Protrepsis, Año 12, Número 23 (noviembre 2022 - abril 2023). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
139
afectivas, derechos civiles y políticos). Además, y esto es clave para comprender el foco interno del
pensamiento arendtiano, su reticencia y distancia del movimiento feminista tiene mucho que ver
con el núcleo conservador de su pensamiento.
Las aproximaciones generales a la obra y el pensamiento arendtiano por parte de sus intérpretes y
comentadores tienden a destacar su potencial radical. Esto tiene mucho que ver con su crítica al
capitalismo y a la burguesía, su apoyo a los movimientos estudiantiles en la década de 1960, el
acento de su visión de la revolución como el momento de pura fundamentación de nuevos comien-
zos en la política, y su visión propositiva de la democracia participativa y las repúblicas de consejos.
No obstante, este radicalismo arendtiano mucho más vistoso y divulgable, se contrapone con la
esencia y el porqué de su pensamiento que, como sostiene Margaret Canovan, es eminentemente
conservador en su vertiente escéptica, puesto que “entretejidos con los elementos radicales de su
pensamiento, hay hilos que son profundamente conservadores y que han tendido a ser menos ex-
plorados por sus intérpretes” (Canovan, 2018: 54).
El conservadurismo de Arendt se da en un sentido concreto ante la fundación del mundo humano.
No sigue la oposición antagónica y nostálgica marcada por el conservadurismo romántico entre
naturaleza y artificialidad, o entre comunidad y sociedad (Gemeinschaft und Gesellschaft). Arendt
no busca recuperar una comunidad original en armonía con la naturaleza que la sociedad moderna
ha usurpado y destruido en su afán expansionista. Por el contrario, lo que para Arendt reunía a los
seres humanos no era el calor de la comunidad, sino la luz del mundo, que está siendo precisamente
extinguida desde el mundo moderno. De ahí que su crítica a la modernidad (al margen de conta-
minaciones materialistas, leninistas o historicistas) se centrara en “la tendencia perniciosa de los
seres humanos en la época moderna a desatar o acelerar los procesos naturales destructivos” (Ca-
novan, 2018: 56). Para ejemplificarlo, recurre a diversos fenómenos como la tecnología nuclear y
la ingeniería genética, pero también habla de esta hybris ideológica dentro de fenómenos como el
crecimiento económico, el imperialismo y el totalitarismo. Todos estos fenómenos orbitan un cen-
tro común para Arendt: la disolución o destrucción apresurada del mundo humano.
La tesis central del conservadurismo arendtiano es la preocupación por establecer una serie de lí-
mites ante los procesos naturales en relación con su idea de civilización, como un mundo humano,
que sirvan de base para fundar un cuerpo político estable y duradero. En este sentido, “el adveni-
miento de la «sociedad» no significaba para ella un abandono de la comunidad natural sino al con-
trario, un movimiento para «liberar el proceso vital» que amenazaba con sepultar al mundo hu-
mano” (Canovan, 2018: 56). Por esa razón, el peligro más apremiante que encontraba Arendt en
la modernidad era la ruptura de esos límites que, a modo de dique de contención, conferían al
mundo su carácter de mundo. El pecado del hombre moderno es forzar, cegado por su ambición y
apelando a un supuesto progreso, un crecimiento antinatural de lo natural, yendo contra sí mismo
y la propia idea de civilización.