Protrepsis, Año 8, Número 16 (mayo - octubre 2019). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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culpable o no, sigue el camino, lo que me lleva a hacer una lectura de la novela sobre la actitud más
humana que hay, la de no aceptar la muerte o evadir este hecho, porque siempre sabe que va a
pasar, pero aún-no, no ahora, no a él.
En el análisis de Heidegger, el hombre es un “ser-para-la-muerte” que es una condición dada por
el hecho de que es un “ser-en-el-mundo”, pero que ha sido arrojado a este mundo, es decir, se
encuentra en “estado de yecto”. El hombre sabe que ha venido a morir, el hombre no sabe cómo es
morir y tampoco conoce por completo de dónde viene, por lo que el término estado de yecto sugiere
que se le ha entregado la responsabilidad de su ser (Heidegger, 2005: 152-153, 309-310). El
“estado de yecto” es el hecho de que el hombre no es causa sui (Heidegger 2005: 309-312), pero
no debe entenderse como “la caída de Adán”, o el paso de un estado perfecto a otro menos perfecto,
sino que, al habérsele entregado al hombre la posibilidad de ser aceptando el hecho de la muerte,
el hombre, el ser-ahí, ha entregado al uno (a la impersonalidad),dichas posibilidades (Heidegger,
2005: 195, 199). El hombre, por lo tanto, asume una existencia inauténtica, se vuelve un extranjero
de su propia esencia y responsabilidad de ser sí mismo; en esta caída como estado de perdido en el
uno es producto de la fuga del Dasein ante sí mismo que experimenta la inhospitalidad porque no
está en su casa (Heidegger, 2005: 209).
Santiago Nasar no es solamente un extranjero árabe, que habla árabe, otro para los del pueblo, sino
que es extraño a sí mismo, ante el hecho de su muerte; pasa por la carta, por las voces, por todos los
indicios que le indican que lo van a matar, que morirá, y continúa, como muchos continúan por la
vida sin detenerse en el pensar que un día su ser terminará y que llegará, tal vez inesperada, pero
siempre anunciada, no narrada. Heidegger menciona que una de las cuestiones por las que el
hombre como ser-ahí huye de sí mismo es porque teme reconocer el hecho inevitable de la muerte
(2005: 206). En parte, esta huida se cobija en lo que Heidegger plantea como el uno que interpreta
la muerte como un accidente que tiene lugar dentro del mundo y que se manifiesta en la forma de
un tranquilizar constantemente acerca de la muerte: “día a día y hora a hora ‘mueren’ desconocidos”
(2005: 275-276).
El manejo del tiempo en la novela de García Márquez nos está indicando cómo se mide la
existencia impersonal del ser-ahí del hombre: “El día que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó
a las 5.30 de la mañana a esperar el buque en que llegaba el obispo” (2000: 7). El calendario y el
reloj en el que el hombre experimenta el tiempo resaltan la distinción entre el concepto vulgar del
tiempo y la temporalidad. El concepto de tiempo del uno, de la existencia inauténtica, dice
Heidegger, es el concepto vulgar del tiempo, por ejemplo, a la salida del sol, es decir: “luego, cuando
salga, es tiempo de”, pero es tiempo de nadie, de nada (Heidegger, 2005: 444-445). Preguntar ¿qué
hora es?, es la fuga del saber de la propia muerte porque ontológicamente para el hombre como ser-
ahí, las horas no pasan, no son, sino que pasamos nosotros que somos y que no seremos en algún