Protrepsis, Año 8, Número 15 (noviembre 2018 - abril 2019). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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ISSN: 2007-9273
Protrepsis, Año 8, Número 15 (noviembre 2018 - abril 2019) 27-41
Recibido: 10/10/2018
Revisado: 21/10/2018
Aceptado: 1/11/2018
Utopía y socialismo en Karl Marx.
Gerardo Ambriz Arévalo
1
1
Instituto de Investigaciones Filosóficas.
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
Morelia. México
E-mail: irmonger@hotmail.com
Resumen: En el presente artículo, el principal objetivo es buscar y analizar lo que dijo
Karl Marx sobre la utopía. Se intentará mostrar qué opinión tuvo sobre los socialistas
utópicos, pero tratando de ir a contra corriente de la interpretaciones que han señalado
que Marx tuvo una opinión desfavorable sobre ellos. Esto llevará a considerar los
comentarios de Adolfo Sánchez Vázquez y de Ernst Bloch, quienes resaltaron la
influencia que tuvieron dichos socialistas en la obra de Marx, la cual se verá reflejada
en los elementos utópicos presentes en su proyecto teórico-político. Finalmente, se
verá cómo se conecta la cuestión de la utopía con la concepción que tuvo Marx sobre el
socialismo.
Palabras clave: política, socialismo, utopía, teoría, praxis.
Abstract: In the present article my principal objective is to seek and to analyze what
Karl Marx said on the Utopia. My intention is to show what opinion had Marx on the
Utopian Socialists, but trying to show that there are wrong the interpreters who have
indicated that Marx had an unfavorable opinion about they. For it we must consider the
comments of Adolfo Sánchez Vázquez and of Ernst Bloch, which highlighted the
influence that these Socialists had in Marx's work, influence that will meet reflected in
the Utopian present elements in his theoretical - political Project. Finally, we will see
how the question of the Utopia connects with the conception that Marx had on the
socialism.
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Keywords: politics, socialism, utopia, theory, praxis.
Introducción.
Comúnmente se cree que Marx concibió de forma negativa a las utopías, especialmente
a las socialistas
1
. Esto es verdad hasta cierto punto, pues aunque el autor alemán no se
desvivió por criticar las debilidades teóricas de los socialistas utópicos, en algunos de
sus escritos mostró que no se puede llegar muy lejos si los “sueños”, proyectos y teorías
de éstos, sobre una sociedad más justa, no tenían ningún sustento en la realidad. Se
afirma que es en parte verdad, porque a pesar de la crítica de Marx a las utopías
socialistas, ésta sólo se dirigió contra algunos de sus supuestos, lo cual no implicaba que
pasara por alto sus características positivas: la de contener una crítica implícita al orden
existente y la de servir como estímulo para la lucha por un mundo mejor. Vista desde
ese ángulo, la postura de Marx es neutra y no negativa, y más si se toma en cuenta que
incluso su proyecto teórico-político -que incluye una concepción del Estado y una “idea
de socialismo”- no está exento de elementos utópicos. Dicho lo anterior, los objetivos
que guiarán la exposición son tres. En primer lugar, se señalará cuáles fueron las críticas
y alabanzas de Marx al socialismo utópico; en segundo lugar, se analizará, en base a los
comentarios de Adolfo Sánchez Vázquez y Ernst Bloch, en qué sentido se puede decir
que las ideas de Marx sobre el socialismo son “utópicas”; finalmente, se mostrará cómo
se relacionan las ideas sobre la utopía y el socialismo con el proyecto político marxiano.
Marx como crítico y seguidor del socialismo utópico.
La obra donde Marx se refiere directamente al socialismo utópico es en el
Manifiesto
Comunista,
obra que escribe junto con Engels, y donde arremete contra varios tipos de
socialismo como el reaccionario”, y el “crítico”. Dentro del socialismo reaccionario
Marx incluye al “socialismo feudal”, al “socialismo pequeño burgués” y al “socialismo
verdadero”
2
. Y dentro del socialismo crítico, por su parte, incluye al “socialismo
utópico”, el cual representado, principalmente, por Saint-Simon, Charles Fourier y
Robert Owen.
En esa parte del
Manifiesto
, sin duda Marx no mete en el mismo saco a todos los
ideólogos del socialismo, y será el socialismo reaccionario el que se lleve las críticas más
1
Martin Buber (1987: 14) es uno de los autores que de forma más clara asume que Marx tuvo a las
utopías como algo negativo.
2
Los principales representantes de este tipo de socialismo fueron C. Grün y G. Kulhman. Para más
detalle de las críticas de Marx al “socialismo verdadero” véase el trabajo de Francisco José Martínez “La
recepción por parte de Marx y Engels del socialismo utópico y su resonancia en el socialismo científico”,
en (González-Herrera, 2015).
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ácidas que hayan salido de la pluma de Marx. Por ejemplo, del “socialismo feudal” dirá
que sus ideas reaccionarias son perfectamente explicables si se toma en cuenta que
nacieron entre los “ecos del pasado” feudal y la “amenaza del futuro” burgués. Este tipo
de socialismo, aunque en la teoría se opuso al orden social que quiso imponer la
burguesía, en la práctica política, donde se decide el rumbo de una formación social,
apoyó “todas las medidas represivas contra la clase obrera” (Marx-Engels, 1998: 69).
Es decir, apoyó una causa que pretendía socavar o debilitar a la única clase social que,
según el autor alemán, podría revertir o impedir el establecimiento de la burguesía
como clase dominante.
No menos peor le fue a los representantes del socialismo “pequeñoburgués” (Sismondi,
entre otros), con todo y que Marx les dio el crédito de haber denunciado las
“contradicciones ínsitas en las relaciones de producción modernas” como “los efectos
destructores de la maquinaria y la división del trabajo”, “la superproducción”, “la
miseria del proletariado” y “las clamorosas desproporciones en la distribución de la
riqueza” (Marx-Engels, 1998: 71). No obstante esto, él mostrará su desacuerdo sobre lo
que los socialista pequeñoburgueses propusieron como sociedad alternativa, a saber:
no una sociedad (socialista) levantada sobre los avances conquistados por la
humanidad hasta ese momento, sino una donde se pretendía “encerrar nuevamente los
medios modernos de producción y tráfico dentro del marco de las antiguas relaciones
de propiedad” (Marx-Engels, 1998: 72).
En lo que se refiere a los socialistas utópicos, Marx estará en desacuerdo con sus
posiciones políticas y los errores en su teoría, errores que hicieron de sus propuestas
simples ilusiones, donde se despliegan dulces sueños y falsas promesas” (Velázquez,
2015: 338). ¿Por qué dice esto? porque construyeron idealmente, y en ocasiones con
mucho detalle, sociedades que rayaban en la perfección, pero sin tomar en cuenta los
factores socio-materiales que las harían posibles o imposibles. Sin embargo, los
desatinos en las obras de los socialistas utópicos no se debieron, como en el caso del
socialismo feudal, a un afán de ocultar la cruda realidad bajo el disfraz de sus ideas o
utopías, sino al momento histórico en el que escribieron
3
donde todavía no se definían
claramente cuáles eran los mecanismos de la sociedad capitalista. Por ejemplo, los
utópicos nunca pudieron dar cuenta de cómo alcanzar una sociedad socialista, ni mucho
menos de quiénes serían los encargados de realizarla. Aunque detectaron el
antagonismo de clase, e incluso tomaron partido a favor del proletariado, no
percibieron las características o potencial revolucionario de esta clase, ni mucho menos
supieron identificar las condiciones materiales de su liberación. Debido a esto, los
socialistas utópicos se vieron en la necesidad de buscar en la teoría lo que no
encontraron en la práctica, es decir:
3
Sobre el contexto histórico en el que escribieron tanto los socialistas utópicos, como el propio Marx,
véase: (Jameson, 2009: 76).
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El lugar de la actividad social debe ocuparlo su actividad inventiva personal; el
lugar de las condiciones históricas de la liberación deben asumirlo condiciones
fantásticas; el lugar de la organización del proletariado como clase, que
transcurre paulatinamente, debe tomarlo una organización de la sociedad
fraguada por ellos (Marx-Engels, 1998: 79).
Pero Marx y Engels encontraron otros errores en el socialismo utópico. Criticaron que
los representantes de este socialismo hayan analizado a la clase trabajadora sólo desde
un punto de vista ético; el pensarla “como una clase sufriente”
,
prescindiendo de un
análisis histórico-material que diera cuenta tanto de su lugar estratégico dentro de las
relaciones de producción
4
, como de su misión de emanciparse y emancipar a toda la
humanidad. Otro error del socialismo utópico se debió, según los dos autores alemanes,
a la creencia sin fundamento en la bondad humana, la cual les llevó a sostener que la
nueva sociedad se lograría si convencían a todos los integrantes de ser buenos y justos,
es decir, los socialistas utópicos quisieron lograr un mundo mejor de forma
aterciopelada. Dicho en palabras de Marx y Engels:
De ahí que [los socialistas utópicos] desechen cualquier acción política, en
especial cualquier acción revolucionaria; pretenden alcanzar su objetivo por la
vía pacífica e intentan abrir camino a este nuevo evangelio social por medio de
pequeños experimentos naturalmente fallidos-, mediante el poder del
ejemplo. (Marx-Engels, 1998: 79).
A pesar de la dureza de las críticas, Marx y Engels no dejaron de reconocer sus aportes
a la crítica de las sociedades clasistas, en especial cuando en sus escritos “atacan todos
los fundamentos del orden establecido” (Marx-Engels, 1998: 79)
,
y develan algunas de
las grandes contradicciones imperantes en las sociedades que les tocó vivir: la
desigualdad económica, la propiedad privada para beneficio de unos cuantos, el
patriarcalismo en las familias, etc. Esto queda más claro en la obra que Engels escribe
individualmente:
Del socialismo utópico al socialismo científico
. Ahí reconoció la
agudeza de los socialistas utópicos para exhibir las contradicciones sociales del
capitalismo, y, en el caso de Fourier, elogió sus tesis por cuatro razones: porque “puso
al desnudo la miseria material y moral del mundo burgués”; porque redujo al absurdo
las frases de los ideólogos de dicho mundo; porque criticó sin piedad “las relaciones
entre los sexos”
y
la posición desventajosa de la mujer; y porque fue “el primero que
4
Ellen Meiksins Wood señala tres razones que llevaron a Marx a considerar al proletariado como el
sujeto colectivo capaz de trastocar el orden capitalista y construir el socialismo: “1)La clase obrera es el
grupo social con el interés objetivo más directo en llevar a cabo la transición hacia el socialismo; 2) la
clase obrera, como objeto directo de la forma de opresión más fundamental y determinante, aunque no
la única, y siendo la única clase cuyos intereses no se basan en la opresión de otras clases, puede
generar las condiciones necesarias para liberar a todas las personas a través de la lucha por su propia
liberación; 3) dada la oposición fundamental e irremediable entre las clases explotadoras y las clases
explotadas que yace en el corazón de la estructura opresora, la lucha de clases debe ser el motor
principal de esta transformación emancipadora”. (Meiksins Wood, 2013: 66).
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proclamó que el grado de emancipación de la mujer en una sociedad es el barómetro
natural por el que se mide la emancipación general” (Engels, 1955: 126).
También Fourier fue el socialista utópico preferido por Marx. Las críticas hacia él fueron
más a la imposibilidad de llevar a la práctica sus ideas que a las ideas mismas.
Probablemente, a Marx no le hubieran desagradado las propuestas vertidas por Fourier
sobre un mundo donde la práctica de la verdad y la justicia se convierten en medio
para hacer fortuna” (Fourier, 1969: 86); un mundo donde “el trabajo es un placer”
(Fourier, 1969: 89) y
donde “el pueblo gasta menos para vivir espléndidamente que lo
que gasta hoy para vivir miserablemente” (Fourier, 1969: 92). En suma, Marx y Engels
admiraron a Fourier por todo lo dicho y por haberse dado cuenta de que la civilización
y el progreso pueden ser benéficos para la sociedad, y nocivos si no satisfacen al menos
las necesidades básicas de todo ser humano:
Por otra parte, la civilización ocupa, en la escala del progreso, un puesto
importante; porque crea los medios necesarios para ir aproximándose a la
asociación, esto es, la gran industria, las ciencias puras y las bellas artes. Es
necesario hacer uso de esos medios para ir elevándose en la escala social, para
no estar pudriéndose en ese abismo de miserias y de ridículo llamado
civilización, la cual, con sus proezas industriales y sus aludes de falsas doctrinas,
no es capaz de asegurar al pueblo pan y trabajo. (Fourier, 1969: 96-97).
Ahora bien, ya se mostraron algunos de los aspectos que no le gustaron a Marx del
socialismo utópico. También se sugirió que para el autor de
El capital
las utopías de los
socialistas contenían críticas, para nada desdeñables, del orden capitalista. Ahora se
analizará en qué sentido pueden considerarse utópicas” las ideas de Marx sobre el
socialismo. Para este objetivo, se tomaran como base los comentarios de Adolfo
Sánchez Vázquez y Ernst Bloch.
Utopía y teoría en la obra de Marx.
Lo que tiene de utópico el planteamiento de Marx sobre el socialismo lo desarrolló
Adolfo Sánchez Vázquez en varios de sus escritos. Y en todos parte de la famosa onceaba
tesis sobre Feuerbach escrita por Marx: “Los filósofos se han limitado a interpretar el
mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo” (Marx, 1974: 668).
En Sánchez Vázquez esta tesis adquiere el siguiente sentido: “los utopistas se han
limitado a imaginar el mundo futuro de distintos modos; de lo que se trata es de
construirlo (Sánchez, 1975: 23). En la que posiblemente sea su obra fundamental,
Filosofía de la praxis
, hará un interesante comentario sobre ella, y resaltará que Marx
no desdeñaba, como normalmente se cree, a la teoría y se volcaba a favor de la práctica
revolucionaria, sino que abogaba por su unidad. Si acaso, “rechaza la teoría que, aislada
de la praxis, como mera interpretación, está al servicio de la aceptación del mundo”, y
“eleva hasta el más alto nivel la que, vinculada a la praxis, está al servicio de su
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transformación” (Sánchez, 2003: 180). Esto quiere decir que la teoría cumple una doble
función nada fútil en toda práctica transformadora, pues aporta una “crítica teórica de
las teorías que justifican la no transformación del mundo” y saca a la luz “las
condiciones y posibilidades de la acción. Así pues, ni mera teoría ni mera praxis; unidad
indisoluble de una y otra” (Sánchez, 2003: 180).
Será esta “unidad indisoluble” señalada por Sánchez Vázquez la que distinguirá a Marx
de los otros tipos de socialismo. En el caso específico del socialismo utópico, señalará
que su superación por parte de Marx radicó en el fundamento científico para entender
la realidad capitalista; en la identificación del “agente histórico fundamental del
cambio” (Sánchez, 1975: 7); y en el señalamiento de varios tipos o estrategias de lucha
5
que incluyen “la práctica revolucionaria” (Sánchez, 1975: 24). Para el autor de Filosofía
de la Praxis no se logra mucho si sólo se sueña” un mundo mejor; si el pensamiento
únicamente se dedica a describir cómo sería aquella sociedad inexistente, y no da
cuenta teóricamente del orden social existente, ni de las posibilidades que este orden
deja a la práctica revolucionaria.
El elemento utópico que Sánchez Vázquez deduce de la teoría de Marx, sin hacer de él
un utopista, radica específicamente en haber propuesto una sociedad donde las
relaciones de producción son totalmente diferentes a las del capitalismo, ya que en ella
no existe la explotación humana, la propiedad privada de los medios de producción, la
alienación y la desigualdad material. Dicho en forma más general, una sociedad donde
“la producción estará al servicio de las necesidades de la sociedad entera” (Sánchez,
1975: 35), y no al de una clase dominante
.
Esta idea del socialismo tiene un elemento
utópico en la medida en que es algo que “no está realizado hoy”, pero que sí puede ser
“realizable mañana” (Sánchez, 1975: 77). Pero es un “realizable mañana” no en el
sentido de que el socialismo devendrá necesaria e inevitablemente gracias a las leyes
de la historia o a una supuesta evolución de los modos de producción donde es casi nula
“la participación de los hombres” (Sánchez, 1975: 34). Para Marx la historia o “las
circunstancias hacen al hombre en la misma medida en que éste hace a las
circunstancias” (Marx-Engels, 1974: 41), y si él hubiera pensado que las leyes de la
historia desembocarían tarde o temprano en el socialismo, cómo se explicaría su
constante llamado, en sus textos políticos, a la unión, organización y lucha por la
liberación a cargo de los excluidos de los medios de producción. Étienne Balibar niega
que en la teoría de Marx haya elementos suficientes para construir una filosofía de la
5
Marx distingue entre la lucha económica, donde la clase explotada puede hacer valer sus intereses
inmediatos (aumento salarial, mejora en sus condiciones de vida y de trabajo, etc.); la lucha político-
reformista, que consiste en la imposición o transformación de una ley a favor de dichos intereses (ley
que reduce la jornada laboral, etc.), y la lucha político-revolucionaria (la conquista del poder y los
aparatos del Estado). El paso del primer tipo de lucha al segundo quedó expresado por Marx en la
siguiente cita: “La tentativa de obligar mediante huelgas a capitalista aislados a reducir la jornada de
trabajo en determinada fábrica o rama de la industria es un movimiento puramente económico; por el
contrario, el movimiento con vistas a obligar a que se decrete la ley de la jornada de ocho horas, etc., es
un movimiento político”. (Marx, 1955b: 497).
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historia en sentido evolucionista donde se pasa, en una especie de superación”
dialéctica de ciertas contradicciones, de un modo de producción a otro diferente, “así,
el único resultado intrínseco de la contradicción inmanente a la estructura económica
no tiende a la superación de la contradicción sino a la perpetuación de sus condiciones”
(Althusser-Balibar, 1969: 304).
Dicho lo anterior, el socialismo pensado por Marx no es un sueño febril, ni una forma
de sociedad que nos regalarán las supuestas leyes de la historia. Tampoco es algo que
surgirá de la contradicción simple entre las fuerzas productivas y las relaciones de
producción
6
. Es más bien una idea de sociedad que puede ser realizable en un futuro, la
cual tiene bases en el presente y, por lo mismo, puede servir para movilizar a los
trabajadores para “anular y superar” (Sánchez, 1975: 32) una realidad que por sí sola,
y dejada a los caprichos del capitalismo, no promete más que explotación y miseria
constantes
.
Pasando a Ernst Bloch, él va a desarrollar con más amplitud la idea de utopía en la teoría
de Marx. De hecho, la utopía política que detecta en las tesis de Marx sobre el socialismo
será colocada como una de las más importantes que se hayan construido a lo largo de
toda la historia de la humanidad, incluyendo a las utopías literarias, artísticas y
científicas. Todas estas utopías, incluyendo la marxiana, son englobadas por Bloch a la
hora de elaborar su principio de “esperanza”, mismo que es resumido de manera
inmejorable por Carlos Gómez en la siguiente cita:
Cuando el deseo de superación de un presente no cumplido accede a la razón,
se produce la esperanza; cuando la esperanza se conjuga con las posibilidades
reales objetivas que atraviesan la realidad, florece la utopía. Utopía, así, no se
identifica con la simple ensoñación, que construye castillos en el aire porque no
soporta la realidad, sino, en su sentido eminente, con [la] aspiración a una vida
lograda. Y ese afán de trascendencia del hombre encuentra su correlato objetivo
en las posibilidades del mundo, en cuanto que éste no es un conjunto de hechos
físico y consumados, sino una serie de procesos, atravesados de latencias y
tendencias; en la medida en que la realidad es tan poco conclusa como el yo que
labora en ella, la voluntad de utopía no es contradicha por la objetualidad del
mundo, sino que se encuentra en ella ‹‹confirmada como en casa››. En estas
condiciones, la esperanza no ha de entenderse como un simple afecto (con su
correlato temor), ni como una mera categoría, sino como un principio rector del
pensamiento y de la acción del hombre, que puede y debe ser aprendido.
(Gómez, 2015: 280).
6
Para Althusser, una “situación revolucionaria” no es provocada únicamente por la “contradicción
general” entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Para que dicha situación ocurra
se tienen que conjugar un cierto número de contradicciones, las cuales estarán determinadas y
sobredeterminarán a la contradicción general. (Althusser, 1987: 80).
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Con este resumen, de lo que entiende Bloch por utopía y esperanza, será menos difícil
entender el sentido que tiene el concepto de utopía en la teoría de Marx. Y lo primero
que hace es distinguir entre los diferentes tipos de utopía, llamando a la de Marx “utopía
concreta”, la cual es diferente a las demás en el sentido de que no es producto de una
imaginación desbordada y sin posibilidades de llevar a la práctica. La utopía concreta
de Marx, según Bloch, está fundada en lo que ha llegado a ser”, o realidad concreta, y
teniendo en la mira “la tendencia de lo que va a venir, haciendo así accesible por
primera vez, teórica y prácticamente, el futuro” (Bloch, 2007: 178).
La columna vertebral de todo el análisis de Bloch sobre la utopías, de lo “todavía no
llegado a ser”, es precisamente el concepto de “posibilidad”. Nuestro autor dice que allí
donde nada se puede y nada es posible, la vida se ha detenido” (Bloch, 2007: 268). Y
hay que saber distinguir entre lo que es “formalmente posible” (Bloch, 2007: 269) y lo
“posible objetivamente real” (Bloch, 2007: 280). Mientras que en lo “formalmente
posible” se pueden enunciar infinidad de posibilidades incluyendo fantasías,
alucinaciones y quimeras, en la “posibilidad objetivamente real” no hay vaguedad ni
está abierta “en absoluto a cualquier capricho” (Bloch, 2007: 268), por lo mismo que
toma en cuenta las condiciones materiales que permitirán alcanzar o no ciertos
objetivos
.
Dicho en otras palabras
,
en este tipo de posibilidad no todo es posible y
realizable en cualquier momento; la falta de condiciones no sólo retarda, sino cierra el
camino” (Bloch, 2007: 247).
La categoría de posibilidad señalada por Bloch es una pieza importante en su intento
de desarrollar una ontología de lo ‹‹todavía no››, ontología que, como dice Gimbernat,
está “basada en una realidad material que engendra lo posible en su seno” (Gimbernat,
1983: 82). La ontología de lo que “todavía no es”, que no se discutirá en este trabajo, si
bien está influida por Aristóteles y Schelling, tratará de rescatar nociones del marxismo
clásico, especialmente de las últimas obras de Engels donde aparecen fragmentos como
el siguiente:
Con lo cual, dicho está que en las nuevas relaciones de producción tienen
forzosamente que contenerse ya s o menos desarrollados- los medios
necesarios para poner término a los males descubiertos. Y esos medios no han
de sacarse de la cabeza de nadie, sino que es la cabeza la que tiene que
descubrirlos en los hechos materiales de la producción, tal y como los ofrece la
realidad. (Engels, 1955: 140).
Bloch vio en Marx al representante de esa filosofía que tiene la capacidad de penetrar
en las entrañas de la realidad para extraer el futuro posible. Para sostener esto, también
acudirá a la onceava tesis sobre Feuerbach (“Los filósofos sólo han interpretado de
diversas maneras el mundo; de lo que se trata, sin embargo, es de modificarlo”). La
interpretación que el autor de
Sujeto-objeto
hace de esa tesis distingue, lo mismo que
Sánchez Vázquez, dos partes, a saber: el conocer (la teoría) y el modificar (la práctica
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revolucionaria). Pero esta distinción para Bloch no debe entenderse como una
oposición radical entre la teoría y la práctica, donde cada una excluye a la otra, pues
aunque Marx parece tomar partido por la segunda (por la práctica), a la vez que rechaza
a la primera (la teoría), en realidad aboga por su unión. Lo que Marx hace, es rechazar
a las filosofías pasivas que se ocupan únicamente de la contemplación de lo que ya ha
llegado a ser, es decir, de lo pasado, y lo hace por tener los defectos tanto de no entender
cabalmente la realidad, como de ser impotentes para hacer posible lo “posible
objetivamente real”. En este tipo de filosofía Bloch incluye a Hegel, “para quien la
filosofía [como el búho de Minerva] llega siempre demasiado tarde para modificar
nada” (Bloch, 2007: 291).
En suma, para Bloch, con la onceava tesis Marx ofrece una utopía concreta que supera
a las filosofías y utopías contemplativas en tres sentidos: 1) explica por qué la realidad
es así y no de otro modo; 2) esclarece las “posibilidades objetivamente reales” de ésta;
y 3) hace un llamado a la acción revolucionaria para transformar el mundo que
conocemos en uno realmente libre y sin alienación, pero siempre en la medida de dichas
posibilidades.
El socialismo en Marx.
Ahora bien, este trabajo quedaría incompleto si no se dice nada sobre aquella sociedad
socialista que no ha existido nunca pero que Marx pensó como algo objetivamente
posible y como la alternativa a las sociedades capitalistas. Cabe mencionar, que Marx
nunca hizo un tratado sobre la sociedad comunista, pero señala, en varías de sus
obras, algunos principios que serían la base de ésta: fin de la enajenación y la
explotación humana, “real
apropiación
de la esencia
humana
por y para el hombre, […]
solución del conflicto entre el hombre y la naturaleza y del hombre contra el hombre,
[…] superación positiva de la propiedad privada” (Marx, 1962: 82).
El principio para la construcción de la sociedad comunista, correspondiente a la
“superación positiva de la propiedad privada”, será analizado y desarrollado por
Michael Heinrich poniéndolo en relación con otro principio irrenunciable: la libertad.
Aunque no analiza a detalle la parte política de la obra de Marx, Michael Heinrich señala
que en ésta aparecen dos grupos de ideas que hacen alusión al concepto de comunismo
o socialismo. Uno de ellos alude al comunismo como ideal, mientras que el otro se
refiere al comunismo como abolición de la propiedad privada de los medios de
producción
7
. Sobre el comunismo como ideal, localizado en su obra de juventud
7
Es importante aclarar que Marx distingue entre la propiedad privada basada en el trabajo y la
propiedad privada de los medios de producción. Él no es en contra de la primera forma de propiedad,
sino de la segunda, que es el tipo de propiedad que se estableció cuando los campesinos fueron
expropiados dando paso al sistema capitalista. En este sentido Marx dirá que “en aquel caso se trataba
de la expropiación de la masa del pueblo por unos pocos usurpadores; aquí [en la sociedad comunista]
se trata de la expropiación de unos pocos usurpadores por la masa del pueblo” (Marx, 1985: 954).
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fundamentalmente, afirma lo siguiente: “Aquí se supone que el comunismo hace
referencia a cómo debe ser una sociedad, a los fundamentos éticos de la misma: los
seres humanos no deben perseguir su provecho material, sino mostrarse solidarios y
dispuestos a ayudar a los demás” (Heinrich, 2008: 223).
En muchos de los escritos de
Marx se encuentran ejemplos de esas características que son deseables para la sociedad
comunista e imposibles de alcanzar, al menos por todos, en una sociedad capitalista que
es el caldo de cultivo para la lucha de intereses, la indolencia y el individualismo
posesivo. Debido a esta imposibilidad, Marx propuso lo siguiente: “El lugar de la antigua
sociedad burguesa, con sus clases y contradicciones de clase, será ocupado por una
asociación en la cual el libre desarrollo de cada cual será la condición para el libre
desarrollo de todos” (Marx-Engels, 1998: 67).
Pero ese ideal de sociedad sería igualmente imposible, incluso un simple sueño, si antes
no se pone fin a la propiedad privada de los medios de producción, que es el corazón de
las relaciones sociales capitalistas. A esto se refiere Heinrich con el segundo grupo de
ideas sobre el concepto marxiano de comunismo. En este caso, él afirma que Marx
hablaba de una “abolición de la propiedad privada de los medios de producción”,
y no
de una “nacionalización y/o planificación estatal de la economía”, cuyo ejemplo
paradigmático fue el “socialismo realmente existente” que trajo como consecuencia
“una tendencia al autoritarismo”
.
Si se revisan los textos de Marx, dice Heinrich,
quedarán claras dos ideas:
En primer lugar,
que la sociedad comunista no se basa ya en el intercambio.
Tanto el gasto de fuerza de trabajo en la producción, como la distribución de los
productos (primero, en cuanto a su empleo como medios de producción o
medios de vida; segundo, como distribución de los bienes de consumo entre los
distintos miembros de la sociedad) se realizan de un modo consciente y
regulado sistemáticamente por la
sociedad
(así pues, ni por el mercado ni por
el estado) […]
En segundo lugar
, para Marx no se trata sólo de una distribución
cuantitativamente distinta de las condiciones capitalistas (no obstante, el
marxismo tradicional destacó principalmente esta cuestión de la distribución),
sino que se trata fundamentalmente de la emancipación de un contexto social
que se ha hecho autónomo frente a los individuos y que se les impone como una
coacción anónima. No sólo tiene que ser superada la relación capitalista como
una determinada relación de explotación que genera unas condiciones de
trabajo y de vida malas e inseguras para la mayoría de la población, sino
también el fetichismo que se ‹‹adhiere›a los productos del trabajo en tanto que
son producidos como mercancías. La emancipación social, la liberación de las
coacciones que generamos nosotros mismos y que, por tanto, podemos
eliminar, sólo es posible si desaparecen las relaciones sociales que producen las
distintas formas de fetichismo. Sólo entonces los miembros de la sociedad
podrán organizar y regular efectivamente
ellos mismos
sus asuntos sociales
como una ‹‹asociación de hombres libres››. (Heinrich, 2008: 224-225).
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Las dos ideas que menciona Heinrich, sobre cómo debe entenderse la abolición de la
propiedad privada de los medios de producción, también aparecen en la obra de Marx.
Por un lado, en la
Crítica del programa de Gotha
sugiere una autorregulación, por parte
de los trabajadores libres y asociados, tanto de la producción como de la forma de
distribución de los bienes creados, autorregulación donde no juega ningún papel ni el
Estado ni el mercado. En ese sentido, el filósofo nacido en Tréveris descalifica la
propuesta de Lasalle destinada a crear cooperativas de producción con la ayuda del
Estado:
El que los obreros quieran establecer las condiciones de producción colectiva
en toda la sociedad y ante todo en su propia casa, en una escala nacional, sólo
quiere decir que laboran por subvertir las actuales condiciones de producción,
y eso nada tiene que ver con la fundación de sociedades cooperativas con la
ayuda del Estado. Y, por lo que se refiere a las sociedades cooperativas actuales,
éstas sólo tienen valor en cuanto son creaciones independientes de los propios
obreros, no protegidas ni por los gobiernos ni por los burgueses(Marx, 1955a:
24).
Por otro lado, Marx consideró que el objetivo a alcanzar en el comunismo, mediante la
abolición de la propiedad privada de los medios de producción, no es una producción y
distribución mediada por el Estado, sino la liberación humana que se logra con la
abolición de este tipo de propiedad
8
. En su análisis de la Comuna de París, donde la clase
obrera y otras clases subordinadas conquistaron el poder en 1871, señala que una
verdadera revolución debe poner las condiciones para la desaparición de la propiedad
privada capitalista, de otra manera seguirían imperando las relaciones sociales que
hacen que una sociedad sea injusta y carente de libertad, es decir, una sociedad donde
los propietarios de los medios de producción explotan y mantienen dominados a los
que no poseen nada más que su fuerza de trabajo, así:
Sin esta última condición [la abolición de la propiedad privada], el régimen
comunal habría sido una imposibilidad y una impostura. La dominación política
de los productores es incompatible con la perpetuación de su esclavitud social.
Por tanto, la Comuna había de servir de palanca para extirpar los cimientos
8
Friedrich Engels, en su escrito titulado “Principios del comunismo”, señala algo semejante: “Lo primero
que hará este orden social nuevo será despojar a los individuos competidores entre sí de la explotación
de la industria y de todas las ramas de la producción, haciendo que pasen a ser incumbencia de toda la
sociedad y se exploten, por tanto, en interés colectivo, con sujeción a un plan colectivo y dando
intervención en ellas a todos los miembros de la colectividad. De este modo, abolirá la concurrencia,
implantando en lugar de ella la asociación […] Deberá, pues, abolirse también la propiedad privada,
sustituyéndola por el disfrute colectivo de todos los medios de producción y la distribución de los
productos por acuerdo común, o sea la llamada comunidad de bienes. La abolición de la propiedad
privada es, incluso, la síntesis más breve y más elocuente en que toma cuerpo la transformación de todo
el orden social, impuesta por el desarrollo de la industria, y por eso los comunistas hacen de ella su
principal reivindicación”. (Engels, 1962: 156).
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económicos sobre los que descansa la existencia de las clases y, por
consiguiente, la dominación de clase. Emancipado el trabajo, cada hombre se
convierte en trabajador, y el trabajo productivo deja de ser un atributo de una
clase (Marx, 1978: 76).
Conclusión.
Como se intentó mostrar en este escrito, las críticas de Marx al “socialismo utópico” no
consistieron en el rechazo de lo que sus representantes pensaban sobre cómo debería
ser el socialismo, sino sobre su escaso análisis de las condiciones sociales e históricas
que permitirían acabar con el sistema capitalista y construir otro tipo de sociedad. Esta
crítica no contradice el que Marx haya reconocido sus aportes al señalar implícitamente
los males que aquejan a las formaciones sociales capitalistas, en especial el caso de
Charles Fourier cuyas propuestas para el socialismo significaban exactamente lo
opuesto a lo que ocurría en la sociedad que le tocó vivir. Como lo señalaron Adolfo
Sánchez Vázquez y Ernst Bloch, Marx no propuso un modelo de sociedad inalcanzable,
sino un modelo que es posible realizar si se cumplen ciertas condiciones materiales y,
sobre todo, subjetivas. La idea de socialismo de Marx, no fue el constructo de una
imaginación febril, sino el resultado de años de investigación que lo llevaron a
desentrañar el tipo de relaciones que le dan vida al capitalismo (las relaciones de
explotación), así como la clase social (la clase proletaria) con el potencial necesario
para imponer relaciones sociales justas que no necesitaran ser encubiertas o impuestas
coactivamente. En
El capital
, donde Marx ofrece el análisis más acabado de las
relaciones capitalistas, señalará que el “proceso material de producción, sólo perderá
su místico velo neblinoso cuando, como producto de hombres libremente asociados,
éstos la hayan sometido a su control planificado y consciente. Para ello, sin embargo, se
requiere una base material de la sociedad o una serie de condiciones materiales de
existencia” (Marx, 1977: 97).
Lo que en la actualidad no le gusta a todos del proyecto político de Marx, es el haber
puesto énfasis en la vía revolucionaria para hacer real la “utopía concreta” socialista (el
socialismo que todavía no es, pero que no es imposible que sea). Incluso entre los
teóricos de corte marxista ha sido imposible llegar a un acuerdo sobre si la transición
al socialismo debe hacerse de forma pacífica (a través de reformas), o recurriendo a
estrategias para la toma revolucionaria del poder y los aparatos de Estado. Como
ejemplo actual de este desacuerdo tenemos a István Mészáros y a Terry Eagleton. El
primero retoma la frase que, en momentos de guerra, expresó Rosa Luxemburgo:
“¿socialismo o barbarie?”, pero lo hace pensando en una construcción del socialismo del
siglo XXI que no caiga en la barbarie al tratar de evitar la barbarie (Mészáros, 2009:
202). Terry Eagleton, por su parte, señala que la transición al socialismo enfrenta
obstáculos y “calamidades” que orillan a sus impulsores a irse, aunque no quieran, por
el camino de la revolución para alcanzar objetivos que, si se analizan con cuidado, no
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son comparables a pedir el sol y las estrellas, dicho en las propias palabras de este
autor:
Todo lo que la izquierda desea lograr son condiciones que permitan, a la
totalidad de los habitantes del planeta, comer, trabajar, ejercer su libertad, vivir
dignamente, y aspiraciones de este estilo. Esto es escasamente revolucionario.
Pero es una señal de las calamidades presentes el hecho de que, en efecto, se
necesitaría una revolución para alcanzar tales objetivos. (Eagleton, 2006: 465).
De cualquier manera, el socialismo que pensó Marx, tendrá que ser construido bajo
determinadas circunstancias histórico-materiales- por los humanos mismos, y tendrá
que ser así porque el socialismo no surgirá, como piensa el marxismo ortodoxo, de
ciertas leyes de la historia o de “la bella contradicción entre Capital y Trabajo”
(Althusser, 1987: 85). Para Marx, el socialismo será posible si algún día el proletariado
es capaz de hacer algo que no es utópico en el significado común del término:
“convencer a todo el mundo de que sus aspiraciones, lejos de ser limitadas y egoístas,
se encaminan a la emancipación de los millones de oprimidos” (Marx, 2004: 127).
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