Protrepsis, Año 8, Número 16 (mayo - octubre 2019). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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innecesarios incluyendo los de mala calidad, disminuiría considerablemente el número
de animales que tienen que sufrir. Frente a esto, hace más de 60 años Russell y Burch
(1992) presentaron una propuesta que se conoce como “las tres erres” que consiste en
reemplazar o sustituir a los animales buscando alternativas; reducir el número de
animales al mínimo necesario para alcanzar una significancia estadística, así como
reducir las situaciones que provoquen sufrimiento, malestar o estrés en los animales,
antes, durante o después del experimento; la última erre se refiere que hay que refinar
las técnicas y métodos en investigación para causar el mínimo daño posible. Sin
embargo, gran parte de la comunidad científica desconoce esta propuesta, o bien, se
niegan a implementarla.
b) El asunto de criar y matar a los animales para comer es, junto con el anterior,
uno de los más polémicos y que al parecer no podrá ser resuelto a corto plazo, no sólo
por la discusión ética, sino por sus implicaciones económicas y sociales.
Independientemente de los motivos que se tengan para consumir productos de origen
animal, y suponiendo que se justificara matarlos con este fin, lo que no puede aceptarse
son los medios que se utilizan para ello. No es sólo el acto de quitarles la vida lo que se
cuestiona, porque muchos dirán que también otros animales matan para comer, el mal
radica en el tipo de vida que se les da y la forma en que se les mata. Basta ver las
condiciones en que son criados estos animales: pollos con el pico mutilado, hacinados
en casetas imposibilitados para expresar comportamientos propios de su especie;
gallinas en diminutas jaulas, donde no pueden caminar ni jamás tocar el piso, con
alteración en los ciclos de luz-oscuridad. ¿Es ético quitarle el becerro recién nacido a la
vaca y aislarlo?, o si es macho, ¿matarlo porque no es considerado
útil
? ¿Es moralmente
aceptable mantener a las cerdas en estrechas jaulas, dentro de las cuales no pueden
voltearse y donde están desde antes de parir hasta después de destetar a sus lechones,
sin dejarlas expresar comportamientos como la anidación y el contacto cercano con sus
crías? Gran cantidad de los animales destinados a la producción de alimento pasan el
tiempo que les permitimos vivir sin ninguna distracción ni enriquecimiento de su
ambiente, salvo el caso del ganado que vive en pastoreo. Los etólogos han demostrado
que la vida en las granjas intensivas genera en los animales frustración y otros estados
mentales negativos, que pueden manifestarse como estereotipias o comportamientos
redirigidos (Alonso, 2004:206), los cuales indican bajos niveles de bienestar, además
de que favorece las peleas entre los animales, lesiones, estrés y como consecuencia,
inmunodepresión y enfermedades. Cuando estos animales disminuyen su producción o
presentan características reproductivas que se consideran poco valiosas, son enviados
al matadero. Con mucha frecuencia los animales son transportados a los mercados o a
los rastros viajando durante horas prácticamente unos sobre otros, expuestos al calor,
la lluvia o el frío, sin agua, ni alimento durante el trayecto (Whiting y Brandt, 2002:208;
Gallo et al., 2003:361-362). La mayoría de los transportes carecen de separaciones para
los individuos por lo que algunos resultan aplastados. Al llegar al sitio de
comercialización o al matadero, suelen estar entumidos y para hacerlos caminar son
arreados a golpes o con electricidad. En la mayoría de los rastros la matanza todavía se
realiza sin previa inconsciencia (Grandin
,
2013:492-502), mediante desangrado o por