Protrepsis, Año 11, Número 21 (noviembre 2021 - abril 2022). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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Llaman la atención dos epístolas más. Una está escrita por la tesorera honoraria del fondo para la
reconstrucción de un college para mujeres. El cuantioso presupuesto de Cambridge no destina
recursos para esos campus. Los espacios académicos y habitacionales que albergan a las estudiantes
están en condiciones deplorables pues las generosas donaciones a la universidad están destinadas
exclusivamente a los campus de varones. Las pocas universitarias viven entre ratas y goteras. Ante
esta situación, la tesorera solicita donaciones a personas con interés y medios de apoyo, incluso si
no han egresado de Cambridge, como es el caso de Virginia Woolf. La tercera carta proviene de
otra tesorera honoraria, quien se dedica a respaldar a mujeres profesionistas en busca de empleos
en las ramas de su formación universitaria. A diferencia de la carta anterior, la presente no solicita
dinero, en su lugar acepta cualquier obsequio: libros, fruta, prendas para vender en una tómbola,
no importa si son medias rotas, ellas pueden remendarlas. Las dos últimas misivas también emiten
preguntas, ¿puede usted ayudarnos con una donación de dinero o en especie para contribuir con la
educación y el empleo de las mujeres? Y si seguimos la tentación de imaginar una conversación
sostenida entre estos documentos, cabe reparar en el significado que emerge de preguntas sobre
guerras, campus universitarios de mujeres, empleos de profesionistas, convocadas en el escritorio
de una mujer sin conocimientos teóricos o prácticos sobre procesos de pacificación, quien tampoco
asistió a la universidad y cuenta con una renta modesta para su manutención. Las tres monedas que
parecen tan sólidas entre papeles se aligeran y descubren su precariedad ante la urgencia de apoyo
económico para la educación y la vida digna. En este escritorio, símbolo de una situación, las
preguntas lanzadas a la escritora no se dirigen a la experticia, no consultan a un conocimiento
adquirido y especializado. Se dirigen hacia otro sentido.
El inicio del ensayo Tres guineas delinea el mundo de sentido que se abre sobre aquel escritorio en
el momento decisivo de atender la carta que interroga por los medios para evitar la guerra. El ensayo
entero se configura como una respuesta, una correspondencia que se acerca a la reciprocidad, a una
concordancia dinámica. George Steiner, al abordar el complejo ejercicio del preguntar filosófico
en el pensamiento heideggeriano, repara en la acepción que guarda la contestación, la cual alude
tanto a una respuesta como a una disputa y, en última instancia, a un antagonismo. La distinción
entre respuesta y contestación es importante porque la respuesta es un eco vital, un responso,
comunión comprometida: hacerse responsable del llamado de la pregunta (Steiner, 2001: 87). La
escritora responde en este sentido de eco vital y comunión comprometida, aunque por momentos
parezca más una contestación. Sus palabras se emiten desde la reflexión de sí en el mundo, un
mundo amenazado y habitado por una diversidad de personas que, además de dividirse entre
aliados y enemigos, fascistas y republicanos, también se divide entre hombres y mujeres.
Salta a la vista el ejercicio reflexivo que inicia el ensayo en torno a la posibilidad del diálogo entre
remitente y destinataria. Quien escribe la pregunta sobre cómo podemos evitar la guerra es un
abogado respetable y respetuoso, se ha formado en una de las mejores universidades y su prestigio
queda de manifiesto en el membrete de la carta, proveniente de un despacho ubicado en el centro