Protrepsis, Año 12, Número 23 (noviembre 2022 - abril 2023). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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Que la violencia sea la comadrona de la historia significa que las fuerzas productivas humanas, en
tanto dependen de los individuos, solo salen a la luz a través de las guerras y las revoluciones, y que
solo en esos momentos la historia muestra su verdadero rostro. Esta concepción se opone radical-
mente a la idea tradicional de que la violencia es la última ratio en las relaciones entre los Estados
y la más desafortunada de las acciones dentro de un país. Como se ha visto, en la misma Antigüedad
la violencia fue considerada como un acto prepolítico de liberarse de las necesidades para ingresar
al reino de la libertad, propio del ámbito público/político. Además, la identificación de Marx de la
acción con la violencia implica romper con la concepción aristotélica de que un hombre es libre si
pertenece a una polis y que, como miembro de una polis, se distingue de los bárbaros por la facultad
de discurso. En efecto, los griegos que vivían juntos en una polis trataban sus asuntos a través de la
palabra y la persuasión, mientras que los bárbaros tenían gobiernos violentos y no habían podido
liberarse de la carga del trabajo y, por esto, fueron considerados como animales desprovistos de
logos. En este sentido, la glorificación que Marx hace de la violencia implica la negación específica
del logos, del habla, como la forma tradicionalmente humana de intercambio (Arendt, 1961/2016:
42).
La última afirmación marxista que atenta contra la tradición consiste en la predicción de que, en
un determinado momento del desarrollo histórico, el mundo de los asuntos humanos será idéntico
al reino de las ideas en el que se mueven los filósofos. Esta afirmación lleva implícito el distancia-
miento de Marx de Hegel. En efecto, este último había interpretado el pasado como historia y en
esa interpretación descubrió la dialéctica como la ley fundamental de todo cambio histórico. Marx
fue el primero en utilizar la dialéctica hegeliana como método, al liberarla de aquellos contenidos
que la habían sujetado a una realidad substancial y, con esto, dar inicio a un nuevo tipo de pensa-
miento procesual, en el cual toda la realidad queda reducida a fases de un gigantesco proceso. Así,
Marx sostiene que la política revolucionaria consiste en una acción que hace a la historia coincidir
con la ley fundamental de todo cambio histórico y vuelve superflua cualquier alusión a la astucia
de la razón hegeliana, cuyo papel principal había sido el de conferir sentido a la acción política, de
hacerla comprensible.
Hegel y Kant todavía estaban apegados a la idea de una Providencia porque, por un lado, asumían
junto con la tradición que la acción tenía menos relación con la verdad que cualquier otra actividad
humana, y porque, por otro lado, estaban inmersos en una concepción moderna de la historia que
sostenía que, a pesar de la contradicción de las acciones humanas, podía ser comprensible de un
modo uniforme y racional. Al rechazar la idea de una Providencia, Marx rompe con las valoracio-
nes tradicionales que ponían al pensamiento por encima de la acción política y consideraban a esta
última como un medio para hacer posible y salvar al bios theoretikós, a la vida contemplativa. Marx
reemplazó a la astucia de la razón por el interés de clase: lo que hace comprensible a la historia es
el choque de intereses entre dos clases diferentes, la de la burguesía, por un lado, y la de los traba-
jadores, por el otro (Arendt, 2005/2015a: 115). Ahora es el interés el motor de la acción política,