa el dispositivo que genera la superfluidad, lo no-hu-
mano.
Arendt advierte los peligros de la lógica, instrumentos, y tecnologías totalitarias, que se cristalizan
en las redes estructurales de los sistemas aparentemente no totalitarios: relaciones culturales, socia-
2
«[…] folie géométrique, de la determination avec laquelle des hommes entreprirent de nous anéantir, de nous détruire
en tant qu'hommes avant de nous faire mourir lentement» (Levi, 2010: 53-54) La traducción es nuestra.
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les, formas económicas, subjetividades, formaciones políticas, son aquellas que entretejen las con-
diciones en las que se fragua el mal radical, en el cual el sujeto deviene superfluo, es decir, reem-
plazable, obsoleto, vano, un mero recurso que puede ser fácilmente eliminable. Arendt
(1951/1998), advierte una serie de reminiscencias, vestigios y ruinas que permanecen en las ten-
taciones totalitarias que suceden en nuestra civilización occidental actual, una tentación de “solu-
ción final” (Arendt, 1951/1998: 22). No obstante, esta tentación constante de solución final, no
obedece a una ideología otra, centrada en la muerte sistemática y programada como su objetivo más
apremiante, sino que ello, si bien no privativo, se deriva como si fuera un efecto colateral. Dicho de
otro modo, el mal radical se materializa mediante una lógica que funge en términos de condiciones
de posibilidad para cristalizar las formas de subjetividad vigente, una subjetividad que entreteje
las relaciones actuales del capitalismo. De modo que la producción de valor se inscribe en meca-
nismos de sentido biopolíticos y hasta necropolíticos, en los que la producción material implica
articular primeramente mecanismos de relaciones sociales en las que se modula todo el andamiaje
intersticial del capitalismo actual. Así, el capitalismo para Žižek (2014), no solamente impacta en
la producción de bienes y servicios, sino que constela los mecanismos de generación y horizontes
de sentido que permiten la producción de dichos objetos, mediante un enjambre de correlaciones
biopolíticas, psicopolíticas y hasta necropolíticas, como representa los últimos estadios de genera-
ción de capital: capitalismo gore. Entonces, dichos procesos no solo confabulan los medios para
procurar la generación de objetos, sino “los productores también dominan la regulación del espacio
social, puesto que las relaciones sociales la política, es la sustancia de su trabajo: la producción eco-
nómica se convierte en producción política, en la producción de la propia sociedad” (Žižek, 2016:
169). Puesto que el espacio se construye socialmente, pero a la par, el espacio participa en la cons-
trucción de lo social (Benach y Albet, 2012).
La maquinaria del exterminio del totalitarismo nacionalsocialista, posee semejanzas con las forma-
ciones del capital y su producción del mal radical, como un dispositivo que genera a los hombres
superfluos, a través de una súper maquinaria que prevarica las condiciones para producir masas
irrelevantes, reemplazables, los económicamente precarizados y olvidados, aquellos que se encuen-
tran en las periferias del progreso, que habitan en zonas deprimidas principalmente del tercer
mundo, pero también del primero, víctimas del vendaval del desenvolvimiento del progreso: los
nadies” en la expresión de Galeano (2018: 278). Esos rostros de la distopía planetaria que, de-
biendo permanecer silenciosos y ocultos, se manifiestan como víctimas –o en ocasiones verdugos‒
del dispositivo de generación de ganancias, hasta advenir su último estadio en las formaciones de
la economía gore. Así, fenómenos como el desarraigo, la pobreza estructural, la precarización labo-
ral, el exterminio masivo y sistemático de poblaciones mediante políticas de población, a través de
prácticas de exclusión y exterminio en las que comunidades enteras devienen superfluas, prestas a
comparecer como sacrificios humanos frente al último rostro del capitalismo, o su cara más palma-
ria: el capitalismo gore. Mecanismos que operan como vestigios y ruinas de políticas totalitarias
prestas a manifestarse con toda su potencia e ímpetu en zonas devastadas económicamente. Lo
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anterior representa un velado mecanismo de desplazamiento, purificación y depuración, hasta ex-
terminio de los más vulnerables, lo constituye una política aporofóbica incluso, siguiendo a Cortina
(2017).
3
En este sentido, el mal radical implica que los individuos devengan superfluos, en tanto
que su dimensión ya no es la de persona, puesto que se ha operado en torno a la supresión de su
condición ontológica mediante la negación de sus derechos aún más básicos (Arendt, 1951/1998),
hasta el grado de implementar políticas de exterminio progresivas de los pobres, como menciona
Bauman (2005), programa que encuentra sus esbozos como un evento que tiene sus orígenes en los
umbrales del colonialismo del siglo XVI y el exterminio masivo de pueblos y poblaciones enteras
conducidos por los afanes colonizadores europeos y su noción de progreso, así:
[…] el exterminio de los indígenas con el fin de despejar nuevos lugares para el excedente de
población europea (esto es, la preparación de los lugares a modo de vertedero, para los resi-
duos humanos que el progreso económico doméstico estaba arrojando en cantidades crecien-
tes). (Bauman, 2005: 55)
Si bien, el programa del imperialismo que señala Arendt durante los siglos XVI y XIX no es ente-
ramente equivalente al del totalitarismo del siglo XX, y la política de exterminio del fascismo,
puesto que el imperialismo persigue una lógica de expansión debido a motivos de crecimiento, po-
der y progreso, lo cual no es enteramente equivalente en la política totalitaria: “La agresividad del
totalitarismo no procede del anhelo por el poder, y si trata febrilmente de extenderse, no es por
deseo de expansión ni de beneficio, sino sólo por razones ideológicas: […], demostrar que tenía ra-
zón su respectivo supersentido” (Arendt, 1951/1998: 367).
No obstante, pese a sus diferencias, el totalitarismo y el imperialismo del mercado contemporáneo
podrían ser equiparados como estructuras de suprasentido, que tienden a colonizar todo el espacio
y orden, allende de sus dinámicas y fines últimos. Se tratan de macro dispositivos que instauran
una totalidad, dicho de otro modo, erigen la imposibilidad de advenir la alteridad, en la que no es
posible mirar otro horizonte de facticidad. Así, siguiendo a Soja (2008), la modernidad globalizada
que en su momento representó el gran programa utópico y civilizatorio planetario, demandaba in-
troducir nuevas lógicas de población que a su vez relegaba, o definitivamente suprimía a las masas
económicamente desfavorecidas “mediante la lógica de generación de valor” (Soja, 2008: 221),
hasta alcanzar los mecanismos y criterios que demandan las formas de explotación y consumo ac-
tuales, en las que los modelos civilizatorios a seguir se inscriben en una dinámica de generación de
3
Adela Cortina acuña el concepto de aporofobia cuyo significado proviene de las raíces griegas á-poros, pobre, y fobéo,
miedo, el cual indica básicamente una posición de odio, rechazo tanto en su aspecto simbólico, material y psicológico a
aquel que aparentemente no puede brindar nada a la sociedad, es decir, el pobre. Se trata, para Cortina de una aversión
que representa una patología para quien la padece, y “por eso se le excluye de un mundo construido sobre el contrato
político, económico o social, de ese mundo del dar y el recibir, en el que sólo pueden entrar los que parecen tener algo
interesante [o monetario] que devolver como retorno” (Cortina, 2017: 6).
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capital, bajo cualesquiera medios, lo que adviene una segunda acumulación originaria, mediada
por la impronta del crimen, entendida como la forma epítome del capitalismo en sus últimos esta-
dios. Se trata de un andamiaje que no requiere de lugartenientes fijos para su articulación, sino que
el individuo se inscribe en una serie de relaciones reticulares de dominio y enajenación en la que
el sujeto deviene causa eficiente, pero también víctima de las lógicas que lo atraviesan, configuran
y sostienen. El sujeto mediado por dispositivos generadores de sentido y legitimación, gracias a un
sistema que parece que nadie controla, dirige y gestiona que, en último término, asemeja a una
dictadura de lo impersonal, como por ejemplo representa nuestro mundo moderno modelado en
términos de utilidad económica-financiera del libre mercado que persigue su propia lógica, ciclos
y movimientos entramando una serie de relaciones reticulares (Bauman, 2005) sin la posibilidad
de divisar otros horizontes civilizatorios. En este contexto, el poder ya no pertenece en último tér-
mino al sujeto, de modo que se desdibuja su agencia, y disuelve en una serie de medios de produc-
ción, consumo, generación de ganancias, como marcas elocuentes de la cristalización de subjetivi-
dades en las que la autonomía del individuo se relega a relaciones reticulares de domesticación,
control, vigilancia, heteronomía, en el que el mal radical: la futilidad de los individuos, condes-
ciende –en último término‒ su asesinato sin posibilidad de imprimir culpa o castigo. En este con-
texto, el sujeto deviene un autómata, habita como una especie de flujo fantasmal, dicho de otro
modo, este sucede un componente, cifra, vaivén ondulante como si se tratara solo de un elemento
ínfimo de la programación del mecanismo, el cual fácilmente puede ser reemplazado, prescindible
y hasta suprimido. Se trata de una superestructura programada en clave capitalista, tal como sos-
tiene Marx (2010): “la estructura económica de la sociedad es la base real sobre la que se alza una
superestructura jurídica y política, y a la que corresponden determinadas formas sociales de con-
ciencia" (Marx, 1867/2010: 100, Tomo I). Es decir, el capitalismo requiere un tipo de consciencia,
un entramado de subjetividades que advienen en las articulaciones del capitalismo cognitivo, que
a la postre producen al sujeto endriago de la economía gore, como una formación epítome en el
marco de la gica del capital, en el que la consecuencia de dicha gica encuentra en la violencia
su último correlato, en términos de generación de ganancias (Valencia, 2010).
La maquinaria totalitaria y la banalidad del mal
El concepto de banalidad del mal fue acuñado por Arendt (1964) cuando esta asiste como cronista
al juicio de Eichmann llevado a cabo en Jerusalén, enviada por la prestigiosa revista The New Yor-
ker para cubrir el juicio de este ex jerarca nazi enjuiciado por sus crímenes durante la Segunda
Guerra Mundial contra población judía, señalado como uno de los artífices de la solución final. Sin
embargo, la experiencia de Arendt (1964) con Eichmann es que este era un hombre ordinario, pe-
caba de convencional, operaba como un funcionario acrítico y su subjetividad estaba orientada a
seguir las órdenes de sus superiores, sin oposición o reflexión, solo orientado a perseguir las moti-
vaciones de un ciclo de reglas y rutinas. Lejos estaba de encarnar el concepto del mal en occidente
vinculado con lo demoniaco, lo monstruoso:
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Cuando hablo de la banalidad del mal, lo hago sólo en un plano eminentemente fáctico, alu-
diendo a un fenómeno que sucedió durante el juicio. Eichmann no era Yago ni Macbeth, nada
estaría más lejos de su mentalidad que equipararse con Ricardo III […]. (Arendt, 1964: 134)
4
Dicha banalidad fue la que estuvo en complicidad, sin maldad, impasible más bien mecánica,
frente al asesinato sistemático de millones de seres humanos. Lo abyecto aquí deviene en la inca-
pacidad de crítica, es decir, del ejercicio de la resistencia, de la insuficiencia de reflexión, o de cul-
pabilidad, de la incompetencia de recogimiento, es decir, de la ineptitud para pensar; de ahí el tér-
mino que acuña Arendt de la banalidad del mal. Aludiendo a un tipo de subjetividad que es inca-
paz de resistirse o reflexionar en torno a las formas y mecanismos de cristalización del poder, de
modo que el sujeto las persigue y reproduce ciegamente. Eichmann representa un individuo que
deviene no-sujeto, una no-conciencia, en tanto que articula y sostiene su persona, como correlato
de la heteronomía del dominio, personifica un sustrato de la superestructura de sentido que pro-
duce ‒en este caso‒ millares de víctimas. De modo que, aqla banalidad del mal está vinculada
con la apatía, indiferencia, abulia del individuo que ejecuta acciones imitando a un mero disposi-
tivo, adviene un engranaje de toda la maquinaria de sentido y poder, hasta el grado de asesinar a
individuos sin el menor recato, entendidas como actividades terroríficamente normales. Así, el mal
radical es equiparable al dispositivo que reduce a los individuos a la condición de superfluos, lo que
transige a reducir su espontaneidad y pensamiento, hasta el grado de destruir su agencia, su huma-
nidad, de suprimir su dignidad, “su condición ontológica” (Arendt, 1964:42). Empero, el mal radi-
cal no está vinculado como lo relacionaba Kant, con una voluntad perversa, sino que este más bien,
se configura desde un andamiaje de relaciones de control, ratificación y validación que gradual-
mente disuelve la autonomía humana, es decir, el ejercicio de responsabilidad; sobreviene un me-
canismo totalitario. Un andamiaje en el que el sujeto se cristaliza bajo el auspicio de relaciones de
coherencia y confirmación, persiguiendo una lógica que se agota en su propio circuito, sin la posi-
bilidad de ver afuera, –política totalitaria‒ bajo el horizonte de un andamiaje que desdibuja la reali-
dad fáctica y ordinaria y vicariamente introduce una superestructura de sentido llámese política,
jurídica, económica y social; que en nuestra actualidad podríamos denominar perspectiva del mer-
cado, como única realidad de sentido y valor posible. Lógica de mercado que bajo sus propios im-
perativos y demandas, conduce a los individuos más precarizados ‒pero también a aquellos que se
muestran privilegiados por sus dispositivos‒, a cometer los peores actos de barbarie, puesto que
parte de la esencia del totalitarismo es eliminar la libertad e imaginación humanas, al grado de con-
densar una subjetividad imposible de crítica y reflexión, vertida únicamente en términos de obe-
diencia y control, bajo el auspicio de “la lógica de la dominación total” (Arendt, 1964:129). La
razón capitalista asemeja en este contexto a una maquinaria totalitaria que gradualmente desdi-
4
[…] when I speak of the banality of evil, I do so only on the strictly factual level, pointing to a phenomenon which
stared one in the face at the trial. Eichmann was not lago and not Macbeth, and nothing would have been farther from
his mind than to determine with Richard III […] (Arendt, 1964: 134) La traducción es nuestra.
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buja la dignidad humana e impele al individuo a acciones automáticas, en tanto este deviene úni-
camente en engranaje prescindible de la superestructura, momento cuando el concepto de enaje-
nación alcanza su mayor profundidad.
La ilusión del primer mundo: necroemprendimientos
Nociones como las de primer mundo en la actualidad indican condiciones cuantitativas y cualita-
tivas de consumo, que al devenir modelos arquetípicos civilizatorios bajo la impronta de la figura
de progreso a la que hay que perseguir o alcanzar produce un tipo de subjetividad que en zonas
depresivas caracterizadas por la precarización laboral, carencia de oportunidades y pobreza es-
tructural, como suelen ser los espacios fronterizos entre México y Estados Unidos‒ se hallan bajo
la impronta de que los pobladores encuentran opciones bastante limitadas para sortear su condición
precaria. De modo que dichas personas acosadas por la pobreza se enlistan en las filas del cártel del
crimen organizado, como posible solución, para intentar reproducir modelos impuestos de con-
sumo dictados desde el horizonte del “imperialismo cultural” (Marion, 2000: 56), bajo la impronta
de que los modelos neoliberales no crean justicia social desde la óptica de una repartición racional
de la riqueza generada. Paradigmas económicos contemporáneos que en América Latina y de ma-
nera especial en México ha producido millares de pobres, que desde hace algunas décadas se han
unido a las actividades ilícitas del narcotráfico, así como la trata de personas, secuestro, extorsión,
tráfico de armas, etc., lo cual debido a su importante crecimiento ha venido a ser factor común de
tales sociedades (Astorga, 2003). Se trata de la concreción de subjetividades que se encuentran
insertas en relaciones de precarización estructural, desde el espacio de una relación inestable entre
“justicia y frontera” (Mezzadra y Nielson, 2014: 24), en que la carencia de oportunidades laborales
redunda negativamente en los derechos de los individuos, puesto que constantemente está cam-
biando la relación entre la ciudadanía, oportunidades y derechos (Mezzadra y Nielson, 2014). Lo
anterior en correspondencia con la incursión biopolítica del espacio público, que siguiendo a Ga-
llegos (2013), puesto que este el espacio‒ se neutraliza en su dimensión política, es decir, ha de-
venido no un lugar de diálogo, inclusión y formación social –condiciones de la ciudadanía‒ sino en
un territorio que se agota en su potencialidad de advenir soporte del consumo. Así, los individuos
se convierten de ciudadanos “en cuerpos consumibles y consumidores, en la medida que tienen
relación con el control, el sometimiento, el disciplinamiento y con el exterminio […]” (Gallegos,
2013:422). Lo anterior es sintomático de una serie de circunstancias internas y externas al territo-
rio, tales como: “A los factores endógenos de crisis del anterior modelo de acumulación, basado en
la sustitución de importaciones, se han sumado los factores derivados de la crisis del capitalismo
global y de la aplicación de las políticas neoliberales que la han acompañado” (Solís, 2013: 8). Cri-
sis globalizadas que han conducido a zonas, específicamente fronterizas, a un estancamiento eco-
nómico y a un aumento desproporcionado de la pobreza, así como una debilidad del Estado y de
sus instituciones (Solís, 2013). Acontecimientos que han engendrado a masas enteramente des-
arraigadas y desprovistas de los mínimos para la subsistencia, de modo que lo anterior opera a suerte
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de caldo de cultivo, para potenciar tipos de emprendimiento, persiguiendo una lógica de creci-
miento de producción neoliberal, en que priman las estrategias “ultraviolentas para hacerse del
capital” (Valencia, 2010: 16). Estrategias que no son inéditas, como hemos mencionado más arriba,
tal como sucedió con el fenómeno de la acumulación originaria que emprendieron los países euro-
peos, durante el siglo XVI, en el que comenzaron las cruzadas coloniales de despojo frente a las
periferias planetarias como América, África y Asia, siguiendo a Federici (2009: 61), las cuales se
basaron, fundamentalmente, en la barbarie y el genocidio. En gran medida parece que los mecanis-
mos de sobreacumulación del capital requieren gestionar e introducir a un territorio, y su pobla-
ción, grados de extrema violencia, como uno de los dispositivos más palmarios de generación de la
riqueza. Lo cual está vinculado con el fenómeno de la desterritorialización de la subjetividad, si-
guiendo a Haesbaert (2013), que refiere a los espacios fronterizos inestables e inseguros de modo
que implica
[…] procesos de desidentificación y pérdida de referencias simbólico-territoriales lo cual re-
fleja una pérdida de control del espacio, como ocurre con muchos grupos de los ‘sin techo’ y
con aglomerados humanos como algunos campos de refugiados o algunas situaciones de con-
flicto y violencia generalizada. (Haesbaert, 2013)
La extrema violencia funge como un dispositivo que emplea el crimen organizado para adjudicarse
un exceso de caudal (Valencia, 2010). Así, el modo de riqueza capitalista, mediado por diferentes
grados de violencia, adquiere su último estadio en la destrucción del cuerpo la producción del
cadáver, que se convierte en el producto más provechoso, la forma por antonomasia de la acumu-
lación del capital, entonces: “la muerte se ha convertido en el negocio más rentable” (Valencia,
2010:16). Empero, las formas de acumulación de valor del capital alcanzan gradualmente cualida-
des de cuño totalitario. Arendt (1951/1998) mencionaba que la amenaza totalitaria aparecía en
prácticas actuales en forma de vestigio o ruina, que puede muy bien “sobrevivir a la caída de los
regímenes totalitarios bajo la forma de fuertes tentaciones, que surgirán allí donde parezca imposi-
ble aliviar la miseria política, social o económica en una forma valiosa para el hombre” Arendt
(1951/1998: 368). De modo que en demasiadas prácticas político-económicas actuales como su-
cede con el espacio del capitalismo contemporáneo existe la imposibilidad de divisar otros hori-
zontes posibles, que, en el caso del capitalismo gore, especializa sus mecanismos de producción de
mercancías mediante la intervención del terror. Pero, a su vez, dicha forma de generación de valor,
conforma siluetas de la subjetividad que pueden localizarse en zonas precarizadas y fronterizas,
atendiendo a las lógicas neoliberales y procesos globalizados que fungen en términos generales
como si se tratara de una maquinaria que disuelve la dignidad humana, de tal manera que condes-
ciende la superfluidad de los individuos, hasta el grado de que la vida humana únicamente sucede
utensilio dentro de la lógica de formación del capital. Al representar el capitalismo gore uno de los
últimos bastiones de la formación del capital ‒o quizá su auténtico rostro‒, implica un proceso ci-
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vilizatorio contemporáneo que alude a las fuertes tentaciones totalitarias que amenazan con apare-
cer con todo su ímpetu, como indicaba Arendt (1951/1998), en los que la dignidad, la condición
ontológica de los seres humanos, son conceptos que se disuelven en el aire. Lo que alguna vez se
consideró sagrado como la vida humana, en la actualidad, adviene únicamente correlato de la ge-
neración de ganancias. Es así, que siguiendo a Segato (2016), el logos religioso que operaba como
un dispositivo de síntesis social en otras épocas, así también conceptos como nación, comunidad,
empatía, compasión, dignidad humana, se diluyen análogo a una técnica de disolución de cuerpos,
pero aquí no solo de cuerpos, sino de realidades (Hernández Madrid, 2014).
El narcotráfico en México se guía, según Segato (2016), de forma semejante a ciertas lógicas totali-
tarias, en las que los capos devienen similares a “señores feudales, dueños no solo del territorio sino
de los cuerpos que transitan en estos” (Segato, 2016:48). Entonces, bajo esta óptica, al cuerpo hu-
mano no solo se le imprimen en su caracterización clásica de explotación en términos de forjador
del capital, como sostiene Marion (2000), sino que su mutilación, tortura y desacralización, es la
forma en la que acontece el epítome de la mercancía, de la cosificación. En la crítica de Valencia
(2010) a las sociedades de excesivo consumo, expresiones como el narcotráfico representan mode-
los distópicos dentro del programa de la lógica del capital y sus epígonos, como personifican los
necroemprendimientos. Sin embargo, apuntamos que tales manifestaciones del capitalismo gore,
no representan dinámicas contrarias y contrapuestas a las lógicas capitalistas, sino su rostro más
elocuente y real, como habíamos apuntado más arriba. Así, la figura del crimen organizado repre-
senta el epítome de la efigie del necroemprendedor, en una civilización que se hace de su centro
espiritual la obtención monetaria, la generación de capital, bajo el signo de que todo está permitido.
De modo que en muchas naciones en vías de desarrollo la figura del crimen organizado se ha colu-
dido en diferentes ámbitos desde el político, social, económico, etc., normalizando su dinámica y su
operación, como ese poder invisible, que opera desde lo secreto. Entonces, la imposibilidad de des-
mantelar definitivamente a los grupos narcotraficantes se compagina con la afirmación de Wornat
(2020):
Alguna vez, en un lejano 1998, Abel Reynoso, un exagente de la DEA en América Latina,
me contó sobre un extraño pájaro que devora mosquitos. Se llama vencejos y habita en zonas
tropicales. Por supuesto que nunca se comerá larvas, porque se quedaría sin alimento. El exa-
gente, un viejo lobo de mar que recorrió el planeta, desde Tijuana a Bangkok, Managua, Ciu-
dad de México, Miami, y Buenos Aires, conocía las tinieblas del combate al narcotráfico. Con
esta metáfora quiso decirme que a ninguna de estas empresas armamentistas, agencias de in-
teligencia, políticos, banqueros, casas de cambio, agentes inmobiliarios les interesa que acaben
con los traficantes, ni con el negocio de las drogas, ni con las guerras que generan. Son las
larvas que los alimentan. (Wornat 2020: 286)
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El narcotráfico representa uno de los correlatos más significativos del fenómeno de la globalización,
lo que exhibe no sólo un grado de excepción, sino su cara más ostensible. Así, siguiendo a Valencia
(2010), los necroemprendimientos se fundan en “prácticas predatorias, que junto a la espectraliza-
ción y especulación en los mercados financieros, se desarrollan y ejecutan prácticas de violencia
radical” (2010: 67). No solo se trata de la mano invisible y equilibrada que conduce los hilos del
mercado, como plantea Smith (1977) en la definición clásica de la economía liberal, sino que se
requiere, además, el puño invisible que mantiene la mano saludable y ciega del capital, así, “McDo-
nald's no podrá extenderse sin la McDonnell-Douglas, fabricante del F-15” (Valencia, 2010: 17).
El puño invisible que garantiza la seguridad mundial de las operaciones comerciales del empren-
dimiento lícito, así también de los gigantes tecnológicos de Silicone Valley es el ejército, la fuerza
militar, aérea, y armamentística de los Estados Unidos, dicho de otro modo, lo que sostiene todo el
andamiaje comercial se trata de una violencia silenciosa, invisibilizada, pero siempre presente, que
amenaza constantemente con aparecer con su fuerza inaudita, mecanismo que en las dinámicas del
capitalismo gore emerge con toda su espectacularidad. Violencia espectacular que para autores
como Fuentes (2012) puede explicarse desde las prácticas, de una ya larga duración, desde la his-
toria colonial en México, “en donde no se constituyó la mediación burguesa a través de la figura
del ciudadano […]. Esta forma de mediación incorporaba el recurso de la fuerza, tornándola indis-
pensable en la organización productiva de las economías coloniales […]” (Fuentes, 2012: 43). Lo
cual constituyó en la conformación de subjetividades “socializadas en el ejercicio de poder” (Fuen-
tes, 2012: 43).
Por globalización se entienden una serie de prácticas comerciales que engloban y abarcan todo el
sistema planetario, pero no solo eso, sino también apunta a un andamiaje de relaciones de ratifica-
ción, orientación y sentido: cristalización de la subjetividad, que en lo profundo subyace una vio-
lencia nuda que posibilita todo este armazón. Así, las ramificaciones del mercado ilegal se difumi-
nan en los torrentes del capital lícito ‒o semi lícito‒ desdibujándose y complementándose uno y
otro; mercado negro. Lo que coincide con la descripción fenomenológica del análisis del totalita-
rismo que realiza Arendt (1951/1998), en el que las relaciones que se establecen en un régimen
totalitario opera un trasfondo de vínculos burocráticos, geopolíticos, jurídicos, sociales, económicos,
en los que la fuerza y violencia permanecen latentes brindando validez a todo el entramado bajo la
coerción de una violencia siempre presente, pero muda. De modo que termina instalándose un
factum consensual de realidad válida e intersubjetiva. De ahí la noción de la autora de “la paradoja
de la sociedad secreta a la luz del día” (Arendt, 1951/1998: 307). Puesto que el auténtico poder se
ejerce desde lo invisible, desde lo que no aparece, desde la sutileza, disimulo, propaganda, seduc-
ción o desde el terror no confesado. Entonces, las dinámicas de funcionamiento del mercado negro
poseen parecidos de familia con un régimen totalitario, en las formas de encubrimiento sociedad
secreta a la luz del día que desdibujan los vasos comunicantes del capital que se funda por vías
lícitas e ilícitas, bajo la amenaza nunca confesada del terror manifiesto. Los efectos del mercado
negro para la economía planetaria son invaluables, puesto que este aporta aproximadamente no
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menos del “15% del comercio mundial” (Valencia, 2010: 56) de modo que dicha potestad le otorga,
al crimen organizado, una validez en varios sentidos y grados en torno a las decisiones planetarias.
Empero, a diferencia de Valencia (2010) que considera el capitalismo gore como “la dimensión
sistemáticamente descontrolada y contradictoria del proyecto neo liberal” (Valencia, 2010: 12) no-
sotros consideramos dicha manifestación del capitalismo, por sus condiciones fenoménicas y lógica
interna, como uno de los estadios más acabados del proyecto neoliberal, bajo la égida de una cultura
que sostiene su andamiaje en clave de “imperialismo cultural” (Marion, 2000: 86).
Los sacrificios del vendaval del progreso: las víctimas del capital
El proyecto moderno suscrito en una orientación y sentido de racionalidad instrumental, siguiendo
a Adorno y Horkheimer (1998), en tanto que la esfera del saber colapsa en los mecanismos de po-
der, y por tanto, el conocimiento equivale a sustrato de dominio, en el que la razón se confecciona
en forma de dispositivos técnicos, a los que su validez se apura en mecanismos de disciplinamiento
(Foucault, 2004). Así, los individuos confeccionan un tipo de racionalidad prescrita por las deman-
das, requerimientos y lógica del mercado. Dicho de otro modo, la subjetividad entendida como el
correlato de las relaciones de validación y saber, que establece una razón que se agota en dispositi-
vos de poder. Dispositivos de poder que a la postre disuelven la esfera de la dignidad humana. Lo
que se consideraba dignidad humana como el “valor único e incondicional que reconocemos en la
existencia de todo individuo independientemente de cualquier cualidad accesoria que pudiera co-
rresponderle” (Torralba, 2005: 35), dignidad que en la filosofía ilustrada planteaba un límite de la
infranqueabilidad de la persona, tiende a disolverse frente a la demandas del mercado que fractura
toda dimensión e introduce una lógica de sustrato de dominio, de modo que el individuo bajo dicha
cartografía, deviene correlato de los artefactos de validación, de sentido, de explotación y produc-
ción comercial: una cifra reemplazable en un mundo desencantado que deviene cifra, dicho de otro
modo: un sujeto superfluo. Entonces, “sólo quedan […] fantasmales marionetas de rostros humanos
que se comportan todas como el perro de los experimentos de Pavlov […]” (Arendt, 1951/1998:
365). Superfluidad de los hombres producto de las crisis económicas, la avalancha de información,
bajo los entramados de una economía digital, de una racionalización en busca del máximo beneficio
y una violencia siempre latente que valida dichos procesos, lo cual representa los nexos fenoméni-
cos de la articulación de la subjetividad contemporánea. “Se crea de esta manera subjetividades
capitalistas radicales que hemos denominado sujetos endriagos” (Valencia, 2010: 13). Así también,
siguiendo a Estévez (2015), el sujeto endriago es producto del “ejercicio híbrido del poder me-
diante técnicas de asesinato” (Estévez, 2015: 1161). Formaciones de la racionalidad que condes-
cienden nuevas formas de configuración del trabajo, bajo el abrigo de la violencia y supresión de
todo valor ético, allende de la obtención monetaria. Proyectos civilizatorios que afianzan la norma-
lización de una necropolítica (Navarro, 2021). En este sentido, el narcotráfico no representaría una
formación irregular en las formas de emprendimiento o de formación de la subjetividad de los in-
dividuos en nuestro horizonte actual, sino un desplazamiento lógico, un lugar común, en el que el
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negocio gore del narcotráfico constituye una de las industrias más lucrativas del planeta como son
los hidrocarburos, armas, pornografía, etc. y sus diferentes manifestaciones en forma de economía
ilegal que irriga con sus actividades las arterias de toda la economía planetaria, mediante los vasos
comunicantes del blanqueo de capitales (Wornant, 2020). En este sentido el capitalismo gore re-
presenta la faz invisible, lo no manifiesto del proceso civilizatorio y capitalista, como aquello que
debiendo permanecer oculto se hace presente. En este contexto, el proceso civilizatorio guiado me-
diante la impronta del mercado produce una serie de paradojas en las que la noción de progreso ‒
que se encuentra a la base del proyecto moderno y del desarrollo del capital‒, crea nuevas formas
distópicas de los procesos de generación de valor y sus correlatos en términos de construcción de
subjetividades. De modo que en la actualidad las cristalizaciones de la subjetividad mienta no ya a
los adalides del programa moderno que conduciría a la humanidad a la supresión de la necesidad
humana, mediante un tipo de razón técnica instrumental en términos de la esencia del pensar que
señaló (Heidegger, 2002), como el peligro que se cernía sobre la razón moderna‒, sino que la histo-
ria actual se escribe desde las víctimas, los cadáveres que componen el vendaval del desenvolvi-
miento de la historia y su figura de progreso. En este contexto escuchar las locuciones silenciadas
de las víctimas alude a un método de la historia análogo al que propone Benjamin, el cual rastrea y
recoge los desperdicios, aquellos que yacen en las periferias, olvidados y silenciados, esperando un
acto de rememoración, método histórico del pepenador: éboeuer (Benjamin, 1982/2005: 25). Di-
chas experiencias y condiciones que generan las antípodas del discurso desarrollista del programa
moderno y sus vertientes en las formas del capitalismo contemporáneo, subvierte el optimismo
traído por esta. Distopía que, para Valencia (2010) engendra los mecanismos de generación del
capital desde el necropoder, vínculos entre capital legal e ilegal, poder estatal, etc. Sin embargo,
tales procesos de cristalización del capital orquestan la imposibilidad de esgrimir una subjetividad
vinculada con diferentes fuentes de derivación, es decir, fenómenos como la colectividad, perte-
nencia, empatía y solidaridad devienen imposibles, bajo dicha égida. Tal como señala Arendt
(1951/1998) a propósito de la imposibilidad de la solidaridad de los hombres bajo el auspicio de
un régimen totalitarista, puesto que este ha “[…] corrompido toda solidaridad humana. Aquí la no-
che ha caído sobre el futuro. Cuando ya no quedan testigos, no puede haber testimonio”
(1951/1998: 362). Así, el sujeto deviene una masa informe, apacible, adocenada y adiestrada, es
decir, carente de voluntad; heterónoma. El régimen totalitario elimina la “espontaneidad y respon-
sabilidad” (Arendt, 1951/1998: 351), de modo que dicha carencia de responsabilidad engendra
fenómenos de reacción nihilista ante la falta de certidumbre en el futuro, condiciones que produ-
cen, “enormes crisis de existencia y de significados” (Valencia, 2010: 21).
La violencia que engendra el capitalismo gore, a diferencia de toda forma de violencia, remite a una
época en la que esta se encuentra enmarcada en mecanismos de generación de ganancias, que se
inscriben en dinámicas políticas, económicas, sociales, articulando un tipo de subjetividad que re-
produce la violencia desde el ámbito más concreto hasta el más simbólico, condesciende un tipo de
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sujeto modelado para reproducir dinámicas discursivas que se orientan con “ciertas figuras episte-
mológicas contemporáneas” (Valencia, 2010: 27), dispositivos que articulan las condiciones de la
interpretación de la realidad actual. Empero, las formaciones económicas actuales apuran elemen-
tos que entretejen nociones y concepciones que se desplazan a entramados totalitarios de sentido,
que se predican a través de locuciones que sostienen: Extra forum nulla salus: fuera del mercado
no hay salvación. Las prácticas gore persiguen una radical lógica neoliberal que estriba en formu-
laciones como las que sostienen que cuanto más mercado, mayor libertad y apuntan al adelgaza-
miento y debilitamiento del Estado, en tanto que acechan las leyes impenetrables de la mano invi-
sible que se inscribe y ordena la lógica que entrama la realidad de nuestras sociedades. Entonces,
la visión del estado laxo desplaza las nociones de responsabilidad ciudadana y de comunidad, con-
cretando dispositivos de individualismo y búsqueda de la obtención monetaria como único hori-
zonte de habitación posible. Así, el Estado, en la posición del neoliberalismo anárquico, su función
estriba fundamentalmente en garantizar la seguridad y la propiedad privada –Estado mínimo‒,
como sostiene Nozick (1999), no debiendo atender funciones como la distribución equitativa de la
riqueza, lo cual repercute en rminos de justicia social, inclusión y equidad. Para este Estado mí-
nimo la lógica del mercado no debe ser transgredida o atemperada por la centralización, gestión y
función del Estado, de modo que las desventajas económicas y sociales son realidades que gradual-
mente el mercado siguiendo su propia lógica y circuito se neutralizarán a la postre. De modo que
el Estado al intervenir en dichas realidades termina afectando libertades individuales, imponiendo
cargas a algunos individuos y violentando sus derechos. Entonces, el anarquismo de derecha de
Nozick (1999) omite generar toda posición originaria, es decir, operando desde nociones de princi-
pios de justicia estructural en forma de políticas tipo máximum minimorum [dar el máximo a los
mínimos] (Rawls, 1971/1999: 53). Posiciones en las que el Estado deviene un ente activo que neu-
traliza las desventajas de base –de nacimiento‒ y que se traducen en programas sociales y en una
política que favorece a los sectores más vulnerables, y en este tenor sostiene Rawls (1971/1999):
“La idea intuitiva de la justicia como equidad es pensar en los primeros principios de justicia como
el objeto de un acuerdo original en una situación inicial convenientemente definida” (Rawls,
1971/1999: 102). Posición original que toma en consideración las nociones de desigualdad histó-
ricamente estructurales y que el sistema actual desplaza a la responsabilidad del sujeto, por su ca-
rencia y debilidad económica, volcándose únicamente a soluciones biográficas, a subterfugios de
psicología positiva y motivacionales (Han, 2017). La flexibilización del Estado interviene en las
dinámicas sociales, apura a una racionalidad que se vuelca eminentemente en una constelación
económica, lo que produce distorsiones sociales que conllevan a instituciones gubernamentales de-
bilitadas, como consecuencia de la dinámica de la lógica de la globalización que desregulariza las
leyes del Estado, e introduce un entramado de prácticas y discursos que normalizan políticas de
precarización laboral mundial (Han, 2017). Así los lazos del mercado atraviesan todo lo que antaño
se consideraba espacio geopolítico para devenir un mercado-mundo en el que se imponen una serie
de dinámicas que favorecen el surgimiento de economías ilícitas. Puesto que el mercado, al acon-
tecer una instancia menos regulada por el Estado, opera conforme a su propia lógica y movimientos,
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conducida por dispositivos tecnológicos atendiendo un capitalismo de la información (Žižek,
2014), un capitalismo de algoritmos informáticos, un capitalismo abstracto que oculta en lo pro-
fundo, en la base de todo su entramado y lógica de despliegue, dinámicas sórdidas que concretan
las operaciones de la violencia más desnuda y brutal del capitalismo gore.
Capitalismo virtual y capitalismo gore, dos caras del mismo acontecimiento
La política-económica neoliberal, y sus dispositivos electrónicos, formadores de sentido, propaga-
dores de seducción, pero también cristalizadores de la subjetividad vigente y válida apuntan a una
ilusión virtual de igualdad a todos los recursos. Se trata de un capitalismo psíquico y virtual de la
información: “El neoliberalismo como una nueva forma de evolución, incluso como una nueva
forma de mutación del capitalismo, no se ocupa primeramente de lo biológico, somático, corporal.
Por el contrario, descubre la psique como fuerza productiva” (Han, 2014: 23). Se trata de un me-
canismo psíquico que constela construcciones fantasiosas de democratización de acceso a todos los
bienes. Sin embargo, a la inversa de dicha democratización de los recursos ‒desde una comarca
virtual‒, la realidad es que las formas de consumo y brechas económicas presentan cada vez más
abismos insoslayables de diferencia entre ricos y pobres, así “para reducir la desigualdad, debemos
promover el crecimiento incluyente. Crear economías en las que todos los ciudadanos, sin importar
el monto de sus ingresos, patrimonio, género, raza u origen, estén empoderados para alcanzar el
éxito” (Keeley, 2018: 7). El ingreso entre los países denominados de primer mundo y los que se
encuentran en vías de desarrollo es desproporcionado, lo que precariza a las poblaciones de las
zonas geográficas más vulnerables, que al no poder acceder ni siquiera al consumo básico e impres-
cindible para la subsistencia, ello conduce ‒por antonomasia‒ a la negación de los derechos aún
más fundamentales, lo que representa una transgresión contra su dignidad humana. De manera
que las formas de emprendimiento gore ‒criminal‒, resultan atractivas para una gran parte de la
población que habita en zonas precarizadas, por su potencia de generadores de capital (Villatoro,
2012).
El mercado articula un vector entre política, economía y globalización, y su brazo de acción desde
el horizonte de las nuevas tecnologías, que en el trasfondo requiere el maridaje y soporte de capi-
talismo gore. De modo que dichos andamiajes civilizatorios condescienden fenómenos que crista-
lizan una subjetividad acrítica e hiperconsumista. Dichas condiciones fenomenológicas, prácticas
de consumo, formaciones de la subjetividad ‒desde condiciones psicopolíticas y biopolíticas‒ arti-
culan posiciones cercanas a políticas totalitarias guiadas a través de la nueva clase dirigente, “los
empresarios” (Valencia, 2010: 32). Así, la concepción del Estado en sentido tradicional, se fractura
en diversos mecanismos, como el mercado, dispositivos de información, control y disciplinamiento.
Entonces, el ejercicio de autonomía y de libertad de los individuos se relega al mercado y sus epí-
gonos, como única instancia posible de relación y sentido entre los sujetos. Formas de agencia que
se plantan desde la óptica por alcanzar el poder, lo que transige a formas de identificación y unión
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desde el espacio de prácticas de consumo y la búsqueda del máximo beneficio como único hori-
zonte existencial, sin la posibilidad de avisar otras realidades. Se trata de la edificación de nuevos
nacionalismos no inscritos en una ciudadanía participativa y ética –vita activa‒ sino mediante la
ilusión a través del consumo de lógicas inscritas en las dinámicas de generación de valor, en tanto
que todo es susceptible de devenir un objeto de intercambio monetario. Por lo que, conceptos del
espectro político clásico, tales como soberanía, libertad, autonomía, autodeterminación, dignidad,
equidad, justicia, etc., han sucedido para las nuevas ciudadanías endriagas, nociones sin mayor
valor, que a la postre no demandan mayor atención, ni invocación.
La violencia: fundamento del capital
Para Valencia (2010), específicamente en el caso de México, desde 2006 se instaura la guerra con-
tra el narcotráfico, lo que engendra grupos paraestatales criminales que pueden competir en con-
diciones de monopolizadores de la violencia, gestión, y recursos económicos, condición que antaño
correspondía eminentemente al Estado. Se trata de un Estado alterno que no es detentado por las
instituciones formales aunque en muchas ocasiones estas se encuentran coludidas con el narco-
tráfico lo cual integra dinámicas y gicas mercantiles en las que la violencia, más nuda, pero tam-
bién simbólica y cultural, engendra una suerte de narco-Estado-nación. Fenómeno que a su vez
constela formas de subjetividad:
El proceso que denominamos Narco-nación no es un fenómeno reciente, por el contrario ha
sido un proceso largo y complejo. Podríamos hablar de que, desde finales de la década de
1970, el Estado mexicano no puede ser concebido como tal, sino como un entramado de co-
rrupción política que ha seguido las órdenes del narcotráfico en la gestión del país; una amal-
gama narco-política que se ha radicalizado en la última década y que mantiene enfrentados
al gobierno y al crimen organizado en la contienda por el monopolio del poder. (Valencia,
2010: 35)
Realidades como la desigualdad económica que asola a naciones precarizadas por la corrupción
funcionaria, por los efectos devastadores y aún vigentes de la colonización (Federici, 2009), por
ende, atravesadas por debilidades estructurales económicas y políticas-históricas, promueve los
anti-proyectos que se cristalizan como las antípodas de las agendas del progreso histórico que ya
había señalado Fukuyama (2006). Entonces el fenómeno del crecimiento criminal en zonas preca-
rizadas funge como auténticos caldos de cultivo, laboratorios en los que se produce una “fase apo-
calíptica” (Segato, 2016: 21). Para Segato (2016) los procesos de profundización del capital produ-
cen un quiebre y regresión sobre el curso de la visión de progreso instalada en occidente y que se
establece desde los umbrales de la modernidad, en las zonas más periféricas del despliegue del pro-
greso del capital. Lo que acaece no es el avance en términos de progreso, sino más bien una “refeu-
dalización de territorios gigantescos, lo que lanza su garra sobre los últimos espacios comunes del
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planeta (Segato, 2016: 21). El estudio fenomenológico de la violencia masculinista que elabora
Segato (2016) partiendo desde el horizonte histórico patriarcal colonialista de occidente coin-
cide, en gran medida, con la concreción de la subjetividad endriaga, hiperviolenta y validadora de
procesos de generación de capital gore de la actualidad. Así, para Segato (2016), Ciudad Juárez
entraña una lógica que retorna a formas pretéritas de generación de valor como el esclavismo, pero
también a formas de articular el espacio dentro del señorío feudal, como ocurría durante el periodo
de la Edad Media (Segato, 2016). Empero, eventos como el narcotráfico son sintomáticos de espa-
cios fronterizos, en los que coinciden economías robustas y de primer mundo, con las economías
precarizadas y excluidas de las periferias que padecieron la historia colonial. Alude a formaciones
culturales, construcciones de la subjetividad desde el horizonte de la criminalidad como una de las
posibles salidas contra el fantasma de la pobreza que gravita constantemente en tales zonas. Secto-
res completamente olvidados de la federación que tienen que engendrar sus propias condiciones
de subsistencia desde la comarca de la lógica globalizadora y empresarial, que se sostiene en el
marco de los vaivenes de la oferta y la demanda del mercado: en este caso estupefacientes, armas,
tráfico de órganos, trata de personas, etc.
Entonces, los flujos entre capital lícito e ilícito se desdibujan, entretejen o simplemente se confun-
den, cuando los caudales criminales atraviesan el espacio de los negocios legales y la jurisdicción
del Estado, creando un entramado de relaciones casi imposible de rastrear, en el que se ven impli-
cados desde autoridades civiles, criminales y población en general, en el que el segundo Estado el
estado criminalcubre en ocasiones necesidades de la población (Valencia, 2010). Eventos que
condescienden el silencio y encubrimiento de los pobladores. Desde las crisis del neoliberalismo
acaecidos desde la década de 1980 la intensa crisis económica agudizó procesos de precarización,
desigualdad, lo que orquestó las condiciones para el surgimiento de las potenciales economías cri-
minales, que ya existían desde antaño. Acontecimientos como la desregulación de los mercados, la
muerte del campo” (Federici, 2009: 49), el final de la Guerra Fría, etc., apura procesos de valida-
ción economicistas desde la concepción del fin de la historia, siguiendo a Fukuyama (2006). “Con
la década de 1990 llegó una nueva reforma a la economía mexicana: el Tratado de Libre Comercio
entre México, los Estados Unidos y Canadá, que se aunó al constante servilismo del gobierno para
con las empresas extranjeras, (especialmente con los Estados Unidos y los países asiáticos” (Valen-
cia, 2010: 36). Sin embargo, siguiendo a Valencia (2010), dicho Tratado precarizó las condiciones
económicas de millones de seres humanos beneficiando a una minoría diminuta de empresarios.
Lo que pauperizó a las familias mexicanas adelgazando, a su vez, la gestión del Estado frente a
empresarios extranjeros y nacionales. Condiciones de precarización que producen fenómenos
como la re-feudalización de Ciudad Juárez, lo que conduce a Segato a concebir que los crímenes
contra las muertas de Juárez representan un verdadero “derecho de pernada” (Segato, 2016: 48).
Crímenes paraestatales de barones bestiales, mediados por una subjetividad acuñada por el capi-
talismo gore, que se encuentran encubiertos ‒y por tanto impunes‒ por los caudales lícitos e ilícitos,
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los cuales crean diversos vasos comunicantes entre el Estado, los empresarios, la sociedad civil, gru-
pos criminales, etc., que operan como si se trataran de barones feudales, en el que el asesinato cobra
la condición de una gramática de la espectacularización de la violencia, que imprime símbolos
“donde el derecho sobre el cuerpo de la mujer es una extensión del derecho del señor sobre su
gleba” (Segato, 2016: 48). Crímenes que en buena medida son el resultado de la fuerza desregulada
del Estado, debilitado por una lógica neoliberal, postestatal, postdemocrática, etc., mediado por la
acumulación excesiva de economías informales e ilícitas, lo que produce condiciones territoriales
de frontera, entramando una lucha entre:
Microfascismos regionales y su control totalitario de la provincia acompañan la decadencia
del orden nacional de este lado de la Gran Frontera y requieren, más que nunca, la aplicación
urgente de formas de legalidad y control de cuño internacionalista. Los misteriosos crímenes
perpetrados contra las mujeres de Ciudad Juárez indican que la descentralización, en un con-
texto de desestatización y de neoliberalismo, no puede sino instalar un totalitarismo de pro-
vincia, en una conjunción regresiva entre postmodernidad y feudalismo, donde el cuerpo fe-
menino es anexado al dominio territorial. (Segato, 2016: 48)
De la banalidad del mal al capitalismo gore
Las diferencias extremas en la población desde el aspecto económico y la desregulación del Estado,
permiten la existencia de una serie de fenómenos como el de la impunidad con un trasfondo en el
que no se pueden separar los capitales lícitos e ilícitos. La acentuación de dichas desigualdades es
tan evidente que condesciende el ingreso de un poder absoluto en el que se instala “un totalitarismo
de provincia” (Sagato, 2016: 49), lo que propicia acontecimientos como los crímenes de mujeres
de Ciudad Juárez. Se trata de una forma de dominio que se inscribe desde el espacio y la subjetivi-
dad –biopolítica‒ apuntando a un completo dominio territorial:
Una característica fuerte de los regímenes totalitarios es el encierro, la representación del es-
pacio totalitario como un universo sin lado de afuera, encapsulado y autosuficiente, donde
una estrategia de atrincheramiento por parte de las élites impide a los habitantes acceder a
una percepción diferente, exterior, alternativa, de la realidad. (Segato, 2016: 48)
En un sentido semejante había señalado previamente Arendt (1951/1998) a propósito de la feno-
menología totalitaria, opera una política invisible, puesto que el poder se trama desde el sigilo en el
que intervienen desde instituciones policiacas, individuos, etc., entramando toda una dinámica de
control secreto. Se trata de una política, cartografía de poder y control desde la invisibilidad, en el
cual se desdibujan la esfera lícita e ilícita. El control totalitario que se maniobra desde el secreto,
alude a una política que emplea medios ideológicos, políticos y estructurales hasta el punto de di-
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solver la realidad fáctica, y vicariamente potencializar un circuito de relaciones lógicas y de ratifi-
cación (Arendt, 1951/1998), en el que termina instalándose una realidad consensual, válida e in-
tersubjetiva. De ahí la noción de la autora de la paradoja de la sociedad secreta a la luz del día”
(Arendt, 1951/1998: 307). Así, para Arendt los individuos que habitan en el orden del totalita-
rismo adoptan un tipo de vida que no permite la crítica, mirar otro horizonte” (Arendt,
1951/1998: 336). Así, también para Arendt, otra de las características del totalitarismo es la aboli-
ción gradual de la libertad, incluso de la espontaneidad humana, en el que fenómenos como la em-
patía y solidaridad devienen imposibles. Se trata de un dispositivo en el que el sujeto deviene una
masa informe, adiestrada, carente de voluntad. Fenómeno que entraña la obediencia incontestada,
de modo que los individuos aceptan una “política de población” (Arendt, 1951/1998: 351), que
consiste en la disminución sistemática de los individuos excedentarios, que en el caso del neolibe-
ralismo, representa a aquellos que por su debilidad económica pertenecen a los márgenes, a las
periferias, representan los nadies, lo abyecto y el desperdicio. Individuos excedentarios que habitan
en las fronteras y constituyen las víctimas de los feudos postmodernos, ante el soberano que adviene
como si fuera dueño del espacio fronterizo, pero, además, de todo aquello que lo transita. Arendt
(1951/1998) hace hincapié en torno a las características de la estructura del régimen totalitario, en
el que los niveles de jerarquía eran difusos. Una de las constantes obedecía a la duplicidad de ins-
tituciones que ostentaban las mismas funciones tanto burocráticas, administrativas, políticas o
hasta policiacas, es decir, paradójicamente, del ejercicio constante y sistemático del caos se genera
su opuesto: “el control” (Arendt, 1951/1998: 346). Arendt (1951/1998) menciona que en este
régimen la línea entre la culpabilidad y la inocencia se desdibuja hasta la arbitrariedad, pero tam-
bién la pérdida de la libertad se diluye hasta hacerla imperceptible, se trata de habitar en un mundo
ficticio que deviene real, operar y morar conforme a sus reglas. Entonces en el entramado de un
régimen totalitario la dignidad humana se transmuta a calibraciones, cifras y modulaciones del me-
canismo general, de ahí, que se condesciende a su asesinato sin mayores consecuencias (Camus,
1954). Pero, asimismo, no se mata seres humanos, sino otra cosa, aquello que no alcanza el grado
de humanidad, aquello que se encuentra por debajo. Puesto que el asesinato perpetrado contra
poblaciones por el régimen fascista totalitario no solo representaba la muerte física del individuo,
sino que apelaba a un desmoronamiento de su condición humana, mediante el quiebre de sus con-
diciones jurídicas, psicológicas, morales, físicas, siguiendo a Primo Levi (2010). En este orden de
ideas, el campo de concentración representaba, además, un laboratorio en el que se disolvían no
solamente los cuerpos, sino la condición humana en términos de degradación ontológica. “[…] el
hecho de que a ningún crimen humano podría haber correspondido este castigo, y a ningún pecado
imaginable este infierno en que el santo y el pecador eran degradados por igual al estatuto de posi-
bles cadáveres” (Arendt, 2005b: 246). Así también continua esta última autora:
Los campos de concentración pueden ser correctamente divididos en tres tipos, correspon-
dientes a las tres concepciones básicas occidentales de la vida después de la muerte, Hades,
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Purgatorio e Infierno. Al Hades corresponden esas formas relativamente suaves, antaño po-
pulares en los países no totalitarios, para apartar del camino a los elementos indeseables de
todo tipo —refugiados, apátridas, asociales y parados‒; como los campos de personas despla-
zadas, que no son nada s que campos para personas que se han tornado superfluas y mo-
lestas, sobrevivieron a la guerra. El Purgatorio queda representado por los campos de trabajo
de la Unión Soviética, donde la desatención queda combinada con un caótico trabajo forzado.
El Infierno, en el sentido más literal, fue encarnado por aquellos tipos de campos perfeccio-
nados por los nazis, en los que toda la vida se hallaba profunda y sistemáticamente organizada
con objeto de proporcionar el mayor tormento posible. (Arendt, 1951/1998: 357)
En el contexto del neoliberalismo actual, el programa político-económico que produce titánicas
desigualdades para la gran mayoría de seres humanos, el proyecto neoliberal globalizado, como
único horizonte de sentido común, imposibilita –en gran medida‒ mirar otros espacios. Como si se
tratara de una realidad ontológica inscrita en la naturaleza.
El siglo XX albergó el auge de las distopías totalitarias que amenazan con sacudir aún con una
fuerza inusitada. El campo de concentración funge como un campo que disuelve la espontaneidad
humana y amenaza con mostrarla como un mero flujo fantasmal. En tanto que los individuos apa-
recen y desaparecen en un juego de sombras, sin ninguna consistencia, es decir, transforma a los
individuos en superfluos, lo cual para Arendt representa, stricto sensu, la verdadera esencia del
totalitarismo. Construir a hombres superfluos, vanos, reemplazables, como si nunca hubieran exis-
tido, personifica el funcionamiento del dispositivo del totalitarismo. Se trata de un mecanismo que
produce que las masas sean vanas, desplazadas, diluidas e irrelevantes (Arendt, 1951/1998). Es
decir, estos, los sujetos, devienen sobra, desperdicio, pero también alude a un individuo que se su-
merge en la masa, en tanto que posee una incapacidad para pensar críticamente, autónomamente,
emulando al automatismo del dispositivo, adviene un mero engranaje ciego de acción y reacción
que articula banalmente –es decir, siempre puede ser reemplazado‒ un mecanismo que fabrica una
superestructura de legitimación (Bea, 2010). El totalitarismo se trata de la implementación de un
andamiaje de relaciones en el que el crimen no tiene conexión con la culpa, que persigue su propia
lógica indiferente a la fatalidad y tragedia humana, a través de la instauración de un dispositivo de
supra sentido (Arendt, 2005a). Así, el régimen totalitario desdibuja la realidad fáctica y conduce a
habitar en el mero circuito de la coherencia interna de un sistema, en el mero ejercicio del artificio
humano, en el que el poder ya no pertenece al sujeto sino al dispositivo, como sucede con el mer-
cado económico mundial. Se trata de una súper-estructura, un dispositivo que produce víctimas,
desarraigados, olvidados y marginados del desenvolvimiento del progreso, lo cual funge como único
horizonte común.
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Esto mediante las cristalizaciones del capital, manifestaciones que en su último reducto encarnan
necroemprendimientos del capitalismo gore. Súper estructura que introduce en su dinámica la ba-
nalización de los hombres, en tanto que estos únicamente representan instrumentos, insumos, nú-
meros, cifras en el espacio de la producción de valor, de modo que su asesinato personifica el último
bastión fenoménico de la acumulación del capital. Acontecimiento próximo que sentencia Arendt
con la expresión: “la banalidad nihilista del homo homini lupus” (1951/1998: 368). Una banalidad
que se erige mediante instrumentos, dispositivos y tecnologías que instauran el sentido, pero tam-
bién el terror. De modo que estos artefactos representan los andamiajes que erigen la superfluidad,
entonces, los sujetos devienen excedentes, movimientos, vaivenes, cifras y abstracciones del meca-
nismo, por ejemplo, en la lógica del mercado financiero mundial (Arendt, 1951/1998).
Para Arendt (1998) las soluciones totalitarias pueden sobrevivir bajo la forma de una huella que
amenaza con activarse. En tanto que la noción de dignidad humana estriba en la potencia econó-
mica del agente, de modo que la producción de la muerte ha llegado a representar la forma del
importe económico más preponderante en el horizonte actual: la generación del cadáver, como el
auténtico recoveco de la agenda distópica planetaria; se trata de un totalitarismo de mercado. Nues-
tro mundo contemporáneo cartografiado por la impronta de los modelos de información, produc-
ción, comercio, comunicación, etc., produce una serie de catástrofes, los nadies, las masas económi-
camente desarraigadas, superfluas y excesivas que habitan en las periferias del mundo, en las fron-
teras, y que son presas fácilmente de los grupos distópicos de la tendencia globalizadora mundial,
léase grupos de criminales, las víctimas que padecen en su propia carne el también desastre del
progreso. En este sentido, dentro de la lógica del capitalismo y su último bastión, el capitalismo
gore, el concepto de persona es imposible, puesto que esta solo deviene correlato del capital. El
sujeto acontece una mera ondulación en el mar de información de algoritmos financieros, deviene
superfluo, desecho y desperdicio, hasta el grado de que su eliminación mediante la violencia con-
desciende impunidad. En este contexto, la superfluidad de los hombres consiste en la articulación
de un individuo arrojado únicamente a la búsqueda del máximo beneficio, habitante de territorios
precarizados como sucede con los espacios que comparten la frontera entre el país más poderoso
del mundo y uno en vías de desarrollo, como sucede en el caso de México. Territorios en los que el
trabajador habitual nunca podría reunir los capitales “en sus vidas comunes como subempleados,
pequeños negociantes y desempleados” (Hernández Madrid, 2014), aún para financiar la existen-
cia más modesta. De modo que integrarse a las filas del narcotráfico para millares de personas pre-
carizadas por las asimetrías económico-político planetarias, se ha convertido en el único espacio
posible, pero también, dicho fenómeno se avala y consiente dentro de las esferas gubernamentales,
bancos, casas de armas, comercios, empresas, etc. El crimen organizado se ha convertido en uno de
los bastiones –desgraciadamente‒ imprescindibles de nuestras sociedades. Al grado de que es tole-
rado en cierta medida por el Estado puesto, que:
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[…] en xico el narcotráfico y la criminalidad en general desempeñan más de un rol que
beneficia al Estado. Ya que, por un lado, representan una parte elevada del PIB del país y, por
otro lado, el Estado se beneficia del temor infundido en la población civil por las organizacio-
nes criminales, aprovechando la efectividad del miedo para declarar al país en estado de ex-
cepción. (Valencia, 2010: 37)
De modo que las autoridades, a nivel global, no buscan erradicar a los cárteles criminales, sino li-
mitarlos y utilizarlos para sus estrategias, puesto que su supresión traería demasiadas consecuencias
negativas a la economía, como sostiene Žižek (2016), análogo a la caída de los grandes bancos: “son
demasiado grandes para caer” (Žižek, 2016: 54).
Conclusiones
Atendiendo algunas categorías del análisis fenomenológico del totalitarismo de Arendt
(1951/1998), que hemos revisado lo largo del presente texto, tales como: a) sociedad secreta a la
luz del día, b) tecnológicas del terror, c) disolución de la condición humana, d) neutralización de la
libertad, e) ejercicio de control soberano, d) sentido de totalidad sin alteridad, e) banalidad del mal,
etc., concluimos que dichas propiedades presentes en los regímenes totalitaristas entrañan bastan-
tes parecidos de familia, con mecanismos del imperialismo cultural del mercado, y las formas que
cobra el proyecto neoliberal en la actualidad. De modo que este último produce eventos distópicos
que son oriundos dentro de la lógica del capitalismo tardío, tales como el capitalismo gore. En este
sentido, el proyecto del capitalismo, y su manifestación actual, el neoliberalismo que fungía como
una aspiración utópica en términos de derivación del proyecto ilustrado, que siguiendo a autores
como Horkheimer y Adorno (2005), prometía disolver la esfera de la necesidad humana, a través
de la intervención de un tipo de racionalidad científico-técnica, hasta alcanzar la plenitud, mo-
mento álgido en el que se consolidaría el proyecto de la modernidad. La aspiración del programa
moderno que se erige desde los albores del siglo XVI, entreteje ‒a la postre‒ representaciones con
base en una racionalización instrumental, en tanto que prescribe que la prenda del auténtico saber
se concreta en dispositivos de control-poder, lo cual demanda la formación de una subjetividad
concretada en mecanismos de fuerza y dominio, hasta alcanzar la forma de necrodispositivos que
se especializan en los regímenes totalitarios.
Empero, sostenemos que las formas de la distopía del programa del neoliberalismo planetario ac-
tual, representan –a su vezsu rostro más nativo, manifestaciones que se solidifican en las repre-
sentaciones actuales del capitalismo gore, en el cual la producción de la muerte ‒de la condición
humana y disolución cuerpo‒ advienen el último reducto de la generación de valor de capital, ‒el
producto de los necroemprendimientos‒ allende de la concepción de generación de valor bajo el
análisis de la plusvalía que había señalado Marx (1867/2010). Distopía que se concreta en la re-
ducción del individuo a su condición superflua, en el que este acontece reemplazable, heterónomo,
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acrítico, una subjetividad superpuesta por los mecanismos de control, seducción y poder biopolíti-
cos, en el que se ha internalizado un tipo de andamiaje y programa político que en el caso de la
subjetividad capitalista, se entreteje bajo un horizonte económico‒ coincidiendo con la banaliza-
ción de la cultura y la sociedad, en el marco de la traza del programa totalitario, siguiendo el análisis
fenomenológico de Arendt (1951/1998).
El fenómeno del totalitarismo articula condiciones en las cuales se despliega, sostiene y configuran
las subjetividades vigentes, maniobra en torno a la construcción de identidades inscritas por el an-
damiaje ‒que en el caso geográfico de la frontera‒, de condiciones fenoménicas como el desempleo,
la carencia de oportunidades, la migración, zonas precarizadas, la pobreza, marginación, etc., para
erigir un tipo de sujeto endriago, indiferente al peligro, en busca de la única posible solución para
salir de la pobreza, lo cual, para Bolaños (2013) representa una invisibilización de los grupos más
vulnerables, lo que significa la negación de sus derechos aún más básicos. Así, la subjetividad de
frontera, o de desterritorialización siguiendo Haesbaert (2013), representa el correlato de un Es-
tado fallido, de la violencia, de la lucha por el poder y dominio. Formaciones subjetivas que encar-
nan los proyectos distópicos del capital que delatan un andamiaje de injusticias, estructurales, his-
tóricas, políticas, económicas, condiciones que multiplican a los grupos de poder criminales. Suje-
tos endriagos que nutren constantemente a los cárteles del crimen organizado, representa en no
pocas ocasiones‒, el único horizonte posible ante la carencia de oportunidades laborales, o para
disuadir al fantasma de la migración que gravita constantemente. Valencia (2010) menciona que
la delincuencia organizada opera bajo el auspicio de una suerte de necroemprendimientos con las
mismas lógicas capitalistas y empresariales: “ansiosos por obedecer la ley de la oferta y la demanda”
(Valencia, 2010:40). Se trata de una categoría del emprendimiento, como uno de los bastiones más
poderosos de las lógicas capitalistas, en las cuales todo es susceptible de comercialización, aún la
vida humana, la dignidad, o su cesación en forma de producción de muerte. Entonces, opera la
representación fenoménica del cadáver como el último producto de generación de valor del capital,
que a diferencia de Valencia (2010) consideramos que el capitalismo gore no representa una ano-
malía dentro del horizonte de la razón del mercado mundial, sino corresponde a su último estadio
y auténtica silueta. Empero, los necroemprendimientos del capitalismo gore operan bajo lógicas
semejantes a la de los regímenes totalitarios, que fungen como auténticos laboratorios que disuel-
ven la condición humana, hasta el grado de su banalización y asesinato impune (Arendt,
1951/1998). Sociedades secretas a la luz del día en la que operan sujetos endriagos capacitados en
técnicas de especialización de la violencia, lo que representa el correlato natural de una lógica pre-
datoria de banalización de los individuos, cara a la precarización estructural: laboral, económica,
política, jurídica de los sujetos; frente a las demandas cada vez más inhumanas y totalitarias del
mercado neoliberal global.
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