Protrepsis, Año 12, Número 23 (noviembre 2022 - abril 2023). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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Así, pues, siempre se ha pensado que el centro, que por definición es único, constituía dentro
de una estructura justo aquello que, rigiendo la estructura, escapa a la estructuralidad […]. El
concepto de estructura centrada es, efectivamente, el concepto de un juego fundado, consti-
tuido a partir de una inmovilidad fundadora y de una certeza tranquilizadora, que por su parte
se sustrae el juego. A partir de esa certidumbre se puede dominar la angustia. (Derrida, 1989:
384)
Con este antecedente me es posible decir que la deconstrucción, más que una forma postmoderna
de leer los textos, problematiza toda estructura de la realidad y al mismo tiempo se vuelve subver-
siva con respecto a cualquier cosa que podamos asegurar que conocemos. Es decir, toma una nota-
ción política al poner en crisis el orden binario de cualquier estructura o discurso, bien y mal, civi-
lización y barbarie, razón y locura, hombre y mujer, etc. Este precepto es con el que se ha construido
el pensamiento, el saber y el poder en occidente. Esa dualidad que ha permitido ejercer, entronizar
y normalizar la violencia a todo lo que resulte periférico. La deconstrucción, como había apuntado
antes, no es en sí una teoría, ni un modo de hacer crítica, más que eso, es un modo de estar situado
en el mundo. Nos ofrece un lugar otro para colocarnos frente a las estructuras de poder, llevando a
un estado de crisis el significado de las cosas, comenzando por la institución más grande en la so-
ciedad occidental, y que a su vez dota de sentido a todas las demás: el lenguaje.
Si esto es cierto, probablemente Umberto Eco tenía razón cuando “evidenció” en Los límites de la
interpretación cierta carta que alguna vez Derrida le escribió. En ese libro, se cuestiona la incon-
gruencia del pensamiento deconstructivista del autor de Espectros de Marx:
Es obvio que la carta de Derrida habría podido adoptar para mí otros significados, estimulán-
dome a hacer sospechosas conjeturas sobre lo que su autor quería “darme a entender”. Pero
cualquier otra inferencia interpretativa (aunque paranoica) habría estado basada en el reco-
nocimiento del primer nivel de significado del mensaje, el literal. (1992 :109)
Incluso hay una acusación implícita hacia el francés de ser un destripador del sentido de las cosas
y del significado mismo del lenguaje. Podríamos pensar que Derrida, en esta explicación a los niños
es, según Eco, el villano de esta historia. En dicho texto, Eco se burla de la desjerarquización que
Derrida hace de la interpretación de los textos, cuestionando la intención básica de comunicación
de aquella carta: ¿Cómo se puede estar seguro de que cuando alguien me está diciendo “buenos
días”, realmente me está saludando a mí y se está refiriendo al momento en el día en el que nos
estamos saludando? ¿Cómo puedo estar seguro de que realmente está queriendo decir eso, si el
sentido de las cosas se ha deslizado completamente? Pues bien, como ya se ha visto, hay una invec-
tiva hacia Derrida y su pensamiento.