Protrepsis, Año 10, Número 19 (noviembre 2020 abril 2021). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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ISSN: 2007-9273
Protrepsis, Año 10, Número 19 (noviembre 2020 abril 2021) 7 - 23
Recibido: 09/10/2020
Revisado: 29/10/2020
Aceptado: 05/11/2020
El concepto de ctica en Rancière. La ctica de la ctica
marxista
Camilo Ands Vargas Guevara
1
1
Universidad Nacional de Colombia.
Bogotá, Colombia.
E-mail: caavargasgu@unal.edu.co
https://orcid.org/0000-0002-2622-864X
Resumen: El presente texto mostralos diversos comentarios que ha hecho a lo largo de su vida el
filósofo franco-argelino Jacques Rancière al respecto del concepto de crítica. Empezaremos por su
análisis de la crítica marxista, desarrollada primero en los Manuscritos filosóficos y económicos de
1844 y luego en El Capital (1867). Pasaremos después por la ruptura que hace el autor con res-
pecto del marxismo en su versión althusseriana y nos detendremos también en un par de comenta-
rios tardíos sobre el devenir actual de la teoría crítica. Finalmente, presentaremos una breve expli-
cación del concepto de desacuerdo en tanto práctica crítica propuesta por Rancière.
Palabras clave: Rancière, crítica, marxismo, desacuerdo, disenso.
Abstract: The present text will show the various comments made by the French-Algerian philoso-
pher Jacques Rancière throughout his life on the concept of critique. We will begin with his anal-
ysis of Marxist critique, first developed in the Philosophical and Economic Manuscripts of 1844
and then in Capital. We will then go through the author's breakup with Marxism in its Al-
thusserian version and we will also dwell on a couple of late comments on the current evolution of
critical theory. Finally, we will present a brief explanation of the concept of disagreement as a crit-
ical practice proposed by Rancière.
Keywords: Rancière, criticism, critique, marxism, disagreement.
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Antaño uno podía entretenerse denunciando la som-
bría y sólida realidad escondida detrás del brillo de las
apariencias. […] Digámoslo de una vez: no es a ese dis-
curso al que pretendo prestar mi voz.
Jacques Rancière
Introducción
El presente texto muestra los diversos comentarios que ha hecho a lo largo de su vida el fisofo
franco-argelino Jacques Rancière al respecto del concepto de crítica. Empezaremos por su análisis
de la crítica marxista, desarrollada por Marx primero en los Manuscritos y luego en El Capital,
estos dos momentos corresponden a la crítica como traducción, o anfibología, y a la crítica como
ciencia, respectivamente. Pasaremos luego por la ruptura que hizo el autor con respecto del mar-
xismo en su versión althusseriana, distanciamiento que conlle la crítica y el abandono del meca-
nismo crítico marxista que separa entre las verdaderas esencias y las falsas apariencias de los fenó-
menos sociales. Nos detendremos también en un par de comentarios tardíos sobre el devenir actual
de la teoría crítica, en los cuales Rancière insistirá en la inversión conservadora pero popularizada
de la crítica. Finalmente, presentaremos un brevísimo resumen de las ideas que sostienen el ya
clásico concepto de desacuerdo (o disenso) en tanto que para nuestro fisofo esta categoría sería la
clave para pensar no sólo la crítica de la crítica sino también la práctica crítica en sí misma.
La crítica en los Manuscritos de 1844
Suele pasar desapercibido que el primer texto publicado por Rancière fue precisamente un deta-
llado estudio sobre el concepto de crítica. Su ensayo titulado El concepto de crítica y la crítica de la
economía política de los “Manuscritos de 1844 al Capital” (1965) fue incluido en la versión ori-
ginal del famoso libro althusseriano Para leer el Capital (1965), allí el documento de Rancière apa-
recía como el segundo capítulo de aquella obra. Aunque Rancière tuvo una relación distante res-
pecto de aquel proyecto de publicación, su ensayo tenía una importante función estratégica, esta
consistía en probar el supuesto corte epistemológico que habría existido entre el joven Marx y el
viejo Marx. Para cumplir con esta misión, Rancière se embarcó en la tarea de estudiar el concepto
de crítica en dos momentos claves de la obra de Marx: los Manuscritos, como punto s alto de la
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filosofía del joven Marx y El Capital, como la obra en la cual se concretaba la última y más elabo-
rada ciencia marxista
1
.
Según Rancière, “el proyecto de una crítica de la economía potica fue formulado por Marx por
primera vez en 1844” (Rancière, 1973: 3), precisamente el año de escritura de los Manuscritos,
texto en el cual el concepto de crítica en su acepción marxista tendrá su primera significacn. Para
Rancière la crítica operada en aquellos manuscritos puede ser definida como una suerte de traduc-
ción, aquella que pasa de los términos de la economía clásica a los términos de una antropología de
corte feuerbachiano (Rancière, 1973: 4). El elemento clave que hace posible el salto de una serie
de rminos a otra, es una base común existente entre ambas series, esta es un discurso antropo-
gico que opera tanto en la economía clásica como en la filosoa de Feuerbach y, por ende, en el
Marx de aquella época. El gesto crítico de aquella traducción es posible ya que, aunque los concep-
tos de la economía clásica describen el movimiento de la realidad económica, de alguna manera no
la comprenden. Esta última comprensión solo puede ser lograda a partir de los términos de la se-
gunda serie. A continuación, se describe con cierto detalle la exposición que hace Rancière al res-
pecto de aquella crítica puesta en marcha en los Manuscritos.
Rancière inicia definiendo el sujeto, el objeto y el método de aquella crítica. El sujeto de esta es la
humanidad, su objeto es una experiencia que es hecha por los seres humanos, pero “de manera
ciega” (Rancière, 1973: 4), y su método consiste en declarar y explicar correctamente aquella ex-
periencia en su verdad, verdad que se da siempre en la contradiccn. Por ende, “el papel de la
crítica es el de decir o leer según la metáfora escogida la contradicción, [esto es] declararla tal
como es” (Rancière, 1973: 5). Pero, la cualidad especial de la crítica no es solamente decir el nom-
bre verdadero de las contradicciones, sino que esta es incluso capaz de encontrar y nombrar la con-
tradiccións profunda de todas, esta es la alienacn.
Sobre este último concepto, Rancière no se aleja de las interpretaciones que han hecho carrera al
respecto y la define como aquel femeno en el cual “la esencia del hombre es pasada a (en) un ser
extraño” (Rancière, 1973: 5), es decir, la alienación es una contradiccn que “se funda en la esci-
sión de un sujeto consigo mismo” (Rancière, 1973: 5). Aquella separación del ser humano consigo
mismo tenía en los Manuscritos varias caras: implicaba el extrañamiento del hombre con respecto
a su objeto de trabajo, a mismo, a las demás personas y al mundo en tanto naturaleza. En la vida
cotidiana no es posible nombrar con su nombre verdadero a la alienacn ya que esta no se daría en
su forma general en la experiencia, sino que se presentaría siempre de forma parcial en tanto la vida
1
En palabras de Rancière: “me tocaba la tarea de mostrar el «corte epistemológico». En tanto que especialista en el
joven Marx, me habían encargado que mostrara la diferencia entre el joven y el viejo. Se trataba de una tarea estraté-
gica, puesto que, si no hubiese empezado, no habría habido nada. Nadie sabía lo que se iba a poder encontrar en El
Capital para despejar y extraer como filosofía. Lo que yo extraje no era necesariamente lo que haa que desenterrar,
pero alguien tenía que tirarse a la pileta” (Rancière, 2012: 23).
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humana está dividida en un sin número de esferas, a“el trabajo de la crítica es elevar la contra-
dicción a su forma general(Rancière, 1973: 5) o, en otras palabras, redescubrir la unidad perdida
entre el sujeto y su esencia.
Si bien el proyecto de Marx, desde los Manuscritos hasta El Capital, fue hacer una crítica de la
economía política, lo cierto es que en los Manuscritos “la crítica no se sitúa en el nivel de los térmi-
nos de la econoa potica” (Rancière, 1973: 9). Como se ha mencionado anteriormente, la crítica
en aquel texto no tiene el objetivo de demoler uno a uno los conceptos de la economía clásica, sino
de realizar una especie de traducción de aquellos usando las palabras de la antropología marxiana
de la época. Para realizar aquella traduccn es necesario dejar en pie los conceptos de la econoa
clásica, la cual para el Marx de Rancière, aprendea sin comprender las leyes de la propiedad pri-
vada, ya que precisamente esta comprensión “es la tarea propia de la crítica” (Rancière, 1973: 9).
Según Rancière, en aquel ejercicio de traducción, Marx arranca del estrato fenomenogico des-
crito por la economía clásica, el autor alen comienza la operación crítica a partir de un hecho
económico al que denomina pauperización, y es este fenómeno el que “manifiesta el proceso del
que la forma general y humana es la alienacn(Rancière, 1973: 10). A La pauperización -
económica- se ha convertido en alienacn antropológica-” (Rancière, 1973: 10). Para nombrar
aquel proceso de traducción entre dos series de rminos, Rancière recurre al extraño concepto de
“anfibología” e incluso presenta un pequeño cuadro de transposiciones entre los rminos de la
economía clásica y los de la antropología feuerbachiana. En este cuadro de equivalencias vemos,
por ejemplo, las siguientes parejas (siendo el primer término propio de la economía y el segundo
propio de la antropología): obrero/hombre, trabajo/actividad-genérica, producto/objeto, valor/dig-
nidad, entre otros (Rancière, 1973: 12). Para Rancière el verbo más apropiado para denominar
aquel paso de una serie de términos a otra, es el de begreifen, normalmente traducido como enten-
der o comprender, este sería el verdadero centro de la operación crítica. En sus palabras:
[...] el begreifen consiste en revelar el lenguaje profundo que se contiene bajo el enun-
ciado económico. El movimiento del begreifen que comprende el encadenamiento de los
hechos, es la elaboración del lenguaje en el cual se dice la experiencia humana. O, si se
quiere, la crítica es traducción y nuestro cuadro de las anfibologías es un diccionario (Ran-
cière, 1973: 13-14).
La crítica en los Manuscritos implicaba entonces una comprensión del verdadero sentido de la con-
tradicción-alienación en la cual se daba la existencia humana, comprensión que era posible gracias
al uso de los términos de la antropología. Rancière piensa este paso de una teoría a otra a partir del
concepto althusseriano de pctica teórica, entendida como aquella práctica cuyo resultado es la
producción de conocimiento (Rancière, 1973: 19), para él este tipo de práctica es posible gracias a
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la existencia anterior de otras teorías (llamadas por Althusser generalidad 1, generalidad 2, genera-
lidad 3, etc.). La traducción crítica marxista es posible porque antes han existido la teoa econó-
mica clásica y la teoría antropológica. Para el filósofo franco-argelino este modelo de traducción
se el modelo marxiano de la crítica en general hasta la publicacn de El Capital, donde la antro-
pología será finalmente reemplazada por la ciencia.
La crítica en El Capital
En la obra cumbre del trabajo de Marx, la crítica se confunde con la ciencia. Si El Capital es la
materialización más alta de la ciencia marxista y su subtítulo es precisamente Crítica de la econo-
mía política, podemos entender que aquel desarrollo científico va de la mano con el ejercicio crí-
tico. Por ello, la mayoría del texto escrito por Rancière al respecto se centra en la especificidad del
nuevo campo científico abierto por Marx, el fisofo franco-argelino no duda en decir que Marx
fundó esta ciencia nueva por la crítica (Rancière, 1973: 22), es decir, gracias y a tras del desa-
rrollo de aquella.
La pregunta por la esencia de la ciencia en el Marx del Capital es entonces, a la vez, la pregunta
por la esencia de la crítica puesta en marcha allí. Para responder a esta cuestión, Rancière arranca
precisamente por el punto de partida del Capital, el cual es, a su juicio, la conceptualización de la
forma valor. En sus palabras: “Marx plantea la cuestión que nosotros podemos llamar cuestn crí-
tica: ¿Por qel contenido del valor revierte la forma del valor?(Rancière, 1973: 26). Para Ran-
cière, este punto de partida es una extraña ecuación imposible planteada por Marx, a saber: “x
mercancías A = y mercancías B” o “forma de valor A = forma natural de B” (Rancière, 1973: 27),
explicando brevemente aquella ecuación, nuestro fisofo dice: “B presta su cuerpo, su forma na-
tural para la expresión del valor de A. Así, el valor debe tener su forma de existencia en la forma
natural de B” (Rancière, 1973: 27).
Para quienes están familiarizados con el lenguaje y el despliegue conceptual de la primera parte
del Capital, seguramente este tipo de ecuaciones podrían parecer relativamente sencillas y poco
problemáticas, lo que Rancière encuentra extraño en ellas es que ponen “en relación dos términos
que se presentan bajo formas absolutamente heterogéneas” (Rancière, 1973: 27), es decir, este tipo
de ecuaciones presentan una igualdad entre elementos que no son iguales, una igualdad entre par-
tes que no deberían estar igualadas. A “la identidad planteada por el signo = esconde la diferencia
s radical. Ella es identidad de los contrarios” (Rancière, 1973: 28) y aquellos contrarios no son
otros que los que componen el famoso binomio: trabajo- abstracto/ trabajo- concreto (Rancière,
1973: 29). Esta última identidad imposible es “todo el secreto de la concepción crítica” (Marx ci-
tado por Rancière, 1973: 29), tal como le escribió Marx a Engels en una carta de 1868. Tenemos
entonces una causa ausente que hace posible las ecuaciones mencionadas, esta causa es en última
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instancia la estructura misma del modo de producción capitalista, la cual alcanza su generalización
s amplia en la identidad entre trabajo abstracto y trabajo concreto.
Aquella alusión a una estructura que no está presente en la anterior ecuacn, también puede ser
planteada con respecto al carácter fantasmagórico de toda mercancía. En la lectura que hace Ran-
cière del último Marx, las mercancías se presentan como una suerte de fantasmas, no siendo estas
sino la manifestación externa de una estructura ausente más profunda. Las mercancías serían,
desde este punto de vista, objetos a la vez sensibles-supra sensibles (Rancière, 1973: 30), es decir,
objetos que, si bien se pueden encontrar en la experiencia y ser conocidos a través de los sentidos
gracias a sus cualidades sensibles, aquellos sean también extraños objetos que encarnarían carac-
terísticas que no pueden ser aprehendidas por los sentidos fisiogicos. Aquello suprasensible, que
encarna toda mercancía es precisamente el trabajo humano que la produjo y, por ello, también la
estructura social capitalista en general que la hizo posible. A vemos cómo, por ejemplo, la cosa
empírica (la ropa) se convierte en el soporte de la abstraccn sobrenatural valor” (Rancière, 1973:
31).
Dado este planteamiento podemos presentar una pequeña formulación de Rancière, la cual pare-
ciera definir expcitamente la operación crítica efectuada en El Capital: No nos las vemos con un
texto que exige una lectura que daría el sentido subyacente, sino con un jeroglífico que es necesario
descifrar. Este desciframiento es obra de la ciencia” (Rancière, 1973: 32). Entonces, de lo que se
trata es de descifrar una suerte de jeroglífico, esto es, ir más allá de la apariencia fenomenal o la
representación (darstellung) de la mercancía, dirigiendo la mirada hacia la estructura social que es
su esencia. Si en los Manuscritos la tarea de la traducción crítica era la de enunciar la contradicción
fundamental, es decir, la alienación, en esta etapa tardía de la obra de Marx, la crítica científica
debe también enunciar la contradicción esencial que se esconde tras las apariencias de las mercan-
cías, pero esta contradiccn ya no será s la alienacn, este papel ahora se ocupado por “la
estructura en el interior de la cual funcionan los objetos económicos y sus relaciones, la estructura
de un modo de producción determinado” (Rancière, 1973: 36).
Como ejemplo de esta tarea científico-crítica, Rancière presenta la crítica que le hace Marx al con-
cepto, propio de la economía clásica, de valor del trabajo. Al parecer, para el autor alemán, este
concepto es particularmente irracional, y lo es en tanto los nombres irracionales que se les dan a los
femenos sociales serían en sí mismos el “modo de acción de las relaciones de producción” (Ran-
cière, 1973: 35), las cuales tenderían a aparecer cotidianamente bajo categorías irracionales. La
recolección y sistematización de aquellas categorías irracionales que explican la realidad de la es-
fera económica habría sido la tarea realizada por la economía clásica. Para el Marx de Rancière el
hecho de que proliferen categoas irracionales al respecto de los hechos económicos probaría la
eficacia de las estructuras profundas que son descubiertas por la crítica. En este caso particular del
concepto de valor del trabajo es simplemente la forma en la cual se manifiesta la verdad o la esencia,
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pero disimulada, del concepto valor de la fuerza de trabajo (Rancière, 1973: 38-39). Lo mismo po-
dríamos decir, para indicar otro ejemplo muy conocido, de la pareja de conceptos tasa de beneficio-
tasa de plusvalía, siendo la segunda, la verdad de la primera. La economía clásica solamente ha
sabido captar “un movimiento aparente inverso del movimiento real de la producción capitalista
(Rancière, 1973: 44), este último, únicamente apreciable por el ejercicio científico y crítico del
marxismo. En las palabras de Marx, citado por Rancière: “hacer obra científica [es] reducir el mo-
vimiento visible, el movimiento simplemente aparente, al movimiento real interno(Rancière,
1973: 49). Si en el Marx de los Manuscritos la palabra begreifen se refería a la comprensión lograda
a través de la traducción crítica, en el Marx maduro aquella misma palabra debe entenderse como
la comprensión del movimiento por el cual se manifiesta la determinación interna del proceso
(Rancière, 1973: 49).
Para terminar esta reconstrucción del concepto de crítica en Marx, según la lectura hecha por Ran-
cière, vale la pena mencionar que, aunque el autor franco-argelino hace a lo largo del texto un par
de críticas menores a los postulados marxianos, la verdad es que la actitud de Rancière al respecto
de aquella interpretación de Marx pareciera ser de recepción o de aprobación de la misma. En este
caso Rancière efectivamente suscribió su propia lectura del marxismo y de la crítica marxista. Cabe
también hacer explícito que aquella lectura tan particular de Marx debía cumplir una tarea para el
plan estratégico de Althusser y que por ello no es extraño que allí Rancière hiciera suyos varios de
los conocidos temas althusserianos, como lo son aquella distinción entre el joven y el viejo Marx,
la separacn tajante entre filosofía y ciencia, el énfasis en las estructuras y no en el sujeto, entre
otros.
Ruptura con el modelo del marxismo althusseriano
La ruptura oficial de Rancière con Althusser, y de paso con el marxismo que se había configurado
alrededor de este último, se dio luego de los eventos que tuvieron lugar con el mayo del 68, ya que
para nuestro fisofo aquel suceso habría puesto sobre la mesa las grandes fallas teóricas y políticas
del althusserianismo
2
. Esta toma de distancia se concreta en 1969 cuando Rancière publica Sobre
la teoría de la ideología y alcanzó su forma final con la aparición de La lección de Althusser (1974).
El alejamiento que Rancière hizo con respecto de Althusser no se dio sin que se realizara también
un alejamiento con respecto de aquel concepto de crítica que él mismo había acuñado luego de su
2
Para profundizar al respecto de la ruptura de Rancière con el althusserianismo, luego de mayo de 1968, y su ctica
a este en tanto filosofía cuyos efectos deben ser considerados como poticamente conservadores, nuestro filósofo toca
este tema expcitamente en: Mode d’emploi pour une réédition de Lire le Capital (1973).
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examen detallado de la obra de Marx, ya que ese concepto de crítica estaba fuertemente influen-
ciado por la filosofía althusseriana.
En este punto podemos preguntarnos ¿Por qué Rancière ya no suscribe la definición de crítica que
había extraído de los textos de Marx? ¿Por qué Rancière encuentra ahora probletica aquella
definición? Como dice el epígrafe de este artículo, ya ha pasado el tiempo en el cual la crítica podía
basarse en la denuncia de la realidad verdadera que se ocultaba detrás de las engañosas apariencias.
Este es precisamente el gesto que Rancière, luego de mayo del 68, repudia. En otras palabras, el
filósofo franco-argelino ya no comparte que el papel de la crítica sea el de ver a tras de las falsas
apariencias para develar el núcleo oculto de lo real, definición que se encuentra tanto en la crítica
de los Manuscritos como en la crítica de El Capital.
En caso de que nuestra última afirmación no sea aún evidente, puede recordarse que según Ran-
cière, el joven Marx, si bien no destruye las categoas de la econoa política, le reprocha a
aquella el hecho de no comprender la realidad de la esfera económica, esto es, aprender sin com-
prender las leyes de la propiedad privada. Recordemos también que Rancière define el objeto de
la crítica en los Manuscritos como una experiencia ciega y la tarea de aquella como declarar la con-
tradicción tal como es. A, esta primera crítica debía elevar el lenguaje precisamente hacia la ver-
dad de la contradicción, en este sentido, el begreifen hace referencia allí al comprender verdadero
de la experiencia de la alienación que se da gracias a la traducción o a la anfibología.
En el caso del Marx de El capital, de lo que se trata es de descifrar el sentido oculto de un jeroglífico,
de ver la esencia más allá de las apariencias, de encontrar los nombres racionales cuando por su
misma naturaleza la estructura del modo de producción capitalista nos presenta a los humanos, en
la vida cotidiana, nombres irracionales de los fenómenos sociales. En última instancia, como se in-
sistió anteriormente, para el viejo Marx, la tarea de la crítica es la de superar el movimiento apa-
rente e invertido de lo real hacia la realidad interior de aquel movimiento. En ambos momentos de
la teoría marxiana parece reproducirse la distinción pre kantiana entre fenómeno y esencia.
Es claro, por la evidencia textual, que Rancière ya no suscribió ningún concepto de crítica que se
basara en el conocimiento de la esencia de lo real superando el engaño de las apariencias cuando
publiel mencionado texto sobre la teoa de la ideología de Althusser. En dicho texto aparecen
enunciados como los siguientes: “la filosofía se desarrolla como crítica del falso saber en nombre
del saber verdadero (ciencia)(Rancière, 1975: 233), el problema es que allí Rancière está criti-
cando aquella distinción entre falso saber y verdadero saber, él ya no podía alinearse con la posición
de la ciencia marxista como lo habría hecho la escuela althusseriana. Seguramente por aquella
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época Rancière ya se había topado con los textos y las enseñanzas de Jacotot
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y lo que denuncia en
la operacn teórica de Althusser es una justificación de la preeminencia del verdadero saber sobre
el supuesto falso saber que solo tea como efecto asegurar las posiciones privilegiadas de quienes
poseían el saber s elevado, en este caso, los maestros y los intelectuales representados por el filó-
sofo de los aparatos ideológicos.
Otro de los enunciados en los cuales se hace presente la sospecha de Rancière al respecto de las
apariencias, de las cuales se habla en la teoría marxista y en la teoría del Althusser, es este: “la teoría
de la ideología es una teoría de la ilusión de la conciencia” (Rancière, 1975: 242) y, por ende, es
una “teoría metafísica del sujeto (presente como teoa de la ilusión)” (Rancière, 1975: 243). No
quisiéramos aq desviarnos hacia el desarrollo detallado de la crítica que Rancière hace al con-
cepto de ideología en Althusser, así que basta decir que uno de los problemas que tiene nuestro
filósofo con aquel concepto es que se basa en una teoría de la ilusión, la cual no puede sostenerse
sin una teoría implícita de la conciencia y del sujeto que la posee. Aquella solapada teoa de la
ilusión sería un guiño que le hizo Althusser a Platón y que de alguna manera reprodujo aquella
distinción del platonismo vulgar entre ilusiones y esencias. Amismo, en el capítulo escrito en
contra de Marx, en El filósofo y sus pobres (2002), Rancière enuncia entre las cualidades de la crí-
tica el poder de ver lo verdadero por debajo de la apariencia (Rancière, 2013: 90), poder casi gico
encarnado precisamente por Marx, quien, como dice nuestro fisofo de forma peyorativa, “no es-
cribe libros de filosofía ni libros de historia, de política o de econoa potica, sino solo libros de
crítica” (Rancière, 1975: 90).
Cuando decimos que Althusser sigue la estela de Platón lo hacemos en tanto “toda la filosoa clá-
sica a partir de Platón parecía desarrollarse en el marco de una dualidad entre las apariencias sen-
sibles y las esencias inteligibles” (Deleuze, 2000: 6). Según Gilles Deleuze, esta dicotomía se man-
tiene en el corazón de la filosofía hasta la aparición de Kant, ya que con él se da una “transformación
esencial” (Deleuze, 2000: 6). Al parecer antes de la llegada del fisofo de Königsberg, cuando en
filosofía se hablaba del fenómeno, esta palabra hacía referencia a apariencia, en oposición a esencia,
palabra que soa significar algo similar a la cosa en. En este punto podríamos arriesgar la opinión
3
Joseph Jacotot es el protagonista principal del libro de Rancière titulado El maestro ignorante (1987) donde se en-
carga de sistematizar sus enseñanzas. Jacotot, quien había descubierto que se podía educar a alguien en un tema en el
cual el maestro mismo fuera ignorante, realizó una interesante crítica a la forma moderna de enseñanza donde pare-
cieran existir dos tipos de inteligencias dispares: la inteligencia del maestro y la inteligencia del alumno, este presu-
puesto se manifiesta en que el niño que va al colegio ya no puede aprender si no es por vía de su maestro, es decir, el
mundo del aprendizaje queda divido en dos mundos, el de los sabios y el de los ignorantes, esto se mantiene incluso
cuando los alumnos crecen y ya no existe excusa para que no puedan aprender por sí mismos a partir de la lectura del
mismo libro de texto que usa el maestro para enseñar. Esta división entre dos tipos de inteligencias sobre la que se
basa la enseñanza moderna es puesta en duda por Jacotot para quien “la misma inteligencia actúa en todas las pro-
ducciones del arte humano”, es decir, solo existe una forma de inteligencia humana que se manifiesta en cada acto
del ser humano y esta existe siempre que un “hombre puede comprender la palabra de otro” (Rancière, 2002: 14).
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de que Deleuze estaría de acuerdo con Rancière en que aquella dualidad tiene como trasfondo una
peligrosa teoría del sujeto:
[La mencionada teoría dual] implica un cierto estatuto del sujeto. Si digo que hay aparien-
cias y que hay esencias, que a grandes rasgos son como lo sensible y lo inteligible, eso im-
plica una cierta posición del sujeto, del sujeto cognoscente, a saber: la noción misma de
apariencia remite a una defectuosidad fundamental en el sujeto. [...] la apariencia es final-
mente la cosa tal como se me aparece en virtud de mi constitución subjetiva que la de-
forma (Deleuze, 2000: 6).
Aquella defectuosidad es, en términos de Rancière, el efecto de una teoría implícita del sujeto (y
su conciencia) en clave de la ilusión y del engaño que producen las apariencias, las cuales deben
ser develadas ya sea con la anfibología crítica o con la crítica científica, según el momento de la
teoría marxista al que nos refiramos. Rancière aprend de Jacotot que donde la filosofía y la edu-
cación tradicional se han empeñado en señalar la existencia de dos tipos de inteligencias dispares,
como lo hacían Platón y Althusser, se oculta en realidad la existencia de un solo tipo de inteligencia
que es común a todos los seres humanos, esta inteligencia universal no es otra cosa que la capacidad
que tiene el ser humano para “comprender la palabra de otro” (Rancière, 2002: 14). Potencia que
evidentemente le es negada a los sujetos sociales que viven en el modo de producción capitalista
ya que, según la teoa marxista, en sus dos etapas, aquellos no serían capaces de comprender la
verdad de la realidad que viven, capacidad sospechosamente reservada para los fisofos o los cien-
tíficos críticos.
Volviendo sobre el argumento deleuziano ¿Cuál es la gran transformación operada por Kant? Esta
es que “el fenómeno [ya] no sedel todo la apariencia” (Deleuze, 2000: 7), en Kant “el fenómeno
ya no es definido como apariencia sino como aparición” (Deleuze, 2000: 7). Con esta aparente-
mente sencilla modificacn de una palabra y de su sentido, Kant rompe la dualidad fe-
meno/esencia y la reemplaza por una nueva, por la dicotoa “lo que aparece/condiciones de la
aparición” (Deleuze, 2000: 7). Este último razonamiento también resuena a su vez con las tesis de
Rancière:
En un momento, pude reconocerme en cierto tipo de enfoque, decirme que, después de
todo, lo que yo haa tenía que ver con la crítica en sentido kantiano, en el sentido de «cómo
es posibl, sólo que ya no es cómo es posible desde el punto de vista del conocimiento en
general, sino: cómo es que eso pudo ser pensable y cómo ese pensamiento pudo despla-
zarse, cómo ese modo de percepción se pudo desplazar históricamente (Rancière, 2012:
75).
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Si lo que le interesaba al Marx de Rancière, en cualquiera de sus dos momentos, era la segunda
parte de la dualidad apariencia/ esencia, lo que le interesa a nuestro filósofo es la segunda parte de
la nueva dicotomía lo- que- aparece/ condiciones- de- aparición. Esto puede ser considerado como
la pregunta por las condiciones de posibilidad que hacen posible que determinada estructura de
sensibilidad o reparto de lo sensible haya aparecido en un momento histórico determinado, eviden-
temente aq la interrogación por la verdad o la falsedad de lo real ha sido eliminada de la ecuación.
Adelantando una de las definiciones positivas que da Rancière al respecto del concepto de crítica,
en oposición tanto a la crítica marxista como a la crítica en sus usos e inversiones contemporáneas,
podemos decir que para nuestro filósofo de lo que se trata es de “la idea kantiana de la crítica la
cual implica precisamente una investigación de las condiciones de posibilidad” (Rancière, 2009:
88).
Comentario tardío sobre la teoría crítica
Además del texto temprano de Rancière sobre el concepto de crítica en Marx, debemos mencionar
dos comentarios tardíos de nuestro autor al respecto del estado actual de la teoría crítica. El primero
de ellos contenido en El espectador emancipado, cuyo título es Las desventuras del pensamiento
crítico (2008) y el segundo titulado Sobre la importancia de la Teoría Crítica para los movimientos
sociales actuales (2009), publicado un año después del primero y siendo además una suerte de ver-
sión corta de aquel. Por esto último, hemos decidido simplemente presentar las tesis y los argumen-
tos que Rancière desarrolló en Las desventuras. A continuación, las palabras con las que se abre y
en las cuales se sintetiza dicho texto:
Antaño uno podía entretenerse denunciando la sombría y sólida realidad escondida detrás
del brillo de las apariencias. Pero hoy ya no habría ninguna realidad sólida que oponer al
reino de las apariencias ni ningún sombrío reverso que oponer al triunfo de la sociedad de
consumo. Digámoslo de una vez: no es a ese discurso al que pretendo prestar mi voz. Me
gustaría mostrar, a la inversa, que los conceptos y procedimientos de la tradición crítica no
están para nada en desuso. Todavía funcionan muy bien, incluso en el discurso de aque-
llos que declaran su caducidad. Pero su uso presente testimonia una total inversión de su
orientación y de sus supuestos fines. De modo que es necesario tomar en cuenta la presen-
cia de un modelo de interpretación y la inversión de su sentido si queremos emprender
una verdadera crítica de la crítica (Rancière, 2010: 29).
Aquí vemos la idea anteriormente presentada de que, para Rancière, la crítica ya no puede ser como
lo era antaño, el desvelamiento de la esencia oculta de lo real logrado a partir de ver a través de las
engañosas apariencias, pero además tampoco puede ser aquella idea de que vivimos en una suerte
de sociedadquida, en la cual el capitalismo y la sociedad de consumo que este produce, se ha
apoderado de todo lo real de forma definitiva. Esta última idea de crítica derrotada y nostálgica
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sería esgrimida por varios pensadores contemporáneos, detrás de ella opera la tesis de que la teoría
crítica estaría precisamente en retroceso vencida por el peso aplastante de la realidad. Contra esta
idea, Rancière insistirá en que los procedimientos clásicos de la teoría crítica, especialmente aquel
que pasa por la dualidad apariencia/ esencia, siguen operando, pero en una forma en la cual ahora
mismo los mecanismos críticos han sido puestos al servicio de unas filosofías y unas poticas con-
servadoras. Estudiar esta inversión contemporánea de la crítica, dice Rancière, es la tarea necesaria
de una nueva crítica de la crítica, esta última desplegada por él a través de su concepto de
desacuerdo.
El autor franco-argelino inicia su argumentación en Las desventuras señalando que ha habido una
“inversión de los modos de descripción y de demostración propios de la teoa crítica” (Rancière,
2010: 29), dicha inversión se encuentra manifiesta en varias esferas contemporáneas, como pueden
ser el arte, la filosofía, la sociología o la potica. Nosotros nos quedaremos en los dos primeros cam-
pos mencionados para presentar aquella inversión. En el caso del arte, Rancière nos muestra una
fotografía de Meckseper en la cual se ve a una serie de manifestantes estadounidenses que protes-
tan en contra de las invasiones y las guerras en Afganistán e Irak, pero detrás de todos ellos se deja
ver también un bote de basura absolutamente rebosado de los carteles con los cuales aquellos ma-
nifestantes protestan, los carteles no solo llenan el bote, sino que cubren todo el suelo alrededor del
mismo.
Para Rancière la interpretación que se supone se debe hacer de aquella fotografía crítica puede
enunciarse de la siguiente manera: “esta es la realidad obvia que ustedes [los espectadores] no quie-
ren ver, porque ustedes saben que son responsables de ella” (Rancière, 2010: 32), esta responsabi-
lización en última instancia estaría justificada por el bote rebosado de pancartas a las espaldas de
los manifestantes que lo han llenado. Pero, la interpretación que Rancière hace de aquella primera
interpretación es esta: “El dispositivo crítico apuntaba aa un doble efecto: una toma de conciencia
de la realidad oculta y un sentimiento de culpabilidad en relación con la realidad negada” (Ran-
cière, 2010: 32). El mecanismo crítico se mantiene, la fotografía intenta develar una realidad su-
puestamente oculta a los ojos del espectador, a la vez que gana un segundo efecto, a saber, el de
culpar a los espectadores de aquello que se critica, “la fotografía nos sugiere entonces que su marcha
misma es una marcha de consumidores de igenes e indignaciones espectaculares” (Rancière,
2010: 33), se iguala así protesta y espectáculo. Para el filósofo del desacuerdo aquella fotografía
pondría sobre la mesa la impotencia del pensamiento ctico, el asunto es que el mecanismo crítico,
que es aquel que separa apariencias y esencias, sigue operando en aquella imagen, aun cuando la
fotografía intente decir que ahora todo es simplemente un gran espectáculo. De lo que se trata, de
nuevo, es de “mostrar al espectador lo que no sabe ver […] a riesgo de que el dispositivo crítico se
presente a su vez como una mercancía de lujo perteneciente a la lógica que é l mismo denuncia”
(Rancière, 2010: 34), he ahí una particular paradoja.
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En el terreno de la filosofía la cuestión no mejora, para nuestro autor habría un puñado de autores
contemporáneos, y que además son actualmente muy leídos, que también aplicarían aquella peli-
grosa inversión del mecanismo crítico. El primero de ellos, contra el cual Rancière apunta sus ata-
ques, es el alen Peter Sloterdijk, famoso, entre otras cosas, por insistir en que la crítica aún exis-
tente en contra de la pobreza es una crítica de un objeto que ya no existes y que, por ende, debe
ser inventado-imaginado por sus críticos, en donde se repite el movimiento de la teoría crítica, es
decir, el “mecanismo de inversión que transforma la realidad en ilusión o la ilusión en realidad”
(Rancière, 2010: 36). Según Sloterdijk aquella crítica en contra de la pobreza inexistente se man-
tiene porque los críticos no han logrado asumir que la vieja realidad sólida ya no existe más. En
síntesis, el mensaje de Sloterdijk sería el siguiente: no sirve de nada ser críticos, la realidad ya no es
lida así ustedes no lo sepan, es decir, niega la crítica reproduciendo su mecanismo, pero de forma
conservadora.
Este último giro se reprodujo también en varias formas de la actual izquierda melancólica que de
alguna manera ha mantenido el mecanismo de la crítica, pero se ha desconectado de cualquier “ho-
rizonte de emancipación” (Rancière, 2010: 36) o incluso se han vuelto en contra de aquel sueño.
Por ejemplo, según Rancière, hoy en día la teoría crítica marxista “pinta la ley de la dominación
como una fuerza que se apodera de todo lo que pretende impugnarla” (Rancière, 2010: 37), rene-
gando de la “práctica autónoma y subversiva” en tanto aquella no haría más que servir “a la nueva
potencia de la bestia” (Rancière, 2010: 38), este diagnóstico recuerda a los planteamientos de la
ideología desarrollados en los últimos años por Žižek, aunque Rancière no lo mencione explícita-
mente. Al grupo de los filósofos mencionados podría incluirse también a los autores de El nuevo
espíritu del Capitalismo, al semiólogo marxista Paolo Virno (y otros teóricos del intelectual general
y la producción inmaterial), a Zygmunt Bauman, entre otros, mencionados directamente por Ran-
cière en su texto. Contra todos ellos, nuestro fisofo dirá que “la predicción melancólica no se
apoya en hechos verificables” y que su único argumento es que “las cosas no son lo que parecen
ser” (Rancière, 2010: 41), argumento tramposo e invencible. Luego de ese pequeño y rápido inven-
tario de autores, desarrollado superficialmente por Rancière, este dirá que la tradición crítica “goza
de buena salud, [pero] bajo su forma invertida que ahora estructura el discurso dominante(Ran-
cière, 2010: 45).
En contra de este estado de las cosas, un Rancière ya maduro propone una nueva “crítica de la
crítica” (Rancière, 2010: 48), pasando por el examen de aquel problemático mecanismo crítico tra-
dicional pero también por la insistencia en la figura del desacuerdo (o el disenso) como despliegue
crítico de la potica.
La crítica como desacuerdo
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Hasta ahora podríamos decir que la crítica llevada a cabo por Rancière es simplemente la crítica
del tradicional mecanismo crítico, de herencia marxista, que lee ontológicamente la realidad divi-
dida entre apariencias y esencias, donde las primeras tienden a engañar, mientras las segundas son
la verdad de lo real. El problema de este modelo no es que esté ontológicamente errado, Rancière
nunca dice esto, seguramente porque el debate de la ontología poco le interesa
4
, sino que los efectos
de tal división del mundo resultan conservadores. Mantener esa dualidad es seguir sosteniendo que
existen dos tipos de personas, por un lado, aquellas que pueden entender la verdad de las esencias,
pensemos, por ejemplo, en el “Doctor Marx” escritor de libros de crítica, y, por otro lado, la gran
mayoría de personas que estarían atrapadas en el mundo de las apariencias y de las mentiras. El
mecanismo crítico (apariencias-esencias) lleva a la dualidad de las inteligencias, principio conser-
vador que niega la igualdad universal de inteligencias defendido por Rancière y Jacotot.
Pero, el asunto no termina aquí, así como cuando en un reciente debate alrededor de la categoría
de reconocimiento, entre Axel Honneth y Rancière, nuestro filósofo optó por rancierizar aquel
concepto elaborado por su compañero de discusión a través de la lupa del desacuerdo
5
, en este caso
sucede algo similar. En los últimos parágrafos de Las desventuras, Rancière parece decir explícita-
mente que un nuevo concepto de crítica puede ser igualable con su concepto de desacuerdo:
Uno presupondría, así, que los incapaces son capaces, que no hay ningún oculto secreto
de la máquina que los mantiene encerrados en su posición. Uno supondría que no hay
ningún mecanismo fatal que transforma la realidad en imagen, ninguna bestia monstruosa
que absorbe todos los deseos y energías en su estómago, ninguna comunidad perdida a
restaurar. Lo que hay son simplemente escenas de disenso, susceptibles de sobrevenir en
cualquier parte, en cualquier momento (Rancière, 2010: 51).
A el primer paso, para llevar a cabo una práctica crítica en el sentido disensual propuesto por
Rancière, es despojarse de los viejos prejuicios anti-igualitarios que describen a los sujetos sociales
como subjetividades defectuosas engañadas siempre por las apariencias e incapaces de ver la esen-
cia de lo real. Aquel modelo apariencia/ esencia nunca ha sido emancipatorio, y al hacerlo a un
lado se abre la posibilidad de entender que lo que hay siempre son posibles escenas de disenso o de
4
En palabras de Rancière: “Todo depende de lo que se comprenda por ontología. Si por ontología se entiende una
teoa del ser en tanto que ser, o del ser del ente, está claro que nunca me ocu de eso, pues no nada al respecto y
no poseo ningún medio para saber lo que es el ser en tanto que ser” (Rancière, 2012: 92).
5
Aquí lo dicho por Rancre: “That was my attempt to reconstruct a kind of “Ranciérianconception of the theory
of recognition. Certainly, that construction is open to all forms of disagreement(Rancière, 2016: 95).
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desacuerdo, las cuales pueden ocurrir de manera intempestiva en cualquier sector del mundo sen-
sible compartido. A continuación del anterior fragmento Rancière define rápidamente su ya clásico
concepto de disenso:
[...] toda situación es susceptible de ser hendida en su interior, reconfigurada bajo otro
régimen de percepción y significación. Reconfigurar el paisaje de lo perceptible y de lo
pensable es modificar el territorio de lo posible y la distribución de las capacidades y las
incapacidades. El disenso pone nuevamente en juego, al mismo tiempo, la evidencia de lo
que es percibido, pensable y factible, y la división de aquellos que son capaces de percibir,
pensar y modificar las coordenadas del mundo común (Rancière, 2010: 51-52).
Para comprender, aunque sea de manera superficial, la teoa y la conceptualización que hace Ran-
cière al respecto del desacuerdo (o disenso) proponemos tener en cuenta por lo menos cinco ele-
mentos fundamentales de aquella:
1) Para nuestro autor, existe una división entre dos grupos de seres parlantes desde el mundo griego
hasta hoy. Aquellos dos grupos son conformados por quienes están ubicados en el lugar del logos
(lenguaje articulado) y quienes están ubicados en el lugar de la pho (voz). Unos pueden ser vistos
y escuchados y los otros no. Unos son la parte legítima de la comunidad potica y los otros no. Unos
pueden discutir sobre lo común y los otros no.
2) Uno de aquellos grupos de cuerpos parlantes sufre un daño. El grupo que sufre aquel daño es
aquel conformado por los seres parlantes que están emplazados en el lugar de la pho. Este daño
implica una distorsión en la cuenta de las partes de la comunidad. Siempre existe, en toda comuni-
dad política, una parte que no tiene parte de lo que le corresponde de aquella comunidad.
3) Ocasional y extraordinariamente acontece una situación de habla particular, llamada desacuerdo
o disenso, por medio de la cual aquel daño se expone y puede ser tratado. En esta situación, que
ocurre precisamente entre quienes pueden hablar y quienes no, se juega el estatus mismo de los
sujetos que pueden o no pueden hablar, además de la existencia o inexistencia de un tema y un
mundo común de discusión.
4) La potica es una práctica en la cual aquella división de los cuerpos es interrumpida y reconfi-
gurada. La práctica potica es una demostración particular de la igualdad de cualquier ser parlante
con cualquier otro ser parlante en la cual se interrumpe el orden policial previo y se reordenan los
lugares del logos y la pho.
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5) Producto de aquella práctica potica, que según lo insinuado por Rancière también podríamos
llamar ahora práctica crítica, ocurre una demostración o apertura de un mundo común. El mundo
que parecía escindido en dos se prueba como un solo mundo común de existencia y de discusión,
emerge a la luz la presencia de dos mundos en uno.
Estos puntos apenas presentados, pero no desarrollados en detalle, constituyen el corazón de la
formulación filofica puesta en marcha por Rancière en su famoso texto El desacuerdo. Mencio-
namos estos elementos aq como una invitación a adentrarse en la constelación teórica desarro-
llada por nuestro filósofo hace ya algunas décadas si es que se quiere comprender a profundidad el
último giro propuesto por él en sus comentarios al respecto del concepto de crítica, esto es, asimilar
la práctica crítica con la instauración del desacuerdo.
Palabras finales
Para cerrar este escrito vale la pena recordar brevemente el camino que hemos hecho hasta aq.
Inicialmente, se presenla reconstrucción que hizo Rancière del concepto de crítica en Marx,
tanto en los Manuscritos como en El Capital, se hizo énfasis en que en ambos momentos aquel
concepto era deudor una división s o menos expcita entre apariencia y esencia de los feme-
nos sociales y a partir de la cual se entendía la crítica como la aprehensión de la verdadera esencia
de aquellos. Luego se mostró la ruptura que había tenido Rancière con aquel modelo, en contra de
Althusser y a favor de Jacotot, denunciado la división conservadora entre dos tipos de inteligencias
que se presentaba como la división entre dos grados de lo real, en este punto acercamos la lectura
de Rancière con aquella propuesta por Kant y Deleuze. Después se resumió la postura de Rancière
al respecto de las vertientes contemporáneas de la teoría crítica, las cuales al parecer encarnan con-
tinuidad invertida de mecanismo crítico. Y, finalmente, se presentó el núcleo de la teoría del
desacuerdo propuesta por nuestro filósofo en tanto él había insinuado que una vez hecha la crítica
de la crítica lo restante era dar una nueva definición a aquel concepto y para ello había intentado
igualar la práctica crítica con la pctica del desacuerdo.
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