Protrepsis, Año 11, Número 22 (mayo - octubre 2022). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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(Platón, trad. en 1997: 239)– y los que se rigen por la verdad. Por supuesto, la intención de Sócrates
no es decir cosas bellas de Eros, sino exponer su naturaleza, dirigirnos a su Idea, encaminarnos a la
verdad del amor, partiendo de la siguiente pregunta: “¿es acaso Eros de tal naturaleza que debe ser
amor de algo o de nada?” (Platón, trad. en 1997: 240). La respuesta inicial es que Eros debe ser
amor de algo. Sin embargo, la cuestión de la verdad de ese algo que se ama es complicada porque
no simplemente podremos caracterizarlo por sus cualidades bellas, sino por la carencia propia del
deseo: “lo que desea desea aquello de lo que está falto y no lo desea si no está falto de ello” (Platón,
trad. en 1997: 241).
Lo deseado y amado se caracteriza por no estar a disposición, no poseerse, no estar presente, no ser
lo que uno es o ser aquello que le falta a uno. Todas sus cualidades se enuncian de manera negativa.
¿Qué tipo de verdad es, entonces, la que posibilita el amor, si solo se puede referir a ella en función
de lo que falta, cuyo padecimiento se exacerba en el caso de la melancolía? Sócrates discutirá la
cuestión a partir de las enseñanzas de Diotima, asignándole un lugar intermedio entre el conoci-
miento y la ignorancia. Se trata de “algo intermedio entre lo mortal y lo divino” (Platón, trad. en
1997: 246), un gran demon que, al “estar en medio de unos y otros llena el espacio entre ambos, de
suerte que el todo queda unido consigo mismo como un continuo” (Platón, trad. en 1997: 247).
Esto, según Diotima, posibilita la comunicación de los mortales con la divinidad como en la adivi-
nación, los sacrificios, los ritos, los ensalmos, la mántica, la magia, etc.
La verdad de Eros, por tanto, es que es una entidad intermedia –un demon–, no divina ni mortal, y
solo se puede definir en función de lo que le falta. ¿No es por ello, como indica Badiou, expresión
de diferencia que sutura la herida de la no-relación sexual, y no un reflejo de la identidad unitaria
de la obra de Dios?
Diotima continúa explicando que la “divinidad no tiene contacto con el hombre, sino que es a tra-
vés de este demon como se produce todo contacto y diálogo entre dioses y hombres, tanto como si
están despiertos como si están durmiendo” (Platón, trad. en 1997: 247). La verdad, entonces, en
estricto sentido, no se le presenta de manera directa y positiva al hombre, como una totalidad o
identidad unitaria, sino que tiene contacto con ella a través de su deseo, como lo que le falta. Todo
lo cual apoya el argumento de Badiou en que el deseo característico del amor permite al hombre
conocer la verdad, desde la escena del Dos, a partir de la separación y la conciencia de diferencia,
como lo que viene a suplir la no-relación, y no en función de la revelación de la voluntad del Uno,
que totaliza nuestra concepción del mundo y su devenir.
La pregunta, por tanto, de la verdad del amor, es sobre lo que desea el que de verdad ama, y no
puede determinarse a través de una identidad específica, es decir, no ama una cosa o un ente de-
terminable de una vez y hasta el fin de los tiempos. La explicación de Diotima al respecto, es la