Protrepsis, Año 8, Número 15 (noviembre 2018 - abril 2019). www.protrepsis.cucsh.udg.mx
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discursividad que permite asediar el sentido de la totalidad del orden social, al tiempo
que ella misma se encuentra cruzada por las versiones idealistas y materialistas.
Con la crítica de la economía política accedemos a una comprensión de lo que ordena la
totalidad del orden social a partir del elemento que vincula a los seres humanos: el
trabajo predispuesto para el intercambio mercantil. El capital nace de la circulación (es
decir del intercambio esporádico de mercancías) pero no puede quedarse en ella, tiene
que avanzar hacia la producción (es decir, hacia la colonización del hacer o trabajo
concreto).
En el mercado y su potencialización vemos el transcurso de las múltiples historias de la
humanidad. La manera en que se intercambian mercancías es también la forma en la
que las capacidades humanas se enriquecen. Pero al mismo tiempo, la mercantilización
avanza como un proceso incontenible, volviéndolo todo un objeto con precio,
intercambiable, mudable de manos. Marx abre el espacio teórico que piensa lo
mercantil y lo mercantil-capitalista como una espiral que va subordinando toda
socialidad humana. En los
Grundrisse
, manuscritos que se han denominado cómo la
primera redacción de
El Capital
(Dussel, 1985), procede a desentrañar el poder del
dinero, en tanto que en la sección primera de
El Capital
lo hace sobre la relación entre
el trabajo en su dimensión abstracta y el dinero; finalmente avanza sobre la forma
organizativa de la sociedad. La fábrica no es el todo del capital, sino la expresión de esa
totalidad que se encuentra dispuesta por fuera de ella, es decir, en un sinfín de
relaciones y procesos que han posibilitado la emergencia del mudo industrial, de la
automatización de lo social y de la más amplia expoliación de la vida humana en
beneficio de una fuerza abstracta e impersonal.
Pero la lectura del aporte de la crítica de la economía política tiene dos lecturas. Sus
conceptos se encuentran atrapados en una tensa posibilidad, como lo está el proyecto
mismo que denominamos espacio teórico. La lectura “idealista” da por sentada y dada
la universalidad del capital, asume que el trabajo abstracto domina la totalidad, que el
intercambio dinerario es el único posible, que la subsunción formal y real son hechos
irremediables. Frente a ella se cuestiona esa universalidad, se establece una lectura
donde no hay tipos ideales ni modelos a seguir, cada caso es una configuración
particular entre los elementos mercantiles y los que están por fuera de la lógica del
dinero (los llamados “no-capitalistas”); señalan la existencia de formas no mercantiles
del intercambio y por tanto de una cierta exterioridad, heterogeneidad o
abigarramiento
. Pero además señala que los elementos predispuestos en
El Capital
no
Enrique Dussel señala el tema de la exterioridad, como aquello no subordinado por la totalidad del
capital. En los años setenta Aníbal Quijano y René Zavaleta abordaron el problema del desarrollo
capitalista desde los conceptos de heterogeneidad estructural y sociedad abigarrada. Aunque
distanciándose, en gran medida estas discusiones partían del horizonte abierto por Althusser con
respecto a la articulación de modos de producción en una formación social. Desde un encare
“decolonial”, José Gandarilla (2012) ha avanzado por esa misma temática. La idea de que el capital es el