Protrepsis, Año 8, Número 16 (mayo - octubre 2019). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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ISSN: 2007-9273
Protrepsis, Año 8, Número 16 (mayo - octubre 2019) 73-81
Recibido: 21/07/2019
Aceptado: 18/09/2019
Ensayo: Me lo han matado, Santiago Nasar se me ha
muerto
Algunos pensamientos en torno a la violencia y la muerte
desde la reflexión del sujeto en una ciudad revuelta
latinoamericana del siglo XXI
Lucía de Lourdes Agraz Rubin
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1
Universidad Autónoma del Estado de Morelos
Morelos. México.
E-mail: luciaar@gmail.com
Resumen: Gabriel García Márquez se inspira a escribir la novela Crónica de una muerte
anunciada tras leer en el periódico la nota de un asesinato, los personajes que intervienen en la
novela eran personas reales del siglo XX. Sin embargo, en pleno siglo XXI, este tipo de notas de
periódico, noticias de telediarios, y sobre todo el voz a voz en ciudades latinoamericanas llegan a
los oídos de los ciudadanos cotidianamente a causa de la violencia. La ciudad en la que habito ha
tenido ya un número incontable de Santiago Nasar, hombres y mujeres acaecidos por balaceras a
cualquier hora del día. La violencia es un reto evidente para los gobiernos de América Latina, sin
embargo, el propósito de este ensayo es explorar lo que supone para el sujeto común y corriente el
recibir la noticia de que al conocido y desconocido lo han matado; hace una reflexión sobre lo que
supone para el yo la muerte del otro como la asistencia al hecho de la propia muerte y retoma como
caso aquel que García Márquez reviste de forma literaria.
Palabras clave: muerte, violencia, literatura y filosofía, García Márquez, Heidegger.
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Abstract: Gabriel García Márquez is inspired to write the Chronicle of a Death Foretold after
reading in the newspaper the note of a murder, the characters involved in the novel were real
people of the 20th century. However, in the middle of 21st century, this type of newspaper notes,
news, and mostly voice to voice in Latin American cities reach citizens’ ears frequently due to
violence. The city in which I live has had already an uncountable number of Santiago Nasar, men
and women who were shot dead at any time of the day. Violence is a clear challenge for Latin
American governments, however, the purpose of this essay is to explore the significance for
common subject when receiving the news that the known and unknown have been killed; reflects
the meaning to oneself of somebody else’s death like assisting our own death based on García
Márquez’s case reviewed in a literary form.
Keywords: death, violence, literature and philosophy, García Márquez, Heidegger.
El tema de la violencia y la muerte de personas debido al crimen organizado en las ciudades de
Latinoamérica puede ser analizado desde diversas perspectivas sociológicas, políticas, policíacas
etc. Sin embargo, como ciudadana de un lugar en el que esto acontece diariamente, me interesa
analizarlo desde la perspectiva que supone para un sujeto que por la calle que transita para ir al
trabajo, la escuela o a las plazas, en las que sus hijos juegan, en cualquier momento puede haber
una balacera en la que otros encuentran la muerte, pero que ese otro podría ser uno mismo. ¿Qué
pensamiento y sentimientos corren por la mente del ciudadano común y corriente? Considero que
es actual realizar un análisis filosófico de la perspectiva sobre la muerte del otro a partir de la novela
de Gabriel García Márquez, Crónica de una muerte anunciada. Finalmente, la historia parte de
una noticia de periódico que inspira al autor a relatar un asesinato. No obstante, este ensayo se
asoma a una disertación de lo que significa que maten a otro, que un Santiago Nasar muera en la
propia ciudad y qué pensamientos surgen en la mente del que lo presencia o del que lee una nota
de periódico.
La muerte no es sólo el evento biológico final para los que en algún momento fueron vivientes, sino
que también es parte inherente y esencial, en gestación constante, de la vida. La muerte es un
evento que a los seres humanos siempre nos es “anunciado”, y como seres autoconscientes,
autorreflexivos, sabemos que vamos a morir, se nos ha dicho que esto será así. Sin embargo, saber
que vamos a morir nos lleva a enfrentar o no enfrentar el hecho ineludible. En situaciones en las
que es de nuestro conocimiento el hecho de la muerte de otros, asistimos a los eventos de la muerte,
participamos de los rituales en torno a la muerte, leemos las esquelas y noticias de los anuncios de
la muerte, conocemos de la desaparición física del otro (natural o a veces forzada) y, en todas estas
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ocasiones, experimentamos sensaciones, imaginamos, a veces, el propio acaecimiento final y
también en muchas otras silenciamos el hecho, evadimos el pensar sobre ello, nos damos a otras
tareas para alejar de la mente lo que nos es más próximo. La muerte es también, un concepto
ontológico, de análisis de la esencia humana, de la completitud de categoría de existenciario. El
análisis del concepto de lo que es morir y su significado para la esencia humana, de que, según
explica Heidegger, el ser humano sea un ser para la muerte, no está limitado a un sólo umbral
epistemológico-geográfico; así como la novela escrita por un latinoamericano, en el contexto
latinoamericano, traspasó las fronteras alcanzando gran éxito en países europeos. Cuando Jesús
Ceberio le pregunta a Gabriel García Márquez en una entrevista publicada en 1981 para El País:
“Con una novela tan americana, ¿cómo se explica su éxito en otros continentes?”, Márquez
responde:
Se debe a que no me he equivocado en esa concepción de la realidad, a que estoy
interpretando la realidad latinoamericana con tanta sinceridad que toca en cualquier
parte. Eso produce sorpresas tales como que una señora de un pueblecito alemán, que ha
leído mis libros traducidos, me escriba una carta en la que me dice que la historia que
cuento es la de su pueblo. (Ceberio, 1981).
La muerte no tiene nacionalidad, ni continentalidad, la muerte es para todos: para Santiago Nasar,
para ti y para mí. El análisis de la muerte es significativo para todos los que moriremos, a los que se
nos morirán los otros, a los que se nos han muerto los propios. La novela desarrolla el tema de cómo
“lo más anunciado” es lo más oculto para Santiago Nasar, metafóricamente, la muerte que es lo más
cercano al personaje es lo más evadido por el personaje y, por otro lado, el pueblo vive la crónica
de la muerte y la muerte misma de Santiago Nasar como espectadores del hecho. El hecho de la
muerte, la propia y la del otro, son analizados por el filósofo Martin Heidegger en su obra Ser y
Tiempo (1927) en donde realiza un análisis de la existencia del ser-ahí como categoría ontológica
del hombre que, en tanto espacial y temporal, es finito, pero la forma en la que asume la finitud
deviene en una existencia auténtica o inauténtica. En el presente escrito me dispongo a realizar
una interpretación de la lectura de la novela Crónica de una muerte anunciada, utilizando los
conceptos de análisis de Heidegger: “ser-para-la-muerte”, el “estado de yecto”, el “impersonal uno”,
la “existencia inauténtica” y la “existencia auténtica”.
Gabriel García Márquez, escritor colombiano perteneciente al boom latinoamericano, relata
haberse inspirado en un asesinato verdadero y en los acontecimientos posteriores:
Esta novela es de hace treinta años. El punto de partida es un episodio real, un asesinato
que ocurrió en un pueblo de Colombia. Yo estuve muy cerca de los protagonistas del
drama en un momento en que había escrito algunos cuentos, pero no había publicado aún
mi primera novela [] Entonces pensé que el drama estaba terminado, pero siguió
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evolucionando, y siguieron sucediendo cosas. Si lo hubiera escrito entonces, hubiera
quedado fuera una gran cantidad de material que es esencial para comprender mejor la
historia. (Ceberio, 1981).
Considero de gran interés que la novela haya sido basada en un acontecimiento que vivieron
personas que murieron, que supieron de la muerte de otro y que vieron morir. Este hecho de
violencia y de finitud es parte de la realidad latinoamericana, dice Márquez “La violencia en
América Latina, y principalmente en Colombia, es un fenómeno de toda su historia, algo que nos
viene de España. La violencia es la gran partera de nuestra historia” (Ceberio, 1981). La crónica
que Márquez hace de la muerte de Santiago Nasar nos asoma a un análisis de cómo
experimentamos el hecho de la propia muerte y cómo la experimentan los otros.
Lo más anunciado es lo más escondido para Santiago Nasar, pasa por la carta donde le anuncian la
muerte, pasa por las calles, plazas y casas donde todos murmuran que lo van a matar y acamina
hasta lo que denomina Heidegger que es la posibilidad de que todo lo demás sea imposibilidad: la
muerte. Será por el hecho que se escribió en el folio 382 “la fatalidad nos hace invisibles” (Márquez,
2000:117) o bien por la perplejidad de la posibilidad de la propia muerte:
El hecho es que Santiago Nasar entró por la puerta principal, a la vista de todos, y sin hacer
nada por no ser visto. Flora Miguel lo esperaba en la sala, verde de cólera, con uno de los
vestidos de arandelas infortunadas que solía llevar en las ocasiones memorables, y le puso
el cofre en las manos.
Aquí tienes le dijo. ¡Y ojalá te maten!
Santiago Nasar quedó tan perplejo, que el cofre se le cayó de las manos, y sus cartas sin
amor se regaron por el suelo. (Márquez, 2000: 117).
Seguida a esa escena, Santiago tiene una conversación con su futuro suegro, Nahir Miguel quien
entonces:
Le preguntó en concreto si sabía que los hermanos Vicario lo buscaban para matarlo. “Se
puso pálido, y perdió de tal modo el dominio, que no era posible creer que estaba
fingiendo”, me dijo. Coincidió en que su actitud no era tanto de miedo sino de turbación.
sabrás si ellos tienen razón, o no le dijo. Pero en todo caso, ahora no te quedan
sino dos caminos: o te escondes aquí, que es tu casa, o sales con mi rifle.
No entiendo un carajo dijo Santiago Nasar. (Márquez, 2000: 118-119).
Cito aquí solamente algunos de los pasajes en los que a Santiago se le anuncia su muerte y que él
se queda perplejo, turbado, sin considerar posibilidad las palabras que se le pronuncian. Por un
lado, se puede deducir que él no es el culpable de lo que Ángela Vicario le acusaba y que, por lo
tanto, se extraña de que le cuenten sobre su muerte. Pero la verdad no se puede saber. Pero fuera
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culpable o no, sigue el camino, lo que me lleva a hacer una lectura de la novela sobre la actitud más
humana que hay, la de no aceptar la muerte o evadir este hecho, porque siempre sabe que va a
pasar, pero aún-no, no ahora, no a él.
En el análisis de Heidegger, el hombre es un “ser-para-la-muerte” que es una condición dada por
el hecho de que es un “ser-en-el-mundo”, pero que ha sido arrojado a este mundo, es decir, se
encuentra en “estado de yecto”. El hombre sabe que ha venido a morir, el hombre no sabe cómo es
morir y tampoco conoce por completo de dónde viene, por lo que el término estado de yecto sugiere
que se le ha entregado la responsabilidad de su ser (Heidegger, 2005: 152-153, 309-310). El
“estado de yecto” es el hecho de que el hombre no es causa sui (Heidegger 2005: 309-312), pero
no debe entenderse como “la caída de Adán”, o el paso de un estado perfecto a otro menos perfecto,
sino que, al habérsele entregado al hombre la posibilidad de ser aceptando el hecho de la muerte,
el hombre, el ser-ahí, ha entregado al uno (a la impersonalidad),dichas posibilidades (Heidegger,
2005: 195, 199). El hombre, por lo tanto, asume una existencia inauténtica, se vuelve un extranjero
de su propia esencia y responsabilidad de ser sí mismo; en esta caída como estado de perdido en el
uno es producto de la fuga del Dasein ante sí mismo que experimenta la inhospitalidad porque no
está en su casa (Heidegger, 2005: 209).
Santiago Nasar no es solamente un extranjero árabe, que habla árabe, otro para los del pueblo, sino
que es extraño a sí mismo, ante el hecho de su muerte; pasa por la carta, por las voces, por todos los
indicios que le indican que lo van a matar, que morirá, y continúa, como muchos continúan por la
vida sin detenerse en el pensar que un día su ser terminará y que llegará, tal vez inesperada, pero
siempre anunciada, no narrada. Heidegger menciona que una de las cuestiones por las que el
hombre como ser-ahí huye de sí mismo es porque teme reconocer el hecho inevitable de la muerte
(2005: 206). En parte, esta huida se cobija en lo que Heidegger plantea como el uno que interpreta
la muerte como un accidente que tiene lugar dentro del mundo y que se manifiesta en la forma de
un tranquilizar constantemente acerca de la muerte: “día a día y hora a hora ‘mueren’ desconocidos”
(2005: 275-276).
El manejo del tiempo en la novela de García Márquez nos está indicando cómo se mide la
existencia impersonal del ser-ahí del hombre: “El día que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó
a las 5.30 de la mañana a esperar el buque en que llegaba el obispo(2000: 7). El calendario y el
reloj en el que el hombre experimenta el tiempo resaltan la distinción entre el concepto vulgar del
tiempo y la temporalidad. El concepto de tiempo del uno, de la existencia inauténtica, dice
Heidegger, es el concepto vulgar del tiempo, por ejemplo, a la salida del sol, es decir: luego, cuando
salga, es tiempo de”, pero es tiempo de nadie, de nada (Heidegger, 2005: 444-445). Preguntar ¿qué
hora es?, es la fuga del saber de la propia muerte porque ontológicamente para el hombre como ser-
ahí, las horas no pasan, no son, sino que pasamos nosotros que somos y que no seremos en algún
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momento un ser-ahí, una persona con vida. El concepto vulgar de tiempo encubre en el uno que
cada segundo que pasa es un segundo más cercano a mi propia muerte (Heidegger, 2005: 417).
La interpretación impersonal del ser-ahí se expresa, por ejemplo, de la siguiente manera “uno
morirá, pero por ahora aún no”, en donde el uno es tan general que incluye a todos pero no a mí;
así nos ocultamos evitando el pensamiento sobre la inminencia de la muerte, tratando de olvidarla,
ya que es “muy lejana y ajena a mí”, por lo que ya lo pensaré más tarde (Heidegger, 2005: 276-
277).
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En la existencia inauténtica, el ser humano se pierde en la cotidianeidad interpretada por el
uno y evita pensar en la muerte por el temor que le produce pensar en la propia muerte. De esta
forma, Santiago Nasar se oculta de su propia muerte, de la fatalidad, su sí mismo le es invisible a sí
mismo, pero no invisible a los otros que saben que lo matarán. Sin embargo, el pueblo mismo es
espectador de su muerte, porque también cada uno de los pobladores se está ocultando de su propia
muerte.
El segundo análisis que me parece sumamente interesante elaborar en esta perspectiva es el de la
actuación de los pobladores. En la novela podemos encontrar incontables testimonios de quienes
saben que lo van a matar, que anuncian la muerte del otro; pero en la cita siguiente se puede
observar a los hombres como espectadores de la muerte del otro:
La gente se había situado en la plaza como en los días de desfiles. Todos lo vieron salir, y
todos comprendieron que ya sabía que lo iban a matar, y estaba tan azorado que no
encontraba el camino de su casa. Dicen que alguien le gritó desde un balcón: “Por ahí no,
turco, por el puerto viejo.” Santiago Nasar buscó la voz. Yamil Shaium le gritó que se
metiera en su tienda, y entró a buscar su escopeta de caza, pero no recordó dónde había
escondido los cartuchos. De todos lados empezaron a gritarle, y Santiago Nasar dio varias
vueltas al revés y al derecho, deslumbrado por tantas voces a la vez. (Márquez, 2000: 119).
Este pasaje de la novela en el que todo el pueblo está agrupado en la plaza, esperando a que
acontezca el desfile de Santiago Nasar y tras él los hermanos Vicario, el correr de los cuchillos y de
la sangre, el grito del muerto y de la madre, me lleva a analizar la escena desde un enfoque
heideggeriano sobre cómo el ser humano incluso asiste a los eventos de la muerte e, indiferente, se
engaña con la idea de que la muerte sólo le acontece al otro, no a él mismo. Las personas del pueblo
huyendo de su propia muerte, de su propia responsabilidad sobre su posibilidad de ser
auténticamente, contemplan la escena. Heidegger añade una explicación aún más importante
sobre la experiencia de la muerte del otro:
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Para complementar esta parte, Heidegger hace una cita de La muerte de Iván Ilich, escrito por L. N. Tolstoi, en la
que este autor habla del derrumbamiento de la frase: “uno morirá”.
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La muerte se desemboza sin duda como una pérdida, pero más bien como una pérdida que
experimentan los supervivientes. En el padecer la pérdida no se hace accesible la pérdida
misma del ser que “padece” el que muere. No experimentamos en su genuino sentido el
morir de los otros, sino que a lo sumo nos limitamos a asistir a él.
(Heidegger, 2005: 261).
Rebasado el hecho de solamente asistir indiferentes a los eventos de la muerte, Heidegger explica
que tener estas experiencias de la muerte nos enfrentan al hecho de que nosotros, un día, ya no
seremos “en-el-mundo”:
Nadie puede tomarle a otro su morir. Cabe, sí, que alguien “vaya a la muerte por otro”,
pero esto quiere decir siempre: sacrificarse por el otro en una causa determinada. Tal
“morir por…” no puede significar nunca que con él se le haya tomado al otro los íntimo
de su muerte. El morir es algo que cada “ser ahí” tiene que tomar en su caso sobre sí mismo.
La muerte es, en la medida en que “es” esencialmente en cada caso la mía. (Heidegger,
2005: 261; énfasis original).
El Dasein es confrontado ante el hecho que no solamente las otras personas se mueren, sino que
morirá algún día, a los veinte años o a los noventa años, ese momento ha de llegar. La muerte desvela
que “tan pronto como un hombre entra en la vida, es ya bastante viejo para morir” (Heidegger,
2005: 268). Enfrentarse por fin al hecho de la propia muerte hace caer el antifaz del uno que le
daba seguridad en el otro se muere para evitar el me moriré. Aceptar la muerte y la angustia que
ella trae, permite adquirir la existencia auténtica, permite no ser un extraño de mismo, permite
llegar a la casa. En esta lectura del paso del impersonal que otros expresaban “Santiago se morirá”,
al pronombre personal “me moriré”, en las últimas líneas de la novela dice Nasar “me mataron” y
se narra:
Tropezó en el último escalón, pero se incorporó de inmediato, “hasta tuvo el cuidado de
sacudir con la mano la tierra que le quedó en las tripas” […] Después entró en su casa por
la puerta trasera, que estaba abierta desde las seis, y se derrumbó de bruces en la cocina.
(Márquez, 2000: 124-123).
Todos los lectores de Crónica de una muerte anunciada somos espectadores de la muerte de
Santiago Nasar, habrá quien diga “se murió Santiago Nasar” y por eso decidí titular el ensayo como
Me lo han matado. Santiago Nasar, se me ha muerto” y no “Santiago Nasar se ha muerto”. Asistí
a la muerte de Santiago Nasar, que también es mi muerte, porque el hecho permite ejercer la
capacidad humana autoconsciente de la propia muerte y, en este estado de yecto, es revelada la
existencia auténtica ante la posibilidad de la muerte; dejar de huir de nosotros mismos permite
aceptar la angustia ante la muerte que la impersonalidad del uno transforma en temor a algo
específico que ocasiona la muerte, por ejemplo, las decenas de cuchilladas que recibe Santiago
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antes de morir. El mayor temor a la muerte es por el cómo moriremos, el sufrimiento, la agonía, más
que a la muerte misma. Heidegger distingue que pensar sobre la muerte requiere de valentía, y
asumir la propia existencia auténtica acepta la angustia que posibilita el entendimiento de que la
muerte es la posibilidad única y segura de que todo sea imposibilidad (2005: 274). Asumir la propia
muerte no es buscarla, ni esperar a que suceda, sino que, comprender lo inevitable de la propia
muerte nos lleva a hacer frente al poder-ser, es decir, estar a su altura, empuñarse a sí mismo para
realizar lo que n no es (Heidegger, 2005: 161, 208). Para para existir propiamente se debe
encontrar al sí mismo para ser quien podemos ser. Mientras aún-no llega la muerte tengo la
responsabilidad sobre mi propio ser, sobre mi proyección, sobre mi elección. Dejar de huir del
mismo en una sociedad que absorbe el yo en la impersonalidad del uno, en la negación de la propia
muerte. En la sociedad de masas y consumo en la que vivimos, se nos absorbe de tal manera que la
muerte del otro, la violencia, es un asunto de espectáculo al que asistimos. Las voces aturden, tal
como lo hicieron a Santiago Nasar antes de que me lo matarán, sin que pudiera pensar qué puerta
sí estaba abierta. La existencia auténtica se percata a través de la voz de la conciencia, que
solamente es audible en el silencio de la reflexión, que tenemos una deuda con nosotros mismos,
con lo que aún no somos, pero de lo que somos responsables entre el nacimiento y la muerte. Esta
posibilidad se escoge, en cada caso es la a, no puede ser la del otro. La existencia auténtica
abandona el impersonal del se hace, se dice, se piensa, uno se muere, uno hace esto o aquello. Por
eso afirmo que Santiago Nasar no se murió, no sólo asistí a su muerte para evadir la mía, sino que
me murió”. Esta posibilidad heredada invita a no olvidarnos que a cada momento muero y en cada
momento también soy una posibilidad antes de que todo sea imposible.
Esta reflexión ontológica de la propia muerte y de la propia existencia es significativa para la
realidad cotidiana que experimenta la muerte por la violencia y que descubre la muerte,
convirtiéndola en una cotidianeidad que al mismo tiempo evade o bien, supone otro tipo de
consideraciones. Es pronto para determinar la influencia que estos ambientes de violencia tendrán
para aquéllos que los viven, en su infancia y juventud, como algo común, cuando los que no
tuvimos este tipo de infancia sabemos que no es común: supondría un análisis en otro campo de
estudio. La violencia que se experimenta cotidianamente no debería considerarse de manera
normalizada. La muerte violenta del otro, el ambiente de inseguridad, no son situaciones normales
para ser aceptadas, su periodicidad habitual las vuelve visibles pero, curiosamente, también
invisibles, lo que supone un reto para la experiencia de vida de los ciudadanos y la acción oportuna
de los gobiernos.
BIBLIOGRAFÍA:
CEBERIO, Jesús (1981), García Márquez: “Crónica de una muerte anunciada” es mi mejor novela
en https://elpais.com/diario/1981/05/01/cultura/357516008_850215.html. Fecha de último
acceso: 30 de marzo de 2018.
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81
HEIDEGGER, Martin (1996), Kant y el problema de la metafísica. México: F.C.E.
HEIDEGGER, Martin (2005), El Ser y el tiempo. México: F.C.E.
GARCÍA Márquez, Gabriel (2000), Crónica de una muerte anunciada. México: Diana.
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