Protrepsis, Año 8, Número 15 (noviembre 2018 - abril 2019). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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JAQUE
Fue la primera vez que la vi. Estaba sentada entre dos carromatos abandonados de un circo que se
incendiara días antes. No recuerdo qué edad tenía. Ella parecía un poco mayor. Debíamos andar
entre los seis y los ocho. Tampoco recuerdo hacia dónde me dirigía.
Su brazo izquierdo cruzado sobre el vientre. La mano derecha sostiene el mentón. Medita su
próximo movimiento, en el tablero quedan todavía algunas piezas. Frente a ella, una langosta
observa despreocupada desde otro asiento. A un costado de ambos, en atento arbitraje, hay un
enorme buitre albino.
Su mano cruza su cara hasta un mechón que le estorba y lo coloca detrás de su oreja.
Inmediatamente después, se posa insegura sobre un alfil negro, mientras el viento arrastra por todas
partes jirones del mismo color. Toma la pieza y dice 'jaque' con una voz dulcísima. Justo en ese
momento doy un paso adelante. El buitre despierta de su inmovilidad, extiende por completo sus
alas como una temible gárgola que cobrase vida. Las piezas caen al suelo. Estoy tan rígido como
cualquiera de ellas y siento unas ganas súbitas de orinar. La langosta es la única que no parece
inmutarse. Después de unos segundos interminables, ella mueve sin mirar a su contrincante,
clavando sus ojos negros en los míos como alfileres. Al soltar la pieza de entre sus dedos siento como
si una intensa presión en mi cabeza desapareciera. En mi rostro, como una grieta, se abre una
pequeña sonrisa. Ella me sonríe de vuelta, sin parpadear una sola vez. La langosta sigue sin
percatarse de nada. El buitre recoge sus alas con cierta indulgencia. El viento corre, el sol brilla y
un calor me escurre piernas abajo como un alivio. Eso es todo lo que puedo recordar.