Protrepsis, Año 11, Número 22 (mayo - octubre 2022). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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Una comunidad inherentemente política
Las sociedades lograron su evolución hacia el Estado al comprender que su estabilidad requería la
evolución tanto material como racional de su organización, de este modo, para lograr la permanen-
cia histórica, la sociedad se ha conferido a la tarea política de fundar el Estado para proteger sus
intereses. ¿Pero cuáles son estos intereses? Estos se asocian a la elección de medios políticos y eco-
nómicos; a una forma de percibir al mundo e interpretar la existencia; y a los vínculos imaginarios
de las personas en torno a dicha existencia. Por tanto, los intereses que persigue una comunidad
política expresan una combinación de una idea hegemónica de racionalidad, cultura e ideología.
La comunidad que deviene en Estado es inherentemente política, no puede ser de otro modo, pues
así logra que sus intereses avancen hacia la construcción de legitimidad. De esta manera, lo político
posee su génesis en la relación que existe entre los seres humanos, en diferentes ámbitos de la vida,
y, sobre todo, en un espacio público común (Arendt, 1993/1997). Este espacio, para instituciona-
lizarse, debe encontrarse dentro de fronteras consensuadas y reconocidas tanto interior como exte-
riormente. Así, lo político, al darse en la interacción humana, expresa una conformidad respecto a
las formas, esto supone una necesidad para avanzar hacia el desarrollo de las estructuras organiza-
tivas, siendo la conciliación el origen de la actividad política (Crick, 1962/2001).
No obstante, la conciliación no supone necesariamente la concertación total, pues las identidades
que acuerdan un determinado ordenamiento social definen, a su vez, a los enemigos –internos y
externos– de la comunidad. Tal situación motiva una lucha por la definición de una identidad po-
lítica. Cuando Weber considera el desarrollo de lo político en asociación al proceso de racionaliza-
ción de la sociedad moderna organizada a través del Estado, las empresas, los partidos políticos, los
sindicatos, etc., evidencia que quienes se desempeñan políticamente, en la búsqueda de imponer
su voluntad sobre otros, luchan entre ellos por “la participación en el poder, o a la influencia sobre
la distribución del poder, ya sea entre Estados o, en el interior de un Estado” (Weber, 1922/1964:
1056). En una línea similar, cuando Schmitt analiza el concepto de lo político, también lo hace
alrededor de la idea de contraposición de identidades, ya que afirma que “la distinción propiamente
política es la distinción entre el amigo y el enemigo” (Schmitt, 1932/2002: 31). Esto supone que
una comunidad política unificada genera su identidad contraponiéndose a otra, pero para que esto
suceda es necesaria una lucha política al interior de sí por definir los fundamentos racionales, cul-
turales e ideológicos de ese antagonismo.
Ahora bien, el estudio de la política debe comprender la observación de elementos presentes en los
diversos niveles de las relaciones de fuerzas, dentro de las cuales se encuentra el desarrollo político
en torno a las fuerzas productivas de una sociedad (Gramsci, 1949/1980). Lo político vincula y