Protrepsis, Año 10, Número 20 (mayo - octubre 2021). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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De este modo, en la tríada del buen preguntador, el escuchar responde a la captación del Otro y sus
palabras. Refiere a una compleja actitud empática que se vincula a la realidad de esa persona y su
circunstancia previa a la formulación. El proceso de escuchar es una fase insustituible para la ge-
neración de intersubjetividad, para la creación de vínculos y en la gestación de nuestras preguntas.
Aunque externamente podamos vernos calmos y atentos, al mismo tiempo, estamos disponiéndo-
nos, cultivando nuestro preguntar. Así, mientras escuchamos vamos reteniendo, atesorando térmi-
nos importantes, como si fueran piezas de un lego o un dominó que luego usaremos. Sopesamos la
circunstancia y evaluamos las posibles proyecciones que podría tener una alocución o la otra. Este
es el tipo de escucha profesional que se entrena en los procesos de la práctica filosófica como la
filosofía con o para niños, la consultoría filosófica o la filosofía en organizaciones. Dado que la pre-
gunta no existe fuera de un marco o realidad, la totalidad de las palabras y la forma de su expresión
se modelan y estructuran en función de con quién estamos y qué es lo que está él, ella, ellas o ellos
haciendo. La escucha, básicamente, es un momento de preparación ineludible para el preguntar,
sea escrito u oral, que implica el pensar y acercarnos al Otro, solo así es posible hacer preguntas
para el Otro, incluso poder formular adecuadamente preguntas para mí. Si nuestro interlocutor
aún no ha expresado palabra alguna y somos nosotros los que comenzaremos la interacción, al me-
nos deberíamos sentirnos interpelados por él. No existe preguntar sin escuchar, porque no existe
pregunta sola y por sí misma. Toda pregunta se dirige a un sujeto. Así es como llegamos a la formu-
lación, de una manera mucho más sólida y preparada, no meramente improvisada o a priori.
Sobre la formulación de las preguntas que podamos hacer en el mundo se ha escrito y trabajado
mucho más que sobre la escucha. La formulación de una pregunta ha de ser acorde a las caracterís-
ticas, edad de las personas implicadas, intereses, situación, etc. Los contextos de discursos dentro
de los que se encuentra mi propio discurso (si es un espacio académico, científico, informal, fami-
liar, etc.) determinan igualmente el tipo de vocabulario que he de utilizar. Otros aspectos impor-
tantes a considerar, refieren a la coherencia, la claridad y la concreción de la pregunta: mientras
más sintética sea la formulación sin perder el objeto al que se refiere, ganará generalmente posibi-
lidades de entendimiento y vinculación discursiva. Del mismo modo, el hecho de que la pregunta
no contenga supuestos no constatados. En una ocasión, un abogado asistió a un curso relacionado
con el uso de la pregunta para el ámbito del derecho en los juicios orales. Se estaba ejercitando la
forma de realizar el cuestionamiento a un supuesto acusado y él formuló la siguiente pregunta: –
¿Qué hizo después de cometer el delito?–. En el ámbito de un juicio, esa pregunta daría lugar a una
objeción y a una imputación, debido a que la enunciación además de preguntar, afirma otra cosa.
El problema de los supuestos no es el hecho de que las preguntas los contengan, sino de que no
estén constatados. Si vemos que ya no queda más pastel y el sujeto frente a mí tiene migajas alrede-
dor de la boca puedo preguntarle: –¿Por qué te comiste el pastel?–. Si no estoy seguro de que lo ha
hecho, tengo que preguntar primero: –¿Acaso te comiste el pastel? –. Las preguntas que se “ade-
lantan” y se “saltan pasos” generan una interrupción de los procesos dialógicos y obstaculizan el
avance de la indagación sobre cualquier tema. Esto tiene que ver con cuestiones de formulación.