Protrepsis, Año 8, Número 16 (mayo - octubre 2019). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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ISSN: 2007-9273
Protrepsis, Año 8, Número 16 (mayo - octubre 2019) 7-24
Recibido: 18/04/2019
Revisado: 28/04/2019
Aceptado: 02/05/2019
Los animales ¿objetos de explotación o seres sintientes?
Beatriz Vanda Cantón
1
, Elizabeth Téllez
2
1
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
E-mail: daktari@unam.mx
2
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
Programa de Becas Posdoctorales en la UNAM, Becaria del Programa Universitario de
Bioética.
Asesorada por los Doctores Beatriz Vanda Cantón y Gustavo Ortiz Millán
E-mail: dra.elizavet@gmail.com
Resumen: Los humanos nos hemos vinculado con los animales dominándolos y
usándolos para alcanzar nuestros fines sin preocuparnos por sus intereses y
necesidades, considerándolos como objetos, lo que ha favorecido servirnos de ellos sin
restricciones. En muchas legislaciones se han categorizado como simples bienes hacia
los que no tenemos ninguna consideración ni obligación, colocándolos en una situación
de vulnerabilidad. Sin embargo, las evidencias científicas demuestran que tienen
capacidad de sentir, de expresar emociones y de tener una vida mental compleja. Esto
ha permitido dar un giro en las posturas filosóficas antropocéntricas hacia nuevas
corrientes éticas más incluyentes que sí consideran los intereses, necesidades y el
bienestar de los otros animales, cuestionando la violencia que hemos ejercido contra
ellos y que ha sido justificada desde el especismo. Algunas de nuestras acciones resultan
inaceptables como el entretenimiento a costa del sufrimiento animal, pero hay otras
que parecieran necesarias o inevitables como la investigación con animales y los que se
destinan a nuestra alimentación. De esta reflexión se concluye que tenemos la
obligación moral de reconocer sus intereses, disminuyendo su sufrimiento y
maximizando su bienestar, dejando de verlos como simples cosas o propiedades y
reconocerlos como seres sintientes.
Palabras clave: explotación animal, sintientes, vulnerabilidad, especismo, consideración
moral.
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Abstract: Humans have dominated animals using them to achieve our goals without
worrying about their interests and needs, allowing us to use them without restrictions.
Derived from this idea, in many legislations, animals have been categorized as assets to
which we have no consideration or obligation, placing them in a situation of
vulnerability. However, scientific evidence shows that they have the capacity to feel, to
express emotions and to have a complex mental life. This has promoted a shift in the
anthropocentric philosophical positions towards new more inclusive ethical currents
that do consider the interests, needs and well-being of other animals, questioning the
violence we have exercised against them and that has been naturalized and justified
from the speciesism. Therefore, some of our actions are unacceptable such as
entertainment at the expense of animal suffering, but there are others that seem
necessary or inevitable like animal research and those used as food. From this reflection
it is concluded that we have a moral obligation to recognize animal interests,
diminishing their suffering and maximizing their well-being, stop seeing them as simple
things or properties and recognizing them as sentient beings.
Keywords: animal exploitation, sentient beings, vulnerability, speciesism, moral
consideration.
Introducción
A lo largo de la historia, quienes han tenido el poder económico, social o superioridad
física sobre otros, se han sentido con el derecho de dominar a quienes son más débiles
o están en desventaja frente a ellos, estableciendo relaciones injustas, en las que els
fuerte o dominador fue llamado
dominus
(del latín señor o amo) y el dominado ha
tenido un estatus de sirviente o de propiedad. En la antigüedad, los humanos pudieron
ser dueños de otros de su misma especie, haciéndolos esclavos y disponiendo de ellos
según su conveniencia (Passmore, 1978:17); afortunadamente estas prácticas han sido
desterradas en la mayoría de los países en los que se acepta que todos los humanos
somos libres e iguales. Pero la relación amo-esclavo hoy sigue vigente en el trato con
los animales, tanto que nos nombramos sus
dueños
o
propietarios
.
Los animales se han relacionado estrechamente con nosotros, sobre todo aquellas
especies que hoy conocemos como domésticas, pero hemos entendido mal la palabra
domesticar, ya que no significa dominar; su etimología proviene del latín
domus
, que
significa: casa o relativo a la casa, por lo que en vez de interpretar este verbo como un
acto de dominio, se debe entender como habitar el mismo espacio. Los que han sido
domesticados, son aquellos seres que viven en nuestra casa o cercanos a nosotros. Sin
embargo, las formas de relacionarnos con los animales no ha sido simbiótica, en las que
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ambas partes deberíamos recibir beneficios mutuos, sino que los hemos visto y tratado
sólo como recursos a partir de los cuales obtenemos una serie de bienes y servicios, los
cuales sin duda han contribuido a nuestra supervivencia. Los hemos usado para obtener
alimento, vestido y conocimientos, así como en investigaciones y experimentos que nos
han permitido elaborar medicamentos, vacunas y una serie de productos gracias a los
cuales podemos disfrutar de una mejor calidad de vida; aunque casi siempre todos estos
bienes se obtienen a costa de las vidas de los animales. Hay otras situaciones en las que
ellos no tienen que morir para que consigamos el beneficio esperado, como cuando son
utilizados como medios de transporte, ayuda en el trabajo, para asistencia a
discapacitados o con fines recreativos; pero incluso los animales de compañía -que no
son forzados a trabajar, ni son usados con fines alimenticios ni lucrativos- en muchos
casos son víctimas de abandono, maltrato o negligencia. En este contexto los animales
han sido considerados sólo como meros medios o instrumentos para que nuestra
especie alcance sus fines (Regan, 1983:301; Taylor, 1989:273), dando lugar a una
relación injusta que ha sido cuestionada y criticada por filósofos, eticistas, humanistas
y científicos.
Algunos argumentos que se han utilizado para excluir a los animales de la consideración
moral
Estos son:
a) La tradición judeo-cristiana (White, 1967:1205), a la que el occidente debe en
buena parte su visión antropocéntrica del mundo, ya que atribuye a los humanos -y sólo
a ellos- un estatus de imagen y semejanza de Dios, quien además les autorizó someter
y dominar al resto de las criaturas
1
. Esto se vio apuntalado por la idea de que somos
hijos de un dios, provocando que los humanos nos viéramos como seres fuera del
mundo natural y por encima de todos los demás seres vivos (Herrera, 2000: 135-152).
El antropocentrismo
2
se fortaleció en el siglo XIII cuando Tomás de Aquino escribió que
la caridad y la consideración no pueden extenderse a las criaturas no humanas, a
quienes llama irracionales, diciendo que la única razón para no ser crueles con los
animales es que queremos su conservación para honor de Dios y utilidad de los
hombres”
3
y que Dios no pide cuentas al hombre de lo que hace con los bueyes y con
los otros animales”
4
. También reforzó que los únicos seres dignos de consideración
moral, serían los humanos, con el débil argumento imposible de probar de que sólo
nosotros poseemos almas que por ser racionales, son inmortales
.
De aquí se
desprenden varias preguntas cuyas respuestas no se pueden comprobar de manera
alguna: ¿de dónde se deduce que la racionalidad confiere inmortalidad?, ¿existen almas
1
Génesis 1, 26-28.
2
El antropocentrismo es una actitud que afirma que somos la única especie que merece consideración
moral y que no tenemos deberes con ninguna criatura que no sea humana.
3
Aquino, Tomás de 1993
:
II, IIa, q.25, a.3.
4
Ibid
. I, IIa, q.102, a.8.
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inmortales?, y si esto fuera cierto, ¿cómo saber quiénes las poseen? Considerando que
una vida sea valiosa sólo por estar dotada de un alma inmortal, ¿qué importancia
tendría esto si lo que está en juego en el caso de los animales, es su vida mortal y su
dolor corporal?
b) Otro argumento que excluye a los animales de la consideración moral y al que
con frecuencia se recurre para ignorar el sufrimiento que les causamos, deriva en parte
de las ideas mecanicistas del siglo diecisiete, cuando Descartes describió a los animales
como máquinas carentes de alma y por lo tanto, de sensaciones (Velázquez, 2001:15-
21). Al igual que Tomás de Aquino, enfatizaba que el alma racional e inmortal era
exclusiva de los humanos y que en ella residían los sentimientos y las experiencias
mentales. Estas ideas permearon a tal grado en la sociedad occidental, que aún hoy en
el siglo XXI, en muchos sectores de la sociedad, a académicos e investigadores, se
considera y se nombra a los animales como “máquinas de producción”, “material
biológico” o “recursos naturales renovables”, por lo que se les valora sólo desde el punto
de vista instrumental en función de la utilidad o provecho que podamos obtener de
ellos, de su capacidad de producción o de trabajo, de su valor económico, genético o
estético; lo que también ha favorecido que sean vistos como objetos desechables,
susceptibles de ser vendidos, torturados o exterminados, sin cuestionamientos
jurídicos, éticos o religiosos para quienes ejercen violencia contra ellos (Vanda,
2012:11).
Argumentos para incluir a los animales en la consideración moral
Existen numerosas evidencias científicas y filosóficas que apoyan que los humanos no
somos la única especie que merece ser tomada en cuenta desde el punto de vista ético,
como lo son:
1) El cuestionamiento del antropocentrismo, sobre todo cuando en 1859 Charles
Darwin publicó “El origen de las especies”, que postulaba que todos los animales
provenimos de un ancestro común, y por lo tanto, los humanos éramos sólo una especie
más dentro del reino animal. En otra de sus obras “La expresión de las emociones en
los animales y en el hombre
, sugiere que también los animales no humanos
experimentan emociones y las manifiestan (Darwin, 1872: 631-635); los creacionistas
rechazaron estas ideas y a causa de la censura religiosa, sus contribuciones no lograron
penetrar en las sociedades de su tiempo; mientras que los grupos conservadores se
encargaron de reafirmar el antropocentrismo y ahondar el abismo ontológico que
según ellos, existía entre los humanos y los demás animales.
2) Las evidencias científicas, especialmente las que han aportado ciencias como la
genética, la paleontología, la neurofisiología y la etología, que demuestran que la
mayoría de las especies de vertebrados tienen un sistema nervioso central lo
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suficientemente desarrollado para sentir dolor físico (Anil, et al., 2002:314; Machin,
2002:2) y que poseen las estructuras neuroanatómicas y neurotransmisores necesarios
para experimentar emociones como el sufrimiento, miedo, ansiedad, ira, desesperanza
y placer, entre otras (Duncan, 1996:29-35; Broom, 1998:376-392; Bekoff, 2008:6-7).
Los animales no humanos también tienen conciencia, en el sentido de que se dan cuenta
de lo que ocurre en su entorno y en ellos (Epstein, et al., 1981:695-696; Díaz y
Velázquez, 2000:1-7; Griffin y Speck, 2004:17; Low, et al., 2012), pueden reconocer a
otros individuos y relacionarse con ellos. Sus sistemas cerebrales les permiten tener
estados mentales que incluyen recuerdos, expectativas, capacidad de hacer planes a
corto plazo, evaluar riesgos-beneficios (Bekoff, 1998a:104-105; Low, 2012), tener
preferencias, elegir entre opciones y poseer complejos sistemas de comunicación
(Dawkins, 1990:5). Según varios filósofos esto les confiere un valor inherente (Regan,
1983:279) o una valía inherente, que es independiente y está por encima de cualquier
valor instrumental o económico que se les quiera otorgar (Taylor, 1989:75), lo cual nos
impediría verlos o tratarlos como objetos. Los animales tienen la capacidad de
discriminar los eventos agradables de los desagradables, lo que genera en ellos
sentimientos positivos o negativos con los que hacen lazos con su entorno; por ello,
buscan lo que los gratifica y tratan de evitar las situaciones que los dañan, huyendo o
alejándose de los estímulos nocivos o dolorosos y aproximándose o procurando los
placenteros (Broom, 1998:371-372; Bekoff, 2002:77-80). Tienen intereses (Dawkins,
1990:2; Dennet, 1995:707-708) como conservar su vida, obtener agua y alimento,
resguardarse del frío y no ser lastimados; ante esto, una postura éticamente correcta es
tomar en cuenta o considerar los intereses de todo individuo que los tenga (Singer,
1999:38).
Si estos argumentos no resultan suficientes para dejar de ver a los vertebrados no
humanos como objetos de posesión o explotación, ¿cuál es el atributo que se necesita
tener para ser tratado con respeto? o dicho de otra forma: ¿con qué criterio se debe
cumplir para ser sujeto de consideración ética o moral? La respuesta no puede
reducirse a que sólo son dignos de ser tomados en cuenta aquellos seres que por azar
tienen un genoma de
Homo sapiens sapiens
.
Animales sintientes considerados como objetos
A pesar de las numerosas evidencias científicas que demuestran que los animales son
seres sintientes
5
, se les sigue considerando como meros medios para nuestros fines. En
algunos casos puede ser debido a ignorancia o por desconocimiento de que son capaces
de sentir, lo cual podría ser un atenuante al mal que se les causa. Otro de los motivos
5
Término adaptado del inglés
sentient
para referirse a aquel organismo capaz de experimentar
sensaciones dolorosas o placenteras, generando intereses con base en dichas capacidades. Por lo que
buscará evitar el sufrimiento y obtener placer (Bekoff M y Meaney C 1998b:399-400). Se refiere no sólo
la capacidad de sentir dolor y emociones, sino también a la conciencia y la capacidad cognitiva (Broom,
2016:2).
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para ignorar el sufrimiento de los animales, puede explicarse desde el fenómeno que
Hanna Arendt (2003:354-364) describe como “habituación al mal” o invisibilización
del mal”, que consiste en la incapacidad mental y/o emocional de un sujeto para darse
cuenta del daño que provocan sus acciones, viéndolas como a través de un velo que
adormece la conciencia. De esta manera se le resta importancia al mal ocasionado,
justificándolo desde la creencia que hay acciones que aunque dañen a otros, se realizan
ya sea para conseguir un bien mayor, por obediencia o buscando la eficiencia al más
bajo costo (Tertsch, 2000). Cuando los actos violentos se vuelven cotidianos frente a
nuestros ojos, hay una especie de habituación, haciendo que pasen desapercibidos o
bien, hay una resignación que nos hace decir:
así se ha hecho siempre, es natural, es lo
que debe ser, no tiene mayor importancia
; de esta forma evitamos cuestionarnos o
reprocharnos. Al respecto, Bauman escribió:
El aumento de la distancia física y psíquica entre el acto y sus consecuencias, tiene mayores
efectos que la suspensión de las inhibiciones morales: invalida el significado moral del acto […]
los dilemas morales desaparecen de la vista, al tiempo que cada vez se hacen menos frecuentes
las oportunidades para realizar un examen de conciencia… (Bauman, 1987:25).
Actividades violentas contra los animales
El mecanismo de invisibilización del mal, ha dado lugar a que algunas actitudes
violentas no sólo sean permitidas, sino incluso se han institucionalizado formando
parte de nuestra vida cotidiana. A continuación se expondrán diversas situaciones,
desde las más difíciles de justificar hasta las que parecieran necesarias o inevitables.
Entre algunos casos de violencia explícita contra los animales están los espectáculos
como la lidia de toros, el tiro al pichón, las peleas provocadas entre perros o gallos
(Preece y Chamberlain, 1993:162), la cacería y la pesca deportiva; ya que por un lado,
estas actividades no son una necesidad básica para el humano, pues podemos
entretenernos de muy diversas maneras sin dañar a nadie; por lo tanto, matar a un ser
sintiente
e indefenso que no participa voluntariamente en un espectáculo, es un
zoocidio
6
,
y por otro lado fomentan la violencia y atentan contra la vida. Otras
actividades cruentas son los jaripeos, rodeos, algunas suertes de charrería e incluso los
circos, en donde los animales resultan heridos, se les atemoriza o son ridiculizados; su
miedo y sufrimiento son tomados como motivo de diversión o como un medio para
ganar dinero. Poner trampas a los animales silvestres o criarlos y matarlos para
6
Término propuesto para referirse al acto de matar a un animal sano, que no padezca dolor crónico que
justifique quitarle la vida, sino que se le mata por intereses no vitales de terceros, como en espectáculos,
deportes, cacería que no tenga por objetivo la alimentación, exterminios para control de poblaciones,
animales indeseados, prácticas de enseñanza.
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comerciar sus pieles, cuernos, colmillos u otras partes de sus cuerpos para tenerlos
como un trofeo, es también matar innecesariamente, un zoocidio que no se justifica.
Actividades aparentemente inofensivas que dañan a los animales
Existen situaciones que se toleran porque parecen inocuas para los animales, como las
siguientes:
a) Exhibición en zoológicos, en delfinarios y en colecciones privadas, en las que los
cuestionamientos serían ¿cómo llegaron esos animales silvestres a los exhibidores?,
¿fueron capturados?, ¿cómo afectó esto, tanto al resto de su grupo, como a los que
fueron atrapados? ya que fueron separados de sus madres, su manada o grupo social.
En un segundo momento hay que evaluar el lugar en donde van a ser exhibidos: ¿se
cuenta con albergues en donde tengan lo mínimo para que sus niveles de bienestar
7
sean aceptablemente buenos, tales como sustratos necesarios para su especie?,
¿pueden tener interacciones positivas con sus congéneres?, ¿estarán sometidos a estrés
continuo por la cercanía de la gente y por estímulos desconocidos que los atemorizan?,
¿se cuenta con un programa de enriquecimiento ambiental
8
para ellos? (Shepherdson,
1994; Brousset y Galindo, 2004:283). También se deberá analizar el motivo por el cual
han sido privados de su libertad, es decir, con fines de atracción, lucrativos, educativos
o para protegerlos y conservar la especie; dependiendo de las respuestas podremos
reflexionar si es éticamente aceptable su cautiverio o no.
b) Los animales que se emplean para ayuda en el trabajo (transporte, tiro, carga, arado,
policía, ejército, guardia y protección, búsqueda y rescate), muchas veces lo hacen por
períodos prolongados sin descanso, no reciben agua ni alimento durante la jornada, se
les demandan esfuerzos superiores a su resistencia física, no siempre se les brinda
atención médica veterinaria y se les hace trabajar aún cuando están lesionados o en
gestación avanzada.
c) El caso de los animales de compañía pareciera no tener problemas u objeciones de
tipo moral, pero también los tiene, desde la forma en que son adquiridos -que muchas
7
El bienestar
o “animal welfare” es un concepto científico que se refiere a la manera como los animales
enfrentan su ambiente, y que tan exitosamente logran adaptarse a los cambios; incluye su salud, sus
percepciones y sus estados mentales. Es una variable que se puede evaluar de manera objetiva y medirse
con una escala que va desde malo o bajo, hasta muy bueno (Broom, 1986: 524-526).
8
A este concepto también se le conoce como “enriquecimiento del comportamiento”, ya que se refiere a
los medios que se les proporcionan a los animales para favorecer un ambiente físico y social en el que
puedan expresar comportamientos semejantes a los que presentan en vida libre y que son necesarios
para ellos (Brousset y Galindo, 2004:283).
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veces es por venta-, lo que propicia la reproducción indiscriminada y la falta de ética en
los criaderos, ya que los que no son comprados a tiempo, o no son del agrado de los
compradores, serán sometidos a muerte. Los vendedores no se preocupan por saber si
quien los compra tiene la capacidad de cuidar de ellos o no, dónde serán alojados y si
les podrán brindar los cuidados médicos y la atención que necesitan; lo que importa es
ganar dinero, por ende, el animal vuelve a ser cosificado. Muchos perros y gatos
terminan viviendo amarrados o abandonados en patios y azoteas donde nadie
interactúa con ellos, padecen frío, hambre, exposición excesiva al sol, desatención y en
no pocas ocasiones, violencia directa que termina llevándolos a la muerte. Otras veces
se extravían o son abandonados en la calle donde mueren víctimas de accidentes, en los
centros de control o en instituciones siendo usados en investigación y docencia. Una
actitud ética es promover que la gente adopte perros y gatos en lugar de comprarlos,
así como solicitar esterilizaciones tempranas y que haya una tenencia responsable.
d) Cuando se usan animales con fines de enseñanza, se les ve como herramientas,
instrumentos o simple “material biológico”, siendo sometidos a prácticas lesivas y/o
invasivas que en muchos casos no están justificadas, ni contribuyen a las competencias
profesionales de los estudiantes; además podrían ser refinadas o sustituidas, pero
muchos docentes desconocen las alternativas, por lo que estas prácticas se perpetúan
por inercia o resistencia al cambio de paradigma. Su uso se justificaría sólo cuando se
demuestre que no existe otra manera de adquirir un conocimiento que sea
indispensable, cuando no sean lesivas, que los animales sean adquiridos legalmente,
que el profesor junto con sus ayudantes supervisen que los animales estén bien
anestesiados durante los procedimientos invasivos, que no sean utilizados más de una
vez y si tienen que morir, debe ser con sobredosis de anestésicos por las vías indicadas.
Actividades necesarias para los humanos y que dañan a los animales
El análisis bioético se va haciendo más complejo cuando el uso y la muerte que se les da
a los animales se defienden argumentando que es necesario, como en los casos de la
investigación biomédica y la alimentación.
a) En la investigación científica en campos como la farmacología, la cirugía, la
inmunología y la patología entre otros, el uso de los animales resulta casi
imprescindible y pareciera difícil renunciar a emplearlos. Por lo que se debe
analizar el tipo, pertinencia y propósito del estudio, ya que en estas y otras áreas se
realizan gran cantidad de experimentos invasivos que son innecesarios, cuyos
protocolos de investigación no siempre son originales, ni responden a una pregunta
trascendente, ni contribuyen a generar conocimiento; muchas veces son repeticiones
de fenómenos que ya se conocen y están publicados, o bien, los resultados son
predecibles. En otros, la pregunta de investigación está mal planteada y la metodología
experimental tiene errores, por lo que los resultados no serán de utilidad, y a cambio se
generará dolor y muerte en miles de animales. Si se eliminaran los experimentos
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innecesarios incluyendo los de mala calidad, disminuiría considerablemente el número
de animales que tienen que sufrir. Frente a esto, hace más de 60 años Russell y Burch
(1992) presentaron una propuesta que se conoce como “las tres erres” que consiste en
reemplazar o sustituir a los animales buscando alternativas; reducir el número de
animales al mínimo necesario para alcanzar una significancia estadística, así como
reducir las situaciones que provoquen sufrimiento, malestar o estrés en los animales,
antes, durante o después del experimento; la última erre se refiere que hay que refinar
las técnicas y métodos en investigación para causar el mínimo daño posible. Sin
embargo, gran parte de la comunidad científica desconoce esta propuesta, o bien, se
niegan a implementarla.
b) El asunto de criar y matar a los animales para comer es, junto con el anterior,
uno de los más polémicos y que al parecer no podrá ser resuelto a corto plazo, no sólo
por la discusión ética, sino por sus implicaciones económicas y sociales.
Independientemente de los motivos que se tengan para consumir productos de origen
animal, y suponiendo que se justificara matarlos con este fin, lo que no puede aceptarse
son los medios que se utilizan para ello. No es sólo el acto de quitarles la vida lo que se
cuestiona, porque muchos dirán que también otros animales matan para comer, el mal
radica en el tipo de vida que se les da y la forma en que se les mata. Basta ver las
condiciones en que son criados estos animales: pollos con el pico mutilado, hacinados
en casetas imposibilitados para expresar comportamientos propios de su especie;
gallinas en diminutas jaulas, donde no pueden caminar ni jamás tocar el piso, con
alteración en los ciclos de luz-oscuridad. ¿Es ético quitarle el becerro recién nacido a la
vaca y aislarlo?, o si es macho, ¿matarlo porque no es considerado
útil
? ¿Es moralmente
aceptable mantener a las cerdas en estrechas jaulas, dentro de las cuales no pueden
voltearse y donde están desde antes de parir hasta después de destetar a sus lechones,
sin dejarlas expresar comportamientos como la anidación y el contacto cercano con sus
crías? Gran cantidad de los animales destinados a la producción de alimento pasan el
tiempo que les permitimos vivir sin ninguna distracción ni enriquecimiento de su
ambiente, salvo el caso del ganado que vive en pastoreo. Los etólogos han demostrado
que la vida en las granjas intensivas genera en los animales frustración y otros estados
mentales negativos, que pueden manifestarse como estereotipias o comportamientos
redirigidos (Alonso, 2004:206), los cuales indican bajos niveles de bienestar, además
de que favorece las peleas entre los animales, lesiones, estrés y como consecuencia,
inmunodepresión y enfermedades. Cuando estos animales disminuyen su producción o
presentan características reproductivas que se consideran poco valiosas, son enviados
al matadero. Con mucha frecuencia los animales son transportados a los mercados o a
los rastros viajando durante horas prácticamente unos sobre otros, expuestos al calor,
la lluvia o el frío, sin agua, ni alimento durante el trayecto (Whiting y Brandt, 2002:208;
Gallo et al., 2003:361-362). La mayoría de los transportes carecen de separaciones para
los individuos por lo que algunos resultan aplastados. Al llegar al sitio de
comercialización o al matadero, suelen estar entumidos y para hacerlos caminar son
arreados a golpes o con electricidad. En la mayoría de los rastros la matanza todavía se
realiza sin previa inconsciencia (Grandin
,
2013:492-502), mediante desangrado o por
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degüello, que además de no ser un método rápido, provoca que los animales mueran
por asfixia o broncoaspiración de su propia sangre, mientras que otros son introducidos
al agua hirviendo o son eviscerados y desollados cuando todavía están conscientes
(Limon, 2012; Reza, 2017).
Los animales como grupo vulnerable
La vulnerabilidad es una característica de quienes sufren marginación o exclusión; es
una condición que se puede explicar como la carencia de control por parte de la víctima
sobre las fuerzas externas que la afectan (Camacho, 2009:57); o como el resultado de
la acumulación de desventajas que conducen a una mayor posibilidad de ser dañado
(Plan Nacional de Desarrollo, 2003:98). Ruth Macklin (2003:472-473) menciona que
los sujetos vulnerables son aquellos que pueden ser explotados o sufrir un daño.
Cualquier viviente que esté limitado o imposibilitado para reclamar sus intereses o para
negarse a participar en una actividad se considera que está en condición de
vulnerabilidad. Los animales son probablemente el más vulnerable de todos los grupos,
ya que además de cumplir con todas las características mencionadas, se encuentran
indefensos en nuestras manos, nunca se les pide su consentimiento para lo que les
hacemos, ni siquiera las que involucran el momento y la forma de su muerte; es decir,
decidimos sobre ellos sin considerar sus intereses
9
o necesidades (Taylor, 1989:273;
Singer 1999:56). Ignoramos su sufrimiento porque no hablan nuestro lenguaje, no
pueden escapar de nuestro dominio, ni denunciar ante nadie si algún humano o
instancia no lo hace en su nombre. Otro hecho que aumenta su vulnerabilidad, es que
en el Código Civil Federal Mexicano (2019), como en la mayoría de las legislaciones, son
contemplados únicamente como objetos susceptibles de apropiación, estando a merced
de posesión por compra y venta, arrendamiento (art. 2473), captura, caza (art. 860), y
con la posibilidad de ser destruidos por cualquier persona (arts. 865 y 873), sin
sanciones ni restricciones jurídicas. Si alguien los hiere, los deja morir de hambre, los
tortura o les quita la vida, dicha acción tendría prácticamente la misma categoría y
penalización que la de cualquier otro delito por daño a propiedad o a bienes ajenos”
(Vanda, 2012:14).
Adicionalmente, esta forma de verlos se apoya en la falacia de que “esa es su finalidad”,
pero debemos considerar que la instrumentalización no es teleológica ni corresponde
al estado natural de ningún ser vivo, sino que resulta de una relación de dominio por
parte de unos sobre otros.
9
En este contexto el interés de un animalse refiere a que buscan estar bien y alejarse o evitar lo que
les causa daño o malestar.
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La consideración de los intereses de todos
El hecho de que los vertebrados no humanos tengan la capacidad de sentir dolor en
forma consciente, es condición suficiente para que tengamos la obligación moral de no
causarles dolor, o bien, de disminuir su sufrimiento y maximizar su bienestar (Singer,
1999:58), aplicando con ellos el principio de mínimo daño que propone Taylor
(1989:280). Una postura éticamente correcta es no provocar dolor ni sufrimiento a
quienes sean susceptibles de experimentarlo, independientemente de la especie a la
que pertenezcan. Las acciones son justas en la medida que tienden a promover la
felicidad y el bienestar, e injustas en cuanto tienden a producir dolor o infelicidad a
cualquiera que pueda sentirlo (Bentham, 1789).
No es éticamente aceptable discriminar negativamente a los animales, ignorando sus
intereses vitales o su sufrimiento, bajo el argumento de que no son de nuestra especie,
esta actitud se denomina “especismo”
10
que consiste en favorecer los intereses de los
miembros de una especie determinada (en este caso de
Homo sapiens
), por encima o
aún en contra, de los de otras especies (Häyry y Häyry, 1998:224; Singer, 1999:45). La
actitud especista atenta contra la equidad, que considera las necesidades vitales de
todos con la misma importancia, incluyendo las de los animales (Dolan, 1999:117-118).
Cuando el criterio de consideración privilegia los intereses de un grupo o especie, a
costa de quienes son más vulnerables, se incurre en injusticia (Vanda, 2007:83).
Las necesidades vitales de los animales también merecen ser tomadas en cuenta
evitando que los intereses no vitales o prescindibles de nuestra especie, lesionen
intereses básicos de individuos de otras especies.
Con bases en evidencias científicas no se puede negar que los animales merecen
consideración, por lo que una de las maneras de garantizarla sería reconociendo que
tienen un estatus jurídico de seres sintientes. Países como Suiza, Alemania y Austria,
han introducido modificaciones en su Código Civil, reconociendo que los animales no
son cosas
11
, y que sus intereses deberán ser tomados en cuenta en algunas de las
decisiones que los involucren; paralelamente se han establecido penas y sanciones para
quienes los dañen o los hagan trabajar más allá de sus fuerzas, ya que también se
introdujeron modificaciones en su Código Penal. En la Unión Europea, quedó plasmado
en el Tratado de Lisboa
12
que:
10
Adaptación del neologismo inglés
"speciesism"
, acuñado en 1971 por Richard Ryder (1975:16) y
entendido como la asunción de la superioridad humana sobre otras criaturas, lo que lleva a la explotación
animal
.
11
Código Civil Suizo, 2003: art, 641ª (2018) L’Assemblée fédérale de la Confédération suisse.
12
Artículo 13, Título II, 2010 disposiciones de aplicación general de la Versión consolidada del Tratado
de Funcionamiento de la Unión Europea.
Protrepsis, Año 8, Número 16 (mayo - octubre 2019). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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Al formular y aplicar las políticas de la Unión en materia de agricultura,
pesca, transporte, mercado interior, investigación y desarrollo
tecnológico y espacio, la Unión y los Estados miembros tendrán
plenamente en cuenta las exigencias en materia de bienestar de los
animales como seres sensibles… (Unión Europea, 2010).
En 2017 se promulgó la Constitución Política de la Ciudad de México (CDMX), que en su
artículo 13 B (sobre la protección de los animales) dice:
Esta Constitución reconoce a los animales como
seres sintientes
y, por lo tanto,
deben recibir trato digno […] En la CDMX toda persona tiene un deber ético y
obligación jurídica de respetar la vida y la integridad de los animales; éstos, por
su naturaleza son sujetos de consideración moral.
Los animales no son objetos de uso y desecho, son más que mascotas, más que
productores de alimento o de bienes diversos, más que sujetos de experimentación o
de estudio, más que material biológico para prácticas, más que objetos de ornato o
entretenimiento, más que una fuerza de trabajo o medios de transporte, más que
recursos naturales renovables y más que una fuente de ingresos económicos a costa de
su explotación. Por eso, además de presionar a las autoridades para que modifiquen
nuestra legislación, podemos empezar a modificar nuestro lenguaje, de manera que
refleje un cambio de paradigma, como se ha hecho en algunos países sajones, en donde
los médicos veterinarios han propuesto que se sustituya el apelativo de
owner
(amo)
el que domina a
, por el de
steward
(Seamer, 1998:201-205) “el que cuida de”. En
español,
la palabra
steward
podría traducirse como “guardián”, “custodio” (Studdert, et
al., 1988:1048), “responsable de”, aludiendo a quien responde por alguien o también
llamarlo “tutor”
13
(Vanda, 2012:16). Los animales no deben seguir siendo considerados
objetos de posesión y compra-venta, requieren ser tutelados más que poseídos para
estar a salvo de malos tratos, abandono y violencia; requieren estar bajo nuestra
custodia, en vez estar bajo nuestro dominio.
Conclusión
Ante las evidencias científicas que se nos presentan, es irresponsable seguir
sosteniendo en nuestras leyes y en las universidades, paradigmas que consideran a los
animales como cosas o instrumentos. Los conocimientos que actualmente se tienen
sobre ellos debería provocar un cambio en la manera de verlos para no considerarlos
más como simples objetos de explotación o meros medios para satisfacer nuestros
fines, sino tener presente que son seres sintientes -y muchos de ellos conscientes-, lo
13
En lenguaje jurídico tutor “se refiere a aquél que representa o cuida de alguien con incapacidad
natural o civil, que en este contexto puede aplicarse con los animales no humanos.
Protrepsis, Año 8, Número 16 (mayo - octubre 2019). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
19
que les confiere un valor en mismos, lo que supone límites en la forma de
relacionarnos con ellos.
Ignorar a los vulnerables, como el caso de los animales no humanos, contraviene el
espíritu de la bioética, que exhorta a considerar los intereses de todos y a respetarlos
en sus diferencias. Un sistema que privilegia sólo a unos y excluye a otros por razones
arbitrarias, no puede ser ético.
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