Protrepsis, Año 8, Número 15 (noviembre 2018 - abril 2019). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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Mi concepto del cambio social está influido esencialmente por la perspectiva de estudio
de Guy Rocher cuando afirma: “Le changement, c’est aussi une idéologie, une
perception du monde, une certaine conviction.” [El cambio es también una ideología,
una percepción del mundo, una cierta convicción] (Rocher, 1973: 178). En efecto, el
cambio social no es un fenómeno que se produce delante de nosotros sin nosotros; su
realización depende de nuestras creencias, de nuestra voluntad e incluso de nuestra
aceptación de que existe un cambio. Por eso, su dimensión objetiva debe completarse
por otra dimensión subjetiva, la cual hace que el cambio social se encuentra primero en
los sujetos sociales antes de objetivarse en los hechos de los que sufrimos en la
sociedad. Según esta concepción, es el ser humano quien, con una mirada móvil sobre
las cosas, las mete en movimiento y actúa para que se muevan. Por eso, aserta Guy
Rocher : “Et c’est parce qu’il porte sur le monde un regard mobile qu’il imprime aux
choses une impulsion, une action. » [Es porque el ser humano percibe el mundo de
manera móvil, que llega a imprimir en ellas una impulsión, una acción] (Rocher, 1973:
178).
Por lo tanto, la actitud del ser humano ante el mundo es la que define al cambio social.
Esa actitud es el dinamismo que puede observarse en esta definición de Juan Francisco
Gómez: “las transformaciones de las condiciones de vida de los grupos humanos, de su
estructura y de su sistema de valores.” (Gómez, 2012). En esta afirmación, la idea de
transformación implica que es un proceso dinámico determinado por factores objetivos
y subjetivos, construidos por un grupo de seres humanos con la intención de influir de
manera consciente en algún aspecto importante de este grupo, llevándolo hacia una
dirección y a un ritmo determinado.
Con base en lo anterior, la participación del ser humano es fundamental para que se
lleve a cabo y visibiliza un cambio social. Ello implica que todos los involucrados en el
cambio conozcan las metas planteadas y su rol para una dinámica fructífera. Este
conocimiento depende de la formación que tengan las personas con respecto a los
anhelos y necesidades de la sociedad, así como a las estrategias de lucha para conseguir
el cambio deseado. Por lo tanto, la cohesión de los miembros de la sociedad, su
conciencia de las aspiraciones y miedos de la sociedad, así como el conocimiento de las
metas y estrategias de cambio hace necesario un instrumento capaz de conjuntar,
reforzar y orientar las energías hacia un mismo objetivo.
Este instrumento es, sin lugar a duda, la ideología. En efecto, la ideología constituye y
modela las formas de vida, y se presenta a nosotros como un discurso orientador hacia
esas formas de convivencia. Al respecto, Göran Therborn menciona: “La función de la
ideología en la vida humana consiste básicamente en la constitución y modelación de la
forma en que los seres humanos viven sus vidas como actores conscientes y reflexivos
en un mundo estructurado y significativo.” (Therborn, 1987: 13). Esta afirmación
demuestra que la manera según la cual vivimos está determinada o atravesada por
ideologías, las cuales imprimen su dinámica en nuestras experiencias y nos orientan en