Protrepsis, Año 9, Número 17 (noviembre 2019 abril 2020). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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ISSN: 2007-9273
Protrepsis, Año 9, Número 17 (noviembre 2019 abril 2020) 105-111
Recibido: 30/07/2019
Aceptado: 01/02/2020
Ensayo: La clonación: más allá de sí mismo
Alan Omar Pérez Álvarez
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Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Ciudad de México, México.
E-mail: alan_omar_alvarez-perez@hotmail.com
Resumen: En este ensayo se analiza el afán de inmortalidad del ser humano, no en cuanto que una
característica fundamental de nuestra existencia como especie, sino en tanto que un rasgo propio
del ser occidental; el cual experimenta el vínculo que el ser establece con la nada como una
necesidad que sólo es superable a tras de la relacn dialéctica saber/poder. Sin embargo, este
afán de lo finito por la infinitud no es más que una expresn de la falsa identidad que existe entre
lo universal y lo particular en cuanto que la angustia del ser occidental por su propia muerte lo ha
impulsado a sojuzgar, dominar y explotar a otros seres e, incluso, a la vida misma. Un caso ejemplar
de lo anterior es la clonacn: último reducto de esperanza para la egología occidental.
Palabras clave: Muerte, infinitud, ser occidental, Mismo y Otro, ciencia y tecnología.
Abstract: In this essay, the human being desire for immortality is analyzed not as a fundamental
characteristic of our existence as species, but as a feature of the occidental being, which experiences
the link that the being establishes with nothingness as a necessity that can only be overcome
through the knowledge/power dialectic relationship. However, this eagerness of the finite for
infinitude is nothing more than an expression of the false identity that exists between the universal
and the particular as soon as the anguish of the occidental being by his own death has driven him
to subdue, dominate and exploit other beings and even life itself. An exemplary case of the above
is cloning: last redoubt of hope for occidental egology.
Keywords: Death, infinitude, western being, Self and Other, science and technology.
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El afán de encontrar lo inmutable en medio de lo mudable
es antiguo como la humanidad. De eso sabe occidente. Pero
tener conciencia de esa oposición ya es peligroso: significa
buscar lo inmutable precisamente porque se siente la
angustia que da lo mudable. De esto también sabe occidente.
De ahí su excesivo an de inmutabilidad, que responde al
miedo atroz ante el devenir, pero tomado como extinción en
el no ser. (Kush, 1999: 160).
Introducción
La historia de la civilización moderna capitalista no es más que el afán infinito del ser occidental
por la inmortalidad.
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Este afán sólo es posible gracias a la conciencia específica que éste tiene de la
muerte, de la propia y de la de otros. Esta conciencia -y, en cierto momento, conocimiento- de lo
que no-es -de la negación de mismo, de la muerte o de la “nada”- está regida por la “fatalidad, de
la cual la tragedia griega es un pstino ejemplo. Para el hombre occidental, la muerte es un
“destino” del que no existe ninguna salida: la relación que el ser establece con la nada se vive como
una necesidad (Sartre, 1966: 63-64, 89 y 90). Este reino el de lo “necesario- se define a través de
la relación contingente que el hombre occidental establece consigo mismo y con el mundo. El ser
occidental libra una titánica batalla contra las fuerzas de la naturaleza que lo interpelan, lo
controlan y lo transforman. Esta necesidad se cristaliza en el no-poder del sujeto, es decir, en su
incapacidad para evitar cualquier forma de acción exógena -o hasta endógena- de la cual tenga
plena conciencia, pero no conocimiento. y sólo sí el sujeto occidental conoce el funcionamiento
de lo que, en un primero momento, se le mostraba como necesario, pod escapar a la “fatalidad”.
Por lo tanto, la racionalizaciónde lo que es juega un papel sustancial en la superación de la
necesidad y en la “liberación” del ser occidental. La relacn dialéctica saber/poder (Foucault,
2009) es la condición de posibilidad de la inmortalidad, en cuanto negación de lo que no-es, en
cuanto negación de la nada. Pero esta “afirmacnde lo que es no es análoga a la libertad, sino a la
reducción de Otro -la complejidad y multiplicidad de la totalidad- a Mismo -la simplicidad y la
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Aimé Césaire nos dice que “Una civilización que escoge cerrar los ojos ante sus problemas más cruciales es una
civilización herida(2006: 10). En este sentido, el ser occidental, en su an de lo inmutable, se niega a reconocer una
de las más apremiantes y claras dimensiones de la realidad: la muerte. Esta incapacidad le impide, al mismo tiempo,
reconocer la vida y, por lo tanto, la diversidad como femenos constitutivos de lo real. Esto nos explica el motivo
principal de la decadencia de la civilización occidental, la cual, en cierto momento, fue una de las más “jóvenes
culturas del planeta, al lograr “adaptar” y “absorber” las aportaciones filosóficas, tecnológicas, sociales, económicas y
políticas, de las otras.
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unicidad (Marcuse, 1968: 17-34)- con el fin de permutar la tensión apasionada entre universal y
particular por “la falsa identidad” entre éstos (Horkheimer y Adorno, 1988: 166; énfasis añadido).
La batalla del ser Occidental por la inmortalidad
No es sino hasta bien entrado el siglo XVIII que la necesidad, como condición sine qua non de la
relacn sujeto-objeto, por primera vez se diluye de todas las esferas de la vida del ser occidental.
Esta transformación es explícita en la consigna misma que da origen a la ciencia como hoy la
conocemos. Para Bacon, el saber y el poder son dos caras de la misma moneda, ya que si entendemos
cómo funciona el mundo, somos, al mismo tiempo, capaces de incidir en él, de modificarlo. Sin
embargo, esa modificación significa, también, un proceso de identificación del sujeto y del objeto
que no está exento de violencia; ya que al conocer la naturaleza y transformarla, de igual modo la
amoldamos a nuestra imagen y semejanza. Hegel afirma esta identidad: “todo lo que es real, es
racional; todo lo que es racional, es real” (Hegel, 1975: 14). Esta frase significa, por una parte, que
la realidad está dirigida por un conjunto de leyes necesarias e inmutables y que, por ende, la razón
puede captarlas y servirse de ellas; por otra parte, la razón, al entender y controlar las leyes de la
naturaleza, transforma también la realidad, la amolda a misma, la racionaliza. Cuando las
mateticas explican un fenómeno, también se encargan de matematizar” la realidad.
El conocimiento de estas leyes necesarias e inmutables de la naturaleza tiene por objetivo liberar
al hombre europeo, por y para siempre, del reino de la necesidad. Cuando Kant consignó aquella
frase: sapere aude!, él tea por objetivo alentar a los individuos a servirse del libre uso de la ran
(Kant, 2009: 45). Mas con ello también denotaba que la razón y la libertad son dos procesos que
están estrechamente interrelacionados, ya que el sujeto, al hacer uso de su racionalidad, está, al
mismo tiempo, liberándose de aquello que lo constriñe y lo reduce a un simple objeto de las leyes
naturales. Por lo tanto, es durante el siglo XVIII que el occidental, en la filosofía, rompe con esta
condición objetiva y se afirma como sujeto: es lo que Kant llamó “el giro copernicano(2010: 23).
Es decir: si el centro del pensamiento y el mundo escolásticos giraba en torno a dios, en el
pensamiento moderno occidental lo es el hombre ilustrado. Es este sujeto ilustrado que se sirve de
la razón para conocer y controlar al mundo el que ansía la inmortalidad.
Friedrich Nietzsche dijo un día: “¡Dios ha muerto!” (2010: 440). Pero ¿esto no es acaso paradójico?
La muerte de lo inmortal, a primera vista, parece una clara contradicción gica. Sin embargo, si
consideramos la profunda violencia psíquica, sociogica y epistemológica que impli esta
transformación para el ser occidental, tal contradiccn adquiere su justa dimensión. Jean Paul
Sartre resume bien su efecto: la angustia, lo que significa el malestar que siente el hombre al
enfrentarse consigo mismo y con la posibilidad de no-ser. El uso de la reciente libertad conquistada
es la causa de que la nada advenga al mundo (Sartre, 1966: 66). El sujeto, al empuñar la daga que
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asesino a dios, deve, al mismo tiempo, la conciencia del asesinato y su culpabilidad. Lo cual
significa que, al ser “dueñode sus acciones, la justificación ya no era admitida; que la única salida
era responsabilizarse de dicho acto, hacer frente a sus consecuencias y comprometerse consigo y
con el mundo (Sartre, 1966: 67-72).
Lo que demuestra la muerte del dios judeo-cristiano es que lo absoluto no tiene cabida en la
realidad; que lo eterno, lo inmutable y la esencia, al justificar el actuar del ser occidental, no son los
asideros de la libertad. Sin embargo, el sujeto ilustrado, al sentir la angustia de la que nos habla
Sartre, no se responsabiliza de sus actos, sino que se contenta simplemente con sustituir a aquella
entidad metafísica por otra: la Razón. Es en lo ilimitado de sus potencialidades que tienden hacia
“el progresoinfinito que todo recobra sentido -concepción contraria a la planteada, ya que evade
la responsabilidad que recae en el sujeto histórico concreto. No es coincidencia que, en el siglo
XIX, junto al desarrollo del Positivismo, nazcan la mayoría de las ciencias naturales y sociales
modernas occidentales. Dicho alumbramiento es la máxima prueba de confianza en mismo; la
cual impulsa al ser occidental en la búsqueda de la infinitud y, por ende, de la inmortalidad. Este
proceso puede explicitarse a través de un fenómeno interesante: la conquista del tiempo y espacio
simbolizada por la figura del gran avance tecnológico de este siglo: el ferrocarril. Las distancias
entre un sitio y otro se reducen, acomo el tiempo que conllevaban dichos traslados. Es el supuesto
triunfo de la razón ilustrada, ya que aparenta “reducir” la distancia entre lo finito y lo infinito.
Sin embargo, esta “revolucióndel reino de la libertad sobre el de la necesidad y de lo finito sobre
lo infinito es, a la vez, el proceso por el cual el ser europeo reniega de la relación dialéctica que
constituye su existencia: la tensión apasionada entre universal y particular. Según Levinas, la
ontología occidental no es más que una especie de egología. Para el autor, el ser por el que se
preguntaba Heidegger era el “ser occidental”; por lo tanto, toda pregunta que se formulara acerca
de ser no era más que la reducción de lo infinito -la totalidad de la dimensión humana en todas sus
expresiones- a lo finito -el sujeto occidental- (2012: 22-54). Levinas nos dice que este esfuerzo de
Mismo por reducir a a Otro implica la “destrucción” de lo diverso y lo complejo, puesto que si
todo es Mismo, nada es más que mismo (2012: 22-54). En lugar de hablar de “producción” y
“reproducción” como procesos de transformación de la realidad y del sujeto, hablaríamos de
imitación. La vida misma no sería vida si fuese idéntica a sí misma todo el tiempo. La vida, para ser,
necesita de la muerte: el ser de la nada. La solución de Levinas para este proceso de violencia sobre
el ser, es que Mismo y Otro, como realidades separadas por “lo absoluto”, se permitieran uno al otro
expresarse, es decir: ser sí mismos y dejar ser a otros (2012: 22-54).
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La clonación: el último reducto de la esperanza de la egología occidental
La clonación, uno de los avances s recientes en el campo científico occidental, nos proporciona
el mejor ejemplo de este intento de Mismo por reducir a sí a Otro. A grandes rasgos, el proceso por
el cual se clona a un organismo vivo puede resumirse en: 1) se extrae material genético de una
lula o tejido, 2) se inserta ésta información” en una célula madre “vacía” y 3) se estimula el
proceso de “reproducción” de ésta para dar origen a otro ser viviente (Dulbecco, 2005: 125-130).
El producto resultante es una copia “genética” del primero. En ambos, el ADN es el mismo. Por lo
tanto, el ente que resulta de este proceso es idéntico al primero.
Según Jean Baudrillard, la cnica de la clonacn implica un proceso de involución humana (2010:
24-28). El filósofo, siguiendo el pensamiento de Freud, nos dice que la revoluciónque significó
el surgimiento de seres sexuados -y, por lo tanto, de seres diversos y complejos- está “retrocediendo”
ante el proceso por el cual el ser humano está “liberando” a la sexualidad de sus funciones
reproductivas. Éste puede percibirse en dos fenómenos: 1) los métodos anticonceptivos y 2) la
fecundación in vitro. El primero separa dos elementos claves de la sexualidad: el placer y la
reproducción; mientras que el segundo escinde ésta del sexo mismo. Esta involución tiene su
xima expresión en los esfuerzos del ser occidental por llevar a buenos términos la clonacn, ya
que a tras de ella se prescindia de la sexualidad misma.
Este autor francés nos dice que el ser vivo está impelido por la nostalgia de lo no-vivo”, que ansía
“regresar” a aquel estado en el cual la vida y la muerte no definían su “existencia”.
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Enrminos
biológicos esto representa el origen de seres pluricelulares a través de organismos unicelulares. La
bacteria que se reproducía” por la fisión binaria dio origen a formas de vida de mayor complejidad.
Este paso de la fisión binaria a la reproducción sexual es, a su vez, el proceso por el cual lo no-vivo
se convierte en un ser vivo, ya que es capaz de morir.” La vida y la muerte son dos caras de la
misma moneda (Baudrillard, 2010: 32).
Esta nostalgia por lo “no-vivo” se decanta en el anhelo de inmortalidad del sujeto moderno. La
“liberación” del reino de la necesidad a través de la relación saber/poder no es más que la
“liberacióndel ser-finito de su finitud. Pero, este intento del sujeto por superar la finitud está
atravesado por la “reducción” de Mismo a a Otro. La bacteria, al “reproducirse” a través de la
fisión binaria, lo que hace es dividirse en dos copias de misma; mientras que el ser humano, al
reproducirse, lo que realiza es una síntesis de dos seres diversos y complejos. En esta reproducción
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Esta tesis está basada en el ensayo de Freud llamado El principio del placer, según el cual el “estado primitivode
todo ser vivo era la no-vida.
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Mismo y Otro se expresan. Ambos se relacionan a través de la tensión apasionada de universal y
particular. De su relación surge un nuevoser, distinto de los anteriores.
Por lo tanto, la clonación, como cnica por la cual se “produceun ser-copia a través de un ser-
original, es la máxima expresión de los esfuerzos de la Razón por cobijar en su seno la angustia y el
miedo del sujeto moderno occidental frente a la muerte de lo absoluto -dios- y de su propia muerte.
Sin embargo, Mismo, al “reducir” a Otro a sí, cancela la relación existente entre el ser y la nada que
dota de sentido tanto a la vidacomo a la muerte. Y la cancela en la falsa identidad de lo universal
y lo particular.
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