Protrepsis, Año 9, Número 17 (noviembre 2019 - abril 2020). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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servilletas para sonarme la nariz, porque no encuentro dónde comprar un paquete de Kleenex.
Toso constantemente y duele el pecho como si se quemara por dentro. Arde.
Es cochambre, te digo, y hasta que no te cures el alma, tu cuerpo solito tampoco va a poder sanar.
Me acuerdo de la abuela diciéndome estas palabras a cada momento.
Es verdad que volví a verlo después de mucho tiempo y es verdad que tal vez no debí haberlo
hecho. También es verdad que las segundas veces nunca son como las primeras, especialmente si
la primera fue buena o si ha pasado el tiempo suficiente para idealizarla.
De camino al mercado toso como un perro y escuecen mis bronquios gravemente lastimados. Mi
mano se ha acostumbrado a pasarse entre mis senos mientras camino, como si eso pudiera ayudarme
en algo, o prevenir el próximo espasmo. El intento, a pesar de sus buenas intenciones, resulta
tristemente inútil. Paso por la zona de pollos desplumados, cruzo hacia la zona de puestos de
huipiles y guayaberas, atravieso el área de los zapatos y llego a los puestos de yerberos y de santería.
Caminando por el pasillo, una pila de jabones con empaques sugerentes llaman mi atención. Me
detengo para ver los títulos de las cajitas y leo: “del desespero”, “separa-amantes”, “llama-cliente”,
“jala-jala”, “amarre total”, “rey Salomón”, “jabón esotérico dólar”, “doblegado a mis pies”, “cordero
manso” y “págame pronto”. Los títulos continúan en el siguiente puesto: “lluvia de dinero”, “furia
de pasiones”, “amarre guajiro”, “miel de amor”, “jabón de la santa muerte, para la salud” y “yo
puedo más que tú (con feromonas)”.
Pienso, después de leer todos estos títulos, que las tragedias enteras de la humanidad están
resumidas en los jabones de estos puestos. Amor, sexo, celos, dinero, y en menor medida, pero
también presente, la salud, orquestada irónicamente por la muerte. Hay algunos que parecen
resolver todo lo malo. El jabón “San Miguel Arcángel”, por ejemplo, se anuncia útil contra el odio,
los chismes, la amargura, la envidia y los asaltos. “Protege a tu familia y a ti mismo de las
maldiciones que nos dicen nuestros enemigos” dice, “corta maldades y envideas (sic)”. No dejo de
toser fuertemente mientras tomo algunos de ellos en mis manos para leer las oraciones de las que
se debe acompañar su uso, impresas a los costados de las cajitas de cada jabón. Muero de la risa
mientras los veo y al abrir la boca para soltar la carcajada, toso inevitablemente. El pecho arde, se
quema, está en llamas: duele. Sí, abuela, pienso, tengo cochambre en el alma, pero ¿cómo lo limpio?
Las señoras que atienden me ven feo porque al agarrar y ver los jabones me río y toso como poseída
y me agarro el pecho con la mano, pero no compro. Sus miradas enojadas empiezan a incomodarme,
así que tomo algunos medio al azar y los pago, para que no crean que no me los estoy tomando en
serio. En realidad necesitaría uno que cure el alma y no un corderito manso (úselo para tener a su
lado siempre a la persona amada, fiel y mansa, como un cordero. Úselo los martes y jueves y
sábado).