Protrepsis, Año 9, Número 17 (noviembre 2019 - abril 2020). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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Juliana Alejandra
Julián Alejandro nunca quiso subir al cerro del Florido, pero su padre, hombre tradicionalmente
católico, alegando mandato divino, lo obligó a llevar en su carretilla 27 piedras pintadas con cal y
formar una cruz para dejar bien claro que Dios le hablaba en sus sueños. Julián Alejandro llevaba
apenas recorrido el pie del cerro cuando escuchó que le chistaban. Giró, pero nadie lo seguía así
que continuó su paso. A los 20 minutos, llegando ya a las faldas del cerro, algo de nuevo llamó su
atención; era el sonido de alguien que silbaba. Julián Alejandro giro tapándose el rostro del sol y a
lo lejos vio la figura de una monja que vestía totalmente de negro -Malditos católicos- se dijo y
sujetando las agarraderas sudadas de su carretilla continuó a paso firme. Apenas pasaron unos
cuantos minutos cuando una voz que no parecía salir sino de dentro del él mismo gritó - ¡Julián
Alejandro, espérame, espérame o te pesara! - Estas palabras realmente le pesaron, le pesaron hasta
hacerle sentir enchiloso los callos de las manos y se detuvo. A lo lejos, la figura de la monja de negro,
se acercaba moviendo amistosamente los brazos. Poco a poco la figura se le fue haciendo más nítida,
pero en cierto momento tuvo que quitarse el sudor salado que le opacaba la vista pues no daba
crédito de lo que veía. Era La Muerte. La mismísima catrina de dos metros diez, sujetando en la
mano derecha su hoz de filo platinado.
- Julián Alejandro, mucho gusto. Me presento soy Juliana Alejandra. Se ha dispuesto, desde hace
tiempo, que mi osamenta ostente títulos femeninos, pero ya con eso de los binarios y los no binarios
y esas chingaderas estamos todas muy confundidas… en fin, mucho gusto soy Juliana Alejandra. Ya
llevo dos días siguiéndote para decirte que me enviaron a morir contigo aquí en el cerro. Pero ya
ves cómo es esto, una se pone toda vieja y osteoporosa y nomás no nos dan calzado y las piedras ya
me despedazaron las patas. Mírame nomas el calcáneo, parece más bien un escofoides todo chiquito
y despedazado por el pedrerío del cerro. Y yo, toda torpe, me le di un llegue intentando seguirte
Julián Alejandro estaba mudo. Le parecía que todo era un sueño, decidió encenderse un cigarrillo
para ver si le llegaban algunas palabras, pero nada. La muerte seguía explicándole de su hueso
quebrado y como lo había seguido para morir juntos en la cima del cerro.
- Mira Julián, nos quedan como cuatro horas y se me afiguró algo muy bonito: que pusieras la cruz
de piedras sobre la ladera y que de ahí nos siguiéramos hasta la cima para morirnos viendo el
horizonte. ¿No te parece algo lindo?