Protrepsis, Año 9, Número 18 (mayo - octubre 2020). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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el uno hacia el otro, para el otro.
La manera en que hemos llegado es todo lo que pudimos ver
y se cuela a través de nosotros, avergonzados
de que haya tanto por decir ahora, realmente ahora.
La filosofía de Immanuel Kant habla de la idealidad del tiempo y el espacio. Según el filósofo
alemán, lo que nombramos como tiempo y espacio, no es sólo algo objetivo fuera de nosotros, como
afirmaría el científico Isaac Newton. Kant afirma que el tiempo y el espacio también son categorías
mentales, intuiciones puras que poseemos, y que junto con los conceptos y formas dentro de
nosotros, son capaces de recibir la información sensible del exterior para así poder crear el constante
fenómeno del conocimiento. Expongo esto, porque creo firmemente que, al decir un poema en voz
alta, o guardar silencio y observar atentos, estamos participando activamente de la construcción de
la realidad. Parecido a cuando meditamos o rezamos. Los fenómenos siempre están sucediendo
frente a nosotros, pero hay ocasiones en que parece que suceden “más”, o con mayor amplitud.
Con una dirección y movimiento que sabemos habitar mejor.
Volvamos a la mañana en que, pegados a una fuente y en silencio, vi junto con mi amiga Vania
pasar a las niñas en patines: La noche anterior había sentido que por primera vez estaba
aprendiendo a ser libre. Que había recordado cómo ser feliz, y que era esta una emoción que
pareciera haber olvidado sin darme cuenta. Como un lente desenfocado que de pronto se pone
claro. Sin ansiedad y sin certezas. Es decir, sin necesidad de vivir en otro momento más que en el
presente.
Hay más secretos de los que quisiera mencionar en un ensayo en medio de todo este suceso. Y
pienso que sólo he podido acariciarlos con sinceridad a través de la práctica de la poesía: un juego
sin reglas, sin explicación última y sin episodio final. Un juego al que se vuelve siempre, como a
esos amigos con los que sabes que puedes descubrir el misterio sin definirlo. Pareciera que sólo los
fragmentos son capaces dar testimonio de dichos descubrimientos. Aunque a menudo, presiento
que dichos pedazos son los únicos donde verdaderamente se puede dar fe de la totalidad. De todas
esas aventuras interminables de la vida y la memoria siempre me está hablando John Ashbery, y es
por eso que siempre vuelvo a él.
John Ashbery. Op. Cit. P. 33