Protrepsis, Año 9, Número 18 (mayo – octubre 2020). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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conciencia a la ley civil, a saber, los ateos y los católicos, pues no pueden ser sinceros, dado que los
ateos sólo se someten al orden civil de una forma exterior, al negarse a someterse al soberano legis-
lador que es Dios, y que los católicos son igualmente culpables de hipocresía, pues si bien se some-
ten a Dios, al contrario que los ateos, obedecen también al Papa, y no al soberano legítimo del Es-
tado en el que viven. Bayle piensa también que la tolerancia hacia los católicos debe estar limitada
a causa del peligro político que representa, y no por razones religiosas. En cambio, en lo que se
refiere a los ateos, Bayle reconoce en los Diversos pensamientos sobre el cometa, la posibilidad de
un ateísmo virtuoso y, por ende, la viabilidad de una sociedad de ateos.
[…] Dentro del marco de este segundo debate, Voltaire parece seguir también a sus predecesores.
[…] La tolerancia religiosa exige una libertad de conciencia que sólo tiene límites políticos, en el
caso de que se cuestione el orden público. No hay nada más esencial que evitar la anarquía, y el
político debe tomar las medidas necesarias para impedir cualquier deterioro del orden social.
También, de acuerdo con Hobbes, Voltaire insiste en la indispensable separación de los ámbitos
de la religión y de la política, y aún más, de la necesaria sumisión de la religión a la política. Ninguna
actividad religiosa puede ejercerse sin un acuerdo político, ningún miembro del clero puede libe-
rarse de la fiscalización del magistrado en el ejercicio de sus funciones, ningún dogma puede ser
promulgado sin haber recibido sanción gubernamental. Voltaire es pues partidario de una religión
sometida al poder temporal, de una religión de Estado, que no es más que una religión civil en la
que los ministros del culto ocupan funciones meramente administrativas y educativas. A partir de
ahí, entendemos que Voltaire no valore positivamente, como hacía Locke, la coexistencia de varias
religiones en el seno de un Estado que concibe los diferentes cultos en pie de igualdad, y que acepte
más bien, con Hobbes, la desigualdad de trato entre partidarios del culto oficial y partidarios de
otras religiones, especialmente en lo que se refiere a la adjudicación de cargos públicos. […] Es en
este contexto que debe interpretarse la condenación del ateísmo por Voltaire. Si bien no cabe duda
de que el ateísmo en teoría siempre es mejor que el fanatismo, en la práctica también puede con-
ducir a la disolución de lo político, como demostró la caída de la República romana. En el fondo, el
ateísmo virtuoso, salvo alguna excepción muy rara, es una contradicción en los términos, pues sin
el reconocimiento de un Ser Supremo remunerador y vengador, no existe ningún freno para las
pasiones de los hombres, que son la única causa de destrucción del orden civil. […] La mejor solu-
ción sería sin duda vivir en un Estado en el que se hiciera todo lo necesario para que la religión civil
no se transformase en religión teológica, y que no condujese a preferir como opción el ateísmo. La
cuestión que se plantea entonces es saber cómo lograrlo, es decir, cómo conseguir vencer la supers-
tición que conduce al fanatismo, sin que este combate se vuelva en contra del gobierno que lo ha
emprendido. Cuestión difícil, como reconoce Voltaire, “es saber hasta qué punto se puede hacer
una punción a un hidrópico, cuando puede morir en la operación. Dependerá de la prudencia del
médico” (Voltaire, 1994: 543-544). Médico del cuerpo social, el político debe saber compaginar