Protrepsis, Año 9, Número 17 (noviembre 2019 – abril 2020). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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Epidemia de opiáceos en Estados Unidos, destrucción de los lazos sociales por la violencia en
México y Latinoamérica en general, acrecentamiento del número de suicidios en Japón, Europa
occidental y no tan occidental, así como explosión de diagnósticos de autismo y demás “espectros
de trastornos” en los niños y jóvenes, no parecen ser fenómenos que vayan en picada por más
investigaciones, congresos e iniciativas que este sector profesionista y liberal haga. Tenemos que
comprender que estas consecuencias, si está por lo menos en discusión cuál es su causa, al menos
se dan aparición en un momento en que el liberalismo y su faceta económica, el neoliberalismo, se
encontraba, aparentemente, más que consolidado, clausurando supuestamente la historia. Pero lo
esencial reside en la economía, es decir, en el libre mercado, y éste no es más que la bandera
pospolítica que se alzó durante más de 40 años, pero que todos los saberes académicos ajenos a la
“ciencia” económica, hasta dentro de la “izquierda” contemporánea liberal, han omitido.
Por supuesto, el libre mercado no es más que expresión de las relaciones de intercambio, y estas
relaciones son entre mercancías, y las mercancías sólo son intercambiables como valores. Pero, ¿a
qué refiere la determinación de valor en una mercancía? Si el valor es “la intercambiabilidad
específica de [la] mercancía” (Marx, 1982: 65), ¿qué es lo que permite que posea tal determinación
de intercambiabilidad? Si su determinación de valor o de intercambiabilidad solamente es dada por
la forma de valor de la mercancía, la figuración que se hace el sujeto de las relaciones de
intercambio que establece con otros sujetos, ¿de dónde se funda el poder mistificante de tal forma?
Se definirá, en un principio, a la intercambiabilidad o su carácter de valor como la negación que
hace la mercancía de sus cualidades determinadas, pero tal negación está puesta fuera de sí, esto es,
la negatividad como ser para sí dentro del ser fuera de sí. Lo aquí afirmado permite a una mercancía
entrar en relación con otra mercancía que no es y constituirse en una unidad de valor o, si se
prefiere, establecerse en una relación de intercambio. En otras palabras, la mercancía es un
significante en la medida en que se encuentra en un sistema u orden simbólico, en el que cuenta
como un valor en necesaria relación con los demás valores en un mayor o menor grado. Así pues, la
mercancía se define por no ser otro, es decir, por ser una mera abstracción que refiere a
determinaciones pasadas o ausentes, pero que no es éstas. En suma, lo aquí buscado será vislumbrar
que la forma de la mercancía, en este encadenamiento simbólico, sólo es posible por el deseo del
Otro o, más estrictamente hablando, lo que le da a la mercancía su carácter “mágico” o fetichizante.
El objetivo de este trabajo será no sólo vislumbrar a qué nos referimos con la determinación de
valor de una mercancía, sino también el modo en que se constituye tal determinación propia de las
mercancías. La cuestión asimismo, y primordialmente, reside en el efecto fetichizante que tiene la
mercancía sobre el sujeto cuando pone sobre ésta lo que es suyo: la capacidad dialéctica no está
asumida, sino puesta en las mercancías y, por tanto, parece que éstas tienen vida. De alguna
manera, de lo que se trata es de un retorno a Marx y hacernos de su raigambre más espinosa en
estos tiempos, su “economicismo”, ya que parece ser que la esfera económica absorbe todo aspecto