Protrepsis, Año 11, Número 21 (noviembre 2021 - abril 2022). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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ISSN: 2007-9273
Protrepsis, Año 11, Número 21 (noviembre 2021 - abril 2022) 147 - 199
Recibido: 06/09/2021
Revisado: 15/09/2021
Aceptado: 02/11/2021
La construcción filosófico-política de la Masculinidad/Fe-
minidad. O de cómo organizamos la producción de rela-
ciones sociales y sexuales. Subjetivación, sexualidad, y
falo-poder
Martín Chicolino 1
1 Universidad Nacional de La Matanza; Universidad del Salvador
Buenos Aires, Argentina
E-mail: martinchicolino@gmail.com
https://orcid.org/0000-0003-2462-1568
Resumen: Toda formación social está llamada a producir a aquellos sujetos sociales que habrán de
dedicarse a trabajar, consumir, producir y re-producir (riqueza, valor, y seres humanos). Nuestras
sociedades contemporáneas nos producen un tipo muy específico de subjetivación que es de carác-
ter personal, individuada, hetero-normalizada, y propietaria: es la llamada persona civil o sujeto ju-
rídico. En su proceso de fabricación estos sujetos serán divididos y biunivocizados en varón/mas-
culino (activo y superior) y mujer/femenino (pasivo e inferior): sexaje que produce relaciones y
posiciones disimétricas y jerárquicas de poder (en lo económico, lo social, lo político y lo sexual).
En este trabajo se intentará estudiar cómo los intelectuales y filósofos modernos de los siglos
XVII/XIX tuvieron un papel fundamental en la producción de toda esta teoría o concepción jurí-
dico-contractual del sujeto, del poder, de la sexualidad, y del deseo (mixto de saber-poder) que re-
sulta andromórfica, violenta y falicizante en su raíz, porque hace del auto-goce masculino (Selbst-
genusses) la vara de medida de todo. El estudio de estos problemas muestran, en primer lugar, cómo
los filósofos efectuaron esa construcción histórico-política de la masculinidad dominante partiendo
del concepto de sujeto individual, hetero-normalizado, constitutivamente carente y poseedor pri-
vado; y en segundo lugar, mostraremos cómo esa captura masculinizante, andromórfica y falocrá-
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tica de nuestra subjetivación, de nuestra sexualidad, y de nuestro deseo (libido inconsciente) nece-
sita de nosotros que constantemente reduzcamos: (1) el deseo a la falta/carencia y a la necesidad;
(2) la necesidad a la satisfacción de un placer; (3) el goce a la posesión/penetración y el placer a la
descarga/eyaculación. Bajo la regla de la masculinidad y del Falo, nuestras sociedades libidinizan
y genitalizan la sexualidad, juridifican el placer y el sexo, y libidinizan la ley y la norma.
Palabras clave: Masculinidad, Subjetivación, Sexaje, Falocracia, Violencia.
Abstract: All social formation is called to produce those social subjects who will have to dedicate
themselves to work, consume, produce and re-produce (wealth, value, and human beings). Our
contemporary societies produce a very specific type of subjectivation that is personal, individuated,
hetero-normalized, and proprietary: it is the so-called civil person or subject of law. In their manu-
facturing process, these subjects will be divided and biunivocized into male/masculine (active and
superior) and female/feminine (passive and inferior): sexage that produces dissymmetrical and hie-
rarchical relations and positions of power (economically, socially, politically and sexually). In this
work we will try to study how the modern intellectuals and philosophers of the 17th-19th centuries
played a fundamental role in the production of all this theory or juridical-contractual conception
of the subject, of power, of sexuality, and of desire (mixed to knowledge-power) that is andromorp-
hic, violent and phallicizing at its roots, because it makes masculine self-jouissance (Selbstgenusses)
the measuring stick of everything. We will study these problems by showing, in the first place, how
the philosophers carried out that historical-political construction of the dominant masculinity star-
ting from the concept of the individual subject, hetero-normalized, constitutively lacking and pri-
vate possessor; and secondly, we will show how that masculinizing, andromorphic and phallocratic
capture of our subjectivation, of our sexuality, and of our desire (unconscious libido) requires us to
constantly reduce: (1) the desire to lack/abscence and the need; (2) the need to the satisfaction of a
pleasure; (3) the 'ouissance to the possession/penetration and the pleasure to the discharge/ejacu-
lation. Under the rule of masculinity and the Phallus, our societies libidinize and genitalize sexua-
lity, legalize pleasure and sex, and libidinize the law and the norm.
Keywords: Masculinity, Subjectivation, Sexage, Phallocracy, Violence.
1. La construcción histórico-política del sujeto individual, hetero-normalizado, carente, y propieta-
rio privado
No nos dejaremos extraviar por las objeciones de las feministas, que quieren im-
ponernos una total igualación e idéntica apreciación de ambos sexos (Freud)
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Continuar reglamentando la vida entre los sexos es una necesidad del poder
(Carla Lonzi)
Sólo puede haber ciertos tipos de sujetos de conocimiento, órdenes de verdad, y
dominios de saber, a partir de condiciones políticas, que son como el suelo en que
se forman el sujeto, el saber, y la verdad (Foucault)
Tan cierto es decir que toda sexualidad es política, esto es, que toda sexualidad reenvía a una de-
terminada organización de relaciones de poder, como lo es decir que toda política es sexual, a saber,
que toda organización o formación social de poder requiere, para perpetuarse, de un meticuloso
gobierno de la sexualidad. La institución y la producción de la masculinidad y de la femineidad
(dentro del esquema ya existente de la diferencia sexual) son entonces asuntos no meramente cul-
turales e idiosincráticos, sino que además ponen en juego a todo el régimen de economía general y
de política sexual general. Ponen en juego al diagrama (o red) de alianzas de poder. Pues, como
decía Raewyn Connell en 1995, la milenaria dominación patriarcal (el dominio de la masculinidad
hegemónica) funciona gracias al entrecruce entre: relaciones de poder (power relations), relaciones
de producción (production relations), y catexis o vínculos emocionales (cathexis/emotional attach-
ments), y que los elementos básicos que constituyen o configuran la trama del poder de la masculi-
nidad (the main patterns of Masculinity) son como mínimo cuatro; a saber: la hegemonía, la subor-
dinación, la complicidad, y la marginación (2005: 73-74, 77-81)
1
.
Cabe entonces una pregunta: ¿Cuál fue, en el dominio del saber, el papel histórico de los filósofos
e intelectuales (varones) en la constitución y producción del concepto de masculinidad y feminei-
dad? Y en este sentido, ¿hasta qué punto las imágenes de varón/masculinidad vigentes en nuestras
sociedades contemporáneas implican un corte superador respecto de las imágenes de la Moderni-
dad (siglos XVII-XIX)? ¿Hasta qué punto seguimos siendo sus herederos más consecuentes? ¿Hasta
qué punto sigue vigente lo que Foucault llamaba la monarquía del sexo (monarchie du sexe)?
(2002a: 84-86, 151-52).
1
Michael Kaufman considera que “no existe una única ‘masculinidad’, aunque haya formas hegemónicas y subordi-
nadas de ésta” (1997: 65, 74). A esta masculinidad Félix Guattari la define como “la imagen del varón blanco, normal,
adulto, civilizado, falócrata, pequeñoburgués, etcétera” (2017: 231). Pero además es constitutiva de la subjetivación
normal: ya en 1970 decía que “la machitud” es un sistema molar ligado al Edipo” (2019: 163). Las tesis de Deleuze y
Guattari suponen que el imperio del Edipo es el imperio del Falo/Macho, y viceversa: “Edipo es una ‘institución’
objetiva cristalizada en la sociedad bajo la forma de coitos humanos y de reglas de matrimonio. Pero es también la
relación ‘padres-hijos’, y es asimismo una glándula de secreción interna. [Por eso,] todos admiten, al menos entre noso-
tros, en nuestra sociedad patriarcal y capitalista, que Edipo es algo cierto. Todos admiten que nuestra sociedad es el
punto fuerte de Edipo: punto a partir del cual se encontrará, en todo lugar, una “estructura edípica”” (2005: 215, 181,
[Bastardillas del autor]).
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Partiendo de los postulados jurídico-contractuales de la filosofía moderna (en torno al sujeto y las
relaciones sexuales entre sujetos) podremos ver hasta qué punto aún hoy re-producimos esa heren-
cia fatal. En efecto, la filosofía moderna del siglo XVII-XIX (el empirismo, la Ilustración, la Enci-
clopedia, y el idealismo alemán) parte del concepto y de la vivencia de un sujeto definido como una
individualidad hetero-normalizada, que en tanto integrante del cuerpo social será definida como
persona jurídica y civil (ciudadano del Estado)
2
. Pero este sujeto individual, jurídico y civil, ha de
ser fabricado para funcionar dentro del sistema de la Ley y el Orden ya establecidos (el sistema
falocrático patriarcal estatal y capitalista). Su proceso de fabricación exige de dichos sujetos que
sean binarizados y binomizados (o biunivocizados): se debe ser o bien varón/masculino, o bien mu-
jer/femenino
3
; pero también se abrirán casillas adecuadas para integrar y axiomatizar a todo aque-
llo que no se presenta, ante la mirada auscultadora del orden (el ojo del poder), ni como varón ni
como mujer
4
(hermafroditas, travestis)
5
.
2
Kant dice que “Persona’ [Person] es el ‘sujeto’ [Subjekt] cuyas acciones son imputables [Zurechnung]” (2009: 29-
30, [Bastardillas del autor]), y Fichte dice que “el conjunto de todos los derechos es la ‘personalidad’ [der Inbegriff aller
Rechte ist die Persönlichkeit]” (1994: 366, [Bastardillas del autor]). Por su parte, Hegel afirma en 1802-1803 que la
esencia del Derecho (y del deber) y la esencia del Sujeto (que tiene razón y voluntad) son una y la misma cosa [das
Wesen des Rechts (und der Pflicht) und das Wesen des denkenden und wollenden Subjekts, schlechthin eins sind]”
(1979: 45-46, [bastardillas del autor]).
3
Guattari (2017: 328): “La oposición varón/mujer servía para fundamentar el orden social antes que aparecieran las
oposiciones “de clase, casta, etc.”. Cf. asimismo, Guattari afirma que: “La conjunción anti-productiva biunivociza las
conexiones: tenemos entonces un ‘significante’ y un ‘significado’ (es el rol diferenciante lico, del sujeto). [...] El deseo
se adhiere al sexo, que se adhiere a su vez a los padres. [...] El deseo, en su totalidad, es cortado, biunivocizado, bipola-
rizado, distribuido en amor y odio, en pulsión sexual y pulsión del yo asexual, en macho y hembra, luego en padre y
madre, y en el final, en principios superiores de la “machitud” (Eros) y la “femenitud” (Thanatos). [...] La biunivocidad
imperializa, organiza, ordena, jerarquiza todas las relaciones entre los subconjuntos molares y el socius. [...] La machi-
tud” es un sistema molar ligado al Edipo(2019: 37, 147-149, 163). Según Deleuze, la diferencia sexual constituye
una mutilación de lo que se podría llamar una trans-sexualidad generalizada” (2016: 230-31). Y Guattari dice que “la
primera forma de violencia política reside en esta operación de parcelación de las ‘multiplicidades’ intensivas” (2017:
437).
4
Guattari y Deleuze (2012: 182-83, [Bastardillas del autor]): La máquina rechaza [rejette] continuamente los rostros
“inadecuados” o los gestos equívocos. Pero únicamente en tal nivel de elección. Pues sucesivamente habrá que produ-
cir ‘variaciones-tipo’ (de desviación) para todo lo que escapa a las relaciones bi-unívocas, e instaurar relaciones binarias
entre lo que es “aceptado” en una primera opción, y lo que sólo es tolerado” en una segunda, en una tercera, etc. “Ah,
no es ni un varón ni una mujer, es un travesti: la relación binaria se establece entre el “no” de la primera categoría y
un “sí” de la categoría siguiente, que puede señalar tanto una “tolerancia” (bajo ciertas condiciones), como indicar un
enemigo al que hay que derrotar a cualquier precio. De todas formas te han ‘reconocido’ [on t’a reconnu], la máquina
abstracta te ha inscrito en el conjunto de su cuadriculado [la machine abstraite t’a inscrit dans l’ensemble de son qua-
drillage]”.
5
Sobre lo hermafrodita, cf. Hegel (2006: 142), Schopenhauer (2003: 599-600), y también Wilhelm Reich (1972: 93-
95), que usa el término Zwitter” (1932: 73). La Enciclopedia ya los había definido como una “persona que tiene ambos
sexos, o las partes naturales de hombre y mujer [Personne qui a les deux sexes, ou les parties naturelles de l’homme et
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Ahora bien, según la posición sostenida por los filósofos modernos, los sujetos así biunivocizados
poseen determinadas capacidades (fuerzas o potencias) físicas e intelectuales que son inmanentes
a su propia organización, naturaleza, carácter, y sexo, pero que podrán perfeccionarse (o envile-
cerse) por la vía del trato común, las costumbres, la educación, y la ley, los deberes, los contratos, el
tipo de gobierno, etc. En su Antropología en sentido pragmático (1796-98) Kant ya decía que el
carácter de las personas se define según su sexo. Y aún más: para los filósofos varones: mujer =
sexo
6
. Este es un supuesto históricamente incuestionado por los grandes nombres de la historia de
la filosofía.
Además, según la concepción moderna estos individuos pre-fabricados (recortados e identificados)
como masculinos-activos o femeninos-pasivos tienen ciertos impulsos y necesidades, y al mismo
tiempo aspiran a conquistar ciertos placeres. Los impulsos más básicos de estos sujetos son la auto-
conservación (cuidado de mismo y amor a mismo)
7
y la conservación de los demás miembros
de la especie (cuidado de los otros y amor a los otros); siendo la sexualidad el punto de unión, de
bisagra y pasaje, entre lo que toca al individuo y lo que toca a la especie. Las necesidades, por su
parte, son aquello que saca a los individuos de su estado actual y los empuja a la acción princi-
palmente al trabajo y a la propiedad, tanto de cosas como de personas, e incluso, como dirá Kant,
de los órganos sexuales de las personas, y por lo tanto, los empuja también hacia el contacto po-
sible con los otros individuos. En cuanto a los placeres, veremos que están regidos por la lógica del
auto-goce (masculino y falicizante), que los alemanes llaman: Selbstgenusses.
Esta imagen o modelo de sujeto (este modo de producir subjetivación humana) se caracteriza por
partir siempre del supuesto del individuo definido como carente, ahuecado por la falta, y necesitado
de una satisfacción, cuya modalidad habrá de seguir el esquema de la descarga (movimiento de
tensión-distensión). Consecuentemente, toda la concepción de la Ley y del Derecho, así como la
de la femme] (1765a: 165, Tomo 8, [Bastardillas del autor]). Foucault observaba que el siglo XIX ha estado muy
obsesionado con el tema ‘hermafrodita’, un poco como el XVIII lo estuvo con el tema ‘travesti’” (1994a: 123, Tomo 4).
Todas las traducciones de la Enciclopedia son nuestras, del original.
6
Bodin (1985: 20): “El mando otorgado al marido sobre la mujer implica doble sentido y doble mando: el literal (del
poder marital), y otro moral, que se refiere al del alma sobre el cuerpo, al de la razón sobre la concupiscencia (a la que
la Santa Escritura denomina casi siempre como ‘Mujer’)”. La entrada Sexe de la Enciclopedia francesa dice: “‘Sexo’,
absolutamente hablando, o más bien ‘el bello sexo’, es el epíteto que se le da a la mujer [Le ‘sexe’, absolument parlant,
ou plutôt le ‘beau-sexe’, est l’épithete qu’on donne aux femmes] (1780: 954, Tomo 30, [Bastardillas del autor]). Para
una crítica a este lugar común: cf. Puleo (1995: 35), Rowbotham (1980: 15-16) y Michelet (1987: 128).
7
Hobbes (2000: 68): “Todo ser humano, por necesidad natural, trata de defender su cuerpo y aquellas cosas que le
parecen necesarias para la protección de su cuerpo”; el impulso primario y el primero de todos los bienes [es] la con-
servación de uno mismo” (2008: 128, [Bastardillas del autor]). En el siglo XVIII la Enciclopedia (igual que Rousseau)
afirma que “el amor a sí mismo es el principio de las leyes naturales que nos conciernen a nosotros mismos” (Diderot y
D’Alembert, 1998: 51).
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teoría o la ciencia del Estado que Hobbes llama civil philosophy
8
, Sieyès science de l’État
9
, y He-
gel philosophischer wissenschaft des staats
10
partirán del pre-supuesto de este ser humano indivi-
dual ahuecado, incompleto, insatisfecho, desasosegado, y además propietario, anhelante perpetuo
de apropiación y posesión. Este es el fondo de la llamada persona civil y del sujeto de derecho. He-
rencia que se halla enraizada hasta lo más molecular y microscópico de la subjetivación humana y
de la sociedad instituida misma (y de sus instituciones, códigos y axiomas). De modo que, en rigor,
veremos que no fue el psicoanálisis el que inventó en el siglo XX la fórmula deseo=falta, sino que
fue una reflexión de siglos que entrecruzó a teólogos, curas, sacerdotes, filósofos, abogados, juristas,
médicos, y hombres de Estado; pero el psicoanálisis extrajo de aquella rmula unas derivaciones
todavía más catastróficas y violentas el falo, la envidia al pene, la castración, el masoquismo fe-
menino y homosexual, el triángulo edípico (papá-mamá-yo), el clítoris como un sentido pasivo y un
micro-pene, etc. que hicieron de él un fantástico dispositivo de captura, integración y normaliza-
ción social y libidinal; los lamentables técnicos del deseo trabajan al servicio de los poderes domi-
nantes
11
. Neo-arcaísmo, último rostro del poder pastoral que modula rizomáticamente la sujeción
colectiva y recíproca: hace pasar lo más bajo y raquítico como si fuese el quid del deseo, la fórmula
de la cura (hace del inconsciente un teatro y una novela familiar, y no una fábrica de realidad,
creadora de nuevos mundos de posibles)
12
.
Ahora bien, el hecho de que el sujeto sea caracterizado y vivenciado como estando atravesado cons-
titutivamente por la carencia, la falta, el desasosiego (uneasiness, Unbehagen, Bedürftigkeit, Man-
gel, Schmerz), por el deseo de posesión, penetración, descarga, nos conduce necesariamente a una
idea muy concreta y específica del placer y de la sexualidad; a saber, a una idea marcada por el
Selbstgenusses (o auto-goce), definido según la regla de la masculinidad.
En efecto, en el interior del binomio disyuntivo y excluyente (varón / mujer activo / pasiva
superiores / inferiores) el idealismo alemán va a inyectar una idea típicamente falocrática: la idea
de que el auto-goce (Selbstgenusses) constituye el modo de funcionamiento de la totalidad de lo
Real; auto-goce que consiste en un modo de gozar que se desentiende tanto del deseo (inconsciente)
8
Hobbes (2000: 30; 1839: IX; 1992: 92, 206-207).
9
Sieyès (1991: 180-181, 207; 1888: 80).
10
Hegel (1975: 19; 1911: 10).
11
En su Introducción a la vida no-fascista (1977) Foucault cuestiona a “los lamentables técnicos del deseo [les pitoya-
bles techniciens du désir] (los psicoanalistas y semiólogos que registran cada signo y síntoma) que quieren subyugar la
organización múltiple del deseo [réduire l’organisation múltiple du désir] a la ley binaria de la estructura y la falta”
(1994a: 134, Tomo 3, [Bastardillas del autor]) (la traducción es nuestra, del original).
12
Guattari y Deleuze (2005: 31, 59-60, 279).
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como de la voluntad (consciente) de los otros en tanto que otros, y que utiliza a los otros como órga-
nos, medios, o instrumentos suyos; pero principalmente a las mujeres y a todo lo que nuestras so-
ciedades consideren o valoren como femenino o feminizado.
Esta idea de que un Selbstgenusses o auto-goce mueve a todas las cosas va a ser reinyectada una y
otra vez por todos lados, en todas las prácticas y en todas las relaciones, desde lo micro-social hasta
lo macro-social: va a ser introducida subrepticiamente en el corazón y en el interior del Yo (sujeto),
de la Familia (conyugalidad), de la sociedad (el Estado), de la historia universal misma (la Idea o el
Espíritu Absoluto de Hegel y la Voluntad de Vida de Schopenhauer se mueven según una lógica
de auto-goce)
13
, e incluso de la Naturaleza. Pero este Selbstgenusses será sistemáticamente negado
en las mujeres, y será objeto de gobierno, control, dirección, normalización jurídica y moral: en los
filósofos nos toparemos con la idea recurrente de que la mujer no debe gozar ella misma ni mucho
menos pueden las mujeres gozar entre ellas mismas (prerrogativa únicamente masculina), sino
que debe necesariamente (y por deber) hacer-gozar a otros, es decir, a los varones/masculinidad.
Violencia radical y genética.
Ahora bien, cabe preguntarse: ¿Por qlos filósofos hacen de la necesidad y de la carencia el motor
de nuestras acciones, de nuestras prácticas y de nuestras relaciones, y todavía más, de la propia
subjetivación humana? ¿Por qué plantean como una evidencia fáctica el hecho de que los seres
humanos salimos del (supuesto) encierro individual y privado en el que nos encontramos natural y
constitutivamente (como si fuéramos una especie de mónada monástica o de clausura) únicamente
cuando nos empuja una carencia, una necesidad, un anhelo de satisfacción, una necesidad de des-
carga? ¿Por qué partir de la falta y la negatividad? ¿Qué modelo de masculinidad supone esto? ¿Por
qué nuestras prácticas y nuestras relaciones no podrían estar movidas por un movimiento contrario,
por un exceso o abundancia, por una virtud que hace regalos? ¿Por qué no partir de la sobre-abun-
dancia y la auto-superación de nuestras fuerzas y potencias, en lugar de partir de la carencia y la
auto-conservación, la competencia y la depotenciación de los demás? ¿Por qué no completar la
13
En las Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal (1822-1831) Hegel define al Espíritu Absoluto como lo
“lo verdadero, lo eterno, lo absolutamente poderoso [die Idee ist das Wahre, das Ewige, das schlechthin Mächtige]
(1946: 26, 96, Tomo 1, [Bastardillas del autor]), cuyo movimiento propio es del Selbstgenusses . En el §44 de los Com-
plementos a El mundo como voluntad y representación (1844) Schopenhauer afirma que lo que mueve al mundo es la
Voluntad de Vivir (Wille zum Leben), que es un instinto sexual (Geschlechtstrieb) en general y sin referencia que se
auto-satisface a través de (y moviendo a) toda cosa viva: “Lo que en la conciencia ‘individual’ se manifiesta como ins-
tinto sexual [Geschlechtstrieb] en general y sin referencia a un individuo determinado del otro sexo [des andern Gesch-
lechts], es la ‘voluntad de vivir’ [Wille zum Leben] considerada en sí misma y fuera del ‘fenómeno’” (2003: 588, 584,
[Bastardillas al autor]). Schopenhauer llama sucesivamente Voluntad, Cupido, o genio de la especie a este amor a la
vida (Liebe zum Leben) que se colma sirviéndose del instinto sexual de los individuos (2003: 602-610).
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fuerza con la fuerza, en lugar de aumentar una fuerza a costa de la otra? (Poner en cuestión las
jerarquías supone poner en cuestión la falta/carencia).
Para los filósofos, la ley de la naturaleza humana (y de la sociedad) es la carencia, la escasez, la crisis,
la competencia, y la guerra (culto a la muerte)
14
; la sobre-abundancia es siempre la excepción: esta
es la petición de principio que ha quedado sin cuestionar. En su Ensayo sobre la población (1798)
Malthus extraerá sus ideas económicas y poblacionales de este supuesto inicial, que, por otro lado,
ya se encuentra en Hobbes, a saber, que los individuos necesitados superan en cantidad a los recur-
sos que podrían satisfacerlos (hay contradicción entre el carácter escaso y limitado de los bienes y
el carácter constante e ilimitado de la voluntad y de las necesidades humanas)
15
. Y también en la
Filosofía Real (1805-06) de Hegel los conceptos de ansia y carencia atraviesan de modo inmanente
los diversos momentos tanto de los actos orgánicos como de los actos sexuales
16
.
Cuando estudiamos las obras de los filósofos (entre los siglos XVII y XIX) vemos, por detrás de las
polémicas, una línea de continuidad: se parte siempre de un individuo privado y carente (cerrado
sobre sí mismo casi como una mónada), y cuya naturaleza humana es por defecto hetero-normali-
zada (según un modelo biologicista). La hetero-sexualidad y la hetero-normalización son un des-
tino
17
. Esto es cierto incluso respecto de Jean Bodin (1576), que comienza su obra política par-
tiendo de la familia monogámica y conyugal ya constituida (pareja natural varón/mujer) hasta lle-
gar a las quince que se necesitan para hacer una República (1985: 16). Pero Bodin insiste (discu-
tiendo contra el utopismo de Platón y Tomás Moro) en que este individuo necesitado es, ante todo,
14
Cf. Deleuze (2002: 190-191): “En todos los sitios donde se pretenda hacernos renunciar a la lucha, es un “vacío de
la voluntad” lo que nos están proponiendo, una divinización del sueño, un culto de la muerte. [...] Pero la lucha tam-
poco es una “voluntad de vacío”. La lucha no es en absoluto la guerra. La guerra es sólo la lucha-contra, una voluntad
de destrucción. [...] La lucha no pasa por ahí. La lucha por el contrario es esa poderosa vitalidad no orgánica que com-
pleta la fuerza con la fuerza, y enriquece aquello de lo que “se apodera”.
15
Para Malthus el principio de población es una ley universal de la naturaleza según la cual la población aumenta en
progresión geométrica (por multiplicación) mientras que la producción de alimentos aumenta en progresión aritmética
(por adición) (1993: 53, 56, 60, 102, 278).
16
Hegel dice: “El organismo como inmanentemente general es sentido, ansia y sexo” (2006: 245); cf. asimismo: (2006:
135, 137, 140, 146, 169-170, 246, 320).
17
Y todavía es así en Freud: “Parafraseando una sentencia de Napoleón: “la anatomía es el destino”. El clítoris de la
niñita se comporta al comienzo en un todo como un pene, pero ella, por la comparación con un compañerito de juegos,
percibe que es “demasiado corto”, y siente este hecho como un perjuicio y una razón de inferioridad. Durante un
tiempo se consuela con la expectativa de que después, cuando crezca, ella tendrá un apéndice tan grande como el de
un muchacho. Es en este punto donde se bifurca el complejo de masculinidad’ de la mujer. [...] La niñita acepta la
castración como un hecho consumado, mientras que el varoncito tiene miedo a la posibilidad de su consumación
(1992b: 185-86).
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un propietario privado. No está meramente necesitado de algo (en abstracto), sino que necesita algo
que sea suyo, o que pueda reclamar en calidad de tal:
[Platón] pretendía que hasta las mujeres e hijos fueran comunes, a fin de desterrar de la ciu-
dad las dos palabras tuyo y mío, que eran, a su juicio, la causa de todos los males y ruinas que
se producen en las repúblicas. No se daba cuenta que, de ser así, desaparecería el atributo
mismo de la República; no existe cosa ‘pública’ si no hay algo de particular, ni se puede ima-
ginar nada de ‘común’ si no hay nada de individual, como tampoco habría rey si todos los
ciudadanos fuesen reyes. [] Tal República sería directamente contraria a la ley de Dios y de
la naturaleza, que reprueba no sólo los incestos, adulterios y parricidios (que se producirían
inevitablemente con la comunidad de mujeres), sino también apoderarse o envidiar los bienes
del prójimo (Bodin, 1985: 18, [Bastardillas del autor]).
Ya para Bodin el concepto de tuyo y mío es fundante no sólo del individuo humano en tanto que
tal, sino del Estado mismo en tanto que tal. La distinción tuyo/mío en rminos de propiedad es
una distinción genética y constitutiva tanto del individuo (de la subjetivación) como del Estado. La
propiedad exclusiva e individual (privada) sella, junto con el hetero-sexaje
18
, la identidad y el sta-
tus civil de cada individuo. En efecto, tal y como se ve en Sieyès, en la Enciclopedia francesa y en
el idealismo alemán, los ciudadanos integrarán efectivamente tal o cual rango o estamento (dentro
de la jerarquía social y política ya establecida) según cuál sea su grado de posesión y patrimonio; y
la distinción varón/mujer actúa como corte en la economía de las asignaciones y las distribuciones
de la propiedad (esto lleva a Kant a decir que la existencia de las mujeres es sólo de inherencia en
relación a la existencia de los varones)
19
. El rango del ciudadano depende de la propiedad y de la
18
En 1978 Colette Guillaumin planteaba que las instituciones existentes constituyen una actualización del sexaje [,
es decir, de] la apropiación material de la clase de las mujeres por parte de la clase de los varones [; además, afirma que]
los medios utilizados para la apropiación de la clase de las mujeres [son:] (a) el mercado de trabajo; (b) el confinamiento
en el espacio; (c) la demostración de fuerza; (d) la obligación sexual y (e) el arsenal jurídico y el derecho consuetudina-
rio (2005: 44, 46; [Bastardillas del autor]).
19
El barón D’Holbach escribe la entrada Representantes para Enciclopedia francesa (1750-1765), donde se nos dice
que las asambleas de ciudadanos, “para ser útiles y justas, deberían estar compuestas por aquellos a quienes sus pose-
siones hacen ‘ciudadanos’, y cuya situación y cultura les colocan en condiciones de conocer los intereses de la nación
y las necesidades de los pueblos: en una palabra, es la propiedad la que hace al ciudadano. Todo hombre que es poseedor
en el Estado está interesado en el bien del Estado, [y] es siempre en razón de sus posesiones como debe hablar, como
adquiere el derecho a hacerse ‘representar’. […] Cada clase debe tener el derecho de elegir sus órganos o sus represen-
tantes’, y para que expresen la voluntad de la nación sus intereses deben estar indisolublemente ligados entre sí por el
vínculo de las propiedades” (Holbach, como se citó en Diderot y Alembert, 1998: 180-83; [Bastardillas del autor]).
Kant dice: “Sólo la capacidad de votar cualifica al ‘ciudadano’; pero tal capacidad presupone la ‘independencia’, [y]
esta cualidad hace necesaria la distinción entre ciudadano activo y pasivo. […] El menor de edad, todas las mujeres, y,
en general, cualquiera que no puede conservar su existencia (su sustento y protección) por su propia actividad, sino
que se ve forzado a ponerse a las órdenes de otros, carece de ‘personalidad civil’, y su existencia es, por así decirlo, sólo
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identificación socio-sexuada. El cuerpo individual y el cuerpo social necesitan de la existencia de
la propiedad privada, y están basados en un anhelo de apropiación (siendo la apropiación de las
mujeres la primera forma de propiedad)
20
.
Todo esto está también presente en Hobbes cuando en 1658 plantea que, según su definición ge-
neral, la vida misma (o el conjunto de lo vivo) no es otra cosa que el producto constante y perma-
nente de movimientos dentro de movimientos: “la vida es un movimiento perpetuo” (2008: 132),
mientras que en el caso concreto del ser humano su origen se da a partir de un movimiento origina-
rio hetero-sexual natural y biológico (la unión de los movimientos del varón con los movimientos de
la mujer):
En la generación del ser humano, la materia del feto es la sangre materna, que el humor pro-
lífico de ambos padres mueve y forma según la especie humana. Es decir, por el movimiento
de vaivén del amor [el acto sexual] se produce la fermentación, y a partir de ahí a dilatación
de los vasos, la salida del humor prolífico [el esperma] y su entrada en los surcos del terreno
de la mujer [el útero] donde, con su movimiento específico, transforma la sangre que des-
ciende poco a poco, en un ser humano (Hobbes, 2000: 31, [Bastardillas del autor]).
Claro que la sexualidad necesaria para la procreación se convierte, sin mayor explicación, en la
vara de medida de toda sexualidad y de toda relación sexual; también Spinoza (1675), Mendelssohn
(1783) y Fichte (1796) lo afirman así
21
. Según Hobbes este individuo es, una vez más, un individuo
de inherencia” (2009: 144-45; [Bastardillas del autor]). Hume decía en 1751: “¿Qué es la propiedad de un hombre?
Todo aquello cuyo uso es legal para él y sólo para él” (1993: 65).
20
Gerda Lerner dice en La creación del Patriarcado (1977-85) que la apropiación (por parte de los varones) de la
capacidad sexual y reproductiva de las mujeres ocurrió antes que la formación de la ‘propiedad privada’ y de la socie-
dad ‘de clases’” (1990: 25). Sheila Rowbotham decía en 1973 que en el patriarcado el poder de los varones (como
sexo) de disponer de las mujeres (especialmente dentro de la familia) no ha tenido una relación simple y directa con la
explotación ‘de clase’ [, precisamente porque] la subordinación de la mujer ha sido sexual, además de política (1980:
7, 21; [Bastardillas del autor]). Félix Guattari sostiene en 1979 que la opresión sexual comenzó mucho antes que la
‘lucha de clases’, y está en el origen de la división social del trabajo, de la constitución de las primeras máquinas de
poder(2013: 131).
21
Spinoza (1984: 321): Por lo que atañe al matrimonio, es cierto que concuerda con la razón si el deseo de unir ínti-
mamente los cuerpos no es engendrado por la sola belleza, sino también por un amor de procrear hijos y educarlos
sabiamente; y si, además, el amor de ambos (es decir, del varón y la hembra) tiene por causa no la sola belleza, sino,
sobre todo, la libertad del ánimo”. Mendelsshon (1991: 51, 53; [Bastardillas del autor]): El matrimonio en el fondo no
es otra cosa que un compromiso [Verabredung] entre personas de distinto sexo para traer solidariamente niños al
mundo; y ahí descansa todo el sistema de sus deberes y derechos mutuos. Fichte (1994: 356-58, 362, 372, 384; [Bas-
tardillas del autor]): En la satisfacción del impulso [der Befriedigung des Triebes], o en la promoción del fin natural
(en lo que concierne al acto propio de la procreación), uno de los sexos es sólo activo, y que el otro es sólo pasivo. […]
En la ordenación de la naturaleza, el ‘segundo sexo’ se halla en un nivel más bajo respecto del ‘primer sexo’: es objeto
de una fuerza por parte del primer sexo [es ist Objekt einer Kraft], y atiene que ser si ambos deben estar vinculados.
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ahuecado por naturaleza, es decir, definido por una falta, necesidad o carencia constitutiva: a dife-
rencia de los animales, “el ser humano es famélico incluso por el hambre futura (2000: 121). La
auto-conservación es el movimiento propio de la vida general y del ser humano en particular, pero
a la vez, es precisamente aquello que inscribe al individuo como alguien perpetuamente necesitado
incluso del hambre futura: tendido siempre hacia adelante, proyectado constantemente hacia un
fin que nunca consigue del todo y que forzosamente se le escabulle. Ya en el Leviathan (1651) Hob-
bes postulaba esta concepción anti-productiva y decadente del deseo, que lo define como carencia:
“el deseo y el amor son la misma cosa [desire and love are the same thing], sólo que con el deseo
siempre significamos la ausencia [absence] del objeto” (2003: 41, bastardillas del autor).
Y antes que él, también Descartes colocaba esa distinción entre el Amor y el Deseo, definiendo al
primero como una emoción del alma (une emotion de l’ame), es decir, como una pasión que está
relacionada con una voluntad presente, y que justo por eso no está directa y necesariamente conec-
tada con el Deseo, que es “una pasión aparte y que se refiere al porvenir” (le desir, qui est une pas-
sion à part, et se rapporte à l’avenir) , y que más que constituir una emoción constituye “una agita-
ción del alma” (une agitation de l’ame) (1997: 151-152)
22
. En 1703-1704 Leibniz define al deseo
como aquella sensación (Empfindung) de inquietud o desasosiego (Unbehagen) que se produce en
nosotros a causa de la carencia de algo que podría ocasionarnos placer. Y es precisamente esta liga-
zón circular eternamente supuesta entre el deseo y la falta (según la ley del falo y la norma del
placer) lo que hace que para Leibniz sea el deseo quien determina a la voluntad a obrar
23
:
La inquietud [Das Unbehagen. Uneasiness en inglés.] que un hombre siente en sí mismo ante
la falta [Mangels] de algo que si estuviese presente podría proporcionarle placer [Lust], es lo
que se llama deseo [Verlangen].
La ‘inquietud’ es el principal acicate [Antrieb], por no decir el único, que excita la industria y
la actividad de los seres humanos. […] Si la ausencia de dicho bien no viene seguida de ningún
displacer [Unlust] ni de ningún dolor [Schmerz], y si aquel que está privado de ello puede
22
Descartes (1997: 159; [Bastardillas del autor]): La pasión del deseo es una agitación del alma [la passion du Desir
est une agitation de l’ame] causada por los espíritus que la disponen a querer para el porvenir las cosas que se representa
como convenientes. Así, no se desea solamente la presencia del bien ausente, sino también la conservación del pre-
sente. Descartes ya había tocado estos temas en su correspondencia de 1645/47 con la princesa Elizabeth de Bohemia
(1945: 97-103, 117-130, 160) y con el funcionario Pierre Chanut (1945: 285-301).
23
Leibniz (1977: 213; [Bastardillas del autor]): Lo que determina a la voluntad a actuar no es el bien mayor [größte
Gut], como se piensa ordinariamente, sino más bien alguna inquietud actual, y por lo común, la que es más apremiante.
Por eso se le puede otorgar el nombre de deseo [Verlangen], que efectivamente es una inquietud del espíritu [eine
Unruhe des Geistes] provocada por la privación [Entbehrug] de algún bien ausente.
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permanecer contento y a gusto sin poseerlo, entonces ni siquiera se le ocurre desearlo, y toda-
vía menos hacer esfuerzos para gozar de él [um es zu genießen] (Leibniz, 1977: 191, [Bastar-
dillas del autor]).
Nuestros Estados y sus codificaciones (económicas, jurídicas, políticas, sexuales) se fundan sobre
esta concepción anti-productiva, baja y reactiva del deseo que entorpece y empasta sus procesos
libres, que lo hace girar en el vacío de la necesidad y la falta (tristeza), dándole una única finalidad;
por ejemplo: se reduce la sexualidad a la finalidad de la procreación (que reproduce otros seres
sexados); se reduce el trabajo a la producción de valor falocrático-mercantil, etc.
24
. Toda la concep-
ción jurídico-contractual moderna (y que aún sigue vigente) identifica al deseo con la necesidad, y
a ambos con la ausencia, la carencia o la falta
25
; y a la inversa, la satisfacción se asocia con la des-
carga (que deja al sujeto nuevamente vacío y ahuecado para una nueva necesidad). Auto-conser-
vación e inercialidad van de la mano con la falta y la carencia (empresa de tristeza).
En el caso de Locke nos topamos con su conocida tesis (en 1690) en torno a la propiedad privada:
su origen está en el trabajo y en la acumulación; aquello que puedo transformar con mi trabajo y
esfuerzo (aplicándole mis fuerzas o potencias físicas e intelectuales), me corresponde, es mío. Mo-
ses Mendelssohn secunda a Locke (en 1783)
26
. Locke también hace de la propiedad privada algo
inmanente a la naturaleza humana en tanto que tal: “Es la misma condición de la vida humana (la
cual requiere trabajo y bienes materiales en los que trabajar) la que da lugar a que haya posesiones
privadas” (1990: 62). En su sentido genérico o amplio, la propiedad privada de una persona con-
siste en “su vida, su libertad, y sus bienes” (1990: 102, 134); pero en su sentido restringido o mate-
rial la propiedad privada implica no sólo a los bienes materiales, sino también las personas: porque,
24
Guattari y Deleuze (2005: 373): ¿Qué es lo que transforma la abertura en hundimiento? Es la detención coaccio-
nada del proceso, o su continuación en el vacío, o la manera como se ve obligado a tomarse por un fin.
25
La posición anti-edípica y anti-fálica de Deleuze y Guattari afirma la tesis contraria: No es el ‘deseo’ el que se apoya
sobre las ‘necesidades’, sino al contrario: son las ‘necesidades’ las que se derivan del ‘deseo’. […] Sólo hay el deseo y lo
social, y nada más; la producción social es tan sólo la propia producción deseante en condiciones determinadas. Incluso
las formas más represivas y más mortíferas de la re-producción social son producidas por el deseo (2005: 33, 34, 36).
26
Mendelssohn (1991: 43, 45; [Bastardillas del autor]): Los bienes a los que el ser humano tiene derecho exclusivo
[ausschließendes Recht] son: sus propias aptitudes; lo que mediante las mismas produce o favorece su progreso, lo que
él cultiva, protege, cuida, etc. (los productos de su diligencia); los bienes de la naturaleza, que él ha unido de tal manera
a los productos de su diligencia, que ya no se pueden separar sin ruina, es decir, los bienes que él se ha apropiado. En
esto reside su propiedad natural [y] han sido excluidos de la original comunidad de bienes [der ursprünglichen Ge-
meinschaft der Güter]. […] Todo lo que puede decir suyo [seine] está dedicado en parte al uso personal (utilidad propia)
y en parte a la benevolencia [Wohlwollen]. Incluso nuestro tiempo es nuestro patrimonio: El tiempo forma parte de
nuestro patrimonio [Die Zeit macht einen Theil von unserm Vermögen aus]”(1991: 81; [Bastardillas del autor])
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por ejemplo, en una familia (o sociedad conyugal) los esposos tienen el derecho a hacer uso del
cuerpo del cónyuge” (1990: 97).
En efecto, el análisis de Locke también parte de los individuos y de las diferentes relaciones que
podemos encontrar entre los individuos; la serie de relaciones (de poder) existentes (jerárquicas,
disimétricas y verticales) es la siguiente: el poder de un magistrado sobre su súbdito, el poder de un
padre sobre sus hijos, el de un amo sobre sus siervos, el de un esposo sobre su mujer, y el de un señor
sobre su esclavo (1990: 34). Kant traza la misma serie de relaciones de poder en 1797
27
.
He aqla petición de principio: una cosa es que el trabajo sea socialmente necesario y otra cosa es
que la propiedad privada también lo sea; y a la inversa, la propiedad privada únicamente deviene
necesaria e inmanente cuando en el análisis se parte ya de individuos necesitados, carentes, ahue-
cados, faltos, y que están librados cada uno por su cuenta a conseguir su propia auto-conservación
(rigiéndose por la competencia y por la lógica propietaria de lo tuyo y lo mío). La propiedad privada
es entonces inyectada como anhelo en la subjetivación individual y colectiva. De allí que “aunque
las cosas de la naturaleza son dadas en común, el ser humano, al ser dueño de mismo y propietario
de su persona (y las acciones y trabajos de ésta), tiene en sí mismo el fundamento de la propiedad
(Locke, 1990: 70). Es conocida también la tesis de Rousseau en 1755: niega que en el estado de
naturaleza los individuos ansíen tener y acumular propiedad privada, pero la recupera luego del
contrato social, en el Estado propiamente dicho
28
. También es así en Kant
29
. Como el resto de los
27
Kant (2009: 59; [Bastardillas del autor]): “Yo puedo llamar ‘míos’ a una mujer [Weib], un no [Kind], un siervo
[Gesinde] y, en general, cualquier otra persona, no porque yo los gobierne ahora como pertenecientes a mi casa, o los
tenga bajo mi control, en mi potestad y posesión, sino, aunque se hayan sustraído a mi coerción y, por tanto, no los posea
(empíricamente), si puedo decir, sin embargo, que los poseo por mi simple voluntad mientras existan en cualquier sitio
y en cualquier momento, por tanto, de modo meramente jurídico. La comunidad doméstica (basada en relaciones de
posesión incluso de los órganos sexuales del otro) está unida, dice Kant, por una relación jurídica (2009: 67-68).
28
Rousseau (1985: 46, 34; [Bastardillas del autor]): En virtud de la ley de igualdad, quien posea diez veces más,
deberá pagar diez veces más, [pero] quien simplemente posee lo necesario, no deberá pagar nada. [Aunque] es cierto
que el ‘derecho de propiedad’ es el más sagrado de todos los derechos de los ciudadanos, y es más importante, en ciertos
aspectos, que la misma libertad, [...] porque la propiedad es el verdadero garante de los compromisos de los ciudada-
nos. Este discurso de Rousseau fue un escrito para la Enciclopedia.
29
Kant (2009: 43, 70, 80, 141-42): “La ‘doctrina del derecho’ quiere determinar a cada uno lo ‘suyo’ con precisión
matemática. [...] La ‘constitución civil’ es únicamente el estado jurídico por el que a cada uno sólo se le asegura ‘lo suyo’
(pero no se le fija ni se le determina); toda garantía presupone ya, por lo tanto, ‘lo suyo’ de alguien (al que se le asegura).
Por consiguiente, antes de la constitución civil (o prescindiendo de ella) tiene que admitirse como posible un ‘mío’ y
un ‘tuyo’ exterior. […] Si antes de entrar en el ‘estado civil’ no se quisiera reconocer ninguna adquisición como legal, ni
siquiera provisionalmente, entonces aquel estado mismo sería imposible. Porque, en cuanto a la forma, las leyes sobre
lo ‘mío’ y lo ‘tuyo’ en el estado de naturaleza contienen lo mismo que prescriben en el estado civil, en cuanto éste se
piensa sólo según conceptos puros de la razón; sólo que en este último se ofrecen las condiciones bajo las cuales aquellas
logran realizarse (conforme a la justicia distributiva). Únicamente el Estado garantiza la propiedad privada (lo
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filósofos, Locke ontologiza la propiedad privada dentro de la subjetivación humana, la vuelve in-
manente, convirtiéndola así en algo que se deduce directamente y de modo necesario de la propia
personalidad humana; pero esta ontologización de la propiedad es el resultado de una previa an-
dromorfización jerarquizante y binaria (biunivocizante) de la personalidad y del sujeto.
Andromorfización jerarquizante y biunivocizante, porque ser-propietario vale para todos los indi-
viduos únicamente en el plano abstracto y formal; en el plano real y material, las mujeres siempre
aparecen como propiedad de los varones. Más: la concepción de la familia patriarcal-conyugal, tal
y como todos los autores la definen, siempre coloca al varón por encima de la mujer en todos los
aspectos y en todas las relaciones. El principio del que todos los filósofos modernos parten es que
el varón/masculino es lo activo y superior mientras que la mujer/femenino es lo pasivo e inferior.
Todos los filósofos coinciden con Fichte cuando afirma que la pasividad femenina (innata) significa
cuatro cosas: (a) que físicamente cede ante la fuerza del varón
30
; (b) que jurídicamente ella misma
no debe tener otra voluntad que la del varón; (c) que económicamente depende de la propiedad del
varón, pues “abandona en él sus bienes y sus derechos y marcha a vivir con él” (1994: 361); y (d)
que moral y políticamente no puede confesar al varón que desea unirse con él. En cambio, el varón
ciudadano es activo porque puede confesarlo sin destruir su dignidad:
La mujer no puede confesar este impulso sexual [Geschlechtstrieb]. El varón puede pedir en
matrimonio. La mujer no. Si lo hiciera caería en la extrema bajeza [Geringschätzung]. Una
respuesta negativa que el varón obtuviese de la mujer, no diría sino: “No me quiero someter
a ti”. Esto se puede soportar. Una respuesta negativa obtenida por la mujer significaría: “No
quiero aceptar tu sometimiento [Unterwerfung]”, lo que sin duda es insoportable. [...] En la
ordenación de la naturaleza, el ‘segundo sexo’ se halla en un nivel más bajo respecto del ‘pri-
mer sexo’: es objeto de una fuerza por parte del primer sexo [es ist Objekt einer Kraft], y así
tiene que ser si ambos deben estar vinculados (Fichte, 1994: 356-58, 362, 372, 384, [Bastar-
dillas del autor]).
tuyo/mío): por eso, como decía Schlegel, el Estado debe existir [der Staat soll sein] (1983: 40, 47; [Bastardillas del
autor]).
30
Hobbes (2003: 160): Los varones están mejor dotados naturalmente que las mujeres para acciones de trabajo y
peligro (men are naturally fitter than women for actions of labour and danger). También Montesquieu en El espíritu
de las Leyes (1735) había colocado a la fuerza y la razón del lado del varón, dejando a la mujer meramente el atributo
de la belleza y del encanto: La naturaleza, que ha distinguido [a distingué] a los varones por la fuerza y por la ran
[par la force et par la raison], no ha puesto más límites a su poder [pouvoir] que el de dicha fuerza y dicha razón, [mien-
tras que] ha dado belleza a las mujeres (2000: 176; [Bastardillas del autor]). Lo mismo Schopenhauer en 1820: Por
lo general la naturaleza ha mostrado una gran predilección por el género masculino, proporcionándole privilegios tales
como la facultad intelectual, la fuerza física, el tamaño e incluso la belleza (2001: 90).
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Ya en la Introducción a su obra de 1796-97 (Fundamentos del Derecho Natural según los principios
de la Doctrina de la Ciencia) Fichte partía del supuesto del individuo caracterizado como necesi-
tado, privado, y deseante de propiedad privada (de cosas y de mujeres); a este sujeto individual
hetero-normado y propietario Fichte lo llama “Yoidad” (Ichheit) (1994: 103), individualidad racio-
nal auto-consciente: “el ser racional no puede ponerse como tal (con auto-conciencia), sin ponerse
como individuo” (1994: 108). En las Cartas sobre la educación estética del hombre (1795) Schiller
planteaba lo mismo cuando decía:
La ‘persona’, que se manifiesta en el ‘Yo’ que permanece eternamente (y sólo en ese Yo), no
puede devenir, no puede empezar en el tiempo; al contrario, el tiempo ha de empezar en ella,
porque el fundamento de toda variación ha de ser algo permanente [y en virtud de ello] la
personalidad es la única que convierte su actividad [Wirken] en algo ‘propio’ (1999: 195, 199,
[Bastardillas del autor]).
Gracias a que tengo una personalidad (una identidad personal propia) y a que encarno una Yoidad
(un Yo con auto-consciencia) es que puedo reclamar mi actividad como mía, y a mis bienes, mi
mujer, hijos y siervos como míos. En una línea similar, Hegel dice en la Filosofía del Derecho (1820-
21): “‘Yo’ es al mismo tiempo lo más individual y lo más universal” (1975: 323).
Ahora bien, si preguntamos a todos estos filósofos si acaso entre el varón y la mujer se da una co-
munidad de bienes una vez que ambos ingresan al Estado (o bien, una vez que ambos se casan
dentro de un Estado ya constituido), la respuesta es siempre negativa; únicamente son iguales en
abstracto, formalmente (de jure), pero desiguales realmente (de facto), en el plano de la existencia
fáctica y de las relaciones concretas (económicas, sociales y sexuales). En el caso de Fichte, sólo
admite que algunas mujeres (siempre que sean virtuosas y honestas) puedan y deban tener su pro-
piedad privada:
Toda persona en el Estado debe poseer [soll besitzen] una propiedad y administrarla según su
voluntad, incluso la mujer soltera [ledige Weib]. Esta ‘propiedad’ no necesita precisamente
consistir en propiedad absoluta, esto es, en dinero o en valores: puede consistir también en
derechos civiles y privilegios [bürgerlichen Rechten und Privilegien]. No hay ningún motivo
para que la mujer no deba poseerlos tanto como el varón. La mujer puede poseer tierra, y
explotar la agricultura. La falta de fuerzas físicas no es una objeción contra esto. La experien-
cia confirma que las mujeres pueden labrar, sembrar y todo lo demás. [...] Y lo que la mujer
no puede hacer por misma, puede dejarlo en manos de sus servidores, como por lo demás
sucede efectivamente. Ella puede almacenar otros productos. Puede desplegar igualmente un
arte o un oficio (si se ajusta a sus fuerzas). Puede explotar un comercio (si lo entiende). Todo
esto sucede efectivamente ahora en nuestros Estados, sobre todo en el caso de las viudas
[Witwen], que continúan las actividades de sus difuntos maridos (Fichte, 1994: 390-91, [Bas-
tardillas del autor]).
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La disposición y administración libre e independiente de la propiedad no cabe jamás a las mujeres
casadas pues por su propio consentimiento están sometidas ya, por el contrato matrimonial (eco-
nómico y sexual), a la autoridad incondicional del marido, ni mucho menos a las que son consi-
deradas como adulteras, concubinas, licenciosas y prostitutas; sólo cabe a las solteras y a las viudas
(virtuosas). Viejo arcaísmo: la propiedad de las mujeres depende rigurosa y exclusivamente no de
mismas (ni de sus propias relaciones), sino de su relación con los varones (pasados, presentes, o
futuros).
Para los varones, ser siempre propietarios (incluso de mujeres) forma parte de la constitución de su
propia subjetivación masculina; para las mujeres, ser siempre objeto de propiedad o apropiación
es lo que forma parte de la constitución de su propia subjetivación femenina. La certeza de sí y la
auto-consciencia del varón y de la mujer no son simétricas sino disimétricas y jerarquizadas. Como
se ve, el Sujeto (res cogitans, Yoidad, auto-consciencia, identidad personal) es una abstracción que
mistifica y fetichiza las relaciones de poder (económicas, sociales, jurídicas, sexuales) que ya rigen
de facto en la sociedad falocrática patriarcal. El concepto mismo de Sujeto y de persona jurídica
oculta (y justifica) las violencias machistas y falocráticas. En efecto, el sujeto masculino es un fin
en mismo y para mismo, en cambio el sujeto femenino es siempre un medio para otro. El destino
natural y racional de las mujeres/femenino es siempre y necesariamente entrar en una relación
familiar y conyugal con un varón/masculino (aparato de captura matrimonial); y dicha relación
conyugal debe ser para siempre
31
, y bajo la forma de una autoridad incondicional (Unbedingt)
32
querida y consentida por la mujer. Esta es la razón por la cual según Bodin, Spinoza, Fichte o Hegel
(y no sólo ellos), las mujeres jamás podrán ocupar funciones públicas o estatales
33
.
31
Fichte (1994: 361): La que se entrega una vez, se entrega para siempre. Hegel dice: Al varón sólo le importa tener
una mujer, a la mujer un varón (1975: 208).
32
Precisamente, según Fichte, ante un acto de violación (Notzucht), si la mujer violada es una mujer casada (o sea, que
se encuentra bajo la autoridad incondicional de su marido), entonces ella ya no puede hacer ninguna denuncia en los
Tribunales si el marido se niega (1994: 366-67).
33
Jean Bodin decía (1576) que sería sumamente peligroso que una mujer detente la soberanía [; además de que servir
a las mujeres] es señal de extrema servidumbre y de la mayor afrenta que se pueda imaginar (1985: 20, 22, 296;
[Bastardillas del autor]). Spinoza (en 1675/77), que en cualquier punto de la tierra donde se hallan varones y mujeres,
vemos que los varones gobiernan y las mujeres son gobernadas, y que, de esta forma, ambos sexos viven en concordia,
[con lo cual] no puede suceder que ambos sexos gobiernen a la par y, mucho menos, que los varones sean gobernados
por las mujeres (1986: 222-23; [Bastardillas del autor]). Fichte dice que las mujeres no pueden desempeñar los em-
pleos públicos del Estado” (1994: 391), porque para hacerlo tendrían que permanecer solteras toda su vida, y según él
ninguna mujer puede hacer esta promesa de manera razonable, ni el Estado puede aceptarla (1994: 391). Final-
mente, Hegel sostiene que: El Estado correría peligro si hubiera mujeres a la cabeza del gobierno, porque no actúan
según las exigencias de la universalidad sino siguiendo opiniones e inclinaciones contingentes(1975: 213).
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163
Para los filósofos y juristas las mujeres deben circular y fluir, y junto con ellas, también debe circu-
lar la propiedad privada de la que dispongan. La mujer se libera casándose: “pues la mujer está
destinada al amor y el amor se presenta por sí mismo y no depende de su libre voluntad; si ella ama,
tiene el deber de casarse(Fichte, 1994: 391). La propiedad privada de la mujer que permanece
siempre en manos de la propia mujer complota contra de las leyes eternas del Amor y del Estado.
Los políticos y economistas modernos (adhiriesen o no a la teoría del contrato originario) se dieron
rápidamente cuenta de este axioma bio-político: que la vida misma de especie humana (y por tanto,
la vida del Estado y de los negocios existentes) depende de dos factores complementarios y co-de-
pendientes; a saber: depende de la economía social productiva (del sistema del trabajo y las relacio-
nes de producción) y de la economía sexual reproductiva (del sistema familiar conyugal, de las re-
laciones de alianzas masculinas, y de las relaciones sexuales de re-producción falocráticas). Y por
tanto, comprendieron rápidamente que el mantenimiento de la Ley y el Orden existentes exige
toda una Política sexual administración y gestión de la economía sexual y libidinal a través del
matrimonio monogámico tanto como de la prostitución
34
, así como toda una Policía sexual cua-
driculando el espacio público y privado
35
.
El matrimonio tiene para Malthus una función a la vez disciplinadora y normalizante: funciona
como obstáculo al crecimiento geométrico desmedido de la población (1993: 134, 163). Por eso, es
cuando la pasión entre los sexos deviene viciosa (y la institución matrimonial pierde su valor) que
una sociedad se pervierte, es decir, pierde el control (obstáculos) sobre la regulación de la tasa de
nacimientos en relación a la cantidad de alimentos producidos por la sociedad. Ahora bien, para
Malthus (y los filósofos modernos en general), el vicio de las mujeres es más reprobable y punible
que el de los varones, y muy especialmente los vicios que tienen que ver con la sexualidad (factor
de procreación): “en el caso de la falta de castidad, el oprobio es muy superior para la mujer que
para el varón” (1993: 164). Todos los filósofos coinciden en esto
36
. De allí el odio del cura Malthus
34
Sobre la prostitución en la Modernidad, cf. Farge y Foucault (2014: 6, 21, 133-134, 293); (Matthews Grieco, Davis
y Farge en Perrot y Duby, 1993: 76, 382-384); y Farge (1994: 154, 294, 177-78, 182). Foucault siempre denunció a
la prostitución como un ilegalismo cuya función es sostener al sistema de poderes (estatales y privados) establecidos:
cf. Foucault (1996: 65; 2002b: 284-285; 2012: 200-201).
35
Bodin ya había dicho que jamás ha habido ley o costumbre que exima a la mujer, no sólo de la obediencia, sino de
la reverencia que debe al marido, [pero] tampoco el marido debe, al abrigo del poder marital, convertir a su mujer en
esclava; [por lo demás] el honor y el rango de la mujer dependen del marido(1985: 22-23; [Bastardillas del autor]).
36
Cf. Hobbes (2003: 252); Hume (1993: 75-76, 113-14); Rousseau (1983: 504); y Fichte (2005: 335). Kant dice que
la mujer no pregunta por la continencia del varón antes del matrimonio; más al varón le importa infinitamente la de
la mujer, [y que] el valor de las mujeres [varía en función de] la fe de los demás en su castidad(1991: 254, 75; [Bastar-
dillas del autor]).
Protrepsis, Año 11, Número 21 (noviembre 2021 - abril 2022). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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contra William Godwin, que como Mary Wollstonecratf y las revolucionarias francesas en la
misma época consideraba al matrimonio monogámico como un fraude y un monopolio sexual
37
.
Los filósofos modernos no politizan los problemas, únicamente los biologizan, moralizan y juridi-
zan: integran, capturan y modulan todas las relaciones y las prácticas sociales y sexuales según jui-
cios trascendentes masculinos y según una forma de universalidad jurídico-contractual funcional
al dominio masculino (falo-poder). Por eso piensan y escriben totalmente a contramano de lo que
en la misma época (en plena revolución francesa) ya pensaban y reivindicaban los movimientos,
agrupaciones, y periódicos populares de mujeres, así como también Olympe de Gauges (guilloti-
nada en noviembre de 1793 por el jacobinismo), Théroigne de Méricourt (bastardeada tanto por
Robespierre como por los escritores monárquicos), Claire Lacombe, Pauline Léon, Mademoiselle
Jodin, Etta Palm, entre muchas otras.
Sutil hocus pocus filosófico patriarcal: organizar las relaciones civiles-estatales mezclando y con-
fundiendo en un mismo acto o institución conceptos que son del orden moral, afectivo y sexual
(como el amor y el coito) con conceptos que son del orden económico y jurídico (la propiedad y el
derecho al uso y a la administración de la misma). Esto es lo que hace Fichte, por ejemplo:
En el concepto de ‘matrimonioya está implícito que la mujer, que entrega su ‘personalidad’
al varón, le entrega al mismo tiempo la ‘propiedad’ de todos sus bienes y le traspasa los dere-
chos que provienen exclusivamente del Estado. En tanto el Estado reconoce un matrimonio,
reconoce y garantiza al mismo tiempo al varón la propiedad de los bienes de su esposa. El
varón, en relación con el Estado, deviene el único propietario de sus anteriores bienes, y de
aquellos que le aporte su esposa. La adquisición es ilimitada, puesto que él es la única persona
jurídica restante.
[…] Al mismo tiempo que su ‘personalidad’, la mujer sometió su hacienda completa al varón.
Pero el marido no puede corresponder a su amor de otra manera que sometiendo su persona
y su libertad, e incluso también su hacienda completa a su esposa, con la diferencia de que él
mantiene el dominio externo sobre el todo. Desde la reunificación de los corazones se sigue
necesariamente la reunificación de los bienes, bajo la autoridad suprema del varón (Fichte,
1994: 372, 385).
Todo debe de fluir hacia los varones: tanto la propiedad material, como la propiedad de los órganos
sexuales (genitales); también la virginidad. Y si una mujer pierde su virginidad en una violación
(Notzucht), pierde para Fichte toda su ‘personalidad’ [Persönlichkeit] y toda su ‘dignidad’
[Würde]” (1994: 366, bastardillas del autor). En la Metafísica de las costumbres (1797) Kant busca
37
Mary Wollstonecraft había dicho en 1792 que el matrimonio conyugal-monogámico es en sí mismo (y no por acci-
dente), una prostitución común y legal: a common and legal prostitution (2005: 248, 122).
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deducir el llamado contrato conyugal (Ehevertrag) siguiendo los principios de la razón; allí, la pre-
gunta fundamental para él es: ¿Cómo poseer a una persona en calidad de cosa (Sache) y, sin em-
bargo, usarla sin dañar a la vez su calidad de persona humana libre y racional? Respuesta:
Si el varón y la mujer quieren gozar mutuamente uno de otro gracias a sus capacidades sexua-
les han de casarse necesariamente, y esto es necesario según las leyes jurídicas de la razón
pura. [Kant llama commercium sexuale al] uso recíproco que un ser humano hace de los ór-
ganos y potencias sexuales del otro [Geschlechtsorganen und Vergen macht] (2009: 97-99,
[Bastardillas del autor]).
Ese uso recíproco de los órganos sexuales puede ser virtuoso (matrimonio) o vicioso (concubinato,
adulterio, prostitución). Guattari y Deleuze decían ya en 1972 que esta concepción kantiana que
hace de los cónyuges unos propietarios mutuos de los órganos sexuales extrajo su validez del pen-
samiento jurídico romano y de la casuística religiosa
38
.
Pero ese uso mutuo de los órganos sexuales garantizado y regulado por el contrato matrimonial
no es ni simétrico, ni horizontal, ni liberatorio, porque desde él ya está siempre fundado en el auto-
goce (Selbsgenusses) del varón y desde la perspectiva del varón (y de la sociedad andromórfica y
falocéntrica, y su sistema de necesidades). Al igual que el llamado contrato social, el contrato sexual-
matrimonial, gracias a su forma jurídica de aparición (forma de universalidad), acaba invisibili-
zando y romantizando las relaciones falocráticas de poder
39
.
38
Guattari y Deleuze (2005: 73): “Kant, del mismo modo que saca la conclusión de siglos de meditación escolástica al
definir a Dios como principio del silogismo disyuntivo, saca la conclusión de siglos de meditación jurídica romana
cuando define el matrimonio como el vínculo a partir del cual una persona se convierte en propietaria de los órganos
sexuales de otra persona. Basta consultar un manual religioso de casuística sexual para ver con qué restricciones las
conexiones órganos-máquinas son toleradas en el régimen de la conjugación de las personas, que legalmente fija su
extracción del cuerpo de la esposa”.
39
Ya en 1961 Deleuze decía: “Comúnmente el ‘contrato’ tiene una función que depende estrechamente de las socie-
dades patriarcales: está hecho para expresar e incluso justificar lo que hay de no material, de espiritual o de instituido
en las relaciones de autoridad y de asociación [dans les relations d’autorité et d’association] tales como se establecen
(incluida la relación entre padre e hijo). [...] Cuando la mujer entra en un ‘contrato’, es “viniendo” hacia los varones,
reconociendo su dependencia en el seno de la sociedad patriarcal [en reconnaissant sa dépendance au sein de la société
patriarcale]» (2016: 185; [Bastardillas del autor]). Unos años después (1967), Deleuze dice que en la sociedad pa-
triarcal, la mujer es considerada como el ‘objeto’ de una relación contractual, [que] es un tipo de relación de cultura
artificial, apolínea y viril (1969: 82; [Bastardillas del autor]). Las teorías del contrato (toda concepción jurídico-con-
tractual del sujeto, del poder, y de la sexualidad) mistifican las violencias sexuales propias de la sociedad falocrática
patriarcal (estatal y capitalista). Deleuze y Guattari afirman que, en rigor, el contrato es un modo de captura e integra-
ción jurídica y civil (intégration juridique) productora de relaciones y agenciamientos perversos (extrême perversion
du contrat), y cuya función es conseguir y asegurar que el sujeto se encadene a mismo (se lier lui-même), ganando así
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Por su parte, Hegel sostiene que la eticidad (sittlichkeit) sólo puede surgir cuando se da una supera-
ción del mero goce sensual y natural (cerrado sobre sí mismo, indiferente, y puramente negativo) y
se pasa a otro tipo más elevado de goce que tiene en cuenta al otro y que lo considera como algo
espiritual y libre, y no como una mera cosa (Sache). Contra la moralidad (Moralität) de Kant, Hegel
dice que, conceptualmente hablando, la eticidad consiste en “la supresión de la determineidad y la
configuración ‘naturales’, e indiferencia total del goce de mismo [Selbstgenusses](1983: 156;
[Bastardillas del autor]). Según él, la relación entre el varón y la mujer (siempre dentro del matri-
monio conyugal) deviene ética, o conforme con la eticidad, cuando la naturaleza (carne) y el espí-
ritu (concepto) se identifican, es decir, cuando:
[…] coinciden completamente los ojos del espíritu y los ojos de la carne; [pues] atendiendo a
la ‘naturaleza’, el varón ve carne de su carne en la mujer, mientras que, atendiendo a la ‘etici-
dad’, únicamente ve espíritu de su espíritu en la esencia ética, y por medio de ésta (Hegel,
1983: 156; [Bastardillas del autor]).
Sin embargo, pese a todo este rodeo espiritualizante y racionalizante, siempre subsistientre el
varón y la mujer (de facto) una disimetría y una jerarquía que para Hegel (y el resto) es igualmente
incuestionable: “el hecho de que el individuo se intuya real y objetivamente en otro individuo está
sujeto a una diferencia: en la mujer, en el niño, y en el siervo, el intuir no constituye ninguna igual-
dad absoluta y completa(1983: 155-56). Así, el varón deviene ético cuando ve a la mujer con los
ojos del espíritu, pero bajo esta pre-condición falocrática: que el deseo de la mujer ya esté produ-
cido y modulado según el deseo del varón (en el seno de una sociedad andromórfica y patriarcal).
Terrorífica negación de lo que difiere: para la filosofía moderna en general (y el idealismo alemán
en particular) la mujer no es más que una repetición de lo mismo, repetición del varón (su costi-
lla)
40
. En el matrimonio conyugal el deseo de las mujeres será tenido en cuenta, pero únicamente
en tanto que cumpla con la condición de ser un calco del deseo (y de la sexualidad) falicizante y
falocrática ya dominante en la cultura y el espíritu del pueblo, es decir, en tanto que esté replegado
sobre un reconocimiento del deseo (y de la sexualidad) dominante
41
; como decía Deleuze: reco-
que la sujeción, la dominación y el control ocurran, también, entre y mismo (entre soi et soi): el contrato es una
expresión jurídica cuyo resultado es la sujeción (1980: 575; 435).
40
Deleuze (1971: 272): La dialéctica hegeliana consiste en la reflexión sobre la diferencia, pero invierte la imagen.
Sustituye la afirmación de la ‘diferencia’ como tal por la negación de lo que difiere; la afirmación de mismo, por la
negación del otro; la afirmación de la afirmación, por la famosa negación de la negación.
41
Deleuze (1971: 19-20, 118): Lo que quieren las ‘voluntades’ en Hegel es hacer reconocer su poder, ‘representar’ su
poder. [...] Una concepción semejante es la del esclavo, es la ‘imagen’ que el hombre del resentimiento se hace del
poder. Es el esclavo quien sólo concibe el poder como objeto de reconocimiento, materia de una ‘representación’, baza
de una competición, y por consiguiente quien lo hace depender, al final de un ‘combate’, de una simple atribución de
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nociendo su dependencia en el seno de la sociedad patriarcal” (2016: 185). Reconocer la Ley exis-
tente y reconocer el deseo dominante: ambas cosas son partes o momentos de un mismo proceso de
subjetivación (eticidad del sujeto). En otros términos, el deseo de las mujeres será tenido en cuenta,
pero a condición de que sea un deseo (libido) edipizado y falicizado, que únicamente inviste (o
carga) positivamente al pene del varón y a todos los significantes despóticos y fálicos dominantes
producidos por el mundo masculino o andromórfico
42
.
Vemos cuán profundo cala históricamente esta concepción que todavía hoy atraviesa al psicoa-
nálisis en tanto que ciencia de la sexualidad o scientia sexualis, que tiende a reproducir un dia-
grama o esquema andromórfico y falocrático (reactivo y anti-productivo) en torno al deseo: donde
el deseo es reducido a la necesidad-falta (ausencia física y no-posesión que produce dolor y desaso-
siego); necesidad-falta que engendra un anhelo de posesión del objeto ausente (que nos producirá
placer y satisfacción); posesión-satisfacción que, una vez consumada, está llamada a engendrar un
nuevo movimiento de necesidad-falta (que nos produce un nuevo dolor), justamente porque la po-
sesión y el placer nunca están asegurados. rculo vicioso o de repetición andromórfico-falicizante.
Donde posesión = penetración genital, y placer = descarga/eyaculación. La posesión física (y jurí-
dica) del objeto actualmente ausente implicará necesariamente la obtención del placer (obtención
de satisfacción), y dicho placer aumentará nuestro poder, es decir, aumentará nuestras posibilidades
o potencialidades de hacer con el objeto lo que queramos:
La ‘alegría’ es un placer [Die Freude ist eine Lust] que el alma siente cuando considera asegu-
rada la posesión [Besitz] (presente o futura) de un bien, y estamos en posesión de un bien
valores establecidos. Si la relación de amo y esclavo adopta fácilmente la forma dialéctica, hasta el punto de haberse
convertido en un arquetipo o en una figura escolar para cualquier joven hegeliano, es porque el retrato del ‘amo que
nos presenta Hegel es, desde el inicio, un retrato hecho por el esclavo, un retrato que representa al esclavo, al menos
como se ve a mismo, corno máximo, un esclavo venido a más. Bajo la imagen hegeliana del señor, es siempre el esclavo
quien se manifiesta. [...] El poder ‘representado’ no es más que apariencia. De este modo los filósofos prometen a la
voluntad una limitación (limitación racional o contractual) que será la única capaz de hacerla tolerable y resolver la
contradicción. Cf. Lonzi (1975: 25-26): La relación hegeliana amo/esclavo es una relación interna del mundo hu-
mano masculino, y es a ella a la que se refiere la ‘dialéctica’ (en términos deducidos exactamente de las premisas de la
“toma del poder”). Pero la discordia varón-mujer […] es algo que viene de la jerarquía entre los sexos, a los que se les
atribuye como ‘esencia’ lo que es resultado de su oposición: la definición de superior e inferior esconde el origen de un
vencedor y un vencido.
42
Lonzi (1975: 94-95): El hecho de que el varón haya querido, contra toda evidencia fisiológica, que seamos vaginales,
debiera hacernos dudar: porque el varón ha querido siempre a la mujer no en la libertad sino en la esclavitud. [...] La
cultura fálica patriarcal es un reflejo de la obsesión masculina que ha llevado a cabo la identificación pene-poder. [...]
La mujer vaginal es la mujer que sustenta el mito del gran pene prepotente y que custodia la ideología de la virilidad
patriarcal.
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cuando lo tenemos en nuestro poder [in unserer Macht] de tal modo que podemos gozar [ge-
nießen] de él cuanto queramos (Leibniz, 1977: 194, [Bastardillas del autor]).
La posesión de la cosa (en el caso de un objeto) o de los órganos sexuales del otro (en el caso de un
sujeto o persona), el hecho de que esté a nuestra merced y dentro del límite de nuestro alcance
dentro del límite de nuestro poder de control, dominación y gobierno, nos infla de placer y satis-
facción porque nos infla de poder; aumenta nuestra potencia, pero a costa de depotenciar y entris-
tecer a los otros (los varones a las mujeres, los progenitores a sus hijos, los amos a sus siervos, los
soberanos a los súbditos, etc.). Por el contrario, la no-posesión resulta intolerable, provoca sufri-
miento, angustia, dolor, displacer, desasosiego, resentimiento, mala conciencia, sensación terrible-
mente intolerable de vacío y falta; y consecuentemente, nos insufla una idea fija: un deseo para-
noico y perverso de captura y posesión.
Se trata de poseer el derecho a la cosa, y al uso de la cosa, contrato mediante; incluido el derecho al
uso de los órganos sexuales. El concepto de posesión es desplazado analógicamente del plano de las
relaciones jurídicas y políticas al plano de las relaciones sexuales y afectivas (analogización de la
economía sexo-afectiva y de la economía jurídico-política). Schopenhauer (en 1820 y 1844) da por
sentado que el amor sexual se reduce a la práctica sexual de la penetración-descarga, lo cual en-
trampa al deseo (libido) dentro del mismo esquema circular vicioso:
Pero la base de toda volición es la menesterosidad [Bedürftigkeit], la carencia [Mangel], en
una palabra, la aflicción [Schmerz] que le es originariamente connatural y en la que recae
merced a su propia esencia. Echa en falta ‘objetos’ de volición cuya satisfacción hace que se
vuelvan a adueñar de ella con facilidad, invadiéndole un pavoroso vacío y un atroz aburri-
miento [so befällt ihn furchtbare Leere und Langeweile]. […] Toda ‘satisfacción’ [Befriedi-
gung], o lo que comúnmente se llama ‘dicha’ [Glück], resulta por su propia naturaleza mera-
mente negativa y, por ende, nunca es positiva. El “ser feliz” no es algo que acontezca origina-
riamente y por mismo, sino que nunca puede consistir más que en la satisfacción de un
deseo. De ahí que el deseo’, es decir, la carencia, suponga la condición previa de cualquier
goce [Daher ist ‘Wunsch’, d. h., Mangel, die vorhergehende Bedingung des Genusses]. […]
Toda satisfacción o dicha nunca significa otra cosa que la liberación de un dolor o de una
necesidad.
[...] La voluntad de vivir consiste en la afirmación del propio cuerpo mediante la aplicación
de sus propias fuerzas. Con ella se vincula de inmediato la satisfacción del impulso sexual, la
cual no deja de corresponderle en cierto modo, en tanto que los genitales [die Genitalien]
forman parte del cuerpo (Schopenhauer, 2001: 55, 62-63, 87; [Bastardillas del autor]).
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Los filósofos modernos, pero también aquellos que hoy heredan y reproducen dichos postulados,
genitalizan la sexualidad, la reducen a su aspecto puramente orgánico, y por eso, la falicizan. La
sexualidad y la relación sexual se reducen siempre a la relación de coito orgánico-genital (pene-
vagina, pene-boca, pene-ano) y en términos de activo/pasiva, dominante y dominada. Operación
de reducción y captura que como decía Foucault carnaliza o fisiologiza al placer (y esta dinámica
sigue intacta en Sade y Sacher-Masoch).
Según la concepción dogmática y moralizante de la filosofía moderna, la mujer adúltera y la con-
cubina (prototipo de mujeres que rechazan el matrimonio conyugal y el amor en términos de en-
trega-sumisión voluntaria) incurren en el mal y en la aberración porque hacen de su propio goce
sexual un fin en mismo (o una mera utilidad), cuando en rigor debean estar al servicio y a dis-
ponibilidad del goce del otro (de un varón marido). En el caso de las prostitutas, no es lo mismo:
para los filósofos ellas no gozan sexualmente en y por sí mismas (persiguiendo su goce propio) sino
que su existencia toda está para hacer gozar al varón persiguiendo como fin el dinero o regalos
43
;y
sin embargo, también reproducen el mal y la aberración, porque hacen todo eso por dinero o nego-
cio, cuando en rigor deberían hacerlo por amor al varón. Esto es lo que nos dice Fichte en 1796-97:
No es contrario a la razón que el ‘primer sexo’ se proponga como fin la satisfacción de su
impulso sexual, puesto que puede ser satisfecho por la actividad. Pero es absolutamente con-
tra la razón que el ‘segundo sexo’ se proponga como fin la satisfacción del suyo, porque enton-
ces se tendría que proponer como fin un mero padecer. [Por eso] el ‘segundo sexo’ no puede
proponerse nunca como fin la satisfacción de su impulso sexual, pues un tal fin y la raciona-
lidad se suprimen recíprocamente (1994: 357-360, [Bastardillas del autor]).
Así, el Selbstgenusses (auto-goce) está entonces autorizado y reconocido en relación con los varones
como desacreditado y cuestionado en relación con las mujeres; especialmente con las virtuosas y
honestas. Dicho en otros términos: el Selbstgenusses de los varones (activos) consiste en gozar en y
para mismos y según el esquema de la masculinidad y del falo (utilizando a las mujeres como
medios o superficies de registro para un auto-goce); mientras que el Selbstgenusses de las mujeres
(pasivizadas) consiste en hacer del goce del varón su propio goce, en gozar para y ante los varones,
pero siempre dentro de lo reconocido por la doble ley de la eticidad (costumbre) y del derecho civil
43
En cuanto a la prostitución, Fichte dice: Las prostitutas confiesan con gusto que practican su vergonzoso oficio por
dinero, no por lujuria [Selbst die Prostituierte gesteht lieber, daß sie ihr schändliches Gewerbe aus Gewinnsucht, als
daß sie es aus Wollust treibe] (1994: 359; [Bastardillas del autor]). Ellas no buscan el sexo porque hacen del goce
sexual un fin en mismo, sino por el dinero, valores o en regalos (Oelde, Geldeswert, oder auch in einer Gefälligkei)
que obtendrán.
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(institución). Gozar según la ley de la carencia y la norma del placer (la Loi du manque et à la
Norme du plaisir)
44
.
2. La triple captura de los intelectuales contra el deseo. Masculinidad Falo violencia sexual.
Los varones poseen el don de Midas negativo: todo cuanto tocan se convierte en
mierda (Valerie Solanas).
Qué idea más triste del amor la de convertirlo en una relación entre dos ‘perso-
nas’, a la que si hace falta se añaden otras para vencer la monotonía. [...] Si su-
pierais lo simple que es el deseo. […] El deseo es en sí mismo proceso revolucio-
nario inmanente: es constructivista, y en modo alguno ‘espontaneísta’ (Claire
Parnet y Gilles Deleuze)
Foucault nos muestra a lo largo de los 4 tomos de su Historia de la sexualidad (1976-1984) que
desde la época del cristianismo primitivo se inició un proceso ininterrumpido de juridificación de
la sexualidad que fue paralelo y concomitante a un proceso de libidinización (genitalización) de la
sexualidad y del uso de los placeres. El sujeto de deseo devino (se redujo a) un puro sujeto de dere-
cho, en el seno de una sociedad andromórfica, falocrática, estatal y capitalista. Foucault dice que
“los efectos y consecuencias de la teoría agustiniana de la ‘concupiscencia’ fueron considerables
(2019: 366), principalmente en el terreno
[..] del gobierno de las almas y, en especial, de la conducta sexual de los esposos. Se trata de su
juridización, o mejor, de la introducción de elementos que permitían pensar a aquellas prác-
ticas en fórmulas de carácter jurídico, reglas, prescripciones y recomendaciones, que hasta
entonces se habían concebido sobre todo en las formas de la ascesis espiritual y las técnicas de
purificación del alma. Al no centrar ya su análisis de la ‘concupiscencia’ sino en lo voluntario
y lo involuntario, o más exactamente, en el de la estructura misma de la voluntad, Agustín lo
inscribía, en efecto, en un sistema de referencias jurídicas. Emprendía con ello una tarea a la
que el Cristianismo occidental se consagraría durante tantos siglos y a la cual respondería en
el siglo XVI la gran fractura de la Reforma, a saber: pensar al ‘pecador’ como ‘sujeto de dere-
cho’. O, en otras palabras, pensar simultáneamente y en una sola «forma» al sujeto de deseo y
al sujeto de derecho. Sin duda, las dos nociones más importantes para esta juridización fueron
el consentimiento (consensus) y la de uso (usus) (2019: 366).
Y nosotros hemos visto hasta aquí (siguiendo los textos de los filósofos varones) cómo la filosofía
moderna de los siglos XVII/XIX continuó y moduló este trabajo iniciado ya en los comienzos de la
44
Parnet y Deleuze (2002: 116; 1996:119).
Protrepsis, Año 11, Número 21 (noviembre 2021 - abril 2022). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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cristiandad de juridizar y moralizar (mistificar y fetichizar) todas las relaciones, y siempre en abso-
luta concordancia con el diagrama de relaciones de poder ya existente en la sociedad andromórfica
y falocrático patriarcal (sociedad de alianzas fálicas, masculinas y masculinizantes); sociedad de
sujetos individuales y propietarios (activos y pasivos, superiores e inferiores).
Ahora bien, la Triqueta (triple trampa) con la que en el pasado y en el presente se procede a cap-
turar y a cooptar a nuestros cuerpos (junto con sus órganos, secreciones y emanaciones)
45
, a nues-
tras sexualidades, placeres, y nuestra propia subjetivación y devenir, tiene sus tres elementos. A
saber: entrampar a la sexualidad, al placer, y al deseo (libido sexual inconsciente) dentro de la órbita
o del agujero negro del pene y de las demandas del pene (órgano masculinizador-penetrador) y del
Falo (imagen o significante despótico distribuidor de sentido y asignador de identidad sexo-genérica
según el modelo de la diferencia sexual)
46
, para poder entonces proceder a:
(1) Reducir el deseo que, por definición, es revolucionario, trans-sexual y anti-fálico
47
, a la falta/ca-
rencia y a la necesidad; y lo que es peor: reducir el deseo sexual a la necesidad sexual y al sistema
del Derecho (punto de apoyo de toda concepción falicizante y prostituyente de la sexualidad hu-
mana)
48
. Hemos visto cómo la filosofía moderna concibe y vive al deseo como estando siempre en
falta, marcado por la ley de la des-posesión y el desasosiego (ley de la carencia, la envidia al pene,
45
Cf. Mies y Shiva (1998: 44, 28-30): El desarrollo de las tecnologías de reproducción no responde a una necesidad
de las mujeres, sino al hecho de que el ‘capital’ y la ‘ciencia’ necesitan a las mujeres para seguir manteniendo su modelo
de crecimiento y de progreso. Estas tecnologías se introducen en el contexto de unas relaciones sociales entre varones
y mujeres que están basadas, en todo el mundo, en la explotación y la subordinación. [...] Este contexto determina el
sesgo inherentemente sexista, racista y en último término fascista de las nuevas tecnologías de reproducción. […] El
objetivo es el control total de la capacidad reproductora de todas las mujeres. Cf. asimismo, Batya Weinbaum (1984:
20).
46
Guattari y Deleuze (2005: 118, 361-62; [Bastardillas del autor]): Todos estos papeles [novia, querida, mujer, madre,
homosexuales, heterosexuales, etc.] son distribuidos por el triángulo edípico (padre-madre-yo), un ‘yo’ representativo
que se supone que se define en función de las representaciones ‘padre-madre’, por fijación, regresión, asunción, subli-
mación, y todo ello… ¿bajo qué regla? La regla del gran Falo que nadie posee: significante despótico que anima la más
miserable lucha; común ausencia para todas las exclusiones recíprocas donde todos los flujos se agotan, secados por la
mala conciencia y el resentimiento.
47
Para una definición del deseo como huérfano, anarquista, trans-sexual, ateo y revolucionario, cf. Guattari y Deleuze
(2005: 76, 305-306, 373, 321, 121, 66-67); Deleuze (2005b: 298); Guattari (2017: 409, 29, 259, 48, 50, 52, 53, 351,
304, 434).
48
Cf. Pollán y Coronado Sopeña (2020): “Tener sexo no es un ‘derecho’. […] Además, el sexo es un deseo, no una
necesidad. Sin cobijo o alimento, las personas nos morimos; sin tener relaciones sexuales, no. Por eso, no es exigible
que el deseo de placer sexual sea satisfecho a cualquier precio, mucho menos a causa del doblegar y someter a otra”. El
deseo-falta es una herencia cristiana: “El uso del término libido en Agustín es más o menos equivalente al de concupis-
centia, en un sentido muy general de “deseo de lo que no se tiene”” (Foucault, 2019: 348).
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y la castración). Esta ficción falocrática confunde y encadena al deseo (que implica catexis o inves-
timentos libidinales inconscientes del campo social) con la necesidad (que implica catexis o inves-
timentos de interés conscientes o pre-conscientes del campo social). Y, por lo tanto, sumerge al de-
seo en lo negativo, en el dolor, la tristeza, la angustia, la paranoia, los celos, la envidia, el resenti-
miento, la mala conciencia y el desasosiego ante la desposesión (nihiliza y privatiza al deseo). Aún
más: es apelando a la ley de la falta (como constitutiva del deseo) como la Modernidad justificaba
la hetero-normatividad:
“Cada uno ama lo que le falta [Hier liebt daher Jeder, was ihm abgeht]. [Y dado que] toda
sexualidad es unilateral [alle Geschlechtlichkeit ist Einseitigkeit], […] cada individuo
puede complementarse y neutralizarse mejor con uno que con otro sujeto del otro sexo,
pues necesita otra unilateralidad individual opuesta a la suya” (Schopenhauer, 2003:
599, 594-95, 604, 611; [Bastardillas del autor]).
(2) Confundir el deseo con la satisfacción de un placer (ley del placer-dolor)
49
. Esta ficción con-
funde y encadena al deseo con el placer, es decir, entrampa al deseo únicamente dentro del llamado
sistema de las necesidades (das System der Bedürfnisse), que ya están pre-fabricadas por la sociedad
patriarcal andromórfica, falocrática y fetichista
50
. Y, por lo tanto, sumerge al deseo (y a todos los
agenciamientos posibles del deseo) en un proceso de producción de tipo colonizador y vampírico
(la anti-producción), porque hace del auto-goce (Selbstgenusses) que utiliza a todo y a todos como
su instrumento la Ley y la Norma de la satisfacción de los placeres y del uso de los placeres (fali-
ciza y andromorfiza al deseo).
(3) Confundir el goce con la posesión (apropiación y usufructo del otro) y el placer con la des-
carga
51
. Esta ficción confunde y encadena al deseo con el modelo de la penetración y la eyaculación
49
Cf. Parnet y Deleuze (2002: 116-118, 121; [Bastardillas del autor]): “Si se relaciona al deseo con la Ley’ de la
carencia y con la ‘Norma’ del placer [la ‘Loi’ du manque et à la ‘Norme’ du plaisir], es en función de un mismo error.
Si el deseo “carece” esencialmente de algo, es porque se continúa relacionándolo con el placer, con la obtención de un
placer. Hasta tal punto que para romper esas alianzas estereotipadas [alliances toutes faites] entre deseo-placer-caren-
cia, estamos obligados a pasar por curiosos artificios, mucha ambigüedad.
50
Cf. Deleuze (2007: 127-128): No puedo otorgar al ‘placer’ ningún valor positivo, puesto que entiendo que el placer
interrumpe el proceso inmanente del deseo; veo el placer del lado de los estratos y de la organización. Y el movimiento
por el cual se presenta al deseo como si estuviera sometido desde su interior a la ‘Ley’ es el mismo movimiento por el
cual se le presenta escandido desde el exterior por los ‘placeres’; en ambos casos se le niega al deseo un campo de inma-
nencia propio. […] Y, desde mi punto de vista, la forma como el deseo se remite a la Ley de la carencia y a la Norma del
placer es exactamente la misma.
51
Cf. Parnet y Deleuze (2002: 115-116): “Nada más significativo a este respecto que la idea de un “placer-descarga
[plaisir-décharge]: obtenido el placer, tendríamos al menos un poco de “tranquilidad antes de que el deseo renazca.
En el culto del placer hay mucho odio o mucho miedo respecto al deseo [Il y a beaucoup de haine, ou de peur à l’égard
du désir, dans le culte du plaisir]. [...] Si el deseo no tiene por ‘norma’ al placer, no es en nombre de una ‘carencia’
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(carga libidinalmente a los órganos sexuales con un status de exclusividad y reduce la sexualidad
humana al coito). Si hay un órgano sexual privilegiado y mitificado en nuestras sociedades, sin du-
das es el pene
52
; mientras que el clítoris no existe (es un sentido pasivo y un micro-pene)
53
. Si hay
un flujo privilegiado en nuestras sociedades, sin dudas es el esperma. Y por lo tanto, entrampados
como estamos dentro de todos los binomios falocrático patriarcales (masculino y femenino, activo
y pasivo, dominante y dominado, superior e inferior, dirigente y dirigido), ocurrirá que todo deve-
nir-masculino tendrá que aceptar (reconocer) que su economía sexual y deseante quede reducida
al esquema de la virilidad posesiva (sexualidad = pene erecto / falo penetrante); del mismo modo
que todo devenir-femenino tendrá que aceptar que su economía sexual y deseante quede reducida
al esquema de la feminidad receptiva (sexualidad = penetración vaginal, anal o bucal con un pene
erecto)
54
. Este es el metabolismo o la mecánica interna de la llamada diferencia sexual dentro del
diagrama sexual establecido y dominante.
Estos son los tres componentes fundamentales de toda subjetivación sexual humana según el es-
quema de la masculinidad ya establecido. O sea, son los componentes de toda subjetivación ya
alienada por la dinámica misma que, de modo inmanente, constituye el metabolismo de poder que
mueve y anima a nuestras formaciones sociales; independientemente de las buenas intenciones que
los individuos puedan declarar.
Si nuestras sociedades son (desde hace milenios) andromórficas y falocráticas es porque en ellas el
Falo que se encuentra colocado en una relación directa con la zona genital (y particularmente
interior (que sería imposible llenar), sino al contrario, en virtud de su positividad, es decir, del plano de consistencia
que traza en el curso de su proceso.
52
Cf. Deleuze (2007: 95-98): Con el psicoanálisis se vuelven a encontrar los modos teológicos de pensamiento: ya sea
que se tenga la creencia de que no hay sino un sexo (el masculino), el órgano-pene (Freud) esta idea aparece acom-
pañada de una analogía vulgar: el clítoris sería análogo al pene, un pene pequeñísimo y “mal hecho que no podrá
crecer jamás; ya sea que se tenga la creencia de que hay realmente dos sexos. [...] Pero, de todas maneras, nada ha
cambiado: importa muy poco que sea “reconocido uno o ambos sexos, incluso aunque se localicen los dos en el interior
de cada uno de nosotros (bisexualidad, ‘deseo de la vagina’ en el varón, que sería el homólogo de la ‘envidia del pene’
en la mujer). [...] Estas son todas diferencias teóricas y están solamente en la cabeza del psicoanalista. [...] De todas
maneras la sexualidad, es decir, el deseo como libido es abatido sobre la “diferencia de sexos”; error fatal, ya sea que esta
‘diferencia’ se interprete orgánicamente (respecto del órgano-pene) o simbólicamente (respecto del significante-falo)”.
53
Hegel (2006: 142-43): En la hembra lo esencial es el útero, [mientras que] el clítoris en la hembra es simplemente
el sentido pasivo. En 1968 Anne Koedt decía de los varones que temen al clítoris como una amenaza a su masculini-
dad (2001: 261). Y todavía en 1983 el psicoanalista Georges Devereux sigue afirmando la teoría del clítoris como un
mini-pene (1984: 16-18).
54
Sonia nchez (2020) enumera y describe diez modos diferentes con los que la masculinidad dominante captura
(tortura y fragmenta) al cuerpo femenino dentro de la relación de explotación sexual (explotación reproducida por
todos los varones prostituyentes, mal llamados clientes): media francesa, francesa, francesa completa, completo, com-
pleto con puño cerrado, lluvia dorada, lamer ano, lamer testículos, bautismo, fiesta gang-bang.
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con el pene, en tanto que el órgano social ya privilegiado) constituye la imagen o significante
despótico que opera como distribuidora, integradora y agenciadora global por excelencia. Es la hi-
pótesis que, todavía hoy, sostiene el psicoanálisis y a la práctica psicoanalítica; a saber, que:
La función de ‘integración’ directa y global [intégration directe et globale], o de enlace general
[raccordement général], “normalmente” corresponde a la zona genital. Ella es la que debe ligar
[doir lier] a todas las demás zonas parciales, gracias al Falo [grâce au phallus]. Ahora bien, a
este respecto, el Falo no juega el papel de un ‘órgano’ sino el de una imagenparticular pro-
yectada sobre esta zona privilegiada [genital], tanto para la niña como para el niño. [Pero] el
Falo (como imagen en la superficie) corre el peligro de ser recuperado, en cada instante, por
el pene de las profundidades o por el de la altura; y de ser castrado, de este modo, como falo,
ya que el pene de las profundidades es él mismo devorador, castrante, y el de la altura, frus-
trante. [...] Este enlace fálico de las ‘superficies’ y del mismo ‘Yo’ (en la superficie) se acom-
paña con operaciones calificadas de “edípicas”: esto es lo que debe ser analizado (Deleuze,
1994: 202-210; [Bastardillas del autor]).
No hay falocentrismo sin edipocentrismo. El Falo es la norma y la ley: es él quien reparte, quien
nos asigna y nos define una identidad sexual estable, permanente, reconocible (con sanción pública
o estatal), molar, humana, genital; pero entonces también es él quien captura y obtura nuestra po-
tencia para la diferencia, para la proliferación activa y colectiva de una nueva sexualidad no-hu-
mana, es decir, no andromórfica, no genitalizante, no identificante, no falicizante, no fiolicizante,
no prostituyente
55
. En sus Escritos para el Anti-Edipo (1970) Guattari define al Falo como un
rehén, como un testigo impotente (y a la vez aplastador y depotenciador) de que el deseo (lo real
polívoco) ha sido aplastado y biunivocizado:
El falo es un rehén: muestra-testigo del campo polívoco reprimido [refoulé] (una unidad
biunivocizada de Eros). [...] El falo es el símbolo de un cuerpo cortado de sus máquinas
deseantes: “Tú serás cuerpo (corpse, body, cadáver), antes que máquina deseante; serás varón
o mujer en función de un símbolo binario: el falo/no-falo”. El falo anuncia el ingreso en la
división de los sexos.
[...] El falo abre entonces el ingreso al ‘Yo’, al cuerpo masivo: la unidad del trabajo y la unidad
de la reproducción. [...] El falo promueve una conciencia individual, un ‘sujeto del enun-
55
Deleuze planteaba en 1972 la necesidad de pensar la sexualidad humana no ya como una relación entre dos sexos
humanos (el masculino’ y el ‘femenino’), sino como una relación entre el sexo humano y el sexo no-humano. [Un
nuevo ejercicio de la sexualidad humana que suscite el acontecimiento de una nueva conexión] con lo que de no-hu-
mano hay en la sexualidad (2005b: 310, [Bastardillas del autor]); es decir, con lo que de no-fálico y no-andromórfico
hay en nuestra propia sexualidad. Siguiendo a Guattari y Deleuze (2005: 392; [Bastardillas del autor]) “[Se trata de]
des-familiarizar, des-edipizar, des-castrar, des-falizar, deshacer el teatro, sueño y fantasma, des-codificar, desterritoria-
lizar tanto la sexualidad como el deseo (libido inconsciente).
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ciado’. [...] Edipocentrismo: un flujo que escapa es un deseo que amenaza la estructura; en-
tonces, se personaliza, se imaginariza el flujo. [...] El falo anuncia la muerte del deseo y su
ingreso en el ‘sexo’, [porque] gobierna el corte molar constitutivo de las identidades bipolari-
zadas.
El falocentrismo es la dictadura sobre las máquinas deseantes. [...] Todos los otros flujos entran
y vibran al servicio del triángulo bajo la ley fálica: el ser para el falo es la unidad de produc-
ción-reproducción de todo el sistema. El ser-para-el-falo es la ilusión de la conciencia impo-
tenciada. El prototipo de subjetividad castrada (2019: 132, 344-346, 409; [Bastardillas del
autor]).
Colette Guillaumin denunciaba en 1978 el carácter patriarcal y hetero-normado de todas estas
ideas en torno a la sexualidad como acto o ejercicio de posesión:
Una mujer no debe olvidarse que es apropiada, y que, en tanto que propiedad de su esposo,
no puede evidentemente disponer de su propio cuerpo. [En cambio,] cuando un varón tiene
una relación sexual, su cuerpo no se considera como “poseído”, por el contrario él conserva su
propiedad y la libertad de uso que de ello resulta; él puede servirse de su cuerpo libremente,
sexualmente como de cualquier otra forma (2005: 31; [Bastardillas del autor]).
Toda esta dinámica del deseo que, según los filósofos modernos, experimenta angustia o desaso-
siego ante la falta/carencia (ante la no-posesión), y todo ese movimiento consecutivo de búsqueda
de la satisfacción en términos de apropiación, descarga/distensión como constitutivas del placer,
implican en su interior toda una mecánica de la violencia, toda una gestión de la violencia. Éste es
el verdadero nihilismo, el nihilismo micro-físico y molecular. Colonialismo primario y genético: la
apropiación del cuerpo y de los órganos (y de los flujos de órganos), pero también la apropiación de
la sexualidad, del uso de los placeres, y del deseo mismo (de la libido inconsciente) de las muje-
res/feminidades a manos de los varones/masculinidades y de todo el sistema androcéntrico, falo-
crático y prostituyente (esta inmensa y ecuménica red de alianzas masculinas y masculinizantes
que constituye a nuestras formaciones sociales estatalistas y capitalísticas)
56
.
56
En 1977 Robin Morgan ya hablaba del carácter colonialista y extractivista del patriarcado (1978: 160-163), y luego
vuelve sobre ello en 1982: En el seno de una sociedad patriarcal, una mujer si bien habita su cuerpo, no lo posee del
mismo modo que el varón posee al suyo. Y no es dueña de él porque de hecho no es algo ‘suyo’ sino algo que pertenece
al varón (tanto como le pertenece al varón su propio cuerpo) […] Ciertamente las mujeres, en esta cultura androcén-
trica, no disponemos de la auto-determinación sobre nuestro más propio y básico “territorio” (nuestros cuerpos, nuestra
propia carne); esos cuerpos han sido considerados como explotables fuentes de ‘goce sexual’ y ‘procreación’, y han sido
mistificados en ese proceso. […] Si las mujeres somos en verdad un pueblo colonizado, entonces, por dar un ejemplo,
las instituciones médicas controladas por los varones son la Policía Secreta Colonial (1985: 69-70, 82-83).
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En efecto, incluso la violencia sexual es caracterizada por los filósofos modernos como un movi-
miento inmanente al amor y a la pasión sexual: la violencia sexual es considerada, sencillamente,
como un accidente del amor, como un estado más o menos momentáneo durante el cual la propia
pasión natural (el amor sexual o Geschlechtsliebe) franquea un límite más allá del cual el amor y la
pasión se vuelven viciosos, execrables, punibles (según una grilla jurídica y moralizante de valora-
ción). Por el contrario, Colette Guillaumin nos dice que “la llamada agresión “sexual” es todo me-
nos sexual” (2005: 50).
Descartes ya había dicho en Las pasiones del Alma (1649) que la violencia sexual participa del
amor, que forma parte del concepto y de la noción misma del amor y de la mecánica interna del
amor. Esta concepción lo llevó a definir al violador como un hombre brutal (un homme brutal)
57
que, sin embargo, participa del amor. Pero ya en 1647 Descartes apelaba a la teoría de que son las
pasiones amorosas excesivas (que nublan la razón y el juicio) las que conducen a los seres humanos
a actos irracionales, violentos y criminales: hacen que un sujeto ya no sea dueño de mismo (maitre
de soi-meme)
58
. En la tercera parte de su Sistema social (de 1773) Holbach escribe un capítulo
titulado Sobre las mujeres (De Femmes), donde dice que son los varones salvajes (sauvage) y los
privados de razón (l’homme privé de raison) quienes buscan el goce brutal de algunos placeres pa-
sajeros (la jouissance brûtale de quelques plaisirs passagers)
59
. Del mismo modo habló Fichte, que
todavía definía al violador como un animal rabioso (ein wütendes Tier) que no sabe dominarse a sí
mismo ni a su pasión sexual amorosa
60
. Los filósofos no nos dicen: La violencia sexual no tiene nada
que ver con el amor; al contrario, nos dicen: Es un amor loco, irracional, un exceso de amor, una
pasión amorosa exuberante. Así la violencia sexual puede quedar mistificada: “Las culpas cometi-
das así, sin ninguna maldad premeditada [sans aucune malice premeditée], me parecen las más ex-
cusables” (1945: 376; [Bastardillas del autor]), dice Descartes en una carta a Constantijn Huygens.
En los filósofos modernos el fenómeno de la violencia sexual (la violación/prostitución) es única-
mente objeto de un análisis moralizante y juridizante, o como dice Foucault, de un análisis conta-
minado por una sobrecarga moral y jurídica (surcharge moral et juridique)
61
, pero jamás es objeto
57
Descartes (1997: 154-155; [Bastardillas del autor]): Aunque las pasiones que un ambicioso tiene por la gloria, un
avaricioso por el dinero, un borracho por el vino, un hombre brutal por una mujer a la que quiere violar [un homme
brutal pour une femme qu’il veut violer], un hombre de honor por su amigo o por su amante [maitresse], y un buen
padre por sus hijos, sean muy diferentes entre ellas, sin embargo, son semejantes en cuanto que participan del amor
[participent de l’Amour].
58
Descartes (1945: 373-376).
59
Holbach (1773: 125, 128-129); la traducción es nuestra, del original.
60
Fichte (1908: 323; 1994: 366): Wer seiner selbst nicht mächtig ist, ist ein wütendes Tier.
61
Foucault (1999a: 117; [Bastardillas del autor]): “No se trata de preguntarse si el ‘poder’ es bueno o malo, legítimo o
ilegítimo, algo relativo al Derecho o a la Moral, sino simplemente de intentar eliminar de la pregunta por el poder la
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de un análisis politizador: porque la violencia sexual jamás es analizada como un fenómeno de po-
der, de un tipo y modo de poder muy específico que se ejerce en términos de dominación, sujeción,
normalización, integración y control; y que, más allá de su maldad y su criminalidad, resulta ser
muy acorde con la racionalidad misma tanto de la sociedad (andromórfica, falocrática, y violenta)
como de la subjetivación masculina.
La violencia sexual se convierte así en un ilegalismo
62
que forma parte integrante de la legalidad
(la Ley y el Orden), de la racionalidad industrial, y de la gubernamentalidad política; se convierte
en un negocio redituable para el capitalismo y para el Estado: la industria de la vagina sólo puede
existir en el seno de nuestras sociedades andromórficas, edípicas, falocráticas, pene-céntricas, fali-
cizantes, fiolicizantes y prostituyentes (donde, como dicen Sonia Sánchez y Sheila Jeffreys, el Es-
tado mismo es el primero de los proxenetas)
63
. La masculinidad dominante con la que se nos equipa
(como forma de subjetivación oficial y normal) es la violencia ilegalista racionalizada, organizada,
instituida e instituyente (simbólica, económica, social, política, sexual y libidinal).
Los propios conceptos de amor, de deseo, de sexualidad y de coito que los filósofos modernos cons-
truyen en sus obras de antropología, ética y política contienen ya en su interior la posibilidad de la
violencia sexual, pero no como un accidente o anormalidad, no como un desvío o vicio, sino como
parte de su desarrollo y su contenido inmanente (de su normalidad). Esto puede verse en el apa-
rente contraste entre Descartes y Fichte; el primero dice que la fuerza de la pasión (la no-premedi-
tación) hace al crimen más excusable, mientras que el segundo dice que “la fuerza de la pasión
[stärke der Leidenschaft] no disculpa el crimen, sino que lo agrava aún más” (1994: 360, [Bastardi-
llas del autor]). En apariencia, ambos discursos se oponen. Sin embargo, tanto el diagrama de rela-
ciones sexuales (de poder), como el sentido y el valor que en sus obras ambos dan a la sexualidad y
al coito (hetero-sexual) están atravesados por la misma lógica androcéntrica, falocéntrica y falocrá-
tica, según la cual el varón/masculino es lo activo, superior, dominador, fuerte y potente (buscador
y penetrador), mientras que la mujer/femenino es lo pasivo, inferior, dominado, débil y sensible,
sobrecarga moral y jurídica [le surcharge moral et juridique]. Cf. Foucault (1994a: 106, Tomo 3; [Bastardillas del
autor]): Un modelo jurídico pesa sobre los análisis del ‘poder’, que otorga un privilegio absoluto a la forma de la Ley
[Un modèle juridique pèse sur les analyses du pouvoir, donnant un privilège absolu à la forme de la Loi]”. Cf. Deleuze
(2015: 256): Hemos visto que Foucault, en todo su pensamiento y su teoría del poder, no se definía ciertamente como
un autor que atribuyera gran importancia a la noción de Ley, ya que toda su concepción, incluso del poder, es indepen-
diente del concepto de Ley.
62
Para el concepto de ilegalismo, cf. Foucault (2008: 54-55; 1994a: 88, Tomo 3; 2002b: 277, 285-289) y Deleuze
(2014: 120, 146; 1987: 55-56, 64; 2014: 60-64)
63
Cf. Kate Millet (1975: 33, 41, 56); Sánchez y Galindo (2007: 33, 54, 133-34); Adrienne Rich (2001: 53); Katherine
Mackinnon (2014: 48); Sheila Jeffreys (2011: 16-18; 95); Colette Guillaumin (2005: 49). Para el Estado-Proxeneta,
cf. Sánchez y Galindo (2007, §4) y Jeffreys (2011: 20).
Protrepsis, Año 11, Número 21 (noviembre 2021 - abril 2022). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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conquistable y penetrable (pero que sin embargo debe resistirse un poco, y no entregarse de pri-
mera)
64
. Es esta lógica la que habilita, desde el vamos, todas las violencias y los fiolismos posibles;
y mientras estos roles y posiciones verticales, disimétricos y jerárquicos (binómicos y biunivociza-
dos) permanezcan incuestionados e inmodificados (independientemente de quién los encarne)
65
,
la filosofía, el Derecho y la política misma la concepción jurídico-contractual dominante del su-
jeto, del poder, de la sexualidad y del deseo no podrán más que apuntalar de jure dichas violen-
cias existentes de facto
66
.
Rousseau, Fichte, Hegel y Schopenhauer definen al amor femenino como un sometimiento volun-
tario que es reconocido y querido en tanto que tal; la mujer pasivizada y sometida que se-sabe como
tal y que se-quiere como tal (con consentimiento voluntario) es un medio del auto-goce del varón:
El coito [Beischlaf] es el verdadero cumplimiento del matrimonio. Aquí la mujer somete su
completa personalidad al varón y le muestra su amor [das Weib unterwirft ihre ganze Persön-
lichkeit dem Manne und zeigt ihm ihre Liebe]. [...] Al concepto del matrimonio subyace el
64
La resistencia y la receptibilidad como rasgos femeninos naturales son un lugar común de la filosofía: cf. Rousseau
(1983: 500, 516; 1979: 306). Según la Enciclopedia de Novalis (1795-1800) recibir o concebir (Empfangen) es el goce
femenino (ist das weiblidie Genießen), mientras que devorar o consumir (Verzehren) es el goce masculino (das männ-
liche Genießen) (1976, §985: 246); para Novalis, cuanto más se resista la mujer que ha de ser consumida (penetrada),
más alto será el placer: Teoría de la Naturaleza: cuanto más enérgicamente se resista [widersteht] lo que ha de ser
comido, tanto más enérgica será la llama en el momento del goce [Genußmoments]. Aplicación al oxígeno. (La violación
es el goce más intenso) [Notzucht ist der stärkste Genuß]. La mujer es nuestro oxígeno (1976, §984: 246; 1957: 269;
[Bastardillas del autor]); de hecho, Novalis sostiene que aunque parezca extraño, el fondo propio de la crueldad es el
deleite [der eigentliche Grund der Grausamkeit Wollust ist]” (1948: 116; [Bastardillas del autor]). La resistencia feme-
nina funciona como un elemento probatorio en casos de violación ya para la Enciclopedia francesa: la mujer debe pro-
bar de modo claro y distinto que se resistió hasta el final: La resistencia también debe haber sido persistente hasta el
final [persévérante jusqu’à la fin]; porque si solo hubiera habido esfuerzos iniciales, este no sería el caso con la violación,
ni con la pena asociada a este crimen (AA.VV., 1765b: 310, Tomo 17; [Bastardillas del autor]).
65
E.Z.L.N. (2015: 231): El sistema (no hay que olvidarlo) todo él es impunidad hecha Gobierno, medios de comuni-
cación, aparato judicial, cuerpo legislativo, Ejército, Policía, cárcel, patrón, jefe, autoridad diversa. [...] Si debe optar
por asumir un género, elige ser masculino, varón, hombre, macho (aún cuando quien lo administre sea mujer). Cf.
asimismo, Lonzi (1975: 15, 44; [Bastardillas del autor]): “La liberación no consiste en lograr la “independencia econó-
mica”, sino en demoler aquella institución que la ha hecho más esclava y durante más tiempo que los esclavos, [pues]
para la mujer ‘liberarse’ no quiere decir aceptar idéntica vida a la del varón, que es invivible. Valerie Solanas había
expresado lo mismo en 1967, en su S.C.U.M. Manifesto: La destrucción total del sistema basado en el ‘trabajo’ y en
el ‘dinero’, y no el logro de la igualdad económica” en el seno del sistema masculino, liberaa la mujer del poder
masculino (2012: 9).
66
Brownmiller (1981: 358, 360, 370): La razón real de la eterna confusión por parte de la Ley acerca de qué consti-
tuye un acto de violación y qué constituye un acto sexual mutuamente consentido, es la presunción cultural subyacente
de que el papel masculino “natural” es el de proceder agresivamente en dirección al objetivo, mientras que el papel
femenino “natural” es resistir o someterse. Y así, para proteger los intereses masculinos, la Ley procura calibrar el com-
portamiento de la víctima durante la ofensa.
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ilimitado sometimiento [die unbegrenzte Unterwerfung] de la mujer bajo la voluntad del va-
rón. [...] El ‘amor’ procede de este sometimiento de la mujer y este sometimiento es la mani-
festación permanente del amor.
[...] ‘Amor’ es la forma bajo la cual se muestra el impulso sexual en la mujer, [...] y este amor
es el impulso natural de la mujer para satisfacer a un varón [der Naturtrieb des Weibes einen
Mann zu befriedigen]. [...] Así, el impulso a entregarse [sich hinzugeben] alcanza el carácter
de ‘libertad’ y ‘actividad’ (lo que debía tener para poder coexistir con la razón). No hay varón
alguno que no sienta el absurdo de invertir los términos y adscribirse un impulso semejante
de satisfacer una necesidad de la mujer (necesidad que ni puede suponer en ella, ni puede
pensarse como instrumento de la misma sin avergonzarse hasta en lo más profundo de su
alma). [...] La mujer no puede entregarse al placer sexual para satisfacer su propio impulso.
Pero ya que tiene que entregarse a él (a consecuencia de un impulso), este impulso no puede
ser otro que el de satisfacer al varón [kann dieser Trieb kein anderer sein, als der, den Mann
zu befriedigen].
En esta acción se convierte en ‘medio’ [Mittel] para el ‘fin de otro [für den Zweck eines ande-
ren], porque su propia satisfacción sexual no puede ser su propio ‘fin’ sin destruir su fin final
(la dignidad de la razón). Ella afirma su dignidad, a pesar de que sea medio, porque se entrega
libremente, a consecuencia de un noble impulso natural, el del amor [eines edlen Naturtriebs,
des der Liebe]. [...] El sometimiento ‘por amor’ funda el matrimonio [Unterwerfung aus Liebe
begründet die Ehe] (Fichte, 1994: 369-372, 382, 359-60, 378; [Bastardillas del autor])
67
.
67
Fichte repite en su Ética (1798) lo mismo que en su Doctrina del Derecho (1796): la mujer no es totalmente pasiva
porque en algún momento su impulso sexual debe pasar a la actividad. Pero, ¿a cuál actividad? La de satisfacer al varón:
“Es imposible que en un ser racional haya un impulso natural de comportarse de un modo únicamente pasivo’, de sólo
entregarse a un influjo ajeno (como un mero objeto de uso). La mera pasividad contradice directamente a la razón y la
suprimen. Tan cierto, por tanto, como que habita la razón en la mujer y ha tenido influjo en la formación de su carácter,
el impulso sexual de ella no puede aparecer como un impulso a una mera pasividad, sino que se ha de transformar
igualmente en un impulso a la actividad. […] Ése sólo puede ser un impulso a satisfacer a un hombre, no a sí misma, a
entregarse no por sí misma, sino por amor al otro. Un impulso semejante se llama ‘amor’” (2005: 334-335). Rousseau
(1983: 500, 516): “El destino de la mujer es agradar y ser subyugada, se debe hacer agradable al varón en vez de inci-
tarle”. Hegel (2006: 170; [Bastardillas del autor]): “El varón tiene ansia, impulso; [pero] el impulso femenino consiste
en cambio en ser sólo ‘objeto’ del impulso, en excitar, en despertar el impulso [del varón] y proporcionarle su satisfac-
ción en el objeto”. Schopenhauer (2001: 90; [Bastardillas del autor]): La naturaleza mostró su predilección por el
género masculino en lo referente a la satisfacción sexual [Geschlechtbefriedigung], colocando el simple goce [Genuss]
en el lado del varón y dejando las cargas e inconvenientes de la cuestión del lado de la mujer; cosas tales como el em-
barazo, los dolores del parto o la lactancia del bebé atan a la mujer, en tanto que el varón puede evadirse de ellas”.
Tocqueville dice en 1835: “No he visto que las norteamericanas consideren la autoridad conyugal como una usurpa-
ción de sus derechos, ni que crean humillarse sometiéndose a ella. Por el contrario, me ha parecido que representaban
como una especie de gloria el libre abandono de su voluntad [une sorte de gloire du volontaire abandon de leur volonté],
y que tenían a gala plegarse al yugo por mismas, y no sustraerse a él [se plier d’elles-mêmes au joug, et non à s’y
soustraire]. Éste es al menos el sentimiento que expresan las más virtuosas” (1957: 629-630; [Bastardillas del autor]).
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Convertirse voluntariamente (y contrato mediante) en un simple medio para el varón y para los
fines tanto de un varón individual como de la sociedad patriarcal en general, ¿no significa reco-
nocer y aceptar la propia dependencia y esclavitud en el seno de una sociedad patriarcal? Análoga-
mente, aceptar (y desear) que las mujeres/feminidades deben ser un simple medio para los fines
propios también significa, para los varones/masculinidades, reconocer y aceptar la propia depen-
dencia y esclavitud en el seno de la sociedad patriarcal: esclavitud que (junto con los privilegios de
haber nacido varón en el seno de una sociedad andromórfica) consiste en un poder reactivo y anti-
productivo para capturar, dominar, controlar, explotar y gobernar a las mujeres (y a su mundo de
relaciones posibles). Todos estos discursos que nos dicen que la sujeción, la sumisión y la violencia
participan del amor y del placer (siendo los celos
68
, pero también la violación/prostitución algunas
de sus manifestaciones)
69
no son sino una nueva modulación para una vieja concepción (moral y
jurídica) que supone que el amor, en tanto que tal, se bifurca en dos polos: el amor bueno y virtuoso
(como el eros ouranios o celestial, también llamado amor de benevolencia) y el amor malo y vicioso
(como el eros pándemos o vulgar, también llamado amor de concupiscencia). Neo-arcaísmo.
El modelo del Selbstgenusses (propio de la filosofía moderna y de toda concepción jurídico-con-
tractual del sujeto y del sexo) asignado a las mujeres hace que su línea de goce ya esté colonizada y
organizada de antemano según el esquema de la masculinidad y del falo (esquema recentrado en
la posesión-penetración, en el placer como eyaculación-descarga, y en el orgasmo vaginal como
deuda infinita). Guy Hocquenghem y Félix Guattari decían en 1972 y 1977 algo que ya estaba
presente tanto en Anne Koedt (en 1968) como en la conversación entre J y Kate Millett (en 1971),
en The Prostitution Papers:
Otra noción muy difundida que ha producido incalculables estragos es la del ‘orgasmo’. La
moral sexual dominante exige por parte de la mujer una identificación (casi histérica) de su
goce con el goce del varón, que es expresión de simetría y de sumisión a su poder fálico. La
68
Montesquieu ya había dicho (1735) que los celos forman parte del amor (2000: 181-182). Kant lo secunda afirmando
(1775-81) que los celos son innatos a la naturaleza humana, pero que pueden ser limitados por máximas de la razón
(1988: 262). Y más tarde (1796-98) hasta llega a decir que si las mujeres jóvenes pudiesen elegir (para juzgar sobre
sus faltas) entre un tribunal masculino o uno femenino, seguramente elegirían por juzgador al tribunal masculino; [por
la sencilla razón de que] las mujeres sienten celos entre ellas a causa de los varones (1991: 258-59; [Bastardillas del
autor]). Los celos son la pasión recurrente también en el esclavo Séverin von Kusiemski, en La Venus de las pieles
(1870). Cf. Hocquenghem (2009: 81; [Bastardillas del autor]): Las relaciones de propiedad y de posesión instituyen
el sistema de los celos [jalousie] en tanto que paranoia generalizada de nuestra sociedad.
69
Schopenhauer (2003: 585, 603, 610): El amor sexual puede conjugarse con el odio más manifiesto hacia su objeto.
[…] Este caso se da, en concreto, cuando un amante apasionado no puede bajo ninguna condición encontrar correspon-
dencia, pese a sus esfuerzos y súplicas. […] El odio hacia la amada que entonces se inflama llega en ocasiones tan lejos
que el amante la asesina y a continuación se suicida. Cada año suelen producirse algunos ejemplos de esa clase: pueden
encontrarse en los periódicos ingleses y franceses. En 1857 Baudelaire poetiza esta violencia en su poema El vino del
asesino (Le Vin de lassassin), en Las flores del mal (2000: 153-154).
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mujer le debe su orgasmo al varón. “Negándoselo”, comete una falta grave (Guattari, 2017:
328).
Los actos sexuales se orientan con relación a un ‘fin’ que le da su sentido, se organizan en
caricias preliminares que acabaran por centrarse en la necesaria eyaculación: piedra de toque
del goce. [...] La sociedad es fálica hasta tal punto, que el acto sexual sin eyaculación se vive
como un fracaso. Y al final, ¡qué les importa a los varones si, como a menudo ocurre, la mujer
se queda “frígida” y no siente ningún goce! El goce fálico es la razón de ser de la heterosexua-
lidad, sea cual sea el sexo considerado. [...] La ‘organización’ del deseo que experimentamos
está basada en la dominación masculina (Hocquenghem, 2009: 21, 72).
La gran mayoría de las mujeres que aparentan tener un orgasmo vaginal ante el varón, lo están
fingiendo. [...] Primero que nada, la mujer debe soportar una gran presión aportada por el
varón, quien considera que su habilidad como “amante” está puesta en juego. Así, para no
ofender su ego, las mujeres obedecen el papel que se les designa y pasan por un éxtasis simu-
lado. [...] Debido a la falta de conocimiento de su propia anatomía, algunas mujeres aceptan
la idea de que un orgasmo experimentado durante una relación sexual “normal” fue ocasio-
nado por la vagina. Esta confusión se debe a la combinación de dos factores. El primero, la
falla en la localización del centro del orgasmo, y el segundo, por un deseo de adecuar su expe-
riencia a la idea masculina de normalidad sexual (Koedt, 2001: 259).
Los varones prostituyentes quieren que una acabe [they want you to come], y eso era otra cosa
que me fastidiaba. [Por eso] una de las peores cosas de la prostitución es el hecho de tener que
fingir [the faking]. Tenés que fingir el orgasmo: los varones cuentan con eso porque eso es lo
que demuestra su masculinidad; en eso consiste realmente el convertirse en una ‘puta’ [that’s
really being a ‘whore’] (Millett, 1975: 37; [Bastardillas del autor])
70
.
Esto es también lo que Colette Guillaumin quería visibilizar en 1978 cuando decía que las socie-
dades patriarcales instituyen un sistema de apropiación “del conjunto del grupo de las mujeres, y
del cuerpo material individual de cada mujer” (2005: 26). En otras palabras, el patriarcado realiza
gracias a sus instituciones anexas (la familia, la educación oficial, los medios masivos, el arte, el
Estado, la partidocracia y el presidencialismo, el mercado laboral, el capital, etcéteras) una doble
captura: procede simultáneamente por centralización universalizante (captura conjuntos y grupos
sexo-generizados estadísticamente) y por singularización particularizante (captura personalizada
que identifica, individualiza, singulariza y subjetiva a aquello que captura)
71
. Captura el todo y
70
La traducción es nuestra, directa del original.
71
Guattari y Deleuze (2012: 454): “Como dice Marx, siempre la captura contribuye a crear lo que captura”. Cf. De-
leuze (2005a: 264-65; [Bastardillas del autor]): “[El sistema produce al trabajador asalariado] como aquél a quien se
extorsiona, al mismo tiempo que produce la extorsión”. Asimismo, cf. Deleuze (2017: 265): “Marx dice muy bien que
el Capital es un ‘derecho’, y que el capitalista no extorsiona más que lo que el Derecho le permite extorsionar. No
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captura las partes, captura el exterior y el interior: apropiación macro y micro-física (omnes et sin-
gulatim). Doble captura que consiste en identificar individuos y a la vez enmarcar poblaciones:
bio-política + sexo-política (falo-política sexual y deseante)
72
. Captura e integración molar y mole-
cular, que funciona combinando y fusionando lo jurídico-legal junto con las violencias ilegalistas:
sujeción social (l’assujettissement social) + servidumbre maquínica (l’asservissement machinique),
de tipo libidinal y deseante (Guattari y Deleuze, 2012: 461-465; Guattari, 2004: 96, 107).
Razón por la cual Colette Guillaumin nos dice que nuestras sociedades, en esencia, son sociedades
en las que la actividad sexual nunca pasa verdaderamente por el deseo libre de las personas, sino
por el mero uso físico-genital y por el control sexual-libidinal de los demás (especialmente de las
mujeres y niñas)
73
. La sexualidad humana queda recentrada sobre la genitalidad; proceso que Fou-
cault llama libidinización del sexo
74
y fisiologización del deseo y del placer
75
:
Lo esencial en la relación entre un varón y una mujer es el uso físico. Uso físico manifestado
aquí bajo su forma más reducida, más sucinta: el uso sexual. [Pero] no es de “sexualidad” de
lo que se trata aquí, ni de “sexo”, sino simplemente de uso; ni tampoco de “deseo”, simple-
mente de control, igual que en la violación (Guillaumin, 2005: 30; bastardillas del autor).
La idea de que el placer físico siempre proviene del placer sexual y que el placer sexual es la
base de todos los placeres posibles considero que es verdaderamente falsa (Foucault, 1999b:
419-421).
puede decirse mejor, me parece que es perfecto: en efecto, la propiedad del capital es la propiedad de los derechos
abstractos (y es en nombre de estos derechos abstractos que se produce la extorsión de la plusvalía)”.
72
Foucault (2001: 246): El poder del Estado (y es ésta una de las razones de su fuerza) es una forma de poder a la vez
totalizadora e individualizadora, porque entremezcla la gubernamentalidad pastoral con la razón de Estado.
73
En 1975 Gayle Rubin decía: la niña ha sido robada (1986: 128); y en 1980 Guattari y Deleuze decían que a
quien primero le roban el cuerpo es a la joven: “no pongas esa postura”, “ya no eres una na”, “no seas marimacho”,
etc. A quien primero le roban su devenir para imponerle una ‘historia’ o una ‘pre-historia’, es a la joven. [...] La joven
es la primera víctima, pero también debe servir de ejemplo y de trampa (2012: 278).
74
Foucault (2019: 341-375).
75
Foucault (2014: 120).
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Si una Ciencia del Sexo (scientia sexualis o Sexualwissenschaft)
76
, una Política del sexo (política
sexual jurídico-contractual) y una Policía del sexo (Police du sexe)
77
son tan necesarias para el sos-
tenimiento de nuestras sociedades andromórficas y falocráticas, es porque “el ‘sexo’ es la bisagra
[charnière] entre la anatomo-política y la bio-política: él está en la encrucijada de las ‘disciplinas’ y
de las ‘regulaciones[il est au carrefour des disciplines et des régulations](1996: 63; [bastardillas
del autor]). El sexo es el punto de apoyo y a la vez la palanca: apelando a la sexualidad se consigue
que la sociedad se convierta en una máquina de producir
78
. Producir, que es siempre un anti-pro-
ducir según la ley de la carencia y la norma del Falo (máquina de anti-producción inyectada en el
seno mismo de la producción social, de la producción de subjetivación, y de la producción
deseante).
Únicamente en nuestras formaciones sociales la sexualidad, que es un haz de relaciones y de prác-
ticas múltiples y heterogéneas, acaba convirtiéndose en la juntura de la que el sistema de poderes
establecidos se sirve con el fin de hacer pasar procedimientos de disciplinamiento social (centrali-
zados y universalizantes) y de normalización/regulación social (singularizados y personalizantes).
No pasamos de una sociedad disciplinaria y de encierro (secuestro) a una sociedad de control y
normalización (a cielo abierto). En rigor, no hay ningún corte absoluto, sino que vivimos ya en un
mixto de ambas: disciplina + control (gubernamentalidad estatal que en 1990 Guattari llamaba
progresismo fascista)
79
.
76
Foucault (2002a: 59-74). Que el psicoanálisis y la psiquiatría forman parte de esta ciencia sexual lo planteaba ya
Foucault en sus cursos de 1964 y 1969 en Clermont-Ferrand y Vincennes (2020: 55-56).
77
Foucault (2002a: 36, 34, 38, 44; [Bastardillas del autor]): Que el Estado sepa lo que sucede con el sexo de los
ciudadanos y el uso que le dan [Que l’État sache ce qu’il en est du sexe des citoyens et de l’usage qu’ils en font]. [...]
Todos los poseedores de una parte de «autoridad» están en un estado de alerta perpetua. [...] Policía del sexo: es decir,
no el rigor de una ‘prohibición’, sino la necesidad de reglamentar el sexo [régler le sexe] mediante discursos útiles y
públicos. [...] El sexo no es una cosa que sólo se juzgue”: es una cosa que se administra [ça s’administre]. Participa del
poder público; solicita procedimientos de gestión [procédures de gestion]; debe ser tomado a cargo por discursos “ana-
líticos”. [...] Mecanismos múltiples que, en el orden de la Economía, de la Pedagogía, de la Medicina y de la Justicia,
incitan, extraen, organizan e institucionalizan el discurso del sexo [incitent, extraient, aménagent, institutionnalisent
le discours du sexe], que nuestra sociedad ha requerido y organizado con una inmensa prolijidad.
78
Foucault (1996: 63): “faire de la société une machine de production”.
79
Foucault (2017: 22-23, 26, 135): Es preciso comprender las cosas no como el reemplazo de una sociedad de sobe-
ranía por una sociedad de disciplina y luego de una sociedad de disciplina por una sociedad, digamos, de gobierno.
Estamos ante un triángulo: soberanía, disciplina, y gestión gubernamental (una gestión cuyo blanco principal es la
'población' y cuyos mecanismos esenciales son los dispositivos de seguridad). Guattari (2015: 235): No hace falta
oponer las sociedades de Soberanía, de Disciplina, de Control, y yo añadiría: de Integración (a la perspectiva del capi-
talismo). En realidad, esas diferentes opciones coexisten siempre [...] Lo que se afirma, en cambio, cada vez s al
costado de la ‘Sociedad de Control’ es la ‘Sociedad de Integración’, de integración subjetiva en y por la cual el sujeto
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De allí que en nuestras sociedades el sexo (el ejercicio o uso de la sexualidad) se instituye y se cons-
tituye como un puro medio para conseguir otra cosa, un plus; a saber: el ejercicio de un poder falo-
centrado (según la lógica del Selbstgenusses). Desde la perspectiva de un análisis micro-físico del
metabolismo social, es decir, desde la perspectiva de una cartografía de las catexis o investimentos
inconscientes de deseo (independientemente del interés, la buena voluntad, y la idiosincrasia o
ideología de las personas), el sexo deviene ejercicio y repetición de una anti-producción que hace
que los agenciamientos y las prácticas sexuales y deseantes queden reducidos a: sexo = placer de
dominar, ordenar, dirigir, educar, gobernar y controlar. Se trata de un placer de poder-gobierno que
el propio agenciamiento sexual (siempre biunivocizado en un polo de actividad y otro de pasividad)
torna posible, tanto como las instituciones jurídicas y sociales que actúan como su soporte. Con lo
cual, no basta únicamente con modificar las conductas machistas (batalla en el terreno cultural y
conductual), con deconstruirse y aggiornarse, sino que se trata ante todo de transformar radical-
mente (y en sentido auto-emancipatorio) todos los planos y niveles de la economía social, sexual, y
libidinal (o deseante). La llamada batalla cultural mistifica toda la violencia falocrática y fiolocrá-
tica que es inmanente a la economía deseante establecida, redundante y dominante.
Foucault lo planteaba así en 1973, cuando decía que “existe una alianza del placer con el poder [,
porque] la función del poder no es esencialmente prohibir sino producir, producir placer(1996:
70; [Bastardillas del autor]). En efecto, el sistema falocrático patriarcal milenario no consigue con-
fundir al sexo y al placer con la posesión y con la penetración (con la sexualidad genital), ni consigue
confundir al deseo con la necesidad, la falta, la satisfacción y la descarga, si no es apelando también
a la Ley y a la Norma, y a todo el esquema de codificación y axiomatización que conforma al lla-
mado estado de derecho. Doble proceso de integración: se libidiniza y se juridifica la sexualidad al
mismo tiempo que se libidiniza la ley. El sujeto de deseo deviene sujeto de derecho y sujeto econó-
mico (homo juridicus + homo oeconomicus), pero biunivocizado y ahuecado, triste, reactivo, falo-
centrado, andromorfizado, edipizado, familiarizado, conyugalizado. Y como hemos visto, los filóso-
fos modernos de los siglos XVII al XIX han producido, modulado, y apuntalado este proceso de
complicidad molar y molecular (en virtud de toda una serie de alianzas microfísicas y macrofísicas)
entre los intelectuales y el falo-poder.
3. Consideraciones finales.
Si nuestras formaciones sociales son capaces de hacer estas tres cosas a la vez libidinizar y geni-
talizar la sexualidad
80
, juridificar el placer y la sexualidad, y libidinizar la Ley y la Norma (incluida
es modelizado para funcionar como un robot social. Ya ni siquiera hay necesidad de vigilarlo ni de controlarlo. Gua-
ttari habla del progressisme fasciste ou, à la rigueur, néo-archaïsme en: (2015: 226).
80
En el tomo 4 de su Historia de la sexualidad (1984) Foucault sostiene que fue el cristianismo primitivo quien posi-
bilitó la libidinización de la sexualidad y a la constitución del sujeto de deseo como sujeto de derecho. En La Ciudad
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la ley de la falta/falo como ley del deseo), entonces toda tentativa auto-emancipatoria de creación
de una nueva sociedad (creación de nuevas relaciones, nuevas prácticas, y nuevos modos de subje-
tivación) debe conducirnos a la posibilidad de poder pensar y vivenciar al sexo sin la Ley tanto
como el poder sin el Rey (como personificación del Soberano y de las formas heredadas de sobera-
nía)
81
. Lo contrario a una concepción jurídico-contractual del sujeto, del poder, de la sexualidad,
del placer y del deseo (libido inconsciente); concepción que constituye nuestra herencia
82
.
En su curso La Sexualidad del año 1964 (en Clermont-Ferrand) Foucault también lanzaba los mis-
mos problemas, al mismo tiempo que rechazaba la romantización de Sade (tanto como Deleuze
rechaza en 1961 y 1967 la romantización de Sacher-Masoch):
¿Qué es, en nuestra cultura, la sexualidad? [...] ¿Es acaso la sexualidad nuestro irrecuperable
límite biológico? De hecho, hoy se sabe con claridad que la ‘sexualidad’ (la extensión de sus
mecanismos y sus significaciones) no se limita a las meras prácticas sexuales, sino que se ex-
pande infinitamente en conductas que en apariencia están muy alejadas de ella. [...] Creemos,
de manera espontánea, que la sexualidad es sólo cosa de la fisiología, que sólo concierne a las
prácticas sexuales.
[...] Sade es contemporáneo del Código Civil. [...] En ese sentido, Sade aparece en el umbral
de la modernidad como aquel que ha recorrido todas sus potencias negativas. [...] En todo caso,
su contemporaneidad con Napoleón, el hecho de que el digo Civil se redacte al mismo
tiempo y con la misma tinta que Las 120 jornadas, sin duda define bastante bien lo que es la
sexualidad moderna (Foucault, 2020: 31-32, 41, 43)
83
.
de Dios de San Agustín podemos ver cómo el sexo es siempre un acto eminentemente carnal y genital: sexus evidens
utique in carne est [el sexo supone, evidentemente, algo carnal] (1965: 103, Tomo 2; [Bastardillas del autor]). De
hecho, según él: En su desobediencia, [Adán] dejó sometidos los órganos sexuales [genitalia corporis membra] a sus
propios movimientos y los desligó de la voluntad. [Ya no poder controlar a voluntad sus erecciones y los movimientos de
la concupiscencia/libido es el castigo de Dios a Adán; cosa que, según San Agustín] muestra bien a las claras la paga
que recibió el ser humano de su propia desobediencia (1965: 101-102, Tomo 2, [Bastardillas del autor]).
81
Deleuze (2005b: 329): El discurso filosófico siempre ha permanecido en una relación esencial con la Ley, la Insti-
tución, y el Contrato, que constituyen el problema del Soberano (y que atraviesan la historia sedentaria que va desde
las formaciones despóticas hasta las democticas).
82
Foucault (2002a: 87-88, [Bastardillas del autor]): Bien sea el ‘deseo’ esto o aquello, de todos modos se continúa
concibiéndolo en relación con un poder siempre jurídico y discursivo, un poder cuyo punto central es la enunciación
de la Ley. Se permanece aferrado a cierta imagen del poder-ley, del poder-soberanía [une certaine image du pouvoir-
loi, du pouvoir-souveraineté], que los teóricos del derecho y de la institución monárquica dibujaron. Y hay que liberarse
de esa imagen, es decir, del privilegio teórico de la Ley y de la soberanía. [Por el contrario,] se trata de pensar el ‘sexo’
sin la Ley y, a la vez, el ‘poder’ sin el Rey [penser à la fois le sexe sans la Loi, et le pouvoir sans le Roi]”.
83
Foucault (1994a: 818-822, Tomo 2, [Bastardillas del autor]): “El cuerpo en Sade sigue siendo fuertemente ‘orgá-
nico’, anclado en la jerarquía, siendo la diferencia, por supuesto, que la jerarquía no está organizada con la ‘cabeza’,
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La reducción y el recentramiento privilegiado de la sexualidad en el coito genital, en el acto o prác-
tica sexual genital y falocentrada, es la estrategia general con la que el sistema patriarcal Foucault
dice: “una cultura que ha estado marcada por el patriarcado y la monogamia” (2020: 33)— procede
a integrar, capturar, controlar y axiomatizar a nuestros cuerpos y sexualidades, y a sus múltiples y
heterogéneas formas y modos de expresión, volviéndola no únicamente humana, demasiado hu-
mana, sino más bien: masculinizante, demasiado masculinizante (fálica, demasiado fálica); aniqui-
lamiento de la polivocidad de las máquinas deseantes.
Es en ese sentido que Foucault, Deleuze y Guattari planteaban la necesidad de operar tanto una
desexualización del placer sexual (désexualisation du plaisir) como una desgenitalización/desfali-
cización de la libido y del deseo, es decir, de acabar con la masacre del cuerpo y con la sexualidad
oficial, como decía Guattari en 1973. Abolición del Falo y del Edipo, de la castración y de la falta
(como constitutivas no sólo del deseo sino de nuestros procesos de subjetivación sexo-genérica)
84
.
Acabar con la idea de que la sexualidad y el placer se reducen y se confunden con la carne, con un
deseo de posesión-penetración-eyaculación-descarga, que es la idea fija de la masculinidad y de la
sociedad actual (pornocrática y prostituyente). Ante todo el deseo, ¡no la fiesta!
85
. De allí que De-
leuze dice: “Una de las tesis más hermosas de La voluntad de saber: el dispositivo de la ‘sexualidad’
repliega la sexualidad sobre el sexo (sobre la ‘diferencia’ entre los sexos, etcétera, y el psicoanálisis
está en el centro de este repliegue)” (2007: 124).
Por lo demás, todas estas críticas las encontramos ya presentes en la teoría y en la práctica de los
feminismos contemporáneos a ellos, y en todas sus luchas sistemáticas para derribar la larga serie
de ficciones falocráticas, violatorias, prostituyentes y colonializantes; como por ejemplo: la idea de
una frigidez femenina innata; el falso masoquismo femenino (que promueve la ideología de que
sino con la genitalidad [la hiérarchie ne s’organise pas à partir de la tête mais à partir du sexe]. [...] No estoy a favor de
la santificación de Sade. Después de todo, estaría dispuesto a admitir que Sade formuló el erotismo propio de una so-
ciedad disciplinaria: una sociedad reguladora, anatómica, jerárquica, con su ‘tiempo’ cuidadosamente distribuido, sus
‘espacios’ cuadrados, su obediencia y su vigilancia. [...] Nos fastidia, es un disciplinario, un sargento del sexo, un con-
table de culos y sus equivalentes. [...] Se trata de escaparse de eso y del erotismo de Sade. Debemos inventar con el
cuerpo, con sus elementos, sus superficies, sus volúmenes, sus espesores, un erotismo no-disciplinario” (La traducción
es nuestra, del original). Se sabe, por otro lado, cuánto admiraba Hegel a Napoleón.
84
Guattari (2019: 141-142): “El ‘complejo de castración’ es el corte que hace que uno se convierta de buen grado (si
fuera forzado, sería una frustración) a la bivocidad. Es el uso exclusivamente “bívoco de la máquina narcisista. [...] De
hecho, ¡es la represión de lo polívoco por lo biunívoco de la anti-producción!.
85
Guattari y Deleuze (2005: 116). Josep-Vicent Marqués (1997: 27) caracteriza al acto de ir en grupos a prostíbulos
como un rasgo propio de la masculinidad normal o normalizada (lo que él llama el Modelo-Imagen de varón). Y Ana
de Miguel afirma que la prostitución es una práctica por la que los varones se garantizan el acceso grupal y reglado al
cuerpo de las mujeres. El acceso es en grupo porque todos los varones pueden acceder, digamos en fila, al cuerpo
alquilado, que es un “bien público”. [...] Disfrutan de lo que podemos denominar un derecho de pernada democrático
o un harén colectivo (2015: 163, 176).
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habría una fantasía de violación en todas las mujeres)
86
; el monopolio cultural alrededor del or-
gasmo vaginal (orgasmo que los varones demandan y extorsionan a las mujeres); la idea falocrática
de que la penetración/eyaculación es el quid y la clave de toda nuestra sexualidad.
Gracias al dispositivo o equipamiento sexualidad (la sexualidad oficial y normal con la que se
equipa a todo el mundo), la doble empresa auto-emancipatoria (línea de fuga) de acabar con la re-
presentación andromórfica del sexo y con todas las redundancias del sexo humano (sexo falocrá-
tico), y a la vez, de abrir la posibilidad de maquinar una des-sexualización o des-genitalización (des-
falicización) de la sexualidad, del placer y del deseo (inconsciente), quedan ambas obturadas.
Nuestro deseo que es transexual, ateo, revolucionario y antifa(lo)
87
queda identificado y fijado
en una posición exclusiva y excluyente, queda integrado y normalizado para funcionar únicamente
dentro de los códigos y de los axiomas binómicos y biunívocos de la Ley y el Orden económico,
social, político, sexual y libidinal ya existente y dominante. Es así que, entonces, nuestro deseo/li-
bido comienza a desear tanto la normalización como la reglamentación, que comienza a interesarse
por todas las formas de autoridad, superioridad, jerarquía, verticalidad, dirigismo (la gubernamen-
talidad falocrática), que comienza a desear su propia represión y alienación, y también la represión
y la alienación de los demás (la lógica del Selbstgenusses). O lo que es lo mismo decir: nuestro de-
seo/libido comienza a tener intereses que van en contra del deseo de auto-emancipación radical y
permanente (individual y colectiva), comienza a desear en contra de su propio interés creador de
86
Carla Lonzi decía en 1971: ““La mujer, durante el coito, tiene la fantasía de ser violada”: esto se interpreta como
fruto de la represión” operada por la cultura (que la ha obligado a aceptar el placer masoquista y contrario a su volun-
tad). En cambio nosotras opinamos que hay algo de verdad en aquello que asoma en el inconsciente de la mujer, y que
si “se complace” en ello es porque no encuentra otra salida que la del sometimiento que conduce al placer vaginal. […]
El varón fantasea estar abusando de una mujer durante el coito: esto es interpretado como fruto de la “represión” ope-
rada por la cultura (que le ha obligado a erotizarse en un “rapto irresponsable” de violencia). También en este fenó-
meno vemos una verdad distinta, latente en el inconsciente masculino: la mujer es verdaderamente utilizada en el acto
sexual, y el hecho de que se rehúse, pero finalmente sea “presa”, sirve para devolver al varón una imagen agigantada
de su virilidad, por lo tanto, de su poder (1975: 82-83). En 1975, Susan Brownmiller: Los varones siempre han vio-
lado a las mujeres, pero hasta el advenimiento de Sigmund Freud y sus seguidores la ideología machista de la violación
no comenzó a apoyarse en el dogma de que la violación era algo que las mujeres deseaban. El principio de que las
mujeres son masoquistas por naturaleza y adoran “la lujuria del dolor” fue enunciado por primera vez por Freud. […]
La fantasía de violación existe en las mujeres como construcción masculina; y puede ser destruida por el feminismo
(1981: 303ss). En 1984, Carole Vance: A las mujeres se les anima a aceptar que toda actividad sexual masculina que
se dirija a ellas es placentera y liberadora: A las mujeres, en realidad (se les dice), les gusta ser violadas, pero son
incapaces de reconocerlo”” (1989: 14). El psicoanálisis de George Devereaux (en 1983) embandera dicha teoría que
pasa por ser científica.
87
Deleuze (2005b: 298): El deseo es revolucionario: lo que no quiere decir que deseé la revolución. Es aún más: es
revolucionario por naturaleza, porque construye máquinas que, insertadas en el campo social, son capaces de hacer
saltar algo, de desplazar el tejido social.
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novedad, en contra de su interés por crear nuevos mundos de posibles, nuevos modos de organiza-
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