Protrepsis, Año 12, Número 23 (noviembre 2022 - abril 2023). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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ISSN: 2007-9273
Protrepsis, Año 12, Número 23 (noviembre 2022- abril 2023) 117 - 132
Recibido: 31/08/2022
Revisado: 03/10/2022
Aceptado: 14/10/2022
Narración: empatía y comprensión. Una aproximación a
la importancia del testimonio desde la filosofía de Hannah
Arendt
1
María Camila Sanabria Cucalón 1
1Pontifica Universidad Javerian-Cali
Cali, Valle de Cauca, Colombia
E-mail: maria.sanabria@javerianacali.edu.co
https://orcid.org/0000-0001-5506-4106
Resumen: En el presente texto se aborda el tema de la comprensión desde la filosofía de Hannah
Arendt. El artículo se divide en cuatro apartados. En el primero, se muestra que la concepción
arendtiana de imaginación comparte características con la capacidad de empatía. En el segundo, se
presenta el testimonio como una fuente de imaginación y de empatía en tanto favorece la toma de
perspectiva, entendida como la representación de un fenómeno desde la posición particular del
narrador. En el tercero, se propone que las historias narradas y, en particular, el testimonio, son un
medio para la comprensión de asuntos pasados. En el cuarto y último apartado, se reivindica la
importancia de la publicidad de los testimonios como garantía de un sentido común basado en la
verdad de hecho.
Palabras clave: Hannah Arendt, relato, empatía, testigo, sentido común.
Abstract: This text deals with the subject of understanding from the philosophy of Hannah
Arendt. The article is divided into four sections. In the first, Arendt´s conception of imagination is
shown to share characteristics with the capacity for empathy. In the second, the testimony is pre-
sented as a source of imagination and empathy insofar as it favors perspective taking, understood
1
Semillero de Filosofía Política y Latinoamericana, Pontificia Universidad Javeriana-Cali. Grupo de Investigación De
Humanitate, Pontificia Universidad Javeriana-Cali.
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as the representation of a phenomenon from the particular position of the narrator. In the third, it
is proposed that the narrated stories and, in particular, the testimony, are a means for understanding
past affairs. In the fourth and last section, the importance of the publicity of the testimonies is clai-
med as a guarantee of a common sense based on the factual truth.
Keywords: Hannah Arendt, story, empathy, witness, common sense.
Introducción
Las investigaciones en torno a la concepción arendtiana de storytelling son numerosas. La impor-
tancia del relato y de la actividad narrativa en la filosofía de Hannah Arendt se evidencia tanto en
el ámbito privado, por ejemplo, el caso de la noción de identidad, como en el ámbito político, refe-
rente a nuestra facultad de juzgar y comprender el pasado común. No obstante, es menos frecuente
la atención particular al relato testimonial. Este enfoque se encuentra explícito en la siguiente afir-
mación de Arendt: “Ninguna permanencia, ninguna perseverancia en el existir, puede concebirse
siquiera sin hombres deseosos de dar testimonio de lo que existe y se les muestra porque existe”
(Arendt, 2016: 351).
Este tipo de memoria sería de carácter colectivo, daría lugar a narrativas compartidas y legitimadas,
pero también abiertas a la reinterpretación de las comunidades que han heredado ese pasado. No
obstante, pese a que el testimonio podría reconocerse como pieza fundamental de la historia (story),
su particularidad podría diluirse dentro de la narración que lo incluye. Arendt, afirma que:
La realidad es diferente de la totalidad de los hechos y acontecimientos, y es más que ellos,
aunque esta totalidad es de cualquier modo imprevisible. El que dice lo que existe λέγειν
τα όντα siempre narra algo, y en esa narración, los hechos particulares pierden su carácter
contingente y adquieren cierto significado humanamente captable. (Arendt, 2016: 399)
En otras palabras, desde esta perspectiva el testimonio permite la comprensión del pasado al ser
una herramienta del historiador, hace parte de una totalidad con significado que no se reduce a los
elementos que hacen parte de él. Ahora, teniendo en cuenta que el testimonio constituye un relato
en mismo, ¿podría favorecer la comprensión, ya no del colectivo, sino del individuo que se lo
representa?
El presente texto ofrece un enfoque distinto para la aproximación al reconocimiento de la impor-
tancia del testimonio. La tesis que se plantea es que el relato testimonial, por sí mismo, favorece la
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comprensión de un mundo común en tanto permite la toma de perspectiva, provee la verdad de
hecho y añade un elemento de sensibilidad a dicha comprensión. Para ello, se inicia mostrando la
coincidencia entre la concepción arendtiana de imaginación y la capacidad empática. Se prosigue
haciendo referencia al testimonio como una fuente de toma de perspectiva y más adelante se ex-
pone su aporte al ejercicio de la comprensión dado, no solo mediante dicha toma de perspectiva,
sino a través de la sensibilización provista por las descripciones. Por último, se brinda al lector una
conclusión que vincula el testimonio y el sentido común para reivindicar la importancia de la pu-
blicidad de éstos.
El factor empático en la concepción arendtiana de imaginación
En el presente apartado se propone que la concepción arendtiana de pensamiento representativo,
que más adelante coincidiría con la facultad de la imaginación, corresponde con las características
de la empatía. Antes de ello, se ofrece una clarificación al lector sobre la distinción entre los térmi-
nos empatía y simpatía para justificar el uso del primero en el presente texto. La razón es que los
actuales matices que conceptualizan distintos modos de empatía permiten reconocer en estas defi-
niciones las características de la facultad arendtiana de imaginación y destacar su correspondencia
desde la noción de toma de perspectiva.
Las investigaciones de López, Filippetti y Richaud (2014) y de Altuna (2021) retoman los distintos
modos de la empatía en lugar de entenderla únicamente como contagio emocional. Estos matices
en las formas de empatía permiten entender la cercanía entre las concepciones actuales de esta
facultad y los conceptos modernos de simpatía que se encuentran como retoma Altuna (2021), en
Hume y en Smith.
La concepción de la empatía que aquí se plantea coincide con los planteamientos de Altuna (2021)
quien retoma el concepto de simpatía propuesto por estos filósofos, y concluye resaltando la simi-
litud entre estos conceptos y las distintas formas de empatía que se reconocen a partir del siglo XX.
Indica que la visión de simpatía en Hume encajaría con la empatía mediante mimetismo (el conta-
gio emocional), pero en especial con la empatía mediante asociación: “Éste es el mecanismo al que
más explícitamente hace referencia Hume, cuando sostiene que la simpatía funciona según los me-
canismos habituales de asociación de ideas: por semejanza, por contigüidad en tiempo y en lugar,
y por causa-efecto” (Altuna, 2021: 395). La visión de simpatía en Smith, continuando con la lectura
de Altuna (2021), encajaría con la empatía mediante adopción de perspectiva imaginativa.
[…] consiste en ponerse en el lugar del otro e imaginar lo que piensa y siente, lo que exige el
nivel más alto de procesamiento cognitivo. Es sin duda la forma de empatía de la que nos
habla sistemáticamente Smith. Desde los estudios empíricos de finales de la década de 1960,
se comienzan a distinguir dos formas principales de toma de perspectiva: a) la autocentrada:
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imaginarme qué sería para estar en tu situación (y sentir en concordancia); b) la heterocen-
trada: imaginarme qué supone para ti estar en tu situación (y sentir en concordancia); es decir,
no con mi carácter y mi mentalidad, sino con los tuyos, lo que implica poseer información
relevante de tu persona y de tus circunstancias, así como una considerable apertura y flexibi-
lidad mentales, sobre todo para ponerme en la piel de personas muy diferentes a mí. (Altuna,
2021: 395).
Siguiendo la anterior terminología, se entiende a la empatía como toma de perspectiva imaginativa-
autocentrada, sentido desde el cuál se considera plausible reconocer su correspondencia con la fa-
cultad arendtiana de imaginación, facultad que refiere no solo a la capacidad de representación de
lo ausente sino a la capacidad de situarse en el lugar del otro.
2
Continuando con la facultad de la imaginación, Beiner (2003) advierte que en Arendt ocurre un
desplazamiento desde el pensamiento representativo de los actores hacia el espectador y el juicio
retrospectivo de los narradores e historiadores. En este desplazamiento, la autora deja de referirse
al pensamiento representativo y se ocupa de la imaginación como condición para el juicio y la com-
prensión. Así, en Verdad y política, expresa Arendt:
El pensamiento político es representativo: me formo una opinión tras considerar determinado
tema desde diversos puntos de vista, recordando los criterios de los que están ausentes; es
decir, los represento. Este proceso de representación no implica adoptar ciegamente los pun-
tos de vista reales de los que sustentan otros criterios y, por tanto, mirar hacia el mundo desde
una perspectiva diferente; no se trata de empatía, como si yo intentara ser o sentir como alguna
2
La posible pregunta de si la facultad de la imaginación corresponde más con la noción de simpatía que con la de
empatía, podría responderse desde el presupuesto del reconocimiento del otro en tanto otro implícito en las nociones
arendtianas de imaginación y de pensamiento representativo. Acorde con Muñoz (2017) Scheler considera que las
vivencias son dadas sin ser, necesariamente, clasificadas como propias o ajenas; salimos de nosotros mismos- explica
siguiendo a Scheler- para reconocernos en el otro, por lo que la vida afectiva intersubjetiva se funda en la simpatía y
no en la empatía. No obstante, la concepción arendtiana de la imaginación o del pensamiento representativo no ponen
en duda la capacidad de distinguir nuestras vivencias de las ajenas ya que implican el ejercicio de situarse desde otra
perspectiva para ampliar la propia o para comprender fenómenos en los que no estuvimos presentes. Es decir, parten
del reconocimiento de la diferencia entre lo propio y lo ajeno desde el presupuesto de que un mismo fenómeno de
carácter objetivo puede ser percibido de distintas formas según perspectiva de los espectadores. Arendt expresa que
“el veredicto del espectador, aunque imparcial y libre de los intereses de la ganancia y la reputación, depende de las
opiniones de los demás […]” (Arendt, 2002a: 116); la importancia de recurrir a los otros implica la capacidad de reco-
nocer la diferencia entre el yo y el otro. La simpatía entendida como el reconocerme en el otro, siguiendo la concepción
de Scheler (Muñoz, 2017), no corresponde con las facultades de la imaginación y del pensamiento representativo que,
desde la perspectiva arendtiana, presuponen la capacidad de cambiar de perspectiva sin desdibujar la diferencia entre
el yo y el otro cuya experiencia u opinión me represento, y este cambio de perspectiva desde el situarse en el lugar del
otro hace referencia al concepto de empatía.
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otra persona […] sino de ser y pensar dentro de mi propia identidad tal y como en realidad no
soy. (Arendt, 2016: 369; énfasis añadido)
Si bien la autora afirma que este tipo de pensamiento no se trata de empatía, dice a continuación:
Cuantos s puntos de vista diversos tenga yo presentes cuando estoy valorando determi-
nado asunto, y cuanto mejor pueda imaginarme cómo sentiría y pensaría si estuviera en el
lugar de otros, tanto más fuerte será mi capacidad de pensamiento representativo y más váli-
das serán mis conclusiones. (Arendt, 2016: 369)
Si se entiende a la empatía como “la capacidad de comprender los sentimientos y emociones de los
demás, basada en el reconocimiento del otro como similar” (López, Filippetti y Richaud, 2014: 38),
esta noción parece encontrarse relacionada con la imaginación, la cual permite tener en cuenta la
pluralidad de perspectivas y sobre el cómo nos sentiríamos si ocupásemos el lugar de los distintos
actores que hacen parte del fenómeno sobre el cual nos estamos formando una opinión. Al referirse
a la imaginación, Arendt expresa:
Sólo la imaginación nos permite ver las cosas en su adecuada perspectiva, nos permite ser lo
bastante fuertes para poner a cierta distancia lo que nos resulta demasiado próximo, de tal
manera que podamos verlo y comprenderlo sin predisposición y prejuicio, y ser lo bastante
generosos para salvar los abismos que nos separan de todo lo que nos resulta demasiado ajeno,
hasta que lo comprendemos como si fuesen nuestros propios asuntos. Este alejamiento de al-
gunas cosas y este acercamiento a otras forma parte del diálogo de la comprensión, para cuyos
propósitos la experiencia directa establece un contacto demasiado próximo y el mero conoci-
miento levanta barreras artificiales. (Arendt, 2002a: 30; énfasis añadido)
Desde esta aproximación al pensamiento representativo y a la imaginación es plausible señalar que
el primero pone el énfasis en la representación de opiniones de aquellos que están ausentes, de ahí
que resulte ser una condición para el juicio. La imaginación, por su parte, parecería estar referida
más a los fenómenos que a las opiniones. Esta capacidad se entendería, entonces, no solo como la
capacidad de representar sino de establecer la distancia adecuada para comprender. A partir de
esto se considera que una de las dos formas de reubicación, por decirlo de algún modo, es el acerca-
miento, el cual podría pensarse desde la noción de empatía.
López, Filippetti y Richaud (2014) señalan, siguiendo a Wispé, que Lipps fue el primero en tomar
el concepto estético de empatía y desarrollarlo en el campo de la psicología para entenderlo como
“la tendencia natural a sentirse dentro de lo que se percibe o imagina” (López, Filippetti y Richaud,
2014: 38). Si el acercamiento es dado mediante la imaginación, el sentirse dentro de lo otro sería el
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extremo de la aproximación. No es, por supuesto, a esto a lo que se apunta cuando lo que se quiere
es comprender.
Pero salvar abismos y comprender como si fuesen nuestros propios asuntos parecerían ser dos ex-
presiones vinculadas con la empatía desde la toma de perspectiva. Con esto no se sugiere que la
comprensión de un fenómeno escondicionada por la comprensión de los sentimientos de los
agentes. No obstante, sería plausible considerar que la primera no se como un proceso mera-
mente racional, sino que involucre la sensibilidad que despierta la imaginación. Sobre esto afirma
Ludz:
[…] el comprender queda explicado mediante la remisión al 'corazón comprensivo' que pidió
para en sus plegarias el rey bíblico Salomón, por ser 'el mayor regalo que puede recibir y
desear para sí un ser humano'. Y en conexión con el 'corazón comprensivo' se trae a colación
la ‘facultad de imaginar’. (Ludz, citado en Arendt, 2010: 16)
La comprensión parecería requerir cierto grado de sensibilidad que es proporcionado por la imagi-
nación, sensibilidad que podría entenderse en términos de empatía pese a la advertencia de Arendt
de no referirse a esta. Parmigiani (2011), propone que Arendt atribuye a la empatía un significado
ligado a la aceptación emocional total del punto de vista del otro, y advierte que dicho significado
no coincide con los estudios actuales sobre empatía. Agrega que, desde éstos, la empatía no solo
implica la identificación con el punto de vista del otro sino la conciencia del carácter temporal de
dicha identificación, además, un mecanismo regulatorio para controlar los orígenes de las afeccio-
nes sentimentales que nos invaden.
López, Filippetti y Richaud (2014) presentan distintas teorías que pretenden explicar el fenómeno
de la empatía y distinguen entre los modelos de percepción directa y aquellos que ponen el énfasis
en las funciones cognitivas superiores. Los primeros hacen referencia, por ejemplo, al contagio
emocional que indica una total identificación con el otro o una confusión entre el self y los otros
que permite compartir la emoción de éstos con la misma intensidad. Éste no sería el caso que pare-
cería aportar a la comprensión de un fenómeno, desde la concepción arendtiana de esta facultad.
No obstante, los modelos que se centran en las funciones cognitivas, particularmente la toma de
perspectiva, parecerían corresponder con la facultad de la imaginación.
Tanto el pensamiento representativo como la imaginación comparten la característica de permitir
tener en cuenta el punto de vista del otro. Este ejercicio resultaría ser condición para el juicio, pero
también para la comprensión en la que, más que la opinión, se tendría en cuenta la perspectiva de
otro. La imaginación es la facultad mediante la cual nos ocupamos de la segunda máxima del sen-
tido común. Sobre esta, indica Arendt, “pensar con una mentalidad amplia quiere decir que se
entrena la propia imaginación para ir de visita” (Arendt, 2003: 84). A partir de esta consecuencia,
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por decirlo de algún modo, del acto imaginativo, se puede comprender que esta facultad coincidiría
una vez más con la empatía en tanto, en ambos casos, se requiere la no-confusión entre el yo mismo
y el otro. Al ir de visita soy yo misma en otro lugar, en el lugar de ese otro, pero sigo siendo yo.
En palabras de Beiner, “intentamos imaginar a qué se parecería nuestro pensamiento si estuviera
en otro lugar […]” (Beiner, 2003: 188; énfasis adido). Ni en el acto imaginativo ni en la experien-
cia empática se abandona al sí mismo, pero ambas capacidades nos permitirían suponer qué pensa-
ríamos/sentiríamos nosotros mismos, si estuviéramos en otra posición y, desde ahí, formarnos una
idea sobre la experiencia de ese otro.
El testimonio como toma de perspectiva
Arendt (2003) retoma la concepción kantiana de la facultad de imaginar para entenderla como la
capacidad de hacer presente aquello que está ausente. Así, nuestros objetos de pensamiento son,
siempre, representaciones. En el juicio, la imaginación cumple una doble función. Por una parte,
nos permite representarnos fenómenos pasados para reflexionar sobre ellos. Por otra, nos permite
tener en cuenta los juicios de otros posibles espectadores, esto para sopesar nuestra propia opinión.
Por último, la comprensión también está condicionada por la imaginación.
En este caso, su función apunta a la toma de perspectiva: comprendemos los actos de los otros,
comprendemos el significado de un fenómeno cuando, más que tener en cuenta otras opiniones,
tenemos presentes los puntos de vista, es decir, otras perspectivas. La imaginación como condición
de la comprensión nos permite situarnos donde en realidad no estuvimos y, en este acto de reloca-
lización, adquirimos una suerte de sensibilidad con respecto al fenómeno.
En este apartado se argumenta que el relato testimonial es una fuente de imaginación que nos pro-
vee otra perspectiva. Todo relato es, siempre, contado desde una perspectiva; dicho de otro modo,
la historia narrada incluye la mirada del narrador. ¿Qué hacemos cuando contamos una historia?
Arendt señala que “tan sólo cuando algo irrevocable ha ocurrido podemos intentar seguir sus hue-
llas mirando al pasado. El suceso ilumina su propio pasado, pero nunca puede ser deducido de él”
(Arendt, 2002a: 23).
Aquel que se ocupa de seguir sus huellas es el historiador/narrador. Su perspectiva le permite com-
prender el significado de un acontecimiento a través del relato. Cuando nos encontramos con el
final de un acontecimiento o experiencia personal, la mirada retrospectiva del espectador nos pro-
vee la capacidad de reconocer aquellos aspectos relevantes que incluiríamos en una historia (story)
sobre dicho fenómeno.
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Así, lo primero que hacemos cuando contamos una historia es volver nuestra mirada hacia el pa-
sado. Lo segundo, seguir sus huellas; no recopilamos la totalidad del pasado, elegimos aquellos su-
cesos que consideramos relevantes con relación al acontecimiento. Siguiendo a López, “[…] la ma-
teria prima de esa narración no son los hechos ni la realidad viva, sino los fragmentos que dejó bajo
la forma de despojos de un pasado ya muerto” (López, 2010: 5).
Todo relato implica una interpretación del pasado en la que el historiador/narrador encuentra ele-
mentos ocultos y los selecciona para reconstruir una historia con sentido. Si bien, estos elementos
podrían ser los testimonios recopilados por el historiador, el testimonio mismo, la actividad de na-
rrar nuestros recuerdos, cumple con ambas características: la mirada retrospectiva y la elección de
los sucesos que consideramos relevantes. Fonnegra (2017) argumenta que la narración contribuye
al juicio en tanto permite ordenar las vivencias temporales. Este sería el tercer momento de la acti-
vidad narrativa, pues, aunque el pasado tiene su propio orden inalterable, es el narrador el que
decide cómo cuenta la historia. Este momento haría, también, parte del testimonio en tanto consti-
tuye una condición para la narración. Por último, cuando contamos algo damos un sentido a ese
pasado a partir de la acomodación de ciertos eventos en forma de un relato coherente.
Este último momento, el de la significación, permite señalar la proximidad entre testimonio y relato
histórico. Es cierto que el historiador/narrador puede tener en cuenta otras perspectivas, que pue-
den encontrarse en los testimonios, pero el relato final resultante de distintos esfuerzos de reflexión
y recopilación de la información responderá a su visión sobre determinado fenómeno. Por lo tanto,
al acceder a las historias narradas estamos accediendo a otros puntos de vista, nos estamos aproxi-
mando al pasado desde otras perspectivas. En otras palabras, tanto el relato testimonial como la
narración sobre un acontecimiento histórico, contendría la perspectiva del testigo y del narrador,
respectivamente. El primero sería, por definición, parcial. El segundo lograría un mayor grado de
imparcialidad. No obstante, ambos tipos de relato serían, para quien los lee o escucha, una posibi-
lidad de situarse desde la perspectiva de quien cuenta.
Y esto ocurre especialmente en el caso de los testimonios. Arendt se refiere a quien da un testimonio
como “el narrador de la verdad de hecho” (Arendt, 2016: 363). Afirma que éste tipo de verdad se
refiere a acontecimientos y circunstancias en las que hay muchos implicados y que se establece por
testimonio directo. Los testimonios y declaraciones son “verdades vistas y presenciadas con los ojos
de cuerpo y no con los ojos de la mente” (Arendt, 2016: 363) y, en este sentido, se les puede enten-
der como una fuente de toma de perspectiva. Aquello que fue presenciado por los actores de un
fenómeno es descrito en su relato testimonial. Estas descripciones configuran una representación
detallada que permite un acercamiento al fenómeno desde la posición ocupada por el testigo-na-
rrador. En otras palabras, los relatos testimoniales nos sitúan justo en el lugar de los que estuvieron
ahí y nos muestran lo que vieron sus ojos.
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Acorde con Arendt (2016), el que dice lo que existe, el narrador, permite comprender el significado
de la realidad que no podría comprenderse solamente desde los particulares testimonios que refie-
ren a hechos. Pero el narrador incluye estos testimonios gracias a la perspectiva que proveen, más
que a la pura información y datos, que se tiene como resultado una historia con sentido. Toda his-
toria (story) trata sobre personas particulares que estuvieron aincluso las historias ficticias y el
significado del relato, el relato mismo, no podría prescindir de la visión que sus personajes tuvieron
sobre los hechos.
Entonces, ¿qué son los testimonios? Son narraciones particulares que permitirían comprender un
fenómeno más amplio. Pero, además, son elementos de comprensión en un doble sentido: permiten
la aproximación desde la relocalización, es decir, favorecen la toma de perspectiva, y proveen las
imágenes que potencian la sensibilidad del espectador. Lara menciona una serie de 1978 que dra-
matizó el Holocausto, sobre esta indica:
[…] se centró en la historia concreta (ficticia) de la familia Weiss. Las atrocidades nazis fueron
gráficamente representadas en esta serie para la televisión y el proceso de su recepción indicó
que algo había cambiado en la percepción de la gente acerca de la importancia de este evento
histórico. (Lara, 2009: 22)
Si bien, la autora hace referencia a un tipo de relato no testimonial, ambos presentan las mismas
características. La serie Holocausto refiere a un caso particular y, de haberse tratado de una historia
no ficticia, el espectador podría aproximarse a este fenómeno desde los padecimientos de esta fa-
milia, descritos por esta familia. El diario de Ana Frank cumple con las características antes desta-
cadas. Este es un relato que nos acerca a la Alemania nazi desde la perspectiva de una niña judía
que fue testigo de la Segunda Guerra mundial a través de un escondite compartido entre otra fa-
milia y la suya.
Lara, siguiendo a Arendt, retoma la conexión entre los testimonios y la actividad del narrador para
mostrar la importancia de los primeros en la interpretación de los acontecimientos:
[…] los historiadores rescatan historias por medio de su potencialidad expresiva (o estética) y
de sus esfuerzos críticos, que crean espacios donde podemos interpretar los eventos que han
tenido lugar. Uno puede comprender que Arendt conciba las narrativas como recuentos o
testimonios y que éstos sean los componentes necesarios en el proceso crítico de revisión que
tiene lugar en la esfera pública. (Lara, 2009: 139-140)
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Los testimonios nos permiten situarnos en el lugar del otro, tener en cuenta otro punto de vista, no
otra opinión, sino otra perspectiva. Además, en virtud del carácter descriptivo del relato testimo-
nial, el espectador no solo recopila información proporcionada por alguien que estuvo ahí, sino que
reconstruye la experiencia como si la estuviera presenciando; la imagina, la ve.
Relato: empatía y comprensión
En este apartado se propone que los relatos testimoniales impulsan nuestra capacidad de empatía,
y que esta podría favorecer nuestra capacidad de comprender. Para ello, se inicia retomando parte
del testimonio de Ana Frank con la sospecha de que, tras la mera lectura del mismo, resultaría re-
dundante el desarrollo del argumento.
Sábado 1º de mayo de 1943
Si reflexiono sobre la manera en la que vivimos aquí, llego a la conclusión de que en compa-
ración con los judíos que no están escondidos, estamos en el paraíso. Aun así, cuando más
tarde todo retorne a la normalidad, me asombraré de que nosotros, antes tan pulcros, nos ha-
yamos visto rebajados hasta este punto.
Rebajados, en el verdadero sentido de la palabra, en lo que concierne a nuestra manera de
vivir: Por ejemplo, desde que estamos aquí, la tela ahulada que cubre la mesa no ha sido cam-
biada. Después de un uso tan prolongado, dista mucho de estar limpia. Trato a menudo de
limpiarla con un trapo; que más que trapo es una hilacha; pero por mucho que se lave y enja-
bone, no se logra nada satisfactorio. Durante todo el invierno, los Van Daan han dormido
sobre un retazo de franela que les sirve de sábana y que no se puede lavar aquí por la mala
clase y escasez de jabón. El corsé de mamá expiró ayer por fin, y Margot va con un sostén
demasiado pequeño.
Mamá y Margot se han pasado el invierno con tres chalecos que se turnan. Los míos se han
vuelto tan cortos que ni siquiera me llegan al ombligo.
Desde luego, podemos pasar por alto estas pequeñeces, pero no dejo de tener mis aprensiones:
Me pregunto si después de habernos adaptado a servirnos de objetos tan requeteusados, desde
mis calzones hasta la brocha de afeitar de papá, podremos volver al nivel de vida antes de la
guerra.
Esta noche los aviones han bombardeado con tal intensidad, que cuatro veces junté todas mis
cosas. Hoy hasta preparé una maletita con lo estrictamente necesario en caso de huida. Mamá
me ha preguntado y con razón:
- ¿Adónde quieres huir?
Holanda entera ha sido castigada por las numerosas huelgas que han estallado. En todo el país
se ha declarado el estado de sitio y la ración de mantequilla ha sido reducida. ¡Hay que castigar
a los niños malcriados! (Frank, 2013: 68-69)
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Podría resultar equívoca la generalización pero cabría intuir que quien lee el anterior fragmento no
sentirá alegría mientras lo hace; este fragmento nos transporta al escondite de los Frank, nos permite
ver sus condiciones indignas de vida, podría incluso provocarnos tristeza frente a la inocente con-
fianza de Ana, de que su vida volvería a la normalidad, nos brinda una ligera noción de la angustia
de vivir en medio de la guerra, de la incertidumbre, en un estado de alarma constante.
Esto, visto nuevamente desde el marco conceptual, podría entenderse como un medio de imagina-
ción. El testimonio favorece a la imaginación, en tanto que no solo nos permite la representación
de fenómenos ausentes sino, también, ponernos en el lugar del otro. Este segundo sentido coincide
con la capacidad de empatía a la que Arendt advertía no confundir con el concepto de pensamiento
representativo.
La tesis que aqse ofrece coincidiría con la propuesta de Lara (2009) según la cual las historias
sobre el pasado contribuyen a la comprensión y al juicio porque su particularidad, expresada jus-
tamente en la narración, revela algo que sin esta permanecería oculto:
Las descripciones que provienen de las historias particulares nos provocan un shock, ya que
permanecen en nuestra conciencia de muchas maneras. Por ejemplo, cuando leemos un re-
lato o vemos alguna película y obra de teatro, comprendemos una dimensión de la crueldad
humana que antes no habíamos podido siquiera imaginar. Esto sucede porque tales narrativas
develan algo que éramos incapaces de ver antes de haberlas contemplado como si fueran la
vida misma. Estas expresiones dramáticas son reveladoras porque no posibilitan ejercer nues-
tro juicio. (Lara, 2009: 16)
Ávila propone que la narración “[…] sobre todo en su faceta testimonial o biográfica como ex-
presión de stories, tendría un lugar primordial en el proceso de comprensión, pero también, en el
de auto-comprensión que permite mostrar quiénes somos y reconciliarnos con el mundo en que
habitamos” (Ávila, 2015: 56). Pese a la concordancia con la autora, aqse resalta el papel de la
empatía dado en la relación entre testimonio y comprensión. Parmigiani (2011) retoma la defini-
ción de Hoffman según la cual la empatía se trata de una reacción afectiva que es más adecuada a
la situación del otro que a la propia. Si partimos de esta concepción, podríamos considerar que la
condición para ello es ponernos en el lugar del otro, es decir, tener en cuenta sus experiencias y
suspender las nuestras. Esta capacidad parecería ser activada por las descripciones de las historias
narradas, por los testimonios que nos aproximan a las vivencias del otro.
El choque que indica Lara (2009), resultaría de abandonar mi realidad para ampliarla tras haberme
situado desde otra perspectiva que me habría mostrado algo que antes ignoraba. Dicho de otro
modo, la empatía no solo nos permite comprender al otro, sino ampliar nuestra comprensión sobre
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aspectos más generales como la crueldad humana, esto a través de la relocalización y de las descrip-
ciones de los otros. La tesis de Lara (2009) corresponde con la propuesta de Nussbaum quien,
acorde con Fonnegra (2013), encuentra en las narraciones literarias la posibilidad de expandir el
juicio en tanto ofrece ejemplos modélicos sobre la recta conducta. Si bien, Nussbaum aclara que el
aporte de las narraciones va más allá de la empatía, su descripción referiría a la concepción de esta
capacidad entendida como toma de perspectiva, acción que contribuye a la comprensión y al juicio.
Como los espectadores de tragedias, los lectores de novelas comparten el trance de los perso-
najes, experimentando lo que les sucede como si tuvieran su mismo punto de vista, y también
piedad, algo que trasciende la empatía porque supone que el espectador juzga que los infor-
tunios de los personajes son graves y no han surgido por su culpa. (Nussbaum, citado en Fon-
negra, 2013: 257)
Del anterior fragmento cabe resaltar el carácter potencial de las narraciones para situarnos en el
lugar del otro. Tanto las historias ficticias como las reales, dentro de las que se destaca el relato
testimonial, ofrecen descripciones del entorno y de los hechos con los que facilitan el ejercicio ima-
ginativo del lector, sumado a una apertura de sensibilidad que no se traduce en el contagio emocio-
nal acrítico, en tanto no solo permanece, sino que se manifiesta la disposición para el juicio.
Consideraciones finales
Para terminar esta propuesta, se ofrece una posible conclusión que podría ser desarrollada dentro
del mismo marco conceptual en futuras investigaciones pero que, además, apuntaría hacia el carác-
ter político del testimonio visto en su relación con el sentido común.
Al inicio de este escrito se señaló, siguiendo a Arendt (2016), que el testigo es quien dice la verdad
de hecho. Si resulta que, como se propone a los lectores, el testimonio activa nuestra empatía y
favorece la comprensión, esto se traduciría en la importancia de la publicidad de testimonios como
fuentes del sentido común. ¿Cómo podríamos comprender nuestro mundo si ignoramos los actos
que se cometen en él, o solo contamos con la parcialidad de nuestra perspectiva? ¿Cómo podríamos
ejercitar nuestro juicio sobre el pasado si desconocemos las historias particulares de los personajes
cuyas vidas dieron cuerpo a los acontecimientos que se encasillan en una historia discontinua?
Arendt hace referencia a la relación entre los hechos y las actividades de juzgar y comprender.
Sobre la primera expresa “Los hechos dan origen a las opiniones, y las opiniones, inspiradas por
pasiones e intereses diversos, pueden diferenciarse ampliamente y ser legitimadas mientras respe-
ten la verdad factual” (Arendt, 2016: 364).
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La segunda relación, entre hechos y comprensión, se puede encontrar en la definición que ofrece
Arendt sobre esta facultad, entendiéndola como una actividad mediante la cual aceptamos la reali-
dad y nos reconciliamos con ella:
La comprensión (understanding), diferenciada de la información correcta y del conocimiento
científico, es un proceso complicado que nunca produce resultados inequívocos. Es una acti-
vidad sin final, en constante cambio y variación, por medio de la cual aceptamos la realidad y
nos reconciliamos con ella, esto es, intentamos sentirnos a gusto en el mundo. (Arendt, 2002a:
3)
La aceptación de la realidad y la reconciliación con la misma, así como la actividad de juzgarla y
formarnos opiniones sobre esta, presuponen el acceso a la misma. Arendt concibe la realidad desde
su carácter fenoménico, es decir, condicionado por la apariencia y por los espectadores que perci-
ben dicha apariencia:
El mundo en el que nacen los hombres abarca muchas cosas, naturales y artificiales, vivas y
muertas, efímeras y eternas; todas tienen en común que aparecen, lo que significa ser vistas,
oídas, tocadas, catadas y olidas, ser percibidas por criaturas sensitivas dotadas de órganos sen-
soriales adecuados. Nada puede aparecer; el rmino 'apariencia' carecería de sentido si no
existiesen receptores para las apariencias, criaturas vivas capaces de percibir, reconocer y
reaccionar […] frente a lo que no solo está ahí, sino que aparece ante ellos y tiene significado
para su percepción. (Arendt, 2002b: 43)
El mundo es aquello que percibimos mediante nuestros sentidos, si algo carece de espectadores
carece, por definición, de existencia. Teniendo en cuenta lo anterior, resalta la importancia de la
publicidad de los testimonios como fuente de comprensión. Si estos formasen parte del mundo co-
mún, serían a su vez elementos comunes de comprensión dada la relación entre apariencia y sen-
tido común:
La realidad de lo percibido está garantizada por su contexto mundano, que incluye a otros
que perciben como yo, y por la común actividad de mis cinco sentidos. Aquello que desde
Tomás de Aquino se denomina ‘sentido común’, el sensus communis es una suerte de sexto
sentido que se necesita para aunar los otros cinco y garantizar que se trata del mismo objeto
que veo, toco, degusto, huelo y oigo […] los cinco sentidos, radicalmente distintos entre sí,
comparten el mismo objeto; los miembros de una misma especie tienen un contexto común
que dota a cada objeto en particular de su significado; y el resto de los seres dotados de senti-
dos, a pesar de que perciben este objeto desde perspectivas completamente distintas, coinci-
den en cuanto a su identidad. (Arendt, 2002b: 74-75)
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El sentido común, entonces, no apunta a la común interpretación, percepción o significación de lo
dado, sino al mundo mismo compartido; los espectadores desde sus distintas perspectivas parten
del presupuesto de estar percibiendo los mismos objetos. De ahí que la publicidad del testimonio,
la garantía de que haga parte del mundo común, sea condición para que logre favorecer la com-
prensión. Una comprensión que tendría como objeto la verdad de hecho y que, además, estaría
apoyada en la toma de perspectiva y en la respuesta afectiva provista por la narración.
Conclusión
Este texto muestra que, siguiendo la filosofía de Hannah Arendt, la importancia del testimonio no
estaría referida únicamente a su incorporación dentro del relato histórico como elemento que per-
mite preservar el pasado, sino que sería una fuente de comprensión desde su particularidad.
En primer lugar, se argumentó que el pensamiento representativo o el posterior concepto de facul-
tad de la imaginación coinciden con la capacidad de empatía en dos aspectos. Primero, tanto la
empatía como la imaginación aportarían un elemento de sensibilidad a la comprensión. Segundo,
se corresponde con los modelos de empatía que se centran en funciones cognitivas, como la toma
de perspectiva. Por un lado, la imaginación desde la concepción arendtiana permitiría regular la
distancia adecuada para la comprensión o el juicio de un fenómeno. Esta regularización conduciría
al acercamiento o alejamiento. Por otro lado, la empatía entendida como toma de perspectiva apun-
taría a una representación desde la perspectiva del otro, esto es, el acercamiento. Ambas, imagina-
ción y empatía, coinciden como capacidad de aproximarse a un fenómeno desde la perspectiva de
otro.
En segundo lugar, se argumentó que el testimonio visto como un relato en mismo favorece la
toma de perspectiva en tanto provee descripciones que permiten la configuración de una represen-
tación que nos permitiría aproximarnos a un fenómeno desde la posición del testigo.
En tercer lugar, articulando las propuestas de los dos anteriores, se planteó que el testimonio favo-
rece la comprensión de asuntos pasados. En el carácter narrativo del testimonio se encontró, por un
lado, su relación con la empatía, dado que las descripciones de los relatos despiertan una suerte de
respuesta emocional, de sensibilidad en el espectador que es capaz de representarse la experiencia
de aquel que estuvo presente en aquello que él ahora imagina. Por otro lado, en este mismo carácter
narrativo se detectó su relación con la comprensión. El relato testimonial, al ser de carácter parti-
cular, podría entenderse como ejemplos concretos de situaciones más generales dadas en determi-
nado acontecimiento histórico. Se comprendería el acontecimiento a través de los casos particula-
res. Pero, además, su carácter narrativo podría revelar aspectos aún más generales, por ejemplo y
como indica Lara, sobre la crueldad humana.
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El relato testimonial, en suma, favorece la comprensión al proveer un elemento de sensibilidad y
permitir que configuremos nuestras representaciones desde la perspectiva de los actores. Esto con-
lleva a la última idea presentada en el texto. El testimonio, al ser la narración de la verdad de hecho,
ocuparía un lugar en la conformación del sentido común si fuese de carácter público. La publicidad
del testimonio, teniendo en cuenta sus aportes a la comprensión, podría conducir a una interpreta-
ción de los acontecimientos basada en la verdad de hecho, atravesada por la sensibilidad y en la que
se tendría en cuenta la perspectiva del testigo narrador.
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