Protrepsis, Año 11, Número 22 (mayo - octubre 2022). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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parecer, la práctica de vincularse con otras instituciones académicas para sostener la formación de
estudiantes preuniversitarios y su inscripción más o menos periódica a la universidad. Ya en el siglo
XVI, las facultades de Artes y de Teología, en particular, en muchos centros académicos de la Ciu-
dad de México y Puebla, heredaron el interés por los métodos de una larga tradición filosófica que
nos remonta a las escuelas de filosofía clásica, pero que se incentivaron en la escolástica.
Las primeras universidades surgieron para solucionar al menos una necesidad social práctica: cer-
tificar las competencias profesionales de médicos, abogados y teólogos, de ahí que las primeras uni-
versidades se dividieran en estas tres facultades. Sin embargo, el ingreso a estas requería egresar de
la Facultad de Artes, donde se esperaba que los estudiantes adquirieran conocimientos en, al me-
nos, gramática, dialéctica, retórica, matemáticas, geometría, música y astronomía. Antes de la crea-
ción de las universidades, estas materias se estudiaban en las escuelas de Artes Liberales –a veces
más, otras menos–, y podían ser laicas o religiosas. Las escuelas laicas solo existieron en Italia, en el
resto de Europa las escuelas de Artes Liberales estuvieron apegadas a la Iglesia Católica.
Una vez que surgieron las universidades, las escuelas de Artes Liberales pudieron ser parte de estas
o existir separadamente como colegios o estudios (studia) apegados en su mayoría a los monasterios
de las órdenes mendicantes. En México, como veremos, existió la Facultad de Artes como parte de
la Real Universidad de México, pero también existieron algunas escuelas apartadas de esta univer-
sidad donde se enseñaba algunas de las Artes Liberales. Así también, veremos que una parte im-
portante de los libros útiles para la formación de estudiantes en Artes Liberales se encontraban en
las bibliotecas de colegios, monasterios y conventos. Tiene sentido que muchos de los libros que
encontramos hayan sido parte de monasterios y conventos, si consideramos que, los primeros cole-
gios en la Nueva España fueron fundados por órdenes mendicantes y, una vez fundada la Univer-
sidad Real de México, ellas mismas tuvieron el derecho de otorgar grados (Hidalgo, 1998: 93). Ade-
más, en una primera etapa, los miembros elegidos para ofrecer las cátedras en la Universidad Real
de México surgieron de las órdenes mendicantes, lo cual supone la necesidad de acceder a ciertos
libros para ofrecer las lecturas universitarias. En una segunda etapa, tanto el clero secular como el
regular estuvo a cargo de las cátedras y, en una tercera etapa, ya en el siglo XVII, las cátedras uni-
versitarias estuvieron a cargo del clero secular. Es posible que, en los colegios de la Ciudad de Mé-
xico y Puebla, las cátedras hayan sido ofrecidas por el clero regular, en su mayoría, durante el siglo