Protrepsis, Año 9, Número 18 (mayo – octubre 2020). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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Voltaire decididamente aboga por la tolerancia que logra disminuir a los fanáticos y
ahoga las discordias por medio de la sola
razón
que inspira dulzura e indulgencia. Vol-
taire, defiende la
virtud
de la tolerancia desde una postura pragmática y prudencial en
base a la humildad del hombre que sabe que puede errar y equivocarse, y por tanto, que
no posee con certeza la verdad absoluta: “¿Qué es la tolerancia? Es la panacea de la hu-
manidad. Todos los hombres estamos llenos de debilidad y de errores y debemos per-
donarnos recíprocamente, que esta es la primera ley de la naturaleza” (Voltaire, 2000,
tomo II: 587). Con estas palabras, llega al núcleo del pensamiento moderno centrado en
la idea de tolerancia. Como seguidor de Pierre Bayle, Voltaire supo darse cuenta de que
no debía ni podía resolverse el problema de la tolerancia desde una perspectiva reli-
giosa, sino desde un punto de vista moral y político, centrándose en el hombre y en la
historia humana desligada de cualquier visión providencialista. En este sentido, es
oportuno recordar que la historia universal que desarrolla Voltaire es claramente un
ataque frontal a la concepción teológica de la historia de Bossuet:
La crisis producida en la historia de la conciencia europea, al ser la Providencia
reemplazada por el progreso, se produjo a finales del siglo XVII y comienzos del
XVIII. Se señala por la transición del
Discurso sobre la Historia Universal,
de
Bossuet (1681), que es la única Teología de la Historia de modelo agustiniano,
al
Ensayo sobre las Costumbres y el espíritu de las naciones,
de Voltaire (1756),
que es la primera
Filosofía de la Historia.
A Voltaire se debe la invención de este
término. El comienzo de la Filosofía de la Historia significó una emancipación
de la interpretación teológica, y fue, en principio, antirreligiosa (Löwith, 1968:
150-151).
Como señala John Bury, en su obra
La Idea de Progreso
, lo que actúa para Voltaire en la
historia humana no es precisamente la providencia divina, sino el azar de los aconteci-
mientos, los cuales no reflejan ninguna intervención de la sabiduría divina sino los más
terribles y crueles hechos que escapan al entendimiento humano (Bury, 2009: 159). El
azar que domina en la historia no permite a la razón establecerse en unos fundamentos
firmes e inquebrantables. Esta idea se ejemplifica claramente en
Cándido o del Opti-
mismo
, ficción literaria que
escribe Voltaire en su último periodo de su vida. En ella se
opone literaria y filosóficamente hablando, al sistema de Leibniz, representado en el
personaje de Pangloss, que actúa como el portavoz del sistema leibniziano en la novela,
según el cual este mundo es el mejor de los mundos posibles. El terremoto de Lisboa de
la cual da cuenta Voltaire a través de las noticias que le llegaron de las terribles conse-
cuencias que implicó este desastre natural en términos de grandes pérdidas de vidas
humanas, lo induce a dudar de la bondad divina, de que todo, incluso el mal, contribuye
al bien general. Voltaire se opone al optimismo de Pangloss, lo cual no quiere decir que
Voltaire termine cediendo al pesimismo de Pascal sobre la naturaleza humana ni al es-
cepticismo radical del personaje Martín en el
Cándido
. Cándido, que ha sufrido tantas
calamidades en su vida de exiliado y de aventurero, recuerda las palabras del anabap-
tista Jacques que no dejan ver la bondad humana en ninguna parte, lo cual concuerda