Protrepsis, Año 11, Número 21 (noviembre 2021 - abril 2022). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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pero sólo debe ser el marido de la que sabe hacer una camisa” (Citado en Fraisse, 1991: 31). Ante
esto, lapidariamente la autora señala que “Diderot y Rousseau, hombres de la Ilustración, alimen-
taron la aversión de Sylvain Maréchal contra la emancipación intelectual de las mujeres y sostu-
vieron, en contrapartida, un alegato a favor de un amor y una felicidad que tendrían en la mujer a
su artesano” (1991: 31).
De cara a esto, Fraisse hace un importantísimo señalamiento: la autonomía, la autodeterminación,
la independencia, la emancipación son terrenos a los que se llega inevitablemente a través de saber
leer, a través del ejercicio de la escritura, porque la esencia de estos dos actos es el ejercicio de la
propia razón; y ello, justamente lo resalta Fraisse, era el enorme temor de los ilustrados: que las
mujeres no fueran dependientes, que no estuvieran bajo la tutela de los hombres.
Así pues, el Proyecto de una ley que prohíba aprender a leer a las mujeres también estará plagado
de declaraciones que determinan la naturaleza de la mujer como devoción al marido, a la materni-
dad, a las labores útiles (domésticas). Y aquellas que se han desviado de su naturaleza, al dedicarse
a las letras, son mujeres insensatas, causantes de la infelicidad del esposo, del desorden de la casa…
Más aún, para reforzar los males sociales y morales que esto provoca, Maréchal recurrirá –nos dice
Fraisse- a célebres mujeres que, con sus “desvíos intelectuales”, fueron la causa de las desgracias de
su época, además de haber “tenido siempre costumbres desagradables o disolutas. Por ejemplo, As-
pasia, Louise Labbé, Margarita de Navarra, Catalina de Médicis” (1991: 35). Así, la moralidad de
una mujer nunca puede estar asociada al ejercicio de su propia razón, de ser así, su condición es –
indiscutiblemente para Maréchal- la de una cortesana: “La Razón quiere que, de ahora en adelante,
se permita sólo a las cortesanas ser mujeres de letras, ingeniosas o virtuosas de un arte” (artículo 47
citado en Fraisse, 1991: 35-36).
Ahora bien, hemos indicado que la obra en cuestión de Sylvain Maréchal no es un caso atípico
dentro del iluminismo revolucionario, dado que pensadores como Diderot y Rousseau sustentan la
misma mentalidad misógina. Pero también debemos señalar, siguiendo a Fraisse, que el proyecto
de Maréchal no fue el primero. Ya en 1777 Nicolas Restif de la Bretonne saca a la luz Los Ginó-
grafos, un “proyecto de reglamento […] propuesto a toda Europa, para poner a las mujeres en su
lugar y trabajar así eficazmente en la reforma de las costumbres” (Citado en Fraisse, 1991: 38).
La misógina e injustificada propuesta de Maréchal tuvo sus detractoras, así nos lo comparte Fraisse:
Madame Gacon-Dufour (quien toma la publicación de Maréchal como una simple broma) y Ma-
dame Clément-Hémery, quien sin miramientos denuncia “la estupidez” así como “las contradic-
ciones” del escrito de Maréchal (Fraisse, 1991: 47-48). Madame Gacon-Dufour no es realmente
una detractora de las ideas de Maréchal, sólo difiere de su postura en que para ella la educación de
las mujeres sí es necesaria, pues de ella “la ciencia doméstica” se deriva. Por otro lado, la postura