Protrepsis, Año 11, Número 22 (mayo - octubre 2022). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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partir de las prácticas romanas. La diferencia entre ambos sustantivos, entonces, es posible por una
reconstrucción lingüística porque ambos derivan de amare y es el vocablo latino amor el que per-
mite designar a la amistad.
En sus Disputaciones Tusculanas, Cicerón presenta numerosos ejemplos del amor en los poetas
(Cicerón, trad. en 2005: IV, 68-76) con los que pretende demostrar que, por lo general, el amor es
un afecto libidinosus o llevado por el deseo, que este deseo conduce a una sexualidad indebida o
stuprum, cuando no al furor o la locura, y en consecuencia no es posible otorgar autoridad al amor,
como lo hace Platón, ni aceptar la definición de los estoicos, para quienes el amor es “la tendencia
a trabar amistad inspirada por la percepción de la belleza” (Cicerón, trad. en 2005: IV, 72).
El tratamiento que debe aplicarse a quien sufre una afección semejante consiste en mostrarle
cúan liviano, cuán despreciable y cuán absolutamente insignificante es el objeto de su deseo,
con qué facilidad se puede conseguir de cualquier otra parte y de otra manera o darlo de lado
por completo. Hay ocasiones también en que conviene desviarlo hacia otras aficiones, preo-
cupaciones, cuidados y empeños, recurriendo en última instancia a curarlo […] como se hace
con los enfermos que no se han restablecido. (Cicerón, trad. en 2005: IV, 74).
Así, Cicerón rechaza los valores positivos de la erótica platónica, de tal suerte que la noción de
amicitia no requiere que el amor ocupe un lugar primordial en ésta. Para demostrarlo, en su tratado
Sobre la amistad, Cicerón se apoya en los diferentes niveles en que se manifiesta el vínculo de la
amicitia en Roma y plantea una definición que incluye tanto las tradiciones griegas como la articu-
lación de los lazos políticos y privados de la amistad. De acuerdo con esta definición, la amicitia es
una relación activa, expresada sobre todo en la benevolentia o la voluntad de actuar por el bien del
ser querido. Justamente la benevolentia es la que permite distinguir la propinquitas, o el lazo de
parentesco, de la amistad: “la amistad aventaja al parentesco por esto, porque del parentesco la
benevolencia puede quitarse, de la amistad no puede; pues, quitada la benevolencia, se quita el
nombre de amistad” (Cicerón, trad. en 2019: 19). Este acto de voluntad requiere por igual el bene-
ficio recibido y el placer, los cuales se están corrigiendo de manera constante y recíproca. (Cicerón,
trad. en 2019: 22)
Aunque el amor se confirma no sólo por el beneficio recibido sino también por el deseo expe-
rimentado y por el trato disfrutado, añadidas estas cosas a aquel primer movimiento del espí-
ritu y del amor, se enciende una cierta admirable grandeza de benevolencia (Cicerón, trad.
en 2019: 29).
Esta asociación entre el beneficio recibido y el placer apunta a refutar tanto la tesis de los epicúreos,
para quienes la amistad nace de la debilidad y la necesidad (Cicerón, trad. en 2019: 29-32), como
las confusiones entre amistad y adulación, típicas de las relaciones abusivas, en las que se observa