Protrepsis, Año 10, Número 19 (noviembre 2020 – abril 2021). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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cuide de ellos, que les empodere en la medida de lo posible” (Cortina, 2009: 225). Como otros
autores, Cortina afirma que, cuando el individuo no posee las capacidades racionales como indivi-
duo, entonces posee dignidad sólo por pertenecer a la especie; lo que lleva a una argumentación
que mezcla la dignidad del individuo basada en capacidades con la dignidad de la especie, pasando
de la una a la otra sin un argumento decisivo. Si, en cambio, no se argumentara que la dignidad está
basada en capacidades distintivamente humanas (que nunca serán capacidades de todos los seres
humanos), pero, además, no se le propusiera como la fuente de la consideración moral (de los dere-
chos, además, en el caso de Cortina) fundante de valores absolutos, el resultado no sólo no sería una
moral excluyente (para los humanos y solo para los humanos), sino que tampoco habría tantas difi-
cultades argumentativas para incluir a aquellos humanos que no cumplen con esa versión exigente
de la dignidad, que trae consigo, además, tantas dificultades prácticas.
El asunto de la dignidad como fuente de la superioridad de los seres humanos implica varios pro-
blemas, de los cuales sólo se mencionarán algunos: 1) Se basa en concepciones metafísicas que no
tiene en cuenta los conocimientos ganados por las ciencias naturales en los últimos decenios, entre
ellos el hecho de que somos el resultado de procesos evolutivos, como todos los demás seres de la
naturaleza, que nada tienen que ver con una posición privilegiada en el planeta. 2) Ignora, además,
que hoy sabemos que las características que antes se entendían como exclusivas del ser humano,
son compartidas en diversos grados, por distintas especies de animales (los deseos, las creencias, la
autoconciencia, el lenguaje) (DeGrazia, 1996), de manera que, la dignidad basada en capacidades
tendría que ser una gradual también. La capacidad de entenderse como ser moral sí puede ser ex-
clusivamente humana, pero esa, como veremos más adelante, no justifica el privilegio moral de la
especie. 3) Hablar de dignidad de la especie, y basarla en algunas características, implica una com-
prensión reduccionista de ser humano. Siempre habrá un ser humano que no cumpla con alguna
de estas características, siempre habrá que apelar al argumento de la pertenencia a la especie o al
de la potencialidad; quizá sería menos conflictivo en la argumentación y más adecuado a la reali-
dad, no reducir la categoría ser humano a algunas características, sino tener una comprensión am-
plia, que incluya todas las variables de la vida, su comienzo y su final; dejando así de lado la con-
cepción simplista y absolutista de dignidad, que, aplicada en toda su extensión, solo cubre a algunos
seres humanos. 4) Las condiciones de degradación de la naturaleza, la pérdida de especies, así como
la explotación y esclavización de millones de animales en granjas y ganadería, son problemas reales
que la filosofía, como cualquier otro saber humano, tiene que enfrentar; esto requiere pensar en
cómo se han afectado a la naturaleza y a los individuos animales, qué se ha hecho de malo y cómo
se puede corregir. Si la respuesta es una dignidad confusa y oscura que privilegia al ser humano y
que, a pesar de la evidenciada afectación de los demás tipos de vida en el planeta, insiste en restrin-
gir la valoración y las consideraciones morales a los seres humanos, es probable que el concepto no
sea la fuente adecuada de la normatividad, que guíe al ser humano por el siglo de la crisis ecológica.
Dignidad de los animales y de la criatura