Protrepsis, Año 8, Número 15 (noviembre 2018 - abril 2019). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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MANADA
¿Qué hará el espejo cuando no lo vemos?
Tal vez se limpia de la realidad
En el opaco abismo de su azogue
O sueña en haber roto la condena
De reflejar lo que no quiere.
El desierto de azogue, José Emilio Pacheco.
I
Solo Olga y un músico que termina de tocar una canción en su chelo.
OLGA- Hoy en la mañana me acordé de algo que me contó mamá. Desperté y lo primero que
pensé fue esa historia. Bueno, la recordé. No sé si pensar y recordar sean lo mismo. Pensar y
recordar… Mamá me contó esto: un día, un hombre, caminando por el desierto, encuentra un coyote
moribundo. Tiene miedo de acercarse, pero el animal está casi muerto, no es peligroso. Cuando
están cerca, el coyote abre los ojos y ambos se quedan quietos, mirándose, sin moverse. El desierto
a su alrededor y ellos ahí, inmóviles. El hombre le pregunta al coyote si puede hacer algo por él, lo
que sea, solo dilo. Llévame a casa; perdí la fuerza para volver solo. Te lo prometo. Eso nunca ha
servido para algo.
Basada en “La tres hermanas” de Anton Chéjov, los personajes femeninos de esta obra son interpretados por hombres
y los masculinos por mujeres, decisión que provoca no solo una interesante inversión de los roles de género, sino
también una exploración distinta de la complejidad afectiva de los personajes. El texto aquí presentado es tan sólo una
parte del magnífico trabajo que la dirección (Luis Eduardo Yee) y el elenco (Hamlet Ramírez, Pablo Marín, Miguel
Jiménez, Miguel Romero, Rondán Ramírez, Regina Flores, Gabriela Guraieb, Fernanda Echeverría, Lucía Uribe,
Francia Castañeda, Paula Watson y Alejandro Preisser) logran llevar a escena, produciendo una compleja
composición llena de tensiones y contrapuntos. Faltan, aquí, sin embargo, las intenciones gestuales y locutivas, los
ritmos que conforman el despliegue temporal de la obra y que el lector estará obligado a recrear a través de su lectura,
invitándolo a que pueda asistir también a la experiencia teatral.