Protrepsis, Año 12, Número 24 (mayo - octubre 2023). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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ISSN: 2007-9273
Protrepsis, Año 12, Número 24 (mayo - octubre 2023) 97 - 112
Recibido: 25/11/2022
Aceptado: 31/05/2023
Traducción: ¡Dar a luz una estrella roja! Aspectos del
nietzscheanismo de izquierda y su trágica historia
1
Paul Stephan 1
1 Albert-Ludwigs-Universität
Freiburg, Alemania
Traducido por: Osman Choque-Aliaga2
2 Albert-Ludwigs-Universität
Freiburg, Alemania
Mas por mi amor y mi esperanza te conjuro: ¡no arrojes al héroe que hay en tu alma!
¡Conserva santa tu más alta esperanza!
(Nietzsche)
Brilla mi estrella, en cada sombrero, en cada corazón, en cada hogar.
Brilla la estrella roja y dame valor, brilla mi estrella lejos
(Juventud Libre Alemana)
[I.]
2
¿Qué es el nietzscheanismo de izquierda?
3
En mi libro LinksNietzscheanismus. Eine Einführung
4
(Nietzscheanismo de izquierda. Una in-
troducción) examino por primera vez de forma exhaustiva un componente casi olvidado de la his-
toria de la izquierda. Ni en la historia intelectual general ni en la historiografía del movimiento de
izquierda esta corriente ha recibido la atención que realmente merecía. Es tiempo de cambiar esto,
1
Primera publicación en alemán en el nº 15 de la Revista Platypus en lengua alemana (2021). Título original: Einen
roten Stern gebären! Das linksnietzscheanische Moment und seine tragische Geschichte. (N. del T.).
2
Las secciones están numeradas. (N. del T.).
3
Para resaltar gráficamente el abismo insalvable que separa al propio Nietzsche de sus seguidores, tanto de izquierda
como de derecha, escribo consecuentemente los términos nietzscheanismo de derecha y de izquierda.
4
Cf. Stephan, P. (2020). LinksNietzscheanismus. Eine Einführung. 2 Vol. Stuttgart: Schmetterling, y el folleto: Step-
han, P. (2019). Die Linke neu leben. Thesen für einen linken Nietzsche heute. Eine Streitschrift. Helle Panke e. V.
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entre otras cosas, porque la etiqueta de nietzscheanismo de izquierda está asociada a un legado no
reconocido. Entender esto puede ayudar a comprender el fracaso del propio experimento de la
izquierda, y quizás hacerlo mejor en el futuro.
La ignorancia burguesa, como la de la historiografía de izquierdas, hacia el nietzscheanismo de iz-
quierdas se justifica en cierta medida por el hecho de que se trata de una corriente muy heterogénea
y marginal. La obra de Nietzsche es, en sí misma, increíblemente heterogénea, por lo que su recep-
ción suele ser extremadamente selectiva. No está claro en absoluto qué contenido doctrinal hay
que suscribir para ser considerado nietzscheano, sobre todo porque la mayoría de los nietzscheanos,
fieles a su maestro
5
, se ven a mismos como espíritus libres sin ataduras y no como miembros de
una escuela concreta. Sin embargo, si se observa con más detenimiento, hay líneas de continuidad
bastante llamativas que justifican que se hable de un coro nietzscheano de izquierdas, a pesar de las
múltiples voces; un coro, eso sí, que, a diferencia del freudismo o el marxismo, tiene un director de
orquesta muy inestable que a veces se equivoca en la señal o incluso silba una nota discordante
cuando las cosas se ponen demasiado armoniosas, y que interpreta una pieza extremadamente po-
lifónica desde el principio.
Pero las mayores interrogantes de un proyecto tan ambicioso quizá no las plantee el segundo, sino
el primer componente del nombre: ¿Qué es en concreto la izquierda? El punto crucial del proyecto
de la izquierda es introducir lo utópico en la política: la política de izquierda nunca es una mera
política de intereses en nombre de tal o cual colectivo, sino en la medida en que corresponde a su
ideal una política desde el punto de vista de la utopía, toda una gran política en el sentido de
Nietzsche. La política de izquierda es constantemente una política orientada hacia la estrella roja,
hacia el objetivo radical de una sociedad sin alienación, para la que, según Marx, se aplica el cono-
cido lema ¡[d]e cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades!” (Marx,
1891/2012: 662).
Sin este momento radical, auténtica izquierda o incluso de izquierda de izquierda
6
, la política de
izquierda pierde su verdadera fuente de fuerza y se marchita en un superficial liberalismo de iz-
quierda, en una socialdemocracia sin principios, en una política identitaria mezquina. Ser de iz-
quierda significa, entonces, solo actuar como el mejor administrador del capitalismo real existente,
una actitud que, como ha demostrado la historia una y otra vez, conduce al declive del movimiento
5
“Ve fielmente detrás tuyo: –Así me seguirás lenta, lentamente(Nietzsche, trad. en 2014: 724) escribe Nietzsche a
sus seguidores en la sección 7 del preludio de La gaya ciencia.
6
Para el término Links-Linken véase Boy, A. (2018). Streitschrift für eine Politisch Unkorrekte Links-Linke. Bonn:
Syndikat A., al que también debo otras numerosas sugerencias. [Cuando se menciona izquierda de izquierda se trata,
por decirlo de alguna manera, de una izquierda pura. Una izquierda de izquierda se utilizaría para distinguirla de
combinaciones como liberal de izquierda o conservador de izquierda] (Inserción del traductor).
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de izquierda, a su desintegración desde dentro. Ser de izquierda es, entonces, en el mejor de los
casos, una alternativa secular a una actitud cristiana, y, en el peor de los casos, solo una etiqueta
que uno se pone a sí mismo para hacerse con el puesto.
[II.] El triunfo del último hombre sobre la utopía
Podemos preguntarnos ¿no es Nietzsche precisamente el heraldo del eterno retorno, el satirizador
de los Trasmundados” (Nietzsche, 1883/2003: 60), el crítico de toda utopía? No solo los intér-
pretes de la derecha y de la burguesía nos han inculcado prácticamente esta imagen de Nietzsche
en las últimas décadas, sino también destinatarios como Georges Bataille, Michel Foucault, Gilles
Deleuze, Jacques Derrida o Judith Butler, que en ocasiones se adscriben a la izquierda. Esta nueva
izquierda posmoderna, siguiendo a Nietzsche, se ha desvinculado presuntamente del impulso utó-
pico que seguía siendo un asunto de la Escuela de Fráncfort o del existencialismo. Es cierto que
una noción de justicia, a menudo muy difusa, una crítica liberal a la represión o a los modelos au-
toritarios y rígidos de identidad jugaron un cierto papel en estos autores y que expresaron repeti-
damente su simpatía por los movimientos de izquierda, pero lo esencial es que su obra contribuyó
a acelerar la decadencia práctica, política y teórica de la izquierda, concretamente al abandonar el
momento sobrehumano que había dado al movimiento de izquierda su fuerza y su consistencia
ideológica hasta los años 70.
Pero los herederos de la Escuela de Fráncfort también adoptan esta imagen de Nietzsche como
anti-utópico: en El discurso filosófico de la modernidad de 1985 (2008), Jürgen Habermas, por
ejemplo, acusó al posestructuralismo de propagar una filosofía de la contra-ilustración con Nietzs-
che como la mente directora más importante; también se pueden encontrar consideraciones simi-
lares en Ernst Bloch y Georg Lukács. Mientras que para estos últimos marxistas el impulso utópico
era un asunto de práctica revolucionaria, a la que asociaban un claro partidismo militante por el
movimiento socialista, Habermas y sus alumnos lo diluyeron en una especie de idea regulativa kan-
tiana, de la que se debería decir con Nietzsche: En el fondo, el viejo sol, pero atravesando la niebla
y el escepticismo; la Idea se ha hecho sublime, pálida, nórdica, kónigsberguense” (Nietzsche, trad.
en 2016: 634).
El hecho de que el posestructuralismo y la teoría crítica habermasiana se hayan reconciliado en las
últimas décadas no es realmente sorprendente en este contexto: mientras que en el bando frank-
furtiano el impulso utópico estaba cada vez s moralizado, el posestructuralismo lo volvió a in-
corporar a su proyecto teórico-político de forma moralizada, a veces con un gesto especialmente
radical. Lo central aquí es el rechazo común del marxismo como proyecto de realización práctica
de la utopía en el marco de la lucha de clases y el apoyo, más o menos directamente expresado, al
proyecto hegemónico neoliberal de izquierda.
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Lo que se observa, pues, es un completo rechazo de la estrella de la utopía, por un lado, y su abs-
tracción en una idea puramente moral, por otro. Se puede sentirse moralmente indignado por ello
y lamentar la pérdida del ímpetu utópico decadas pasadas: en primer lugar, esta evolución es un
hecho que hay que aceptar. Nuestra realidad es mucho más parecida a la de Habermas y Foucault
que a la de Lukács o Bloch, por la sencilla razón de que hoy ya no existe un sujeto revolucionario
en el sentido marxista. Toda la filosofía de Bloch se basa más o menos en la convicción de que en
la forma del movimiento comunista hay un gobernador práctico de la utopía en ausencia de una
práctica revolucionaria que apunte a lo utópico, que, por ende, sea de la izquierda de la izquierda
en sentido enfático solo es condicionalmente convincente como proyecto global. Ha proporcio-
nado una impresionante victoria cultural del individualismo neoliberal.
La razón de su notable éxito radica en que entendió, más que casi cualquier otra ideología política,
venderse como la única utopía realista que queda. Aunque incluso esta última utopía está per-
diendo cada vez más tracción el éxito de la nueva derecha confirma esto, las sociedades neolibe-
rales siguen siendo lugares de oranza, sobre todo en los países de la periferia del sistema mundial,
donde la promesa burguesa de la felicidad, de que cualquiera que se esfuerce y tenga un poco de
suerte puede llegar a ser, sino un lavaplatos de un millonario, al menos un lavaplatos con un smartp-
hone y un piso de tres habitaciones. El hedonismo asociado al individualismo neoliberal y a la visión
de la permisividad sexual es especialmente seductor: la promesa de ir a discotecas, consumir drogas
y disfrutar de aventuras eróticas incluso sin grandes recursos económicos. Una promesa que, por
supuesto, para la mayoría de las personas se reduce al consumo ilimitado de películas pornográfi-
cas. Si la gente se siente insatisfecha, se ven tentadas a legalizar la siguiente sustancia xica y abrir
un poco más las barreras morales. El neoliberalismo ha triunfado, entre otras cosas, porque ha desa-
rrollado una política sexual convincente.
El último hombre, el hedonista nihilista que se imagina al final de la historia, del que habla Nietzs-
che en Así habló Zaratustra: su victoria probablemente nunca fue tan completa como lo es hoy y la
situación para todos aquellos que no se dejan robar el sentido de lo utópico más es tan desesperante.
[III.] Pathos y Eros: Los dos temas centrales del nietzscheanismo de izquierda
Lo que podría ser una política sexual genuinamente de izquierda se puede deducir en las obras de
autores nietzscheanos de izquierda como Otto Gross (el poco conocido fundador del freudomar-
xismo), Wilhelm Reich, Ernst Bloch o Luce Irigaray: debería alinearse no con una comprensión
primordialmente cuantitativa de la conquista sexual, como propagaba el político sexual del Mar-
qués de Sade en sus ensayos pornográficos en los días pioneros de la modernidad, sino con una
comprensión cualitativa de la realización sexual, en la que la sexualidad está vinculada a la visión
romántica del amor realizado. Este es un campo en el que incluso el sobrio Friedrich Engels se
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aventuró en su escrito El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (1884/2013), en el
que se acerca más al impulso nietzscheano que en ningún otro lugar. Él se refiere al intenso debate
de la época sobre un matriarcado primordial, un orden matriarcal igualitario sin propiedad privada,
sin distinción de clases y sin estatalidad, que había sido suscitado por el amigo y colega de Nietzs-
che, Johann Jakob Bachofen, y que perdura hasta hoy en los círculos nietzscheanos de izquierda.
Por supuesto, tal visión no puede separarse de la abolición de la propiedad privada en el campo de
lo sexual es decir: la supresión de la monogamia burguesa, pero al mismo tiempo no tendría nada
de las orgías supuestamente liberadas que promete el liberalismo, donde la poligamia se convierte
en un principio de coerción y el principio de rendimiento sigue determinando lo más privado.
Pathos y Eros, pasión y amor, estos son los dos temas centrales del nietzscheanismo de izquierda,
por encima de todo lo filosófico, y lo que, como contribución propia, tendría que aportar a la discu-
sión de izquierda. Se trataría de trascender el horizonte del puro interés político. Bertolt Brecht
tiene, sin duda, razón con su famosa sentencia sobre la primacía del comer
7
. Pero una revolución
socialista no es una revuelta del hambre. La tesis a desplegar es que la lucha de la izquierda siempre
se anotó victorias y desplazó un poco la tierra estelar (Cf. Bloch, 1949/2001) hacia la utopía cuando
la necesidad material y la dimensión patética formaron una unidad concreta-práctica en ella. Si
esta relación, que es en sí misma apasionada (y por tanto no siempre fácil), se rompe, se produce el
desencanto y ha llegado la hora de los moralistas y los nihilistas. Entonces ganan terreno las fuerzas
anti-utópicas, que en esta situación entienden mejor cómo satisfacer la necesidad de valores estéti-
cos de las personas. El símbolo de la antiesperanza, la esvástica que, según su contenido tangible,
representa la antiutopía, el eterno retorno se convirtió en el símbolo de la esperanza de millones
8
porque la gente estaba decepcionada con el libertinaje burgués y porque la estrella roja aparente-
mente había dejado de brillar.
La contribución filosófica decisiva de Nietzsche radica en un cuádruple descubrimiento: 1) El
hombre está impulsado por una necesidad de sentido que no puede reducirse a impulsos materiales,
2) el experimento de la modernidad fracasa porque no puede satisfacer esta necesidad, 3) esto con-
duce a la atracción de prótesis espectaculares de sentido, que, sin embargo, en última instancia solo
profundizan el vacío de sentido en el mundo moderno, 4) una verdadera salida solo podría ser el
diseño de un orden de sentido completamente nuevo basado en las necesidades reales de las perso-
nas y sus correspondientes capacidades. Los pensadores modernistas insistirían en que la opción
cuarta no es precisamente una posibilidad real y que se debe resignarse al nihilismo del mundo
7
Se hace referencia a la conocida frase de su obra de teatro La ópera de los tres centavos: Primero la comida y luego la
moral” (Brecht, 1928). (N. del T.).
8
Véase el infame himno del partido del NSDAP (Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán), la Canción de Horst
Wessel (Cf. “Canción de Horst Wessel”, 2021). [En ese momento era una especie de segundo himno nacional] (Inser-
ción del traductor).
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moderno que es también el camino del posmodernismo, aunque se puedan encontrar en parte,
especialmente en Deleuze, aspectos más radicales. Por otro parte, tanto los nietzscheanos de iz-
quierda como los de derecha están de acuerdo en que quieren mantener esta opción al menos fac-
tible incluso si acusan a sus respectivos oponentes de no ofrecer ninguna salida real al nihilismo
moderno. La ambigüedad política de Nietzsche se debe, entre otras cosas, a que es extremada-
mente imprecisa en este punto crucial y a veces presenta propuestas que apuntan más a la iz-
quierda
9
y otras que apuntan más a la derecha
10
.
La izquierda marxista, empezando por los propios Marx y Engels, fue en gran medida ciega a esta
dimensión de lo humano la izquierda socialdemócrata, en cambio, dio una orientación de sentido
interpretativa puramente moral, que carecía de la necesidad de creación de sentido estético y espi-
ritual. Las ideologías de derecha, en cambio, suelen situar este aspecto de lo humano en el centro
de su imagen del hombre piénsese, por ejemplo, en el concepto de estado de ánimo (Stimmung)
de Heidegger y así, a pesar de su carácter supuestamente irracionalista, suelen resultar a menudo
sorprendentemente exitosas en la práctica política. Se ha vuelto a ver recientemente: a pesar del
carácter moralmente cuestionable de sus acciones, millones de personas votaron por Trump por-
que apela precisamente a ese lado emocional que hay en ellos. Por el contrario, la izquierda siempre
ha sido fuerte cuando ha logrado hacer una oferta convincente de sentido a las masas, todo el expe-
rimento socialista real se basó en esto; pero también el movimiento socialista en los estados occi-
dentales: los líderes de la izquierda clásica como Wilhelm Liebknecht, August Bebel, Vladimir I,
Lenin o Fidel Castro solo tenían, a menudo a pesar de sus teorías, un sentido intuitivo de cómo se
puede inspirar a las masas: ellos no solo hablaron al vientre y a la cabeza de los proletarios, sino
también a sus corazones, combinando el experimento socialista con el aliento de una no gastada,
espiritualidad auténtica.
Desde luego, precisamente este aspecto introduce también el problema del experimento izquier-
dista nietzscheano: ¿No amenaza con degenerar en un fascismo de izquierdas? ¿Se consigue el éxito
práctico al precio de establecer, en lugar de una sociedad liberada, una dictadura autoritaria que,
al final, se basa en una religión estatal que se ha vuelto poco creíble, que tiene poco que oponerse
al liberalismo? Esta objeción está muy justificada y si fuera cierta, entonces la ideología neoliberal
de izquierda tendría razón al decir que hoy no hay lugar más para un proyecto verdaderamente de
una izquierda de izquierda más allá del liberalismo, el conservadurismo y el fascismo.
9
Al igual que la visión del Superhombre como objetivo unificador de toda la humanidad (Cf. Nietzsche, 1883/2003:
227-232).
10
Cf. La esperanza de un renacimiento de la antigüedad a la que se alude en La genealogía de la moral (trad. en 2016)
y la simpatía por el antiguo sistema de castas de la India, que prolifera en la última obra.
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[IV.] La historia del nietzscheanismo de izquierdas: Un breve esbozo
Este peligro de que los esfuerzos prácticos se tornen en intenciones completamente opuestas a sus
propios propósitos fue ciertamente reconocido por los actores del nietzscheanismo de izquierda y
respondido de muchas formas y maneras. Sin embargo, se debe reconocer que se trata esencial-
mente de una secuencia de experimentos fallidos en dos aspectos: la izquierda dominante
11
, con la
que los izquierdistas-nietzscheanos mantenían en su mayoría una relación ambivalente, no hizo
suyo el impulso nietzscheano; a la inversa, los izquierdistas-nietzscheanos no lograron en su mayo-
ría hacerlo comprensible para la izquierda dominante, y mucho menos promover sus respuestas
positivas concretas a la cuestión de una revalorización de todos los valores. Sus audaces intentos
solían correr la misma suerte que los de Nietzsche: eran solitarios aislados y en gran medida desco-
nocidos que a menudo sucumbían a la locura o realmente aunque muy raramente se volvían
ideológicos y se convertían en derechistas.
La historia del nietzscheanismo de izquierdas se puede dividir a grandes rasgos en tres oleadas, cada
una de las cuales puso en primer plano diferentes aspectos del pensamiento diverso y contradicto-
rio de Nietzsche. El primero está inextricablemente entrelazado con lo que se ha llamado el Movi-
miento por la Reforma de la Vida: entre 1890 y 1914 se produjo en todo el mundo un enorme
estallido cultural en busca de lo que se podría llamar una modernidad alternativa. Se quiso encon-
trar una respuesta positiva a la cuestión del sentido, pero no de forma conservadora o incluso reac-
cionaria, sino con visión de futuro: inventando formas de vida, formas de representación estética y
estructuras políticas totalmente nuevas. Un movimiento de masas que trascendió las clases y los
países, para el que Nietzsche fue el punto de referencia ideológico central, asumiendo práctica-
mente el rol de profeta de una nueva era. Sus obras, a partir de 1890, tuvieron una acogida casi
repentina en todo el mundo y alcanzaron ediciones millonarias. Nietzsche, que siempre había
arrastrado el prestigio de lo intempestivo, se había convertido de repente en un filósofo popular
que, para muchos, era el que mejor, en estilo y contenido, captaba el espíritu de la época, si en
cuanto a conceptos, pero en metáforas e imágenes de fácil acceso que inspiraban sus propias
creaciones. Protagonistas decisivos de esta primera oleada son, por ejemplo, Ludwig Klages, Gus-
tav Landauer, Emma Goldman, Lilly Braun, Helene Stöcker, Hermann Hesse, Rudolf Steiner y
Harry Graf Kessler. A pesar de su nietzscheanismo (o eso parece en cualquier caso si solo se conoce
al Nietzsche oscuro posmoderno), les unía un descomunal optimismo: estaban convencidos de que
un hombre nuevo podía surgir de una cultura cambiada, de modo que las heridas del proceso de
modernización no solo podían cicatrizar, sino también sanar. Su esperanza era sobre todo para el
cuerpo, que descubrieron como un sujeto revolucionario, fuente de toda pasión humana y de la
alegría de vivir. La reflexión, tanto individual como colectiva, sobre el cuerpo debía conducir a un
11
Por izquierda dominante me refiero a las fuerzas hegemónicas dentro del discurso de la izquierda, especialmente las
tendencias dominantes dentro de los principales partidos y organizaciones de izquierda.
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replanteamiento, a un redescubrimiento de la vida real y natural que había sido enterrada por la
civilización. Algunos de ellos tendían hacia la izquierda en sentido estricto, otros más hacia las ideas
románticas o individualistas.
Desde el principio, el movimiento obrero tuvo dificultades para integrar esta necesidad cultural de
masas completamente nueva. Ya en 1890, algunos nietzscheanos, conocidos como los jóvenes, fue-
ron expulsados del SPD (Partido Socialdemócrata de Alemania) y los ambiciosos intelectuales mar-
xistas del partido como Franz Mehring, Eduard Bernstein y Kurt Eisner, escribieron polémicas
punzantes contra Nietzsche y los suyos, anticipando los argumentos esenciales de Lukács y Haber-
mas. En gran medida estaban de acuerdo en que no había que tomar en serio a Nietzsche: era un
filósofo de moda que no tenía nada que decir al proletariado, que en el mejor de los casos atraía a
unos cuantos pequeños burgueses confundidos que, de por sí, no habían perdido nada en el movi-
miento obrero.
Ciertamente también hubo miembros del movimiento obrero que se portaron de otro modo con
Nietzsche. En 1905, por ejemplo, el artista Fidus, fuertemente inspirado por Nietzsche represen-
tante de un notable proletariado modernista que desgraciadamente se inclinó hacia la derecha a
partir de 1914, fue autorizado a diseñar la portada de la edición especial de mayo del órgano del
SPD Vorwärts con un dibujo en el que da expresión concreta y sensual a la visión nietzscheana de
una humanidad liberada (Cf. Fig. 1). Pero la corriente principal era de orientación marxista o kan-
tiana. Otros movimientos sociales, como el movimiento de mujeres, se han comportado de manera
similar: tanto la burguesa como el ala proletaria del movimiento de mujeres se separaron del ala
reformista de la vida. En ambos campos, el libertinaje sexual propagado y practicado por muchas
mujeres del nietzscheanismo de izquierda suscitó una especial ofensa.
El estallido de la guerra en 1914 marcó una censura que hizo que se rompiera la primera ola. Si
bien los temas de esta primera generación de nietzscheanos de izquierda siguieron siendo decisivos
los marxistas no ortodoxos posteriores, por ejemplo, Walter Benjamin y Ernst Bloch, que se vin-
cularon a este periodo tardío, nunca pudieron encontrar el camino de vuelta a ese optimismo au-
daz, a ese espíritu de experimentación desenfrenado que no tiene parangón en la historia del
mundo. Mientras que algunos, encabezados por la hermana de Nietzsche, Elisabeth Förster-
Nietzsche, se unieron a la paz del castillo y trataron de hacer que Nietzsche que de hecho más
bien había sido pacifista fuera aceptable para la corriente dominante como “Bismarck en la falda
de profesor” (Förster-Nietzsche,1914: 2) e incluso interpretaron el entusiasmo por la guerra (como
por ejemplo Thomas Mann) como el cumplimiento de sus esperanzas revolucionarias culturales,
los otros se radicalizaron hacia la izquierda y se unieron al campo pacifista. Se produjo una escisión
en la comunidad nietzscheana, que hasta entonces había sido heterogénea pero no estaba franca-
mente dividida y que aún hoy determina su discurso (¡Una ruptura y una traición de la que, desde
luego, tampoco el movimiento obrero marxista se salvó!).
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Además de Benjamin y Bloch que se mantuvieron fieles a sus raíces nietzscheanas, hubo figuras
como Theodor Lessing y Rudolf Rocker que siguieron defendiendo una postura nietzscheana cla-
ramente izquierdista en el espíritu del movimiento de la reforma de la vida en la República de
Weimar. También hay que mencionar al bastante olvidado político socialdemócrata Julius Leber,
veterano de la Primera Guerra Mundial, mentor de Willy Brandt y principal representante del ala
de la izquierda del Círculo de Stauffenberg, que tras su detención por los batallones marrones en
1933 escribió en la prisión un notable documento titulado Die Todesursachen der deutschen
Sozialdemokratie
12
(Cf. Leber, 1976). En él, bajo la impresión de la victoria del fascismo, renuncia
a Hegel y a Marx y ve en Nietzsche al filósofo con el que mejor se puede entender el fracaso del
movimiento obrero: en concreto no ha fracasado por factores materiales o por falta de análisis teó-
rico, sino por su moralismo e intelectualismo, que había llevado a numerosas decisiones estratégicas
equivocadas y a una creciente enajenación de su propio electorado, especialmente de los que re-
gresaron de la guerra y que se habían sentido repelidos por el pacifismo de la corriente principal
del SPD. En lugar de llamar a la sublevación, en última instancia, habían capitulado ante el fas-
cismo y sellado así su propio hundimiento.
Pero desde 1914 hasta 1945, el nietzscheanismo de derechas determinó esencialmente la imagen
de Nietzsche en Alemania. El llamamiento de Nietzsche a la creación de nuevos valores se inter-
pretó de tal manera que ya no se trataba de mantener conservadoramente los restos premodernos,
sino de restablecer un nuevo orden social jerárquico de manera conservadora-revolucionaria o fas-
cista recurriendo a una supuesta sustancia original arcaica. Se debe admitir que de la afirmación
del cuerpo a esa mística tonta solo hay un pequeño paso, aunque no sea necesario. Irónicamente,
los dos movimientos políticos que se refirieron más agresivamente a Nietzsche fueron precisamente
los que él mismo había identificado como pertenecientes al resentimiento: el fascismo y el anar-
quismo (Cf. Nietzsche, trad. en 2016: 496). En segundo lugar está la cuestión de cuánto tomaron
realmente Hitler, Mussolini o Goebbels de Nietzsche: eran sobre todo políticos reales que se decían
tener un claro sentido del lado emocional de la lucha política (en esto bien podrían haber sido ca-
pacitados por Nietzsche). Desde la perspectiva actual, los numerosos intentos teóricos de estable-
cer una visión del mundo reaccionaria sobre la base de la filosofía de Nietzsche, ya sea por parte de
Oswald Spengler, Ernst Jünger o Martin Heidegger, deberían tomarse muy en serio
13
. No consi-
derar simplemente a estos pensadores como locos irracionalistas, como fue el destino de Nietzsche,
sino al menos interpretarlos como sismógrafos capaces (Jünger sobre Nietzsche) del espíritu del
tiempo, que poseían un fino talento para algunas tendencias culturales que en gran medida esca-
paban a sus antípodas izquierdistas.
12
Las causas de la muerte de la socialdemocracia alemana. (N. del T.).
13
Para Carl Schmitt, que falta en esta serie, Nietzsche curiosamente no juega ningún papel y cuando lo menciona, se
aleja polémicamente de su individualismo burgués.
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Paralelamente a estas dos oleadas de recepción general de Nietzsche se desarrolló una segunda
oleada de recepción izquierda de Nietzsche a partir de alrededor de 1900, que siguió teniendo
repercusión en la posguerra. A diferencia de los mencionados reformadores de la vida, no conside-
raban a Nietzsche como un profeta, sino como un teórico, como un psicólogo y diagnosticador so-
cial. Sus orígenes se encuentran en la sociología clásica alemana (por ejemplo, Max Weber y Georg
Simmel), por un lado, y en el psicoanálisis, por otro. Estas dos corrientes se unieron después de la
Primera Guerra Mundial para formar el freudomarxismo y la Escuela de Frankfurt clásica, que
puede calificarse ciertamente como una formación de izquierda nietzscheana. El diagnóstico de
teóricos como Wilhelm Reich, Theodor W. Adorno, Max Horkheimer, Herbert Marcuse y tam-
bién los mencionados Bloch y Benjamin se asemeja al de Leber, al menos en lo que respecta al
problema central: la debilidad del marxismo tradicional fue el olvido de la psicología. Esto fue con-
firmado, a los ojos de estos teóricos, en cuanto la victoria del fascismo no se pudo explicar según el
método materialista. Mientras que Marcuse, Bloch y Reich eligieron el camino de una emocionali-
zación de la política de la izquierda como respuesta positiva a esta constatación, Adorno y Horkhei-
mer esperaban poco de estos experimentos. En su obra tardía, adoptaron una actitud conservadora
de la preservación de las tradiciones burguesas. Los debates llevados a cabo en aquellos años toda-
vía marcan un paso, más allá del que la Escuela de Frankfurt ha quedado lamentablemente reza-
gada en el curso de su moralización por parte de Habermas y compañía.
Por último, hay que mencionar la tercera ola de recepción de Nietzsche por la izquierda, su va-
riante francesa. Mientras que los nietzscheanos alemanes de izquierdas combinaban los conoci-
mientos teóricos de Nietzsche con una actitud básica universalista, una clara orientación hacia la
utopía, sus contemporáneos franceses, empezando sobre todo por Georges Bataille y sus socios en
torno a la revista Acéphale, defendían un Nietzsche del nihilismo alegre que se afirma a mismo,
es decir, en cierto manera una reflejada inversión del nihilismo fascismo. Curiosamente, los repre-
sentantes del Instituto de Investigación Social (Benjamin vivía en ese tiempo en París y era amigo
de Bataille) tomaron nota por completo de este experimento, pero lo rechazaron e incluso vieron
en él cierto potencial fascista. El propio Bataille (1978) hizo un diagnóstico similar al de Adorno y
compañía en su artículo de 1933 Die psychologische Struktur des Faschismus
14
: el fascismo había
vencido porque el movimiento de izquierdas no había conseguido retener a sí mismo los elementos
heterogéneos excluidos de las sociedades modernas homogéneas. El mito del fascismo dirigido al
orden debe, para evitar su victoria, confrontarse con un mito antifascistadionisíaco del caos. Al
igual que los fascistas, se trata de una vuelta a los orígenes arcaicos: solo Bataille y los suyos los
interpretan en el sentido de un difuso caos primordial. El objetivo para Bataille, a diferencia de la
mayoría de sus discípulos posmodernos, es sin embargo relativamente evidente, una sociedad co-
munista. Sin embargo, el momento utópico se rompe en su caso por el hecho de que esfuerte-
mente unido con asociaciones y visiones embriagadoras y difusas, inspiradas por el Marqués de
14
La estructura psicológica del fascismo. (N. del T.).
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Sade, de un desencadenamiento de la sexualidad, especialmente en su dimensión perversa y os-
cura. No está claro cómo podría ser una política real socialista viable sobre esta base. Los sucesores
posmodernos de Bataille reanudan pues también bastante a su antiutopismo y abandonan más o
menos por completo el momento utópico que todavía existe en él.
Ciertamente también hay tendencias opuestas en el nietzscheanismo francés de izquierda: Sartre,
Camus y otros existencialistas tomaron del pensamiento de Nietzsche un nihilismo similar y afir-
mativo al de Bataille y compañía, pero se distanciaron de las prácticas antisubjetivistas y dionisíacas
de estos círculos: En el centro de atención, siguiendo el propio individualismo de Nietzsche, estaba
el sujeto libre y su autenticidad. Aleccionados por la experiencia de la lucha fascista, tanto Sartre
como también Camus trascendieron este individualismo en dirección a un compromiso de iz-
quierda muy serio, en el que se trataba de buscar también sabiendo de su inalcanzabilidad. Una
actitud mundial heroica que es ciertamente simpática como antídoto al conformismo de la iz-
quierda dominante.
Otros marginados de la izquierda de izquierda en el nietzscheanismo francés que hay que mencio-
nar brevemente son los situacionistas, un grupo de teóricos y artistas activos en torno al 68. Com-
prendían un ala más hegelianamarxista, representada por Guy Debord, y un ala más izquierdista
nietzscheanaexistencialista en torno a Raoul Vaneigem. Ambas alas estaban unidas por un claro
rechazo a la izquierda dominante y un énfasis en la necesidad de una experiencia auténtica, una
decidida resistencia individual a lo que llamaban la sociedad del espectáculo. Algo del espíritu re-
volucionario de este grupo radical sigue indudablemente vivo en la lucha actual de los chalecos
amarillos
15
y en la lucha contra la política represiva de Corona. Como pequeña prueba de ello,
permítanme añadir un grafiti que yo mismo fotografié al margen de una manifestación de chalecos
amarillos en Montpellier y en el que, ligeramente modificado, se cita a Nietzsche: “No soy un hom-
bre, soy dinamita” (Nietzsche, trad. en 2016: 853; Cf. Fig. 2)
[V.] Resultado: Por un nietzscheanismo de izquierda hoy
Ya sean los chalecos amarillos o el movimiento de liberación kurdo
16
, cuyo líder espiritual, Ab-
dullah Öcalan, llama a Nietzsche el “profeta[s] opositor[es] más fuerte[s] del periodo capitalista”
(Stephan, 2020: 434), ya sea la búsqueda queer de una identidad más allá de la bisexualidad im-
puesta, siempre que esté impregnada de un impulso auténticamente utópico, o los esfuerzos de los
estudiantes de izquierdas por reapropiarse auténticamente del canon de la izquierda: El espíritu
15
Referencia al grupo de manifestantes en Francia que llevaban un chaleco de este color. (N. del T.).
16
El autor se refiere aquí principalmente a la lucha del pueblo de Rojava contra la agresión turca e islamista y sus
esfuerzos por construir una sociedad de acuerdo con los principios del confederalismo democrático de Öcalan. (N. del
T.).
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de la izquierda nietzscheana vive y no puede ser eliminado porque la necesidad de creación de
sentido no puede ser extirpada; la necesidad de autenticidad, de creatividad, de alegría de vivir, de
realización erótica, de exuberancia emocional... en definitiva: de una vida más allá de la cáscara de
acero (Cf. Weber, 1904/2013) de la sociedad moderna. Ciertamente, el capitalismo posmoderno
después del 68 ha retomado los impulsos de la subversión nietzscheana de izquierda, pero los ha
desvinculado de sus ambiciones genuinamente utópicas y, por tanto, les ha arrebatado la posibili-
dad de su auténtica realización. El descontento con las ofertas del espectáculo sigue presente y el
anhelo de un cambio social serio ha estallado recientemente en el movimiento climático, altamente
emocionado.
Las recientes luchas en la dirección de la política de Corona muestran claramente el dilema en el
que se encuentra el movimiento de izquierda: desde el lado neoliberal se lleva a cabo, anunciado
abiertamente, una política de emocionalización negativa, es decir, la movilización de afectos como
el miedo, la desconfianza y el odio hacia los imprudentes con el objetivo de crear un consenso au-
toritario. Una política positiva y esperanzadora, ciertamente desvinculada de cualquier impulso
utópico genuino, más bien si acaso llevada a cabo por los liberales clásicos y la derecha, mezclada
por el lado fascista con la difusión de rumores de pánico de que la política de Corona es un golpe
autoritario encubierto. En este torrente de emocionalizaciones, la izquierda difícilmente puede
afirmar su insistencia en una política de Corona racional, basada en hechos y socialmente justa,
aunque el fracaso del sistema neoliberal es evidente en esta crisis. Sobre todo, le cuesta rechazar
claramente la política neoliberal y de derechas del miedo y asumir los impulsos esperanzadores y
utópicos del movimiento de resistencia. Estas personas, aunque no se orienten realmente hacia la
derecha, por su parte se sienten abandonadas por la izquierda y tarde o temprano se dejan captar
por la derecha: sucedió algo parecido con los chalecos amarillos y también con el movimiento cli-
mático, se teme que sus activistas, desilusionados, se inclinen tarde o temprano hacia la derecha
ya hay voces del campo de la derecha que abogan no dejar la cuestión de la protección del medio
ambiente a la izquierda
17
.
El problema fundamental es que las emociones son necesariamente particulares, aunque estén lle-
nas de espíritu utópico. La racionalidad, en cambio, es universal por naturaleza. Por lo tanto, los
movimientos de izquierda siempre tendrán un problema con las emociones y el cuerpo, y confiarán
en el poder del lenguaje, los argumentos y la razón o incluso en la violencia desnuda del cañón de
la pistola. Pero, ¿debe ser eso realmente necesario?
17
Los planteamientos correspondientes se encuentran ya en Ludwig Klages, que asoció la destrucción de la naturaleza
con la homogeneización étnica moderna. En 2019 se fundó la revista Die Kehre, Revista de Protección de la naturaleza,
que promueve la conservación del derecho de la naturaleza.
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En cualquier caso, habría que intentar la creación de un nuevo movimiento de masas de izquierdas,
cuya radicalidad no se agote en reprender a los defraudadores fiscales y exigir más prestaciones de
desempleo, y cuya audacia culmine en rechazar el apretón de manos a los políticos de la AfD (Al-
ternativa para Alemania). El potencial para ello esahí, como se ha demostrado casi mensual-
mente en los últimos años: hay un pronunciado descontento con el orden existente y una creciente
comprensión de la bancarrota de la utopía neoliberal. Al mismo tiempo, además de toda la rabia,
todo el odio, todo el desprecio, también hay rasgos de una emocionalización esperanzadora y posi-
tiva, una superación de los movimientos más allá de los meros objetivos de la pequeña política hacia
una gran política, hacia la superación del orden neoliberal. Black Lives Matter y Me Too también
se podían satisfacer con políticas de cuotas neoliberales y un poco de simbolismo, al igual que el
movimiento de protección del clima pero las verdaderas causas del descontento no se pueden
nombrar dentro del discurso neoliberal. Ellas solo se pueden sostener porque las distintas luchas
carecen de toda consistencia, son inconscientes, desesperadas y desorientadas. La gente debería
detenerse y mirar hacia arriba: divisarían la estrella roja que podría brillar más que nunca si supie-
ran dar a sus luchas una unidad superior, para agruparlas bajo un mismo objetivo: el socialismo.
Los chalecos amarillos ya no eran más integrables y tampoco las protestas contra la política de Co-
rona. El Estado neoliberal muestra su lado represivo cada vez más claramente aquí y sigue per-
diendo de ese modo apoyo. Solo se puede asegurar con dificultad mediante una política de miedo
y odio conjurando así los demonios que pronto lo destrozarán. Una repetición de las luchas an-
tifascistas de los años 20 y 30 es inminente, y tendremos que afrontarla en los próximos años. Una
izquierda que se tome en serio a sí misma no debe permanecer simplemente a la defensiva en esta
próxima ronda de lucha revolucionaria: pues sabe que la defensa del neoliberalismo equivale en
última instancia a una defensa de las raíces del fascismo. Debe subir al ring agresivo, lo que solo
será posible si finalmente logra integrar el momento nietzscheano dentro de sí mismo. Hic rhodus,
hic salta
18
mientras no se tome en serio este desafío, la lucha entre el liberalismo y el fascismo
seguirá siendo eternamente el destino de la humanidad y costará millones de víctimas sin sentido.
Quien ni siquiera inicia esta lucha desde el noble pesimismo ya la ha perdido, y Bloch, que a pesar
de toda la renuncia superficial a la volatería nietzscheana de su juventud siguió siendo nietzs-
cheano en el corazón hasta el final y desarrolló probablemente la crítica nietzscheana más profunda
de procedencia marxista, escribió con razón en su obra principal El principio de la esperanza:
18
La expresión procede de la fábula de Esopo El fanfarrón. En el contexto en el que se utiliza tal expresión, hace
referencia al uso que Marx hizo de ella en relación con su escrito El 18 brumario de Luis Bonaparte (1852). (N. del
T.).
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A diferencia de un pesimismo, perteneciente él mismo a la putrefacción y susceptible de ser-
virla, un optimismo probado una vez que le ha caído la venda de los ojos no niega en abso-
luto la fe en un objetivo; al contrario, de lo que se trata es de encontrar y corroborar la fe
exacta. Por eso causa posiblemente más alegría un nazi convertido que todos los cínicos y
nihilistas juntos. Por eso también el enemigo más obtuso del capital no es solo, como parece
evidente, el gran capital, sino igualmente la gran multitud de la indiferencia, de la desespe-
ranza; en otro caso, el gran capital se encontraría solo. (Bloch, 1959/2004: 507)
Rompamos con el cinismo y el pseudo-hedonismo de los medios neoliberales, mantengámonos ale-
jados también de los flautistas
19
de la derecha: mantengamos la esperanza y el andar recto en el
sentido de Nietzsche, de quien Bloch toma estos motivos. La esperanza tiene el peculiar poder de
realizarse como docta spes, esperanza instruida la desesperación, lamentablemente, también tiene
este poder.
Fig. 1. Así es como los artistas nietzscheanos imaginaron el socialismo. La
portada del número especial de mayo de Vorwärts de 1905, diseñada por
Fidus.
19
Alusión a la historia del Flautista de Hamelín, que atrae a los niños fuera de la ciudad con una flauta. (N. del T.).
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Fig. 2 Somos dinamita. Grafiti fotografiado al margen de una manifesta-
ción de chalecos amarillos en Montpellier por el propio autor. Nietzsche
se había autodenominado dinamita en Ecce homo.
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