Protrepsis, Año 9, Número 17 (noviembre 2019 – abril 2020). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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tradición atomista subsiguiente, de la que participó, entre otros muchos, René
Descartes), confinar la verdadera realidad (la
res vera
, en expresión del mismo
Descartes) en unas supuestas partículas elementales
. La cosa no queda ahí, es decir, en
el desmenuzamiento de las cosas hasta reducirlas a sus presuntas
minimae partes
.
Descartes, haciéndose eco de esa tradición, según la cual los “átomos” carecen de toda
propiedad no meramente cuantitativa (tamaño, figura y, según Epicuro, peso),
desarrolla, siguiendo a Galileo, la distinción entre
cualidades primarias
(solidez,
extensión, figura, forma, movimiento o reposo y número) y
cualidades secundarias
(color, sabor, olor, sonido, temperatura, etc.), de las que sólo las primeras serían
propiedades “reales”, es decir, existentes objetivamente en la cosas, mientras que las
segundas serían meramente subjetivas, por hallarse solamente en el sujeto que las
percibe o, como máximo, en la “interfaz” entre el perceptor y la cosa percibida. De esa
distinción se infiere, según los que la proponen, que unas cualidades, las
primarias
, son
también
primeras
en el proceso de percepción, es decir, resultan evidentes de entrada,
mientras que las
secundarias
son de segundo rango en cuanto a claridad y sujetas
siempre a posible error. Dice Descartes:
En lo que toca a las ideas de las cosas corporales, no reconozco en ellas nada tan
grande y excelente que no me parezca poder provenir de mí mismo, pues si las
considero de cerca y las examino, como hice ayer con la idea de la cera,
encuentro que no se dan en ellas sino poquísimas cosas que yo conciba clara y
distintamente, y son, a saber: la magnitud, o sea extensión en longitud, anchura
y profundidad; la figura que resulta de la terminación de esta extensión; la
situación que los cuerpos, con diferentes figuras, mantienen entre sí; y el
movimiento o cambio de esta situación, pudiendo añadirse la sustancia, la
duración y el número. En cuanto a las demás cosas, luz, colores, sonidos, olores,
sabores, calor, frío y otras cualidades que caen bajo el tacto, hállanse en mi
pensamiento tan oscuras y confusas, que hasta ignoro si son verdaderas o
falsas, es decir, si las ideas que concibo de esas cualidades son efectivamente las
ideas de cosas reales o si no me representan más que unos quiméricos seres
que no pueden existir (1641, III 19)
.
Las cuales de elementales, de partículas, o de ambas cosas, cada vez parecen tener menos, a medida que
cada cierto tiempo se descubre que pueden a su vez descomponerse en otras entidades más y más
elementales. Harman, llevando la cosa al último límite propuesto por la física actual, sitúa ese nivel
presuntamente elemental en las denominadas “cuerdas” (de la teoría así llamada), especie de
interacciones puras que no presuponen “cosas” que interactúen, sino que, al revés, son presupuestas por
las cosas, como constituyentes de éstas. Aun suponiendo que dicha teoría llegara a formar parte del
consenso científico (algo que es dudoso que consiga, dada la cantidad de objeciones de peso que se le
hacen), habría que ver cuánto tiempo tardan las “cuerdas” en dar paso a, digamos, unos “hilos” o vaya
uno a saber qué otros entes mínimos aún más adelantados en la carrera hacia lo infinitamente pequeño.
La expresión es de Lucrecio (1900, 610, 628), como aclaración de la naturaleza del átomo epicúreo. Cf.
al respecto el brillante —y probablemente no superado— estudio de David J. FURLEY (1967).
Citado según la versión española de Manuel García Morente.